30 sept 2009

Beatriz Paredes en la ceremonia a Morelos

Encabeza el Presidente Calderón Ceremonia de Aniversario del Natalicio de José María Morelos y Pavón -
El Titular del Ejecutivo Federal, acompañado de los representantes de los Poderes de la Unión, realizó una Guardia de Honor frente al Monumento a Morelos, para después trasladarse al Palacio de Gobierno y presenciar el tradicional Desfile Cívico Conmemorativo de esta fecha.
Intervención de la Diputada Beatriz Paredes Rangel en la Ceremonia Cívica Conmemorativa del CCXLIV Aniversario del Natalicio del Siervo de la Nación, Don José María Morelos y Pavón
Morelía, Mich., Miércoles, 30 de Septiembre de 2009 Discurso
Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; ciudadano Gobernador del Estado de Michoacán; ciudadano Presidente del Congreso del Estado; ciudadano Presidente del Supremo Tribunal de Justicia; ciudadano Presidente Municipal de Morelia.
Señoras y señores legisladores que están entre nosotros; señora Rectora; distinguidos Secretarios de la Defensa, de Gobernación, de la Armada. Integrantes de la comunidad michoacana, señoras y señores.
El Calendario Cívico Mexicano, que honra las fechas en que la memoria colectiva de la Patria se expresa como un todo, reúne e identifica por encima de diferencias, partidarismos, circunstancias.
Así, es el día de hoy, 30 de septiembre, en Morelia, Michoacán, donde, por imaginar una espada en medio del jardín con Carlos Pellicer y así honrar a Morelos, se encuentran los representantes de tres órdenes de Gobierno, tres michoacanos: el señor Presidente de la República, licenciado Felipe Calderón Hinojosa; el señor Gobernador del Estado de Michoacán, Leonel Godoy; el señor Presidente Municipal de Morelia, Fausto Vallejo.
Tres michoacanos con historias, biografías y ensueños diferentes; con rangos y jerarquías distintos, delegados por el pueblo, pero que en el complejo entramado que constituye la unidad en la diversidad, que es México, representan al poder público de la Federación y de este jirón del país.
Hoy aquí, en Morelia, los representantes de los tres órdenes de Gobierno y la sociedad michoacana se reúnen para rendir homenaje al Héroe, a José María Morelos y Pavón. Es una distinción que esta ceremonia la encabece el señor Presidente de la República.
Vengo con devoción y respeto, invitada por el Honorable Ayuntamiento de Morelia, a recordar en el Aniversario de su Natalicio, a don José María Morelos; hombre cabal, de admiradas virtudes, forjadas, lo mismo en lo que él llamó el Jardín de la Nueva España, esta Morelia cada vez más hermosa, con las obras que rescatan su arquitectura añeja, y ahora con la tecnología y la magia de la iluminación, que la hacen, sin duda, una de las ciudades más representativas de la belleza colonial mexicana.
Forjado en el Jardín de la Nueva España, como él llamara a Morelia, tanto como en los cañaverales de azúcar de las sierras bajas o a la orilla del Océano Pacífico, con el mar embravecido, como en los abruptos desfiladeros de la Tierra Caliente, bajo cielos a veces cargados de sol, que en las noches desfloran las estrellas y en ocasiones se encabritan de tormentas armadas de relámpagos.
Ya, como arriero transportador de bienes, como pastor de almas pueblerinas, o bien, como jefe de insurgentes de acciones drásticas y fulgurantes.
Morelos inició la forja de su temple en la pobreza que circundó su desarrollo, en sus tempranas responsabilidades ante su madre abandonada y su pequeña hermana, demandante de cariño y de satisfactores esenciales.
Su inicial aprendizaje lo obtuvo de su madre y del abuelo materno, para enriquecerlo, posteriormente, en el ejercicio rudo y cotidiano del trabajo de arriero que le moldeó el carácter.
Curiosamente, Morelos arriero; Juárez, pastor. Curiosamente el trabajo, el contacto con la tierra, el esfuerzo y la capacidad de meditar mirando al horizonte en lontananza. Ahí, aprendió a leer el libro de la vida.
