HACE 29 AÑOS
En honor a Miguel Ángel Granados Chapa.
Por:
Guadalupe Loaeza
Fue hace tanto tiempo que temo que un día termine por olvidarlo por completo. Para que esto no ocurra, quiero contarles hoy, como un pequeño homenaje a Miguel Ángel Granados Chapa, cómo me inicié en el periodismo como periodista en el Unomásuno.¿Por qué deseaba de pronto escribir en el único periódico de la oposición, en el cual colaboraban las mejores plumas de los intelectuales de esa época? ¿Por qué una señora tan burguesa y aparentemente frívola necesitaba expresarse en las páginas del único diario que no tenía Sección de Sociales? Sin duda había algo en mi vida tan supuestamente glamorosa y resuelta, que no embonaba bien. Sin saberlo algo en mí se estaba gestando. ¿Se trataba de una rebelión tardía? O, acaso la gana de una toma de conciencia y por ende una búsqueda de una identidad propia. Entonces, no tenía la más remota idea de quién, diablos, era esa mujer de 38 años que vivía entre París y Las Lomas, muy bien casada, con tres hijos y que trabajaba como Publirelacionista para una de las casas de moda más prestigiada en el mundo, Nina Ricci.
En la tarde, después de comer, había ido al tapicero en Avenida Revolución a recoger unos cojines. “Fíjese, güerita, que todavía no están. ¿Por qué no regresa como dentro de dos horas?”, me preguntó el encargado del local con la boca llena de tachuelitas. Al salir de la tapicería miré el reloj, eran veinte para las cinco. “¿Qué hago? ¿Adónde voy?, me pregunté en tanto me dirigía hacia al coche. Estaba a punto de arrancar, cuando de pronto pensé: “Aaaaaah, creo que aquí cerca está el Unomásuno. Podría aprovechar para ir…”. No hay duda que ese día tenía una cita con el destino, porque hasta la fecha aún no sé por qué razón tuve esa extraña ocurrencia, cuando en realidad hubiera podido matar el tiempo tal vez leyendo el Hola!, en uno de los tantos Sanborn’s que se encontraban por el rumbo.
Mientras esperaba a que terminara la junta, continuaba leyendo el periódico: Ciento treinta y tres bancos del mundo otorgan a México una moratoria de tres meses para el pago de la deuda externa, así como un préstamo de 56 mil millones de dólares para la compra de insumos… De todas mis amistades, la única que compraba el Unomásuno era yo. “¿Cómo puedes leer ese pinche periódico si es de rojillos?”, me preguntaban intrigadísimos. “Porque es el único in-de-pen-dien-te. Sus periodistas no aceptan ningún tipo de chayote y además no hay otro tan crítico del gobierno como éste”, contestaba muy ufana de saberme distinta a mis amigos y amigas, cuyo destino del país los tenía totalmente sin cuidado.
Por fin salió el Jefe de Redacción con cara de apuro y muchos papeles en la mano. “Señor, lo está esperando esta señora”, le avisó la señorita. “Sí, dígame usted”. “Vine para ver ¿qué posibilidades habría de escribir en el periódico? Estoy en el taller literario de Elena Poniatowska y hace un mes gané un segundo lugar en el concurso de cuento. Entonces me preguntaba si podía colaborar, siempre y cuando no tuviera que firmar con mi nombre. Lo que intentaría hacer es describir a la burguesía frente a la crisis que en esos momentos está viviendo el país. ¿Me entiende?”.
Me quedé confusa. Antes de tocar a la puerta semiabierta del subdirector, respiré hondo y profundo. “Adelante”, dijo el licenciado de espaldas frente a su máquina de escribir. “Buenas tardes, licenciado, perdóneme que lo interrumpa”, dije sumamente apenada. El licenciado se incorporó y me invitó a tomar asiento. Parecía muy cortés y relajado. Una vez más le expuse mis intenciones. “Mire, en estos momentos tenemos dificultades de papel y de espacio. Por lo tanto, no le garantizo nada. Pero si quiere hacemos un intento. Por todo lo que me ha platicado se me ocurre que podría escribir algo sobre cómo vive la gente de su medio, las últimas devaluaciones”, me sugirió. “Muchas gracias, sin falta se lo mando mañana licenciado”, agregué al despedirme aparentando mucha confianza en mí misma.
Sin embargo, bastó con que empezara a descender las escaleras para sentir tras mis talones, a mi peor enemiga: ¡¡¡la inseguridad!!! “¡Qué irresponsable soy! Si no sé nada sobre el tema de la devaluación, ¡Estoy loca!”, pensaba de regreso a la casa sobre la avenida Patriotismo. Puesto que ya eran después de las siete de la noche ya no pasé por los cojines. De hecho, me pregunto si al cabo de todos estos años, todavía existan en algún rincón de la bodega del tapicero.
Muchas veces he pensado que si llegué a ser periodista y escritora fue gracias a la impuntualidad mexicana… y claro, también por la buena voluntad de Miguel Ángel Granados Chapa. Si los cojines hubieran estado listos ese día, seguramente, en estos momentos, no estaría escribiendo este texto y cómo empecé a escribir en los periódicos.
Gracias Miguel Ángel Granados Chapa.
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