30 jun 2013

Los escuadrones del exterminio/Jorge Carrasco Araizaga


Los escuadrones del exterminio/Jorge Carrasco Araizaga
Revista Proceso # 1913, 30 de junio de 2013

 Unidades especiales del Ejército y la Marina, sicarios preparados por militares desertores y civiles entrenados por cuerpos de seguridad extranjeros operan como escuadrones de la muerte en México.
 Pero el descontrol de estos grupos armados –cuya existencia se ha negado desde el sexenio de Felipe Calderón– puede recrudecer la violencia en el país y alentar soluciones de contrainsurgencia impulsadas desde Estados Unidos, advierte el diputado Ricardo Monreal Ávila.
 “Lo peor de todo es que no sabemos cómo proceder. Ni el gobierno de Enrique Peña Nieto ni mucho menos los legisladores”, dice en entrevista a propósito de la aparición de su libro Escuadrones de la muerte en México, editado por la Cámara de Diputados.

 Durante tres años el legislador ordenó en un libro las distintas expresiones de la violencia en el país. Fue un trabajo de recopilación periodística en torno a las consecuencias de la guerra contra el narco de Calderón, así como de entrevistas de él mismo con militares desertores, integrantes de fuerzas especiales de la Marina y hombres y mujeres entrenados para matar. También se enfrascó en la revisión de averiguaciones previas.
 Para Monreal, en México hay cuatro tipos de escuadrones de la muerte: “Paralelos, oficiales, insurgentes y privados”, según quien los financie y apoye. Ya no es como cuando eran auspiciados por el Estado, como la Brigada Blanca o Los Halcones que existieron en los años de la guerra sucia de los sesenta y setenta del siglo pasado y a los que se les ordenaba la aniquilación de personas.
 “Ahora –apunta el diputado– hay escuadrones de la muerte privados. Los grupos empresariales contratan a mercenarios extranjeros para su seguridad personal, sobre todo combatientes de Estados Unidos e Israel. Capacitan a hombres y mujeres para su defensa, pero no se sabe si permanecen con ellos.”

