3 abr 2008

Golpismo a la mexicana


Diario de América Latina en La Vanguardia, 2/04/2008;
Joaquim Ibarz, corresponsal en América Latina
Golpismo a la mexicana
Uno de los misterios más insondables de la realidad mexicana de los últimos años es la actitud reverencial hacia el cacique populista Andrés Manuel López Obrador que sostienen algunos intelectuales que durante la dictablanda del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantuvieron un alto prestigio ético y ciudadano en defensa de la democracia y las libertades. Es el caso del ensayista Carlos Monsiváis, el historiador Lorenzo Meyer y la escritora Elena Poniatowska.
Al presentar en el Zócalo los comandos, columnas y brigadas del ejército blanco que debe bloquear calles y carreteras a fin de impedir que la reforma energética sea discutida en el Congreso, López Obrador anunció la creación de un comité de intelectuales para la defensa del petróleo, del que forman parte Monsiváis, Meyer, Poniatowska, entre otros.
Siguiendo la fórmula del moviendo desestabilizador de Evo Morales, que terminó dándole la presidencia de Bolivia, López Obrador apuesta a la "defensa del petróleo" como su gran oportunidad para revitalizar un movimiento que lo lleve al poder real y no a esa farsa de "presidencia legítima" con la que firma sus comunicados. Sin embargo, los malos resultados que arrojó el bloqueo del Paseo de la Reforma en agosto y septiembre de 2006 para denunciar un fraude electoral inexistente, pueden hacer dudar a sus seguidores a la hora de radicalizar la protesta. Es fácil pronosticar que los cercos humanos de resistencia civil estarán integrados en buena parte por beneficiarios del programa de la tercera edad, vendedores ambulantes y organizaciones del engranaje corporativista que ha montado el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la capital mexicana.
La auténtica proposición de López Obrador
"¿Qué propone López Obrador?", se pregunta el comentarista Ricardo Alemán en el diario "El Universal". El propio analista responde: "Pues eso, desconocer al Congreso y sus facultades e imponer su propia ley. Ya lo hizo al declararse presidente legítimo pero, además, financia con dinero público un movimiento que pretende derribar al Estado. Sus seguidores dicen estar dispuestos a impedir que la perversa alianza PRI-PAN haga la reforma que viene (…). López Obrador pretende el poder mediante un golpe de Estado".
Según Alemán, ni el PRI y menos el PAN -y tampoco el gobierno de Calderón-, van a caer en la provocación de lo que ya identifican como un "golpe de Estado" promovido por López Obrador. "Y la verdad es que si no reúne todas las características clásicas de un golpe de Estado, la reacción delirante de López Obrador sí se puede identificar como eso, un intento por destruir el orden constitucional", recalca el comentarista.
Reinventar el sistema y la revolución
El historiador Enrique Krauze
hace notar que "el camaleónico" político Porfirio Muñoz Ledo, que en la actualidad es un puntal de López Obrador (en el anterior sexenio presidencial fue firme defensor de Vicente Fox), "opta por la opción revolucionaria". Según Krauze, "Muñoz Ledo delineó ante estudiantes de la Universidad de Guerrero la estrategia golpista del Frente Amplio Progresista (FAP), que preside. Se trata, nada menos, que de "reventar el sistema", de "echar toda la carne al asador", para "acortar por vías pacíficas el mandato de Felipe Calderón"". Y ¿cuáles son esas "vías pacíficas"?, se interroga Krauze. Muñoz Ledo se lo aclara: "Hay muchas... con un millón de gentes en la calle, como se han hecho las transiciones democráticas; 300.000 gentes en la calle pueden hacer una transición democrática (…). El Estado mexicano es un cascarón y nuestra democracia es colonial, por eso la izquierda debe superar el actual modelo y provocar una ola democrática que nos permita transitar a la auténtica democracia". Muñoz Ledo fue más lejos al afirmar en un acto público que "la situación actual no tiene una solución institucional".
