La
estrategia perversa: menos Estado, menos soberanía, menos independencia/JENARO
VILLAMIL
Revista Proceso # 1937, 14 de diciembre de 2013
El
ritual con que el PRI y su interesado compañero de la derecha, el PAN, festejan
la reforma en materia energética sólo encuentra paralelo en la ingenuidad del
PRD, partido que al sumarse al Pacto por México convalidó un supuesto acto
“pluralista” cuyas consecuencias hoy vemos: Una Constitución ultrajada para
permitir el saqueo legalizado de los recursos energéticos de la nación por
parte de intereses privados, sobre todo extranjeros. Para Diego Valadés, uno de
los constitucionalistas más notables y reconocidos del país, en los hechos esta
reforma es un acto netamente privatizador. Y advierte: A partir de ahora, los
mexicanos “vamos a tener otro Estado”, que será “pequeño, subsidiario, no
intervencionista, pero tampoco democrático”.
La
reforma constitucional aprobada por el Congreso “no es sólo un cambio en la
estructura de la propiedad de los hidrocarburos, sino un cambio en la
estructura del Estado”; se fortalece el “hiperpresidencialismo”, se genera una
“severa mutilación de las facultades del Congreso”, se pierde soberanía ante
los tribunales internacionales y el gobierno “se queda sin el instrumento legal
necesario para la intervención y la expropiación” en el sector energético.
Con
esa contundencia resume Diego Valadés –exministro de la Suprema Corte,
exprocurador capitalino y general de la República, y exdirector del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM– las consecuencias más graves de los
cambios a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, además de los 21
transitorios que, afirma, se volverán “la auténtica trampa” de la reforma
energética.
“Es
una reforma que no necesitábamos. Bastaba con modificar el artículo 10 de la
Ley de Asociaciones Público-Privadas, donde existía una prohibición de firmar
contratos con Pemex. Hubiéramos modificado esto sin necesidad de tocar la
Constitución. Era mejor porque la asociación no le da al socio derechos reales
sobre la propiedad de los hidrocarburos. En los contratos aprobados sí se los
dan”, explica el experto en derecho constitucional en entrevista con Proceso.
–Entonces,
¿sí hay una privatización de los recursos del subsuelo?
–Por
supuesto que la hay. Después de la extracción, por supuesto que hay
privatización. Puede ser por las cuatro modalidades de contratos que proponen:
por utilidad compartida, por producción compartida, por licencia o por una
combinación de éstas.
“No
pueden decir que no privatizan porque eso sería forzar los términos. La
situación real es un resultado directo del orden jurídico que aprobaron. Es un
cambio radical en los recursos en materia de petróleo, de gas, hidrocarburos y
derivados”, abunda.
No
hay espacio para el optimismo en la reflexión del doctor Valadés. Entrevistado
por este semanario apenas horas después del largo monólogo legislativo en el
Senado, donde la oposición infructuosamente planteó objeciones, argumentos y
datos para echar abajo la iniciativa, el especialista va más allá y observa un
“diseño perverso” en la mecánica de esta reforma.
“Mi
impresión es que quien planeó esto lo diseñó para que así saliera. Le dijo a
Peña Nieto: vamos a aguantarnos el primer año sin presupuesto, con un
crecimiento menor de 1%; va a haber protestas, pero necesitamos sacar las
reformas primero, sobre todo la energética, para que fluyan las inversiones el
próximo año y entonces tengamos un crecimiento de 3 o 4%”.
–¿Quién
planeó esto?
–No
lo sé. Dicen que el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, es un hombre muy
inteligente. Y algo tiene que ver en todo esto, ¿no?
Funcionario
en el gobierno de Carlos Salinas, alumno aventajado de Jorge Carpizo, exrector
de la UNAM, Valadés hace un símil con lo ocurrido en el periodo 1989-1990 tras
la caída del Muro de Berlín, que representó el fin de la Guerra Fría y del
bloque soviético.
