Los
desertores: expedientes censurados/JUAN ALBERTO CEDILLO
Revista
Proceso
# 1934, 23 de noviembre de 2013;
En
1997, por acuerdo de México y Estados Unidos, el Ejército Mexicano se prestó a
realizar un experimento que, a la postre, derivó en una de las etapas más sangrientas de la historia de México.
Oficiales de las fuerzas castrenses fueron habilitados para actuar como
policías federales en la lucha contra el narcotráfico. Al cabo de un tiempo,
varios de ellos pasaron a formar parte del crimen organizado. Proceso solicitó
a la Sedena acceso a los expedientes de
los exmilitares en cuestión, pero se encontró con que esa dependencia
los mantiene censurados.
La
Secretaría de la Defensa Nacional decidió mantener en el secreto el caso de los
numerosos soldados y oficiales del Ejército adscritos al combate al
narcotráfico que se cambiaron de bando y exacerbaron la violencia criminal que
ha azotado a México en los últimos años. Los expedientes de esos exmilitares
están bajo reserva.
Con
base en la Ley Federal de Acceso a la Información, Proceso solicitó a la Sedena
que se le permitiera revisar los archivos correspondientes a un grupo de
exmilitares altamente entrenados que habían sido seleccionados para participar
en un experimento: se trataba de que, por primera vez, oficiales del Ejército
participarían como policías judiciales federales para combatir el narcotráfico
en la frontera de Tamaulipas.
Ese
proyecto formó parte de los diversos acuerdos de Estados Unidos con México que
se habían venido sucediendo desde los tiempos de la Operación Intercepción,
medida decretada por el presidente Richard Nixon a finales de los años 60.
Los
militares fueron enviados a Reynosa y otras ciudades de la zona fronteriza
desde principios de 1997 para contrarrestar la corrupción de los agentes
antinarcóticos de la Procuraduría General de la República. Posteriormente
algunos estuvieron bajo el mando del general brigadier Ricardo Martínez Perea y
del capitán Pedro Maya.
Arribaron
varios equipos de fuerzas castrenses, y cada uno de sus integrantes se
identificaba con una clave militar: una letra seguida de un número. Entre ellos
estaba el cabo de infantería Arturo Guzmán Decena (con registro en el Ejército B-9229817).
Su
expediente (13-2547) se encuentra en el Fondo SDN Subfondo 1, y está
clasificado como “confidencial”. Continuará parcialmente censurado por varios
años al amparo del artículo 18 fracción II de la Ley Federal de Trasparencia y Acceso a la Información
Pública Gubernamental. Esa fracción
considera información confidencial “los datos personales que requieran
el consentimiento de los individuos para su difusión, distribución o comercialización
en los términos de esta ley”. Sin embargo, no aclara si las personas fallecidas
entran en esta categoría.
Guzmán
Decena ingresó a las Fuerzas Armadas el 12 mayo de 1992 como soldado de infantería en el Campo
Militar Número 18 de Pachuca, Hidalgo. Entre octubre de 1992 y mayo de 1994
registró ocho castigos, que incluyeron arrestos por 24 horas y hasta por 12
días.
Su
expediente presenta censuradas su capacitación, campañas y acciones militares
en las que participó desde 1994. En agosto de 1995 fue ascendido a cabo de
infantería y se le trasladó a varias regiones militares. Todos sus movimientos
y cambios de región y de dependencias dentro del Ejército también aparecen
suprimidos por los censores de la Defensa.
Su
carrera en las armas concluyó oficialmente el 30 de septiembre de 1997, cuando
fue acusado ante la justicia militar de ser “probable responsable del delito de
deserción franca”. Meses después, cuando la inteligencia militar confirmó que se había involucrado con un
cártel del narcotráfico, se giró una orden para que fuera remitido con
“carácter de extraurgente” (sic) ante la Fiscalía Militar.
En
esa época Arturo Guzmán Decena se encontraba en el municipio de Miguel Alemán
bajo las órdenes de los capos Gilberto García Mena, alias El June, y Zeferino
Peña Cuéllar, Don Zefe.
García
Mena era el responsable de cruzar alrededor de 50 toneladas mensuales de
mariguana a Estados Unidos. Contendía con Osiel Cárdenas Guillén por la
dirección del Cártel del Golfo, disputa que comenzó después de la detención de
Juan García Ábrego (1996) en una finca del municipio Benito Juárez, Nuevo León.
Guzmán
Decena formaba parte de los escoltas de El June y Don Zefe, junto con otros
exmilitares, entre ellos Heriberto Lazcano Lazcano, quien había sido cabo de
infantería. También se había dado de baja del Ejército.
Reportes
de inteligencia de la Sección Segunda de la Secretaría de la Defensa precisan
que los capos de esos tiempos usaban discretas escoltas personales, que no
portaban armas debido a que tenían bien estudiado el aspecto legal del negocio
en el que estaban involucrados: sabían que podrían pasar más años en prisión
por portar pistolas de calibres de uso exclusivo del Ejército que por el delito
de tráfico de drogas, que en esa época tenía bajas penas.
Lazcano
y Guzmán Decena cuidaban a Don Zefe cuando regresaba de Estados Unidos tras cobrar la droga. Traía en
su camioneta cientos de miles de dólares metidos en las antiguas bolsas de
papel que proporcionaba a sus clientes la cadena H.E.B. Los billetes estaban
cubiertos con “pan de caja” y otros víveres.
