8 sept 2008

Morera y sus vínculos con Genaro García


¿Calderón Secuestrado?
Katia D´ Artigues en su columna "Campos Elíseos" El Univeral 8 de septiembre de 2008, comenta:
"Él (Genaro García Luna) dice que no se va y que sólo lo quita el Presidente aunque como ingeniero cree en que las cosas deben medirse siempre… Lo que no hay que perder de vista ahora son los cuestionamientos que han surgido del otro lado, también, del ciudadano. La presidenta de México Unido contra la Delincuencia ha sido balconeada por Reporte Indigo, como muy amiga y hasta admiradora de García Luna, a quien debería vigilar. Está en su discurso al presentar, en 2006, el libro del secretario Contra el crimen y en el hecho de que su hijo, Juan Pablo Galindo Morera, trabaja en la coordinación de asesores con García Luna. También que la organización recibió de la SSP, entre 2006 y 2007, poco más de 1 millón 300 mil pesos… ¿Puro sospechosismo?" (concluye Katia).
En efecto, una exclusiva, de Anabel Hernández en Reporte Índigo presenta documentación oficial de la Secretaría de la Función Pública que prueba la relación de trabajo que existe entre Juan Pablo Galindo Morera y el titular de Seguridad Pública.
"Este joven no tiene preparación alguna en materia policiaca ni en seguridad pública. Es egresado de la carrera de Negocios Internacionales de la Universidad Anáhuac. Y todavía no está titulado. Pero éste no es el único conflicto de interés. También está documentado que México Unido Contra la Delincuencia recibe donativos de la SSP....
Hoy, la dirigente de México Unido Contra la Delincuencia le debe una explicación a los ciudadanos y a sus más de 800 mil afiliados"
¡Orale!
Policía Nacional
Y lo más grave lo de la Policía Nacional, y otras cosas.
Un texto "de Reporte Indigo de Ramón Alberto Garza: "Calderón Secuestrado"
¡Periodismo de investigación!
"El presidente está secuestrado. Felipe Calderón es hoy el principal rehén de las ambiciones de poder de un hombre que busca convertirse en el dueño único de los sistemas de inteligencia y de la Policía Nacional. Es Genaro García Luna, el secretario de Seguridad Pública que está maniobrando para convertirse en el súper secretario del gabinete calderonista. Y el asunto es muy grave.
Tanto, que militares, procuradores, jefes policiacos nacionales y estatales comienzan a ver al controvertido jefe de seguridad como un peligro nacional.
Y empiezan a unir sus voces para denunciar ante el primer mandatario a quien en aras de una supuesta unidad de mando, pisotea y humilla a sus altos mandos.
El estado de emergencia creado por su incompetencia para combatir el crimen organizado le permite eso y más.
Genaro García Luna se sabe apoyado incondicionalmente. Y dice que para dar resultados, tiene que pasar incluso por encima de intereses que se oponen a su proyecto.
Fue él quien creó la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) en el sexenio foxista.
Con tan pobres resultados, que basta ver cómo el crimen organizado se mueve a sus anchas en todo el territorio nacional. Esa incompetencia de cuatro años no es castigada, sino premiada con más presupuestos, más encomiendas, más concentración de la inteligencia nacional en sus manos. Tal vez por eso las tensiones hacia dentro de la Secretaría de la Defensa van en aumento.
Porque a pesar de que hay quienes han denunciado ante Felipe Calderón la manipulación y las corruptelas del secretario de Seguridad, no sólo lo sigue protegiendo, sino que cada día le da más poder.
Y es que Genaro García Luna está empecinado en que el presidente Calderón le acepte lo antes posible la creación de la Policía Nacional. Sería su cereza en el pastel de las promesas de los 100 días.
Esa Policía Nacional sería un ente muy peligroso, sobre todo considerando que nadie puede garantizar la rectitud, la honestidad ni la capacidad de alguien que pueda ser instalado al frente.
Porque una Policía Nacional como la que propone el ahora secretario de Seguridad sería, por sus dimensiones, alcances y presupuestos, un nuevo poder, muy superior y con mayor información que ningún otro en México.
Un organismo que tendría la capacidad de disuasión –por chantaje, o incluso por el simple uso de la fuerza–, de someter a las demás autoridades civiles electas democráticamente e intimidar a los otros poderes de la Unión.