Muñoz Ledo no esconde las intenciones del FAP de acabar con el gobierno de Calderón. El veterano político, que el 2 de julio del año 2000 fue el único en poder subir a la tarima instalada en el Ángel de la Independencia para festejar el triunfo que acababa de obtener aquella noche Vicente Fox, ahora sigue la consigna de López Obrador de acabar con las instituciones. Hay un intento serio por provocar la ingobernabilidad. Hace unos pocos días, el propio Muñoz Ledo expuso sus cartas con claridad. Al encontrarse en el restaurante El Cardenal con unos amigos –uno de ellos diplomático de la embajada de Estados Unidos-, les dijo: "Tiraremos a Mouriño (ministro del Interior) y luego tiraremos al gobierno de Calderón". Testigos presenciales le escucharon decir: "No vamos a parar hasta tirar a Calderón de la presidencia".
Parece claro que la defensa del petróleo es sólo un pretexto para una estrategia de desestabilización, al precio que sea. "López Obrador ha dado suficientes muestras de no tener reparo en los costos que haya que pagar con tal de llegar al poder", nos comentó un diplomático mexicano con larga experiencia en el servicio exterior.
Movimiento insurreccional
El antropólogo Roger Bartra, uno de los intelectuales de izquierda con más prestigio de México, declara a "La Vanguardia" que López Obrador pretende montar un movimiento insurreccional "para poner otra vez en tensión las estructuras democráticas del Estado, con el fin de debilitar al gobierno de Felipe Calderón e incluso de provocar su caída". Según Bartra, el candidato derrotado del PRD busca crear una crisis de legitimidad pero "está muy lejos de lograrlo porque tiene la retaguardia muy desguarnecida al no haber logrado el apoyo de su propio partido en las elecciones primarias".
Al preguntarle a Bartra si López Obrador y los intelectuales que le apoyan mantienen posiciones golpistas, responde: "No sé si son golpistas, pero quieren tirar por tierra al gobierno. López Obrador cree que es el momento oportuno para actuar. Piensa que el gobierno está débil por las acusaciones contra el ministro de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. Además, quiere aliarse con el PRI para derribar al Gobierno. En realidad, lo que hace es debilitar al PRD, ya se está viendo".
Bartra es muy crítico con los intelectuales que respaldan las maniobras desestabilizadoras de quien pretende asumir el liderazgo de una falsa izquierda: "Es el mismo grupo que en 2006, contra toda evidencia, apoyó las denuncias de fraude de López Obrador. Lo insólito es que respalden estos intentos de López Obrador cuando el PRD está sumido en el mayor de los desprestigios por unas votaciones tan sucias para elegir a la nueva dirección del partido. A algunos de esos escritores López Obrador les prometió puestos en su gobierno, le deben fidelidad. Antes que sus afectos, un intelectual debe anteponer la razón. En este caso se han dejado arrastrar por el resentimiento del cacique populista".
Los peor y lo mejor pra el país
Sorprendido por el hecho de que intelectuales de fuste apoyen el cerco del Congreso, bloqueos a los aeropuertos y corte de carreteras, el comentarista Héctor de Mauleón plantea en el diario "El Universal": "¿La franja más destacada de la inteligencia mexicana entregó su nombre a López Obrador para que éste lo enarbole como estandarte en la toma de calles y caminos? ¿Avalaron estos escritores notables la creación de brigadas, columnas y comandos destinados a evitar que el Congreso legisle?" Mauleón plantea a Monsiváis, Meyer, Poniatowska y demás escritores-militantes si aprueban que un poder elegido democráticamente, y representado por las principales fuerzas políticas (nadie ha cuestionado la elección de diputados y senadores en los comicios de 2006), no pueda sesionar para discutir qué es lo mejor y lo peor para el país.
López Obrador y sus amanuenses pretenden impedir la discusión del futuro de la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), a la que la Constitución le otorga el monopolio de la exploración, explotación y comercialización de todos los hidrocarburos mexicanos. La consigna es prohibir pensar, imponer que no haya debate.
La aberración llega al punto de que Elena Poniatowska afirma que su tarea es "vigilar la protección del petróleo y proteger los intereses de México siguiendo la política del general Lázaro Cárdenas". Intelectuales de tal renombre deberían conocer que, si bien nacionalizó el petróleo, el presidente Cárdenas fue el primero en abrir Pemex a la inversión privada y a los contratos de riesgo, esto es, concesiones con compañías extranjeras para explotar conjuntamente los yacimientos. Los contratos de riesgo, que ahora se identifican con el pecado mortal, fueron una figura jurídica diseñada por Cárdenas y sucesivos gobiernos mexicanos para poderse asociar con capitales privados nacionales y extranjeros. Esa figura es una aportación de México a la industria petrolera mundial.
