- Estados Unidos y las armas/Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.
La
Vanguardia | 28 de abril de 2013
En
Estados Unidos hay entre 200 y 250 millones de armas de fuego en manos
privadas. Nadie conoce la cifra exacta. Sólo el año pasado se vendieron 17
millones de armas. Viendo estos números tan impresionantes a nadie puede
extrañar que un gran número de personas mueran por disparos de armas de fuego
(más de las que son asesinadas por terroristas). El último incidente
especialmente impresionante sucedió en Newport, una pequeña ciudad de
Connecticut, en diciembre del 2012 cuando Adam Lanza, un joven con problemas
psíquicos, fue a la escuela local Sandy Hook y asesinó a 26 niños y a varios
profesores tras haber dado muerte previamente a su propia madre. Masacres de
este tipo ocurren de vez en cuando en todo el planeta. Noruega y Tasmania no
son conocidos como países especialmente violentos pero fueron escenario de las
mayores matanzas a tiros ocurridas en los últimos años. 77 jóvenes fueron
asesinados en Oslo en julio del 2011 y 35 en Port Arthur, en Tasmania.
Pero
en EE.UU. estos acontecimientos suceden más frecuentemente que en otras partes
y por ello los americanos enojados intentan imponer un control más estricto de
la propiedad de armas de fuego. Al cabo de un tiempo estas iniciativas
normalmente son rechazadas pues la Segunda Enmienda de la Constitución otorga
al ciudadano el derecho a poseer armas. No es muy sabido que en el siglo XVIII,
en muchas partes de EE.UU. se obligaba por ley a los propietarios a tener
armas, pues en esos días la vida era peligrosa y no existía una fuerza
policial. Pero también es cierto que en Washington existe un fuerte lobby
(quizá el más fuerte de todos los lobbies), la Asociación Nacional del Rifle
(NRA) y los intentos de imponer alguna supervisión de las armas han sido
invariablemente derrotados.
¿Sucedería
lo mismo ahora? En estos días se ha estado debatiendo este tema (junto con los
presupuestos y la inmigración) en el Congreso, a petición del presidente Obama.
Parecía que todo intento de introducir una regulación fracasaría pues hacían
falta 40 votos para presentar una ley impulsada por el senador Feinstein, de
California. No había 40 senadores dispuestos a apoyar esta ley que era bastante
modesta. Sólo pretendía introducir un registro de antecedentes que garantizara
que no se vendían armas a criminales o a personas con una enfermedad mental. La
NRA argumentó que tal ley no hubiera impedido a Adam Lanza cometer la masacre,
puesto que no estaba fichado como criminal ni se le conocía enfermedad mental.
Es verdad, pero si hubiera existido un control de ventas se habría visto que
Lanza no sólo tenía numerosas armas sino también 6.000 balas lo que, cuanto
menos, es inhabitual y sospechoso.
Pero
el viento cambió en Washington con Nicole Hockley, madre de un niño de seis
años que fue asesinado. Junto con otros padres viajó a la capital federal para
entrevistarse con senadores y congresistas. A ello se unió que las encuestas
mostraban que el 90% de los americanos estaban a favor de introducir al menos
algunas medidas de control. Advertidos de qué lado soplaba el viento los legisladores
votaron el 11 de abril no poner fin al debate sobre el control de armas, como
había pedido la NRA. Los senadores Manchin y Toomey, uno demócrata y el otro
republicano, presentaron una nueva enmienda pactada que hacía algo más difícil
vender armas a quienes no deberían tenerlas. Y aún más importante, de aprobarse
demostraría que la NRA no es invencible, que senadores y congresistas estaban
dispuestos a desafiarla siguiendo a la opinión pública. Y ello favorecería
introducir mayores controles en el futuro. Había una posibilidad razonable de
que la propuesta Manchin-Toomy fuera aprobada. Pero el pasado día 17 el Senado
rechazó la enmienda ya que, pese a obtener 54 votos a favor y 46 en contra,
eran necesarios 60 votos favorables.
¿Qué
explica el amor de los americanos por las armas? Ni el deseo de cazar ni el de
autoprotección contra criminales ofrecen una explicación total y satisfactoria.
Tiene que ver más con la historia de EE.UU. y con la tradición, con la guerra
de la independencia del siglo XVIII. Siempre ha existido una desconfianza hacia
el Gobierno, existe una convicción generalizada que el Estado no es el defensor
de las libertades individuales sino su enemigo. Por eso la NRA tiene al apoyo
de organizaciones libertarias que luchan por la libertad individual. Un control
de armas supondría tener un registro de armas de fuego y eventualmente un
registro de antecedentes de las mismas y una base de datos a nivel nacional, lo
que implicaría infringir la libertad individual. Existe pues oposición a la
idea de que el Estado tenga el monopolio de lo relativo a la violencia. Incluso
aparece un elemento de lucha de clases: la creencia de que el intento de
controlar la propiedad de las armas es una campaña del establishment para
impedir que las clases bajas y quizá incluso también los negros puedan armarse.
La
Segunda Enmienda menciona el derecho de la gente (o de las milicias que
representan a la gente) a tener o guardar armas. Pero en 1791, cuando se
aprobó, un arma era un mosquete que se cargaba por el cañón, no un AK-47
(kaláshnikov) u otros fusiles de asalto o incluso armas más peligrosas como gas
venenoso. El desarrollo tecnológico ha superado las intenciones de los
legisladores de aquel diciembre de 1791 en la Declaración de Derechos. Es
necesario repensar esa enmienda a la luz de estos hechos pero los fetichistas
del rifle no están por la labor.
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