La
elección del Papa, una señal para los católicos de América Latina/ Ruben Navarrette Jr.
CNN
| marzo de 2013
“¡Ya
era hora!”
De
esa forma reaccionó un amigo, mexicano-estadounidense y católico como yo, ante
la noticia de que el cardenal Jorge Bergoglio de la Argentina había sido
elegido el primer papa latino en los casi dos mil años de la Iglesia Católica.
Fue una declaración espontánea, quizá políticamente incorrecta, pero fue
honesta y sentida.
Ya
era hora.
Y
para un católico latinoamericano y obstinado como yo, la elección se dio en el
momento justo. ¿Qué tan obstinado? Voy a misa cinco veces por año y hace casi
cuarenta que no me confieso. Incluso, cuando voy a misa, soy de aquellos que no
comulgan con toda la doctrina moral que impone la Iglesia. Selecciono y elijo
lo que me gusta de los sermones y rechazo lo que no me convence. Creo en la
Santísima Trinidad, pero también creo en cosas en las que no debería creer
según la Iglesia, como el matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho
de las mujeres a decidir.
¿Dónde
me ubico? Algunos católicos me juzgarán duramente y me acusarán de no estar lo
suficientemente comprometido con mi fe.
Se
equivocan. Estoy cómodo con mi fe. Le rezo directamente a Dios y no necesito
ningún intermediario. Estoy incluso comprometido con mi Iglesia, una
institución que, a la luz de sus propios pecados, no está en posición de juzgar
a nadie. Es por los escándalos de abusos sexuales a menores que la Iglesia
Católica, para mí y para muchos otros católicos, pende de un hilo. Me he
tentado con abandonarla en disgusto más de una vez.
Tampoco
ayuda que viva en el sur de California, a la sombra de la arquidiócesis de Los
Ángeles. La mayor arquidiócesis católica de los Estados Unidos estuvo hasta
hace poco bajo control del cardenal Roger Mahony. La arquidiócesis de Los
Ángeles y Mahony recientemente frenaron una demanda por abusos al llegar a un
acuerdo por casi diez millones de dólares.
Mahoney,
que se jubiló en 2011, estaba acusado de ayudar a que un pedófilo confeso
evadiera las autoridades. Aun así, fue uno de los cardenales que votó en el
cónclave en Roma.
Como
católico, es difícil idealizar e ilusionarse cuando vives en el patio trasero
de Mahoney. Siempre circulan noticias sobre aquella arquidiócesis y por lo
general son malas.
Con
todo, he llegado a aceptar a la Iglesia Católica como un hogar para mí. Es cómoda
y me resulta familiar. Cuando voy a una boda o un funeral, reconozco
instintivamente que es el lugar al que pertenezco. La Iglesia tiene muchos
defectos y el nuevo papa deberá trabajar intensamente para recuperar la
confianza de los feligreses. Pero no puedo irme a ningún otro lado.
Es
parte de la naturaleza humana querer verse reflejado en una organización a la
que uno pertenece. Es la razón por la que los mormones de Estados Unidos se
emocionaron con la posibilidad de que Mitt Romney resultara electo presidente.
Es el motivo por el que los judíos deseaban que Joe Liberman fuera elegido
vicepresidente en el 2000. Es la causa por la que, en ciudades como Boston o
Nueva York, los irlandeses votaron por generaciones a los candidatos irlandeses
y lo mismo hicieron los italianos.
Hay
aproximadamente 480 millones de católicos en América Latina, sin contar los más
de 40 millones de hispanos en los Estados Unidos que también profesan la fe
católica. Juntos representan casi la mitad de los 1200 millones de católicos en
todo el mundo.
Incluso
para las personas que no suelen pensar en términos de años sino de siglos,
veinte centurias es una espera muy, muy larga para recibir el reconocimiento de
que existimos, importamos y merecemos respeto.
Pero
la espera ha terminado. El papa Francisco tiene raíces italianas, pero nació en
Buenos Aires en 1932. Criado en América Latina, habla español y entiende cómo
viven los pobres y oprimidos. Como han señalado los analistas, que haya elegido
el nombre Francisco, en honor al santo de Asís, ícono de la austeridad, es una
señal de que intentará dirigir la atención del mundo a la desigualdad.
Mientras,
las noticias de un papa latinoamericano han conmovido a la Argentina y a todo
el continente. Imagínense ganar la Copa Mundial de Fútbol diez veces. También
habrá mucho entusiasmo entre los hispanos de Estados Unidos, quizás el
suficiente para reencender la pasión por la Iglesia y conducirlos de nuevo a
misa.
Finalmente,
el flamante papa actúa como un poderoso símbolo. Significa un nuevo comienzo.
Representa a las personas que representan el futuro del catolicismo.
Como
el primer pontífice no europeo en más de 1200 años, el religioso de 76 años
pone a América Latina, una de las regiones más jóvenes del mundo, en el mapa.
Si Europa nos remonta al ayer, América Latina encarna al mañana.
Es
apropiado. Después de todo, para los católicos, este es un nuevo día.
Rubén
Navarrete Jr. es colaborador de CNN y columnista sindicado del equipo de
redactores del Washington Post.
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