La Redacción
Revista Proceso # 1878, 28 de octubre de 2012
La ausencia del Lazca desató en las últimas semanas una serie de reacomodos al interior de Los Zetas y el desplazamiento de Los Caballeros Templarios hacia el noreste del país, para disputarle las plazas a esa organización que hoy lidera Miguel Ángel Treviño Morales. Y mientras el exgobernador de Coahuila Humberto Moreira sostiene que el asesinato de su hijo José Eduardo es una venganza del Z-40, éste comienza a confrontarse con sus propios aliados.
SALTILLO, COAH.- “El procurador de Coahuila me dijo que el asesinato de
mi hijo fue una venganza por matar al sobrino del Z 40”, dijo enfático el
exgobernador Humberto Moreira el jueves 25 en una entrevista radiofónica.
Y se soltó: la sola captura de los asesinos materiales no resuelve el
crimen. Ahora el poder del Estado mexicano está comprometido hasta que se
capture a Miguel Ángel Treviño Morales, quien es el virtual líder de Los Zetas
desde que elementos de la Secretaría de la Marina Armada de México (Semar)
abatieron el domingo 7 a Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, en un campo de
beisbol en Progreso.“Esto no lo puedo aguantar. Yo no me había doblado, pero que maten a mi hijo, eso no se puede aguantar. A mi hijo lo mataron en venganza por el asesinato del sobrino del Z 40. Eso está claro”, reiteró Moreira.
El crimen de José Eduardo Moreira desencadenó una serie de acontecimientos en la entidad, sobre todo porque ocurrió en medio del proceso de reconfiguración de la organización criminal que ahora encabeza Treviño Morales. A las autoridades les preocupa que, ante la caída del Lazca, los grupos que operan en el noreste se lancen contra Treviño Morales.
Según la Semar, cuyos elementos siguen los pasos del Z-40, el capo podría ser blanco del “fuego amigo” por parte de algunos zetas que se molestaron cuando uno de los hermanos de Miguel Ángel, José Treviño Morales, fue detenido Estados Unidos en junio pasado acusado de lavado de dinero a través de las empresas Tremor Enterprises, Tremor Enterprises LLC, Zule Farms y 66 Land LLC. A los sicarios les irritó saber que usaban los fondos de la organización criminal para beneficio personal.
Desde principios de mes se inició la guerra contra El Z-40. En Monterrey, Nuevo León, aparecieron varias narcomantas firmadas por Los Caballeros Templarios, un grupo que hasta entonces no operaba en la capital regiomontana, según admitió el vocero del Consejo de Seguridad estatal, Jorge Domene. “Sabemos que todos estos acontecimientos son consecuencia de la caída del señor Lazcano”, precisó el funcionario.
Esa misma organización colocó otras mantas en Guerrero, Guanajuato y Michoacán con un mensaje explícito al Z-40:
“A todos los aliados e integrantes de Los Zetas, en especial a Miguel Ángel Treviño, el Z-40, que se te olvidó toda la sangre de inocentes que han derramado, realizando ataques en lugares públicos, entre otras cosas, todo por su ambición, avaricia y hambre de poder, el cual quiere conseguir pasando por encima del pueblo” (sic).
La muerte del Lazca provocó dudas y versiones contradictorias entre las autoridades federales y estatales, una en particular según la cual El Lazca fue “puesto” por miembros de su propio grupo.
Ese día, una llamada anónima alertó a los marinos sobre la presencia del Lazca en un campo de beisbol en Progreso. Quien la hizo dio detalles sobre el vehículo en el que iba el capo acompañado de varios pistoleros armados: una camioneta Ford Ranger blanca de doble cabina.
En conferencia de prensa, el procurador estatal, Homero Ramos Gloria, confirmó después que la Semar recibió datos precisos sobre la camioneta: “Al llegar a un parque de beisbol que se encuentra en las inmediaciones (los marinos) observaron sujetos en actitud sospechosa que circulaban en un vehículo cuyas características son similares a las del que previamente había sido reportado”.