Heriberto
Lazcano Lazcano ingresó al Ejército como soldado de infantería el 5 de junio de
1991 en el Campo Militar Número 18-A de Pachuca, Hidalgo. Para junio de 1993
obtuvo el grado de cabo de infantería.
Entre
febrero de 1997 y febrero de 1998 fue transferido a diversas plazas que están
censuradas. Solicitó su baja del Ejército el 26 de marzo de 1998, “en virtud de
tener problemas familiares que requieren su presencia y tiempo completo”.
A
principios del año 2000, Osiel Cárdenas Guillén traicionó a su amigo García
Mena filtrando información para su captura a José Luis Santiago Vasconcelos, en
esa época titular de la SIEDO. El June fue detenido en abril de ese año, y
Arturo Guzmán Decena y su grupo pasaron a formar parte de la guardia personal
de Osiel, quien quedó solo al frente del Cártel del Golfo.
Cárdenas
Guillén ordenó a Guzmán Decena que continuara reclutando militares. Para esas
fechas ya se habían sumado al conjunto otros tres cabos: Jaime González Durán,
El Hummer; el “Cabo de Arma Blindada” Miguel Ángel Soto Parra, y Jesús Enrique
Rejón Aguilar, El Mamito.
El
expediente de la Sedena de González Durán precisa que se incorporó al Ejército
en Monterrey el 15 de noviembre de 1991 con el grado de soldado de
transmisiones. El 24 de febrero de 1999 se le levantó un acta en la instalación
militar de Ciudad Mante, Tamaulipas, por desertar del Ejército.
A
su vez, Miguel Ángel Soto Parra inició su carrera militar en Puebla, Puebla, el
2 de mayo de 1994. En diciembre de 1996 fue ascendido a cabo. Soto solicitó su
baja en abril de 1999, “en virtud de que
necesito tiempo completo para desempeñarme en mis estudios y superarme en lo
civil”.
En
cuanto a Rejón Aguilar, entró en el Ejército como soldado de infantería el 5 de
abril de 1993 en Escárcega, Campeche. El 11 de enero de 1996 ascendió a cabo de
infantería, y su carrera militar terminó en noviembre de 1999, cuando requirió
su baja de las Fuerzas Armadas.
Capacitación
militar a prueba
Aunque
Arturo Guzmán Decena resultó muerto en un enfrentamiento con el Ejército en
noviembre de 2002, en Matamoros; sólo él alcanzó a reclutar a cerca de 30
militares. Meses después ese equipo tuvo la oportunidad de mostrar la
capacitación que obtuvo en el Ejército Mexicano.
La
ocasión llegó en los primeros días de 2004: El Cártel de Sinaloa pretendía
arrebatar la estratégica plaza fronteriza de Nuevo Laredo a sus rivales del
Cártel del Golfo. Para ello mandaron al texano Édgar Valdez Villarreal, La
Barbie, al mando de un “pequeño ejército” de alrededor de 500 sicarios que
habían sido reclutados entre policías municipales de Nuevo Laredo y pistoleros
de Sinaloa.
Para
defender la importante ciudad por donde cruza alrededor del 75% del comercio
terrestre entre Estados Unidos y México, Cárdenas Guillén envió a los
exmilitares, que continuaban atrayendo elementos, pero para entonces los
buscaban entre expolicías, maleantes comunes y pandillas como Los Texas y Los
Chachos.
Las
batallas por Nuevo Laredo duraron varios meses. Los exmilitares pudieron
entonces mostrar todas sus habilidades para el combate.
En
Nuevo Laredo aparecieron en manos de los criminales armas como fusiles Barrett
calibre 50 mm., bazucas, vehículos blindados y artillados, además de mostrar
formas altamente crueles para eliminar a los enemigos, quienes eran
descuartizados, incinerados o colgados en vías públicas.
Cuando
Rejón Aguilar, El Mamito, compareció en el juicio contra José Treviño Morales,
en Austin, contó ante fiscales estadunidenses que participó en al menos 10
batallas contra el Cártel de Sinaloa y que ordenó la muerte de alrededor de 30
rivales (Proceso 1906).
Con
esos métodos los exmilitares pudieron derrotar a los sicarios del Cártel de
Sinaloa. En compensación, Osiel Cárdenas les permitió quedarse al frente de la
plaza. A partir de entonces se convirtieron en el brazo armado del Cártel del
Golfo y fueron identificados con su antigua clave militar: Zetas.
En
aquellos tiempos el general Ricardo Martínez Perea fue el único acusado por cambiar
de bando. Su expediente precisa que el presidente Ernesto Zedillo le concedió
el grado de general brigadier en marzo de 2000. Un año después fue transferido
a Tamaulipas. En agosto de 2003 la justicia militar lo encontró culpable de
delitos “contra la salud en su modalidad de colaboración de cualquier manera al
fomento para posibilitar el tráfico de narcóticos”.
Se
le condenó a una pena privativa de libertad de 15 años de prisión ordinaria;
“al pago de una multa de 4 mil 35 pesos; a la baja definitiva del activo en el
Ejército y Fuerza Aérea Mexicana; a la inhabilitación para desempeñar cargo o
comisión públicos por un término igual al de la pena privativa de la libertad
impuesta, así como también a la destitución del empleo de general brigadier y a
la pérdida de los derechos adquiridos en virtud de tiempo prestado y al de usar
uniforme y condecoraciones”.
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