“Recuerdo
que en 1990 muchos festejábamos la caída del Muro de Berlín porque representaba
el fin del modelo bipolar. Ahora, los defensores de la reforma energética,
dentro y fuera del país, están tan felices como si se hubiera caído el Muro de
Berlín mexicano. Eso representaba para ellos el artículo 27 constitucional”,
afirma.
Las
consecuencias serán negativas sobre todo para la democratización del Estado,
para la gobernabilidad y para la pluralidad política, advierte el autor de El
control del poder e impulsor de una reforma que le incorporaba al régimen
político elementos semiparlamentarios y de rendición de cuentas, pero la cual
quedó en el tintero desde la legislatura pasada.
“Han
sacrificado el modelo del tamaño de Estado por su democratización. Lo acabamos
de ver en la reforma político-electoral mínima que aprobaron, a toda prisa,
antes de la energética. A todos los voceros del ‘Estado pequeño o mínimo’ les
preocupa el tamaño sólo desde el terreno económico, no en el terreno de la
democratización”, indica.
–¿Se
agravará la corrupción tras esta reforma?
–La
debilidad estructural del Estado mexicano es otro tema y otra consecuencia
preocupante de la reforma. El Estado mexicano es un Estado que no encuentra
instrumentos para frenar la corrupción hacia adentro. No lo pudo hacer en Pemex
durante años. Si no lo pudo hacer con los de casa, mucho menos lo podrá hacer
con los poderes extranjeros.
–¿Por
qué señala que una de las consecuencias será el hiperpresidencialismo?
–Lo
que se va a fortalecer no es el Estado mexicano sino sólo uno de sus poderes,
el presidente de la República, quien va a tener el control del nombramiento de
los responsables de las nuevas instituciones. Y va a ser debilitado el
Congreso, porque con la reforma a Pemex y a la CFE, que pasan a ser empresas públicas
del Estado, el Congreso pierde el control nada menos que en relación con uno de
los procesos productivos más importantes para la economía del país. Pierde el
Poder Judicial, porque los asuntos energéticos se irán al arbitraje
internacional. Vamos a perder, por tanto, niveles de gobernabilidad. Nuestro
déficit de gobernabilidad se va a ir acentuando. La ingobernabilidad será
mayor.
–¿Qué
consecuencias tendrá esto para el Pacto por México?
–Se
quiso dar la impresión, con el Pacto por México, de un gobierno plural. Lo que
se vio muy claro en el debate sobre la reforma energética es que la izquierda
mexicana se equivocó por completo cuando al participar en el pacto sólo
contribuyó a adornar con una falsa idea de pluralismo.
“Fue
muy conmovedor ver a los senadores de una izquierda que, con planteamientos,
datos, con información, trató de argumentar y no tenía la más mínima capacidad
de influir sobre una decisión que ya había sido tomada por el PAN y el PRI
desde antes. Con esta reforma, se terminó la ilusión de pluralismo político que
alimentó el Pacto por México y que había agradado a la sociedad mexicana.”
Destrucción
de Pemex
Valadés
analiza punto por punto los artículos constitucionales y las consecuencias que
tendrán, sobre todo, para el destino inmediato de la principal empresa pública
del país: Pemex.
“El
destino de Pemex está presente en los transitorios. A Pemex le dan tres años de
vida y una prórroga por dos años. Las asignaciones de Pemex sólo tendrán vida
durante cinco años”, explica.
–Los
defensores argumentan que está la “ronda cero” para privilegiar a Pemex frente
a los privados en las nuevas inversiones…
–La
“ronda cero” a favor de Pemex sólo tendrá vida durante los primeros cinco años.
Valadés
se refiere así a los artículos 3 y 6, 16 y 26 del decreto. De última hora, las
comisiones dictaminadoras le hicieron un agregado al tercero transitorio, que
pone de plazo dos años para que Pemex y la CFE dejen de ser organismos
descentralizados y se conviertan en “empresas productivas del Estado”.