Ya con 25 años, ingresa al Colegio de San Nicolás de Obispo. Afina y precisa su patrimonio informativo, conoce, trata y admira al rector Miguel Hidalgo y Costilla, para más tarde, con su ordenamiento sacerdotal, desempeñarse como cura de parroquias pobres. Para ese entonces, todo a su alrededor denunciaba un mundo colonial en plena descomposición y derrumbe.
Así que el levantamiento en armas de su maestro Hidalgo el 16 de septiembre de 1810, que lo sorprende en Carácuaro, le proporciona la chispa que le aviva sus inconformidades, le enciende sus valores independentistas y libertarios.
Por eso, al llamado de la campana libertaria de Dolores se une en Indaparapeo, según su propio decir, a quien conduce, hasta ese momento, con gran valor la insurgencia. Le ofrece sus servicios como capellán; pero Hidalgo le da instrucción para que se dirija al sur y ponga en pie de guerra a los valerosos hombres de aquellos lugares.
Recordar simplemente esos datos y detalles que registra la historia es importante, pero no suficiente. Ya que la historia no sólo es un registro de lo pasado, sino una herramienta para el porvenir. No debe ser un fardo pesado que los pueblos carguen a sus espaldas de manera inútil y a sus expensas, sino un instrumento eficaz que nos auxilie a resolver los problemas lacerantes de los tiempos presentes y a preservarnos del riesgo inminente de los conflictos futuros. Nos enseña a no realizar los mismos yerros, a no vivir los mismos errores.
La historia alecciona. No hay que despreciarla ni ignorarla, tampoco hay que distorsionarla en función de intereses.
Este 30 de septiembre es ocasión propicia para reiterar, ante el Titular de las Instituciones Nacionales, la importancia de la educación cívica en el programa educativo de nuestro sistema educativo nacional. La educación cívica es un valor que enlaza y que enriquece la conciencia de todos los mexicanos.
La palabra, el pensamiento, la acción, la vida toda de Morelos es, en sí misma, una permanente lección para la conciencia de México y de los mexicanos.
Héroe de la guerra necesaria, pasa de la improvisación y la ocurrencia a ser organizador de tropas de línea. Con él, las muchedumbres con palos, piedras y machetes se convierten en reducidas agrupaciones de soldados de estricta disciplina, de audaz estrategia y de ennoblecida valentía. Acapulco, Cuautla, Tehuacán, entre otras, conocieron al torbellino insurgente y admiraron al Rayo del Sur.
Sin embargo, Morelos no trasciende en el tiempo por su origen humilde o por su genio militar. Perdura esencialmente por su amplia y sólida capacidad para organizar lo que él llamó la América Mexicana. Su enérgico laconismo y su sensibilidad hacia el pueblo del que siempre formó parte, le permitieron ser el honorable portavoz de los Sentimientos de la Nación; de los 23 sentimientos enumerados, la mayoría sigue teniendo plena vigencia.
El primero. Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía y que así se sancione dando al mundo las razones.
Para aquellas épocas como para éstas, México debe ser libre e independiente en lo económico, en lo político, en lo educativo, en todos los órdenes, de cualquier otra Nación, Gobierno o Monarquía, respetando a todos los países de la Tierra, con amistad y solidaridad internacional a partir de nuestro linaje, para poder exigir de todos ellos ese mismo respeto.
En esta hora de interdependencia mundial, en la que la globalización acota y condiciona, quiero expresar aquí, desde Morelia, en estas tierras michoacanas descritas por el Doctor Atl con magníficos colores, nuestra solidaridad con miles de compatriotas migrantes, la urgente necesidad de un acuerdo migratorio y nuestra plena adhesión con todos aquellos que en busca de empleo e ingreso se ven obligados a traspasar las fronteras.
Exigimos el pleno respeto a los derechos humanos de todos los mexicanos migrantes. Saludamos la presencia internacional renovada del Gobierno de la República.
La política exterior mexicana ha de ser una política de Estado. Prestigiar a México en lo internacional y consolidar su papel soberano, es su propósito primordial. En ello no caben los regateos de ninguna de las fuerzas políticas.
En el quinto y sexto postulados, de los Sentimientos de la Nación, que señalan que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en igualdad de número.