Un poder de fuego, medido en el número de elementos que tendría, capaz de retar inclusive a las instituciones garantes de la soberanía y la paz, como lo es el Ejército mexicano.
No es una falsa alarma. Los norteamericanos, tan expertos en cuestiones de seguridad, nunca aceptaron crear una Policía Nacional.
Por el contrario, fraccionaron la inteligencia en una veintena de agencias, burós y departamentos a fin de equilibrar y evitar que la concentración de ese poder en un solo hombre lo convirtiera en un potencial corrupto, en un potencial corruptor, y con todas las facilidades para convertirse en un tirano.
Tal vez por eso nadie cree en las promesas de Genaro García Luna. Porque en su tiempo se las hizo a Vicente Fox, como ahora se las hace a Felipe Calderón. Y ambos le creen al incompetente.
No importa que haya hecho montajes policiacos, como el que armó cuando se liberó de un secuestro a una francesa.
¿Alguien cree en la muy oportuna captura de 20 secuestradores en el Estado de México apenas un día después de la sacudidora marcha nacional por la paz? ¿Se necesitaba de una marcha para que dieran con la guarida de los criminales? ¿Por qué no los agarraron antes?
Pero ningún montaje más sofisticado que el de secuestrar la voluntad de María Elena Morera, la presidenta de México Unido Contra la Delincuencia.
La ha convertido en su aliada, en la que desde el lado de las protestas le organiza “marchas ciudadanas”, pero sin reclamar por su nombre a la autoridad incompetente.
Nadie pediría la cabeza de García Luna.
Una sofisticada operación de cooptación que incluyó contratar al hijo de Morera como funcionario al servicio de la Secretaría de Seguridad. Con sueldos y jugosos apoyos económicos para la causa. Por eso la tensión entre los distintos grupos responsables de la seguridad y el orden en el territorio nacional va en aumento. Como al alza van los mensajes cifrados, directos o a través de medios de comunicación.
Analicemos
El Mensaje de Ibarrola:
“Al rato todos vamos a ser rehenes de la Policía Nacional, y si vamos ser rehenes, ¿para qué queremos presidente?”. No, la cita no es de Porfirio Muñoz Ledo, ni de Andrés Manuel López Obrador o Manuel Camacho. La cita es atribuida a personajes de los círculos militares en un artículo publicado el miércoles 3 de septiembre en la columna Fuerzas Armadas, de Javier Ibarrola, en el diario Milenio.
Pero para estar en contexto, baste decir que Ibarrola es históricamente el periodista más cercano al sector militar en México. O al menos de algunos de los más prominentes jefes de las fuerzas armadas.
Bajo el título “¿Quién quiere que se vaya?”, Ibarrola advierte de los intentos de “tirar” a Calderón que se manejaron durante toda la semana en los medios de comunicación, incluyendo en las entrevistas en vivo con el primer mandatario.
“Por más que el propio presidente
Felipe Calderón tome tan a la ligera las voces de quienes llaman a su derrocamiento y a un rompimiento constitucional, aunadas incluso a las que llaman ‘atentado’ el accidente que tuvo montando en bicicleta, el tema encierra algo más que la calentura de unos pocos”, dice el analista del quehacer militar.
Cuestiona la inexperta juventud del equipo calderonista. “La llegada al poder del Partido Acción Nacional cegó de tal manera a sus líderes, que se olvi
daron de que la juventud no está reñida con la experiencia… “…y en lugar de allegarse a los mejores talentos políticos, cualquiera que fuese su origen, se dedicaron a echar por delante el empuje de la juventud,
aunque ésta no tuviera la menor experiencia, como lo demuestran día a día”.
De inmediato, el analista de las fuerzas armadas advierte: “en la actualidad, me comentó un ameritado jefe militar, cada vez (los chicos de Calderón) se alejan más del sentido común, y para entenderlos hay que pensar al revés”.
Aquí inicia Ibarrola una serie de pronunciamientos muy serios que obligan a la reflexión.
“La inseguridad pública difícilmente se va a solucionar con reuniones palaciegas o marchas iluminadoras, porque al final de cuentas, hay quien, con sus alianzas, quiere controlar todo el sistema de inteligencia del país, sembrando además confusión con mensajes manteleros supuestamente del narcotráfico en contra del Ejército”.