Monsiváis, Poniatowska, Meyer y otros intelectuales no tienen pudor al rechazar de plano lo que López Obrador defendía hace dos años. En su programa electoral como candidato del PRD a la presidencia, que tenía por título "Proyecto alternativo de nación", López Obrador afirmaba textualmente: "... tampoco deberíamos descartar que inversionistas nacionales, mediante mecanismos transparentes de asociación entre el sector público y el privado, participen en la expansión y modernización del sector energético o actividades relacionadas, siempre y cuando lo permitan las normas constitucionales".
Contra la privatización del petróleo
En una especie de manifiesto al país que titulan "Contra la privatización del petróleo", los escritores que apoyan a ciegas a López Obrador sostienen: "Privatizar, con el nombre que se le quiera dar, es despojo triple: a la gran herencia de la soberanía, a la nación de hoy y a las generaciones siguientes. Oponerse a la privatización del petróleo es sustentar las realidades y las esperanzas en la ley".
Ante esa toma de posición, el novelista Héctor Aguilar Camín escribe en el diario "Milenio: "Me detengo en la primera frase: "Privatizar, con el nombre que se le quiera dar...". Los firmantes se ahorran el trabajo de decir lo que entienden por privatizar. Hacen un tiro por elevación para incluir en su rechazo cualquier variante de lo que denuncian, sugiriendo una trampa de lenguaje: le llamarán de otras formas, pero será privatizar. Privatizar en sentido estricto quiere decir que la empresa sea vendida a capitales privados, como se vendieron los teléfonos y los bancos. No creo que nadie en su juicio pretenda tal cosa". Aguilar Camín recalca que lo deseable sería que "no tuviéramos que suponer lo que quisieron decir, sino que lo dijeran claramente. Añadirían un punto invaluable de precisión al debate más bien confuso en que estamos entrando".
Disensiones
Ante la radicalización de las propuestas, el poeta José Emilio Pacheco, el novelista Fernando del Paso y la escritora Margo Glantz se han deslindado de López Obrador y señalan que no apoyarán el cerco al Congreso ni la toma de vías públicas; hasta el momento, los otros firmantes del manifiesto no han hecho un deslinde, un matiz, una toma de distancia de la ruta antidemocrática que marca el líder del PRD.
En julio de 2006 un grupo de escritores y artistas encabezados también por Monsiváis, Poniatowska y Meyer, (Monsiváis se desdijo al cabo de unos días) respaldaron la orden de López Obrador de tomar por la brava el paseo de la Reforma, impidiendo durante más de 40 días la libre circulación por una vía esencial de la capital mexicana merced a unos centenares de acarreados del PRD. Esa iniciativa desembocaría el 20 de noviembre en la cantinflesca ceremonia de imposición de la banda presidencial a López Obrador en la plaza del Zócalo. Desde entonces, sin rubor alguno, se hace proclamar "presidente legítimo". Y sus corifeos le aplauden.
La iniciativa de estos días de López Obrador es más seria. Ya no se trata de una ridícula "coronación" que no tuvo mayor trascendencia, sino que se busca impedir por la fuerza que funcionen las instituciones y que Pemex se acabe de hundir por falta de inversión y de tecnología. Mientras el PRD está sumido en un lodazal, tal como lo denominó su fundador y líder moral Cuauhtémoc Cárdenas, al ser incapaz de hacer unas elecciones primarias sin que los dos candidatos recurran al pucherazo más descarado, López Obrador intenta poner en jaque al Gobierno y al Congreso. Sin siquiera conocer el proyecto de reforma energética del presidente Felipe Calderón, la rechazó de plano en un mitin en la plaza del Zócalo. Con lenguaje bélico, lanzó su arenga para incitar a la población contra las instituciones democráticas. Dijo que como fuerza de choque se formarían 20 grupos de 10.0000 mujeres y 36 agrupamientos con cerca de 18.000 hombres.
"¿A qué guerra quiere jugar este personaje?", se pregunta Pablo Hiriart en el diario "Excelsior". Quiere asustar al gobierno, al PRI y a la sociedad en su conjunto, para evitar que se presente una reforma energética para salvar Pemex. "Quiere evitar que al país le vaya bien, porque en ese caso a él le va mal. Necesita agitar el fantasma de la privatización de Pemex e insinuar la posibilidad de una guerra civil, para meter orden en su partido y cohesionarlo alrededor suyo", afirma Hiriart.