Y que los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos; ya se vislumbra la idea de nuestra estructura federalista, más, precisamente, externada e instituida en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, sancionado en Apatzingán el 22 de octubre de 1814, en la parte segunda titulada Forma de Gobierno. En sus capítulos del I al XXII, en donde se reconoce que todavía no hay una demarcación exacta de las 17 provincias que constituyen a esa América Mexicana, pero ya se nominan y dentro de ellas, desde luego, está Michoacán. Y se señala que con equidad y obligación de no separarse, conservándose indisolublemente unidas, tienen las provincias derechos para participar en toda la autoridad del Gobierno, tanto en el Supremo Congreso, como en el Supremo Gobierno y en el Supremo Tribunal de Justicia, los equivalentes a nuestros Tres Poderes de la Unión.
Y este federalismo mexicano naciente es más claro y firme en la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, en donde, ya en el Artículo 4 se establece que la Nación Mexicana adopta para su Gobierno la forma de República representativa popular, federal, disponiéndose y nombrándose en el Artículo 5, los 19 estados con plena soberanía y libertad que integran dicha Federación.
La convicción federalista ha iluminado el pensamiento más preclaro de los mejores hombres de nuestra Nación. Territorio inmenso, la fortaleza de México se proyecta en la potencia de sus regiones y entidades federativas, en el sonido vigoroso de voces con distintos matices, de realidades con distintas geografías, de impulsos con distintos tonos.
Por eso, estamos convencidos que la vigencia del Pacto Federal, su renovado brío es indispensable para enfrentar los problemas más severos que aquejen al México del Siglo XXI.
Morelos, prohombre a quien ahora recordamos, en el XII de los Sentimientos de la Nación, expresa: Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.
Esto es tan actual como vigente. En México no puede haber ningún ser humano por encima de la ley, tenga el cargo público que tenga o pretenda tener el poder fáctico que sea. En México la ley es la Suprema Ley de la que hablaba José María Morelos y Pavón.
También es evidente que las leyes deben ser instrumentos normativos de los pueblos para lograr una mejor calidad de vida, y deben encauzar la posibilidad de que las contradicciones se atemperen.
Obligar a la constancia en el trabajo, a la constancia en la responsabilidad, a la constancia en la honestidad, a la constancia en el patriotismo. Pero, sobre todo, el pensamiento de Morelos y de la generación de su época establecía valores reales, sin idealismos utópicos; entendían lo que era la opulencia y la indigencia en la vida concreta y cotidiana, y por eso planteaba la moderación de estos extremos, para que, cercanos a las dimensiones humanas, se pudiera pensar en una Patria generosa para todos.
Señoras y señores:
No desconozco que cada año anterior a éste, desde que se estableció que aquí, en Morelia, se honre el Natalicio del Patricio, las ceremonias a Morelos con motivo de un aniversario más de su nacimiento han propiciado que esta tribuna sea ocupada por conciencias lúcidas, que han venido a honrar a este hombre valioso y humilde, que no aceptó el título de Alteza, queriendo ser siempre el Siervo de la Nación.
Al hombre que teniendo todo el poder del Ejecutivo en sus manos, parte del Legislativo y la admiración agradecida del Judicial, recién establecido en 1815 en Ario de Rosales, Michoacán, se sometió al Congreso con rendida convicción, sin importarle que lo aprehendieran y lo llevaran a un cadalso humillante, que también lo engrandece.
Morelos es la personalizada nobleza de la virtud histórica, y merece que lo honremos con la palabra, con el pensamiento, pero, sobre todo, con la acción.
A 244 años del nacimiento de Morelos, debemos luchar porque los Sentimientos de la Nación sean una realidad vigente; debemos luchar por la grandeza de la Patria, de la América Mexicana con la que él soñó.
Y con Carlos Pellicer, también quisiera con ustedes decir que: Gritar Morelos y sentir la flama. Gritar Morelos y lanzar la piedra. Gritar Morelos y escalofriar la espada. Tú fuiste una espada de Cristo, que alguna vez, tal vez, tocó el demonio. Gloria a ti por la tierra repartida. Perdón a tu crueldad de mármol negro. Gloria a ti porque hablaste tu voz diciendo América. Perdón a tu flaqueza en el martirio. Gloria a ti al igualar indios, negros y blancos. Gloria a ti, mexicano y hombre continental.
Gritar Morelos, es escuchar la gloria y sentir el perdón.
Muchas gracias.

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