Dijo que en el operativo de los marinos murió el conductor de la camioneta. Un segundo hombre –El Lazca– descendió de la unidad e intentó huir, pero fue alcanzado por las balas de los marinos, quienes estaban a 300 metros de distancia.
La presencia del capo era un secreto a voces en el poblado de Sabinas, donde, según los lugareños, tenía comprada a la policía.
En la entrevista radiofónica, Humberto Moreira insistió que Heriberto Lazcano residía en Progreso, pues se había convertido en un “empresario” minero. “Ese es el nuevo negocio del narco en Coahuila”, subrayó el exgobernador.
E insistió: “Se debe investigar a los nuevos mineros de la región carbonífera de Coahuila. Hay empresarios que le compran el carbón a los narcotraficantes”.
Y lanzó la acusación: Los “narcoempresarios” que hacen negocios con la delincuencia organizada también son corresponsables de la muerte de José Eduardo.
Un funcionario estatal, quien pidió omitir su nombre, asegura que las autoridades federales sabían desde principios de año que Lazcano se movía como pez en el agua en el circuito Monclova, Sabinas, Piedras Negras. Incluso, según él, la madrugada del 22 de abril, cuando la Banda Jerez amenizaba una fiesta en el Centro de Eventos de la Sección 38 del SNTE, realizaron un operativo en Monclova para capturarlo.
Alrededor de la 1:30, cuando el convivio estaba en su apogeo, 300 efectivos del Ejército y de la Semar irrumpieron en el local, mientras un helicóptero sobrevolaba la zona. Detuvieron a 100 personas y a 17 integrantes de la banda. Los militares aseguraron varios vehículos y armas de fuego, pero El Lazca escapó, indica la fuente.
La Banda Jerez emitió un comunicado que anunciaba el concierto del 21 de abril, al que incluso acudieron muchas familias con niños a disfrutar de su música, cuando “sorpresivamente arribaron al lugar efectivos del Ejército, los cuales se llevaron a 17 integrantes de la banda junto con meseros del evento y los trasladaron a las instalaciones de la PGR”.
Tras rendir su declaración, decía el comunicado, “nos dejaron libres tras cerciorarse de que no había delito que perseguir”. La Banda Jerez insistió en que no tenía ninguna relación con el capo, aunque sus integrantes admitieron que el 2 de febrero último, durante los festejos de la Patrona de Pachuca, Hidalgo, tocaron en la iglesia que El Lazca mandó construir. Ahí, comentaron, interpretaron un corrido dirigido al capo cuya letra dice: “Utilizando estrategia al enemigo encarar y al gobierno darle guerra… Nunca lo verán correr”.
La lucha por el noreste
La cabeza de Miguel Ángel Treviño Morales es cada vez más codiciada en el noreste. Además de Los Caballeros Templarios, en la región lo buscan los sicarios del Chapo Guzmán, sobre todo en las tres principales plazas tamaulipecas antaño controladas por Los Zetas: Nuevo Laredo, Ciudad Victoria y Mante.
A su vez, la Semar continúa diezmando a la organización en el norte de Coahuila. El domingo 14 capturó a Miguel Ángel Rodríguez Díaz, alias El Metro Alfa, jefe regional para Piedras Negras, Ciudad Acuña y Sabinas, donde operaba Alejandro Treviño Morales, alias El Z-42 u Omar, por cuya captura las autoridades mexicanas ofrecen 30 millones de pesos.
Las baterías de la Marina se centran ahora en el Z-40, quien ha perdido eficacia al estar sobrexpuesto con los acontecimientos de las últimas semanas. En el interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) algunos mandos prevén una división en el interior de la organización, toda vez que, dicen, El Z-40 carece de la experiencia militar del Lazca, lo que le permitió a él y a sus allegados posicionar a Los Zetas como el segundo cártel del país.
El Z-40 empezó a encumbrarse a partir de 2004, cuando fue jefe de sicarios en Nuevo Laredo, luego ascendió a jefe de plaza y en 2007 fue trasladado como responsable del grupo en Veracruz. La muerte y detención de los fundadores del grupo le permitió escalar hasta llegar al segundo puesto en la organización.