El futuro de Pemex
La estructura actual de Pemex es inviable. El futuro de la empresa es crítico por la caída de la producción y de las reservas probadas. Tras siete décadas de explotación, la empresa estatal es un dinosaurio incapaz de insertarse en un contexto competitivo, ante las exigencias que impone la globalización y los retos tecnológicos. Parecería un contrasentido afirmar que una compañía que da tantos beneficios es un desastre empresarial. Pero lo es. La única fortaleza efectiva de Pemex es la riqueza de yacimientos que están llegando a su fin.
En el primer bimestre del 2008 la producción de Pemex disminuyó 6.4% respecto al mismo periodo del 2007. La caída generó un desplome de un 14"6 % de las exportaciones. Y el deterioro continúa. El año pasado, la producción alcanzó los 3.087.000 barriles diarios. Entre enero y febrero de este año, cayó a 2,94 millones de barriles. La disminución se debió, en primer lugar, "al declive natural previsto" de su principal yacimiento, Cantarell, y a factores operativos. Por el contrario, la importación de gasolina fue al alza, al pasar de 244.000 barriles diarios en el primer bimestre del 2007 a 321.000 barriles en 2008, es decir, un incremento de 31.4%. México gasta cada año 10.500 millones de dólares en la importación de combustibles refinados.
El pasado 18 de marzo, en el 70 aniversario de la expropiación petrolera, el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles, dijo que el futuro de la explotación petrolera está marcado por una disminución de las reservas probadas, una menor producción de crudo, una creciente importación de gasolina y pérdidas en refinación y petroquímica.
Pemex está cayendo con rapidez en el escalafón de las empresas petroleras mundiales. De ser la sexta en el 2000, pasó a ocupar el undécimo lugar en el 2007. El descenso se acentúa. Aun si hoy mismo se iniciara un programa acelerado de inversión, llevaría años empezar a revertir la situación. Pemex tiene el nivel más bajo de reservas del mundo en comparación con su nivel de producción.
La batalla por el petróleo
En enero de 2008, México contaba con reservas sólo para 9,2 años de producción de crudo y de 8,2 años de gas; apenas en el 2000 tenía 13,3 años de reservas. La producción va cayendo desde el 2004 por el declive del principal yacimiento del Golfo de México, Cantarell, que en el 2007 produjo 1,49 millones de barriles diarios, un 17% menos que en 2006.
En la llamada batalla por el petróleo se combinan varias puntos reveladores de la realidad mexicana: 1) Un gobierno a la defensiva, sin plan o estrategia concreta sobre el futuro energético del país, 2) la oposición de López Obrador, que se ha rejuvenecido y envalentonado; 3) un Partido Revolucionario Institucional (PRI) dividido en asuntos clave; y 4) un sector energético del que todos se nutren pero que nadie está dispuesto a mantener vivo.
El Gobierno de Calderón ha dicho hasta el cansancio que "Pemex no se privatiza". Pero López Obrador insiste en echar a andar una resistencia civil con el alegato de que las multinacionales quieren robar el petróleo de los mexicanos. El PRD tendrá que demostrar que Calderón y los suyos quieren saltarse las trancas constitucionales para favorecer a las multinacionales.
El conocido analista Jorge Fernández Menéndez señala en "Excelsior" que voces bienintencionadas opinan que sería mejor que el Gobierno no presente la reforma energética para "no incitar a las acciones violentas de López Obrador". El comentarista afirma que "eso sería como aceptar un chantaje ya que López Obrador está dispuesto a llegar lo más lejos que pueda, mientras las autoridades y la sociedad se lo permitan, en un camino de violencia: esa es su carta y su opción, y lo es dentro y fuera de su propio partido".
Fernández Menéndez no cree que López Obrador modifique su posición desestabilizadora si no hay reforma energética. "Lo asumirá –afirma el analista- como un triunfo personal e irá por más. Si recurre a la violencia terminará de hundir a su movimiento, cada día más aislado y radicalizado. El temor no es el circo, sino la posibilidad de que los grupos radicales, algunos de ellos armados, que giran en torno a las alas más violentas del lopezobradorismo, monten una provocación mayor. En ese caso los costos serán altísimos para todos".

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