Perversión/Federico
Reyes Heroles
Publicado en Reforma, 29 Ene. 13
El terreno es pantanoso. La construcción de la democracia
mexicana se apoyó en la llamada "ciudadanización" de ciertas
instituciones, en particular del IFE. La primera generación de consejeros
llevaba ese atributo: "consejeros ciudadanos". Pero el eufemismo
salta a la vista. La calidad de ciudadano la otorga la Constitución en lo
general a los mayores de 18 años. Los "consejeros ciudadanos" fueron
el resultado de la exigencia de bloquear a agentes partidarios. Desde la
primera generación, como lo documentó Jorge Carpizo, las designaciones fueron
hechas por cuotas. Que los consejeros se hayan comportado con independencia de
criterio habla de su madurez. Sin embargo a la larga -como lo han documentado
F. Estévez, E. Magar y G. Rosas- el corazoncito de la gran mayoría de los
consejeros de IFE se dejó ver en posteriores designaciones gubernamentales o
postulaciones partidarias. Es su derecho.
El ciudadano puro es una fantasía. En todo caso lo que se
busca es que sean profesionistas en cuyas decisiones impere el apego a la ley y
los principios. Esa fantasía -la pureza como vicio de origen- hace que la
sospecha esté al acecho de muchos servidores públicos para así descalificar sus
decisiones: de los órganos reguladores a los ministros de la Corte. Si el
ministro fue postulado por x presidente, la perversa expectativa es que sus
decisiones se inclinen hacia la posición de su postulante o de su partido. La
semana pasada tuvimos dos ejemplos de esa perversa lectura. Todo mundo pensaba
que el ministro Gutiérrez Ortiz Mena, por el hecho de provenir de la
administración de Calderón y haber sido postulado por él, votaría contra la
liberación de Cassez. Llegó la sorpresa.
Sin embargo en el fondo sí hay un problema de diseño
institucional. Lo hay en el IFE, se demostró con el largo vacío que sólo
encontró solución en la designación por cuotas. En agosto del 2011 Mitofsky
reportó que el IFE goza de menor credibilidad que los hombres de negocios y los
medios de comunicación. El problema se extiende a los órganos reguladores. El
Índice Gilardi de fortaleza institucional muestra cómo de 11 órganos
reguladores sólo dos tienen nota aprobatoria. La joya de la corona es (¿era?)
el IFAI con una puntuación de 0.85 sobre uno. Pero la semana pasada estalló una
muy previsible crisis. Está el otro lado, la sospecha tiene razón de ser.
A Calderón le tocó en suerte proponer a cuatro de los cinco
comisionados. Mal diseño. Calderón pervirtió la coyuntura. Dos de sus
postulaciones fueron cuestionadas por su cercanía con el mandatario. Calderón
-se dijo- quería candados, agentes suyos en el IFAI. El Senado los pasó. Mal.
Hace unos días la designación del nuevo presidente fue impugnada públicamente y
de forma muy severa por el comisionado Zaldívar. Por si fuera poco a la
comisionada Artz se le encontró una perversa simulación de recursos ante el
IFAI en contra de sus colegas y de periodistas e investigadores que criticaron
la estrategia de seguridad de Calderón, área en la que ella trabajó.
¿Intimidación a los críticos? Es una crisis muy profunda. La gran y única
aportación del panismo, de Fox, a la vida institucional de México está hoy -por
los excesos de Calderón y la tibieza del Senado- en la picota.
Cuál es la salida. En primer lugar proceder con la ley de
responsabilidades en contra de la consejera. En el asunto de fondo, la solución
más radical ya flota en el aire, que en la revisión de la propuesta
anticorrupción de Peña por los diputados se corte de tajo con el actual diseño,
que nazca un nuevo IFAI. A Zedillo se le imputó dar un golpe de Estado cuando
también renovó de tajo a la SCJN. Sin embargo hoy la Corte goza de
credibilidad, muy arriba del Ejecutivo y del Legislativo. A pesar de la
consistente gestión de la consejera Peschard, quien resistió los embates del
calderonismo, el IFAI se pudrió. Pero esa conquista, el derecho ciudadano de
acceso a la información, debe ser fortalecida con un nuevo diseño. Se requiere
un blindaje contra la perversión.
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