Él fue uno de los artífices del posicionamiento del Cártel del Golfo-Zetas en Centroamérica, cuando estuvo al mando de los sicarios que eliminaron a varios capos regionales, entre ellos a Juan José León, alias Juancho, en marzo de 2008 en Guatemala.
De acuerdo con la Policía Nacional Civil de ese país, Juancho fue emboscado por un grupo de pistoleros mexicanos cuando se dirigía al balneario La Laguna, Río Hondo, en el departamento de Zacapa. En el enfrentamiento cayeron Juancho y su grupo, así como el mexicano Arturo Damián Casanova.
Tras la refriega, los uniformados detuvieron a tres tamaulipecos: Roberto Rodríguez Cárdenas, de 28 años; Luis Ernesto Lugo, de 21 años, y Roberto de León Gómez, quienes confesaron pertenecer a Los Zetas y estar al servicio del Cártel del Golfo.
Uno de los sicarios que participó en la emboscada fue Daniel de Jesús Elizondo Ramírez, alias El Loco, quien posteriormente escaló en la organización hasta llegar a ser el jefe de la estratégica plaza de Cadereyta, Nuevo León, hasta que fue detenido por tropas de la Sedena el 18 de mayo último. Según las autoridades, fue él quien arrojó los 49 cadáveres descuartizados en una carretera de Cadereyta la madrugada del 13 de mayo pasado.
Elizondo Ramírez declaró a los militares que El Z-40 encabezó el grupo de sicarios que ejecutó a Juancho en Guatemala en marzo de 2008.
Las pugnas internas
Las desavenencias en el interior de Los Zetas comenzaron precisamente después de los sucesos de Guatemala, en los que murió Arturo Damián Casanova. Iván Vázquez Caballero, alias El Talibán, acusó al Z-40 de esa muerte y de haber entregado a las autoridades a varios jefes regionales, como El Hummer, Enrique Rejón Aguilar, El Mamito, y El Tatanka para quedarse al frente de la organización.
Los ataques contra El Z-40 se avivaron en las últimas semanas, cuando
aparecieron en Nuevo Laredo varias narcomantas en las que se acusaba al Z-40 de
entregar a las autoridades al Talibán y a Mauricio Ramírez Tamez, alias El
Diamante, este último detenido el miércoles 10.
Días después, un grupo de zetas decidió abandonar la organización para
crear el nuevo cártel de Los Legionarios, lo que representa el primer revés
para Miguel Ángel Treviño Morales: “Los Legionarios somos un grupo de zetas
renegados que fuimos traicionados por Z-40”, según la proclama del nuevo grupo.Sus integrantes relatan que estuvieron bajo las órdenes de El Talibán, El Mamito, uno de los fundadores de Los Zetas, y otro comandante al que apodan El Pegui, quienes, aseguran, fueron traicionados por Treviño Morales y entregados a la Policía Federal.
“Los Legionarios tenemos claramente la orden de exterminar sólo a la gente de Los Zetas y familias… OJO X OJO”, decía la proclama de Los Legionarios, quienes aseguran que tienen bases en San Luis Potosí, Zacatecas, Monterrey y Nuevo Laredo. “Nuestro negocio es el narcotráfico, sólo y exclusivamente, respetamos a las fuerzas federales y la lucha que hacen para terminar con el narco”, concluye el texto.
Según ellos, ya eliminaron a ocho “lacras” e insisten en que terminarán con la gente del Z-40, así como a los policías federales que lo protegen.
De acuerdo con un oficial de la IV Región Militar consultado por Proceso, las pugnas intestinas se intensificaron tras la captura de José Treviño Morales y su esposa en Oklahoma, quienes usaban los fondos de la organización para beneficio personal.
El periodista británico Ioan Grillo, autor del libro El narco, sostiene que es predecible una agudización de la narcoguerra por la división de Los Zetas.
“La ruptura podría generar violencia extrema pues ellos controlan 17 estados, tienen muchas células, mucha gente y gran armamento. Cuando se fracturan los cárteles hay más violencia. Así pasó cuando se dividió el cártel del Chapo Guzmán y cuando Los Zetas se escindieron del Cártel del Golfo”, comenta a Proceso.
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