También están, precisa, los escuadrones de la muerte paralelos formados por la delincuencia organizada, así como los oficiales, que son unidades especiales de las Fuerzas Armadas dedicadas al exterminio de los delincuentes.
 Los escuadrones de la muerte “paralelos” se dedican al cobro de rentas, extorsión y secuestro, pero sobre todo actúan en operaciones de comando para defender territorios; mientras que los “oficiales” son grupos de corte paramilitar auspiciados por el gobierno. Asimismo hay células especiales de las Fuerzas Armadas dedicadas a eliminar delincuentes.
 En los privados y los paralelos –“los más peligrosos”– hay una presencia creciente de mujeres y menores de edad. Según estimaciones de Monreal, en la formación de los comandos de la muerte hay una tercera parte de mujeres y una proporción similar de menores. Seis de cada 10 son expolicías o exmilitares. En total los cifra entre 180 mil y 200 mil miembros activos. “Es un mundo muy amplio que el Estado no controla”, expone.
 En sus ponderaciones, hechas por estados, consideró los siete cárteles del narcotráfico más importantes del país. Identificó 25 grupos locales con jerarquía militar y adiestramiento y cerca de 180 diseminaciones o agrupaciones que se dedican a una o varias actividades de la delincuencia organizada, con demasiada rotación y aspiraciones de crear su propia organización.
Indefiniciones
En el caso de los escuadrones privados no hay ningún control. No hay un registro confiable de personas, armas y vehículos. Y explica: En los gobiernos estatales, empresarios amigos de los gobernadores solicitan credenciales de corporaciones policiacas para que el personal que traen de Israel, Estados Unidos, Colombia u otro país pueda portar armas.
No hay registro de eso. Tampoco control de los mercenarios contratados por la Comisión Federal de Electricidad, Pemex u otras instancias para la vigilancia de sus instalaciones estratégicas.
 “Hay una ceguera del gobierno de reconocer a los escuadrones de la muerte”, dice a propósito del origen del libro.
 A finales de 2010 la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría General de la República negaron la existencia de esos grupos. Fue la respuesta oficial a un punto de acuerdo promovido por el propio Monreal como integrante del Senado en la pasada legislatura para que informaran sobre la presencia de los escuadrones de la muerte en México.
 Con el gobierno de Enrique Peña Nieto las cosas no han cambiado. Aún no define su agenda en materia de seguridad pública y menos de seguridad nacional. Los funcionarios del gabinete de seguridad –Gobernación, Procuraduría, Defensa y Marina– consideran que el problema de la violencia es de percepción. Eso no es percepción, es ceguera, afirma quien fuera coordinador de la más reciente campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador.
 Integrante de la Comisión de Defensa Nacional en la Cámara de Diputados, Monreal también estuvo en la Comisión de Defensa Nacional del Senado y en la comisión bicameral de Seguridad Nacional. Desde esta posición participó en las reuniones interparlamentarias de Estados Unidos en momentos en que el gobierno de Calderón estaba “abrazado” a la estrategia de Estados Unidos contra el narco.
 “En esas reuniones –refiere Monreal– se trataba de convencer a los legisladores mexicanos de que la cooperación en el Comando Norte y agencias estadunidenses era lo más conveniente para el país. En seguridad, la agenda se reducía a los temas marcados por ellos. Insistían en que el país estaba perdiendo capacidad de control del crimen organizado con la presencia de cárteles. Tenían claro que en México había comandos de la muerte.”
 –¿Hablaban en esos términos? –se le pregunta.
 –No, pero sí de sicariato, al servicio ya no sólo del gobierno. Les alarmaba la deserción de jefes y oficiales del Ejército, así como la sangría permanente de tropa, a la que la Secretaría de la Defensa no le daba, ni le da, seguimiento.
 En el sexenio pasado, con las visitas de legisladores mexicanos al Comando Norte había el afán de involucrar a los políticos mexicanos para que aceptaran que México estaba en un grave riesgo de ser avasallado por el narcoterrorismo.
 –Si se admite que existen escuadrones de la muerte insurgentes se está a un paso de la solución de contrainsurgencia que proponen los sectores duros de Estados Unidos…
 Esta categoría la pensé muy bien –apunta– porque es una connotación estricta de Estados Unidos. Los primeros en describir a México como un país narcoterrorista y narcoinsurgente fueron especialistas y gobernantes de Estados Unidos. Lo escuché en una visita que hice a Washington hace siete años. Ya tenían esa concepción. Lo hacían con un propósito de descripción del país que estaba en un proceso de descomposición social.
 Ahora en Estados Unidos se piensa que llegó un gobierno vinculado al narcotráfico, luego de que Calderón generó las condiciones de una mayor injerencia e intervencionismo en México. Agencias como la DEA, el FBI y la CIA, así como otras instituciones estadunidenses dedicadas al espionaje resienten la cerrazón de ámbitos en los que antaño hubo una apertura indiscriminada.
 En la actualidad el gobierno mexicano selecciona las áreas y los rubros que abre a esos organismos de inteligencia de Estados Unidos. Ante la mirada estadunidense eso lo hace sospechoso. Una de las críticas que se le han hecho a la nueva administración es que relajó la persecución de los cárteles y ha obstaculizado la vigilancia injerencista de agencias estadunidenses en suelo mexicano.
 A pesar de que puede ser correcta la posición del gobierno mexicano de no abrir indiscriminadamente sus instituciones a Estados Unidos en materia de combate al crimen, México en esta materia está en una indefinición. El gobierno de Peña Nieto cambió su política de combate al crimen, pero salvo en los medios de comunicación, la inseguridad no ha disminuido ni la presencia de la delincuencia organizada en grandes regiones del país.
 En su clasificación de “escuadrones de la muerte paralelos” Monreal se refiere a la pérdida del control de la violencia del Estado mexicano y que se ha expresado en actos terroristas cometidos por la delincuencia organizada: “El narcoterrorismo es una categoría muy riesgosa de aceptar y describir, pero lo cierto es que el uso legítimo de la violencia ya no está en manos del Estado”.
 Y subraya: Hay narcoterrorismo no sólo por la vinculación con cárteles de otros países, sino por la forma de actuar, de agredir a la población civil de manera directa y del uso de vehículos, artefactos e instrumentos que provocan terror en la gente. Hay comunidades aterrorizadas en estados como Durango, Coahuila y Zacatecas, entidad que gobernó entre 1998 y 2004.
 “La delincuencia organizada ha puesto en grave riesgo al Estado mexicano y esto ha llevado a analistas de Estados Unidos a hablar de la necesidad de aplicar una estrategia de contrainsurgencia y de intervención. Eso es lo peligroso de la definición. Por eso sólo describo lo que existe y niega el gobierno federal. Hay elementos en los escuadrones de la muerte que se acercan a estados y situaciones que el país no había vivido.”
 El Estado mexicano está rebasado. No hay confianza en las instituciones de procuración de justicia ni de seguridad pública, y para el diputado del Movimiento Ciudadano eso explica el surgimiento de los grupos de autodefensa. “Nacen como resultado de la inconformidad social frente al aumento del crimen y la impunidad”.
 Admite, sin embargo, que también pueden ser una respuesta de los grupos de la delincuencia organizada. Pero antes de la contrainsurgencia o la injerencia directa de grupos armados que combatan a los escuadrones de la muerte y crear una suerte de guerra civil en México, el legislador apuesta por los “cauces democráticos” como la única forma de frenar los estados ingobernables a través de espacios reales de oposición y una prensa libre, sin presiones de los grupos de poder formales e informales.

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