Aunque no lo dice por su nombre, es claro que Ibarrola se refiere a Genaro García Luna.
La denuncia no es menor, porque le estaría imputando al secretario de Seguridad Pública una acusación muy seria. La de ser el autor de las narcomantas que la semana pasada aparecieron en las plazas principales de muchas ciudades de México.
Pero la advertencia del analista va más allá. “Y si se tratara de un solo hombre, no habría mayor problema, pero cuando un solo hombre encabeza a un grupo de grandes alcances, que
igual conjuga capacidad y perversidad, el problema se agrava”.
Otra denuncia muy seria si se interpreta que no es sólo la ambición de Genaro García Luna la que lo impulsa a controlar la inteligencia nacional.
Ibarrola es claro. Dice que el responsable de la seguridad nacional encabeza
a un grupo perverso y muy eficiente en su operación. ¿Narcotraficantes? ¿El jefe de la seguridad nacional es jefe de los narcotraficantes?
El analista deja en evidencia lo que Reporte Índigo 87 (ju nio 20, 2008) denunció en su artículo “Intranquilidad en Verde Olivo”, cuando se exhibieron las diferencias entre el titular de la SSP y los altos mandos de la Defensa Nacional.
El analista escribe: “En círculos militares se contempla con desasosiego el hecho de que una sola institución intente cubrir las instalaciones vitales de las secretarías de Estado para controlar la información que emana de ellas”.
El mensaje es contundente. Los militares no están de acuerdo con el proyecto personal de García Luna Y agrega: “De la misma manera, confiaron a Fuerzas Armadas que se busca negociar con los gobernadores para que, a cambio de presupuestos generosos para la seguridad estatal, le dejen al negociador (García Luna) la libertad de designar a cada secretario de Seguridad Pública, desde luego deshaciéndose de los generales que ocupan ese puesto en algunos estados y no volver a contratar a ninguno. De esta manera tendrían el control absoluto de la información de
inteligencia de todo el país”.
Ibarrola llega a hacer citas directas de presuntos elementos de los círculos militares. “Ha ido creciendo la red, la telaraña para tener el control, y los políticos cayeron en la trampa, no tienen visión estratégica para ver el futuro, y ya se los comieron”.
Es contundente al anunciar la consecuencia final de ceder a las exigencias de García Luna: “Al rato, todos vamos a ser rehenes de la Policía Nacional, y si
vamos a ser rehenes, ¿para qué queremos presidente?”.
El mensaje para Calderón no deja lugar a dudas. Si García Luna se sale con la suya, será el dueño del país. Y el presidente saldrá sobrando. Citando al secretario de la Defensa, el analista de los militares dice que el general Guillermo Galván Galván ha advertido de “la gravedad del riesgo en que el país caería si las fuerzas armadas no ponen todo de sí para
respaldar al jefe del Ejecutivo federal, apoyo que es también indispensable de las demás trabes fundamentales de la vida institucional”.
La denuncia de Ibarrola es directa: “Pero ya se ve que sí hay quienes pretenden enfrentar la gravedad de ese riesgo, ya sea desde tribunas mediáticas o desde oficinas donde se teje la red en la que han caído tantos para beneficio de aquel (¿García Luna?) que busca tener más poder que el presidente o cualquier otro secretario”.
Y para cerrar su columna de advertencia, el analista dice que “Apenas en febrero pasado, el presidente Calderón llamó a la nación a un gran Plan Nacio
nal por la legalidad y la seguridad, y no pasó nada”.
Todavía más cáustico, advierte que “Hoy, el acuerdo para lo mismo, recién firmado en Palacio Nacional con un articulado de 75 puntos, apunta a tener el mismo fin, con las agravantes expuestas”.
Es decir, no pasará nada, pero le servirá a García Luna para instalarse como el dueño de la Gestapo mexicana. “Por eso también el Ejército, aunque en esta ocasión parece haber quedado relegado del acuerdo (¿percepción o queja?), refrenda su adhesión a los intentos presidenciales”.
