La visión de
Obama del mundo (1)/Fawaz A. Gerges, director del Centro sobre Oriente Medio, London School of Economics.
Traducción: José María Puig de la Bellacasa.
La Vanguardia | 18 de febrero de 2013
Por qué la
Administración Obama se ha mostrado renuente a intervenir directamente en el
violento conflicto sirio o siquiera a armar a los rebeldes? ¿Por qué el
presidente de Estados Unidos se negó a asumir la responsabilidad de la misión
de la OTAN en Libia que echó del poder al hombre fuerte del país, el coronel
Gadafi? ¿Cómo se explica la falta de implicación estadounidense en varios
países después de la primavera árabe, en Túnez, Egipto y Libia? ¿Cómo cabe
entender la política exterior de Obama y su estrategia sobre Oriente Medio?
Para entender
la política exterior de Barack Obama con relación a Siria y Oriente Medio en
general, hemos de entender su visión del mundo y su perspectiva en general
sobre el papel de Estados Unidos en el mundo. Sólo si analizamos la visión del
mundo de Obama podremos entender su enfoque de la política exterior.
La principal
cuestión conceptual que conviene destacar de la visión de Obama del mundo es
que, a diferencia de George W. Bush, que suscribió la “agenda de la libertad”,
Obama se ha abstenido habitualmente de desplegar una política expansiva en el
ámbito exterior y ha preferido dejarse guiar por consideraciones prácticas y
cambios de tendencias. Cuando se le pidió que describiera la “doctrina Obama”,
al final de su primer mandato en la Casa Blanca, Obama respondió: “Un liderazgo
estadounidense que reconoce el ascenso de países como China, India y Brasil, es
un liderazgo de Estados Unidos que reconoce nuestras limitaciones en términos
de recursos y capacidad”.
El nuevo rumbo de
Obama no se basa en valores morales abstractos o en la fuerza militar bruta,
sino en las relaciones reales e intereses compartidos con otros países. Es un
realista, no un idealista, que se abstiene de utilizar la fuerza y la
intervención militar internacional para promover los valores democráticos
universales. Su política exterior ha sido prudente y de carácter gradual en
lugar de aspirar a transformar hechos y cosas. En realidad, Obama no se ha
apartado del consenso propio de Washington en política exterior. Su enfoque de
la política exterior es coherente con el de los republicanos moderados. Como
los secretarios de Estado James Baker, Henry Kissinger y George Shultz, Obama
comprende los límites del poder de Estados Unidos y consta su oposición a compromisos
militares indefinidos en el extranjero.
A lo largo de
su presidencia, Obama ha tenido como objetivo mantener el statu quo con algunas
correcciones de menor entidad. Aunque ha dado marcha atrás con relación a
algunos de los peores excesos ideológicos de la política exterior del Gobierno
de George W. Bush, Obama ha conducido simplemente a Estados Unidos a una zona
prudente de centro.
Otro punto que
debe destacarse es que Oriente Medio no representa una prioridad en la agenda
de la política exterior de Obama. La Administración ha desplazado su política
exterior y prioridades económicas a la región del océano Pacífico y a Asia,
donde Obama y sus asesores consideran que se encuentra el futuro
estadounidense. El Gobierno de Obama ha reducido sus compromisos en los países
árabes no productores de petróleo y ha confiado en sus aliados regionales y
europeos a la hora de compartir el peso y las responsabilidades de mantener la
influencia occidental. Aunque la retórica de Obama había dado la impresión de
una mayor implicación y compromiso de Estados Unidos con la región, sus
prioridades actuales en materia de política exterior están en otra parte, en
las potencias emergentes en el océano Pacífico. Ahora bien, como suele suceder,
al final del primer mandato de Obama en la Casa Blanca el mundo árabe presenció
importantes revueltas populares que le obligaron a involucrarse más en la
región en contra de su propia voluntad.
En Oriente
Medio, las sublevaciones populares árabes más que cualquier otro acontecimiento
han retado a Obama a demostrar la fuerza de sus prometedoras palabras y a
demostrar que él se proponía hacer lo que predicaba. Pero asimismo su respuesta
o diversas respuestas a los conflictos en Bahréin, Libia, Siria y otros países
han puesto de manifiesto la existencia de una política exterior realista
centrada en proteger los intereses estadounidenses en el extranjero. Intereses
y poder –no el fomento de la democracia–, son el sello distintivo del enfoque
de Obama con relación al mundo árabe. Obama ha seguido siempre una política
exterior realista al estilo de George Bush padre y Bill Clinton, absteniéndose
de utilizar la fuerza militar para promover las ideas democráticas a nivel
internacional. Una y otra vez, ha insistido en que es intervencionista en el
sentido de que sólo enviará tropas al extranjero cuando estén en juego
intereses vitales de Estados Unidos.
Las revueltas
del 2011 constituyeron una sorpresa para las autoridades estadounidenses. Los
responsables de la política exterior de Estados Unidos no habían considerado ni
previsto un Oriente Medio postautocrático y desestimaron las advertencias sobre
la disconformidad popular por juzgarla como un problema interno que los
servicios de seguridad de la región podrían controlar. Aunque Obama proyectó
una nueva postura retórica hacia el mundo árabe, reconoció al mismo tiempo que
los intereses nacionales esenciales de Estados Unidos –la seguridad relativa a
los recursos energéticos y la estabilidad de los aliados tradicionales de
Estados Unidos– deben ser preservados. Por lo tanto, no es de extrañar que la
Administración Obama apoyara con discreción a los gobernantes autocráticos
proestadounidenses, como Mubarak, cuya ayuda era necesaria en la lucha contra
el terrorismo, la proliferación nuclear, la seguridad energética y el conflicto
árabe-israelí.
Esta ceguera
histórica es el resultado de conceptos y premisas equivocadas sobre la
estructura de sociedades y políticas de Oriente Medio: un hincapié excesivo en
el peso de la alta política y de las élites y un hincapié insuficiente en el
peso de los movimientos sociales y de la opinión pública.
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