Casa
junto al mar/... José Manuel Caballero Bonald, Premio
Cervantes 2012
Azulada
por el nocturno oleaje,
entre
el ocio lunar y la arena indolente,
la
casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha
clamor de memorables días dichosos
o
palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando
mi sueño en sus muros de solícitos brazos.
La
casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso,
registro de certeza embriagada,
donde
estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante
de alegres impaciencias
o
de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
Sus
ventanas, a veces, están dando a mi nombre,
porque
son todas ellas como bocas que acunan,
como
labios que brillan bajo el furtivo pétalo del cielo,
aberturas
que el mar vuelve sonoras
y
en cuyo fondo habitan verdades como pechos,
palabras
semejantes a manos que se juntan
o
acaso esa tristeza que hay detrás del amor.
Recuerdo
sus paredes, sus puertas de madera entrañable,
la
verídica cal en cuyas lindes
se
estaba congregando toda la luz de aquella casa,
sin
poder ocultar cosa alguna por detrás de sus lienzos,
sin
poder ser distinta a un cristal desnudado,
a
un renglón transparente de tiempo sin edad.
Recuerdo
también sus rincones más hondos y ocultos,
su
razonada disposición de alegría,
la
distribución de sus sueños con afán perdurable.
Todo
allí se contagia de una idéntica vida,
y
es para siempre su estación humana,
los
ciclos de su fe, raíz de cuanto soy,
de
todo lo que ordena mi palabra y sus márgenes:
las
dudas con que erige sus muros la verdad,
los
recuerdos que a veces son lo mismo que llagas,
el
olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia,
lo
que está sin remedio convirtiéndose
en
una misma forma de aprender a volver,
el
miedo al desamor por donde sangra el mundo.
Sí,
la casa es un cuerpo: mi corazón la mira,
la
habita mi memoria; sé que está restaurándose
como
la abdicación del mar en las orillas,
como
las germinales herencias del verano,
y
quizá sea posible que esta casa no pueda nunca envejecer,
no
pueda cumplir nunca más tiempo que el de entonces,
porque
sus habitantes son lo mismo que llamas
sin
quemar, frágiles al aliento de la grieta más tenue,
y
ellos están haciendo que las paredes vivan,
que
los peldaños latan como olas,
que
cada habitación respire y reproduzca
los
irrepetibles y anónimos hechos de cada día.
Casa
sin tiempo junto al mar, cumbre
sonora
entre los astros, libre razón con muros,
criatura
en donde acaban mis- fronteras,
soy
menos si me faltas,
tu
paz rige mi vida y la hace humilde,
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justifica mi espera tu paciencia,
bogas,
persistes, reinas, como un ave en la noche,
acaso
ya recibas el nombre de José.
"Las
adivinaciones" 1952
José Manuel
Caballero Bonald (1926-) Premio Cervantes 2012
Poeta,
novelista y ensayista español nacido en Jerez de la Frontera, Cádiz, en el año
1926.
Estudió
Astronomía en Cádiz y más tarde Filosofía y Letras en Sevilla y Madrid.
Militante anti-franquista, pertenece al grupo poético de los 50 junto a José Ángel Valente, Claudio
Rodríguez, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, entre otros.
Vivió
fuera de España por varios años y a su regreso trabajó en el Seminario de
Lexicografía de la Real Academia Española.
Obtuvo
el premio Boscán y de la Crítica de Poesía en 1959, el Biblioteca Breve en
1961, el de la Crítica de Novela en 1975, el de la Crítica de Poesía en 1978,
el Plaza y Janés en 1988, el premio Andalucía de las Letras en 1994, el XIII
Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía en 2004, el Premio Nacional de
Letras en 2005 y el Premio Nacional de Poesía 2008.
En
1996 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía.
De
su obra poética se destacan: «Las adivinaciones» en 1952, «Memorias de poco
tiempo» en 1954, «Pliegos de cordel» en
1963, «Vivir para contarlo» en 1969, «La costumbre de vivir» en 1975, «Toda la noche oyeron pasar pájaros» en 1981,
«Tiempo de guerras perdidas» en 1995, «Diario de Argónida» en 1997, «Copias del
natural» en 1999, y «Manual de infractores»
en
2005.
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