Sin duda, la advertencia más sensible en el artículo de Ibarrola es ésta: “Todo andará, como lo dice también el alto mando militar, siempre y cuando la nación sepa –y debe saberlo– en qué trinchera se encuentra cada quien. “Y quien comanda la trinchera es el presidente. Si el presidente no sabe en qué trinchera se encuentra cada quien, todo está perdido, incluyéndolo a él”. En pocas palabras, Felipe Calderón podría no saber en qué trinchera se encuentra García Luna. Y si así es, también él está perdido.
Desprecio en Verde
Las fuerzas armadas están intranquilas. Incluso se sienten maltratadas.
Los altos mandos castrenses tienen la sensación de que están siendo desplazados del eje de las decisiones que les competen en materia de seguridad.
Consideran que se les sacó a la calle para cumplir misiones extraordinarias, pero a un costo muy elevado en cuanto a sacrificio personal, presupuestal y hasta institucional por el deterioro tan elevado de su imagen.
Y eso sería entendible, incluso en el cumplimiento del deber, el problema es
que desde Los Pinos se les impusieron limitaciones para publicitar sus logros. Cualquier comunicado que los militares deseen difundir tiene que pasar por el visto bueno de Max Cortázar, el responsable
de la comunicación presidencial.
Peor aún. Cuando los militares logran la captura de capos o el aseguramiento de armas, droga o dinero, las grabaciones son empleadas para hacer spots ajenos en los que son intercaladas imágenes de la Policía Federal. Y se da el crédito al gobierno federal, sin hacer un reconocimiento abierto a los militares.
En las pautas de imágenes y frases mediáticas para radio y televisión, los presupuestos de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Policía Federal son más altos que el asignado a las Fuerzas Armadas.
Los altos mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional se quejan de que la Secretaría de Seguridad Pública sí hace campañas mediáticas sobre sus “éxitos” y “resultados” porque dispone de más recursos para ello.
Entre los militares, el que no cumple, o tiene un mal desempeño, no asciende. Y si llegó a su nivel de incompetencia, se
le respeta el nivel alcanzado, pero ya no se le asignan mayores responsabilidades. Al contrario, se le acota.
Esto no sucede en la Secretaría de Seguridad Pública. No importa que el trabajo sea malo o pésimo. Los pobres resultados son el mejor argumento para pedir más presupuesto, más elementos, más facultades y más tecnología. Se premia la incompetencia o, de plano, el presidente se rinde ante el sabotaje o el chantaje.
La resultante es que al que con sacrificio y reconocimiento de la gente entrega resultados, se le acota y se le dan misiones de mayor riesgo y costo, aunque ello no
implica más recursos.
En cambio, al que todo pide y aun así da flacos resultados, se le premia.
Vicente Fox dio a Genaro García Luna todo lo que demandó para lanzar y proyectar a la AFI. Y ahí están los resultados. La imagen de la nueva policía ya es igual de mala que la que tenía la muy denigrada Policía Judicial Federal.
FUERZAS CONTRAPUNTEADAS
La desconfianza impera entre los militares y los elementos de la AFI. De hecho, los oficiales de verde que están a cargo de misiones tácticas de campo tienen órdenes de extremar precauciones cuando van en operativos
mixtos con policías federales.
Por eso establecen un doble perímetro de seguridad alrededor del objetivo a investigar. Uno para dominar dicho objetivo, el otro para asegurar la integridad de los elementos militares, que nunca dan la espalda a los policías federales. Ése es el nivel de desconfianza.
Lo mismo sucede en misiones derivadas de información de inteligencia militar. Los efectivos de las fuerzas armadas tienen tal desconfianza, que salen con la instrucción de impedir que elementos ajenos, como los efectivos de la Policía Federal, tomen, levanten o asuman la posesión de pruebas encontradas en las casas de seguridad.
Y es que abundan casos en los que la Policía Federal ha cambiado pruebas aseguradas por los militares. Al entregar al Ministerio Público esas evidencias, como computadoras o armas, han resultado ser de otras características y tener otros números de registro.
Esto termina por desacreditar la investigación y garantizar la libertad casi inmediata del inculpado. Todo el trabajo de inteligencia y captura se viene abajo.
Hay que comenzar de nuevo. De cero.
Y el texto de Anabel Hernández de Infiltremos México, no tiene desperdicio!, leálo completo en:

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