Asimismo, se creará un nuevo organismo, ajeno a la paraestatal, que se llamará
Centro Nacional de Control de Gas Natural, responsable “de la operación del
sistema nacional de ductos de transporte y almacenamiento”.
El
mismo transitorio décimo sexto establece que “Pemex y sus organismos
subsidiarios o divisiones transfieran los recursos necesarios para que el
Centro Nacional de Control de Gas Natural adquiera y administre la
infraestructura para el transporte por ducto y almacenamiento de gas natural
que tengan en propiedad para dar el servicio a los usuarios correspondientes”.
“Si
el problema era la ineficacia de Pemex como organismo, pudieron haber hecho
otras muchas cosas. Hubieran podido establecer otra empresa, crear una para la
extracción de gas, otra para la exploración y la producción. Las opciones eran
muchísimas, pero decidieron darle un golpe mortal”, sentencia Valadés.
Sintetiza:
“Desaparecieron un modelo, modificaron la naturaleza del Estado y fortalecen el
hiperpresidencialismo en un proceso de alta concentración de poder”.
–¿Por
qué el Congreso pierde facultades de control sobre las empresas del petróleo?
–El
artículo 93 de la Constitución autoriza que el Congreso forme comisiones de
investigación con relación a los organismos descentralizados. Pemex se
convierte en desconcentrado al cambiar a “empresa pública del Estado”. De
manera que ya no se podrán realizar comisiones de investigación especiales. El
Congreso ya no podrá llamar a comparecer al director de Pemex. Ya no podrá
realizar investigaciones especiales. Hay una severa mutilación de las
facultades del Congreso.
–¿Y
en el caso del nuevo Fondo Mexicano del Petróleo? ¿Hay algún tipo de control?
–Al
establecer que deberá estar radicado en el Banco de México, van a operar ahí
las reglas del secreto bancario y no habrá acceso a la información.
Entreguismo
Valadés
pone especial énfasis en el artículo cuarto transitorio, en el que se estipulan
los modelos de contratos con entidades privadas, y, sobre todo, en el séptimo
transitorio, cuyos dos párrafos establecen:
“Para
promover la participación de cadenas productivas nacionales locales, la ley
establecerá las bases para fomentar el contenido nacional en la ejecución de
asignaciones y contratos a que se refiere el párrafo séptimo del artículo 27 de
la Constitución.
“Las
disposiciones legales sobre contenido nacional deberán ajustarse a lo dispuesto
en los tratados internacionales y acuerdos comerciales suscritos por México.”
Advierte
que este párrafo “anula la capacidad de expropiación y de intervención del
Estado mexicano sobre su industria más importante”, además de llevar a los
tribunales internacionales todo lo relacionado a los contratos.
–¿Por
qué perdemos esa capacidad de expropiar o de intervenir?
–En
el Tratado de Libre Comercio se dejaron restricciones muy severas en materia de
expropiación e intervención. Al desaparecer la base constitucional que permitía
las reservas de México en materia energética en el TLCAN, el Estado mexicano se
queda sin el instrumento para intervenir y expropiar.
–O
sea, ¿ya no podrá intervenir, como sucedió en el caso de la industria
aeronáutica, o expropiar a las compañías petroleras?
–Así
es. Imagínese un problema de desabasto de gas o de gasolina o de energía
eléctrica por parte de los privados. El Estado no podrá intervenir la
industria.
Valadés
refiere que cuando fue embajador en Guatemala observó un caso de desafío de las
empresas gaseras en Nicaragua. La industria, dominada por la española Repsol,
presionó para que el gobierno le incrementara el precio del gas y provocó
desabasto. El gobierno nicaragüense tuvo que ceder, aun cuando el gobierno de
Hugo Chávez en Venezuela entró a su rescate.
“Este
es el resultado potencial de esta reforma. Es gravísimo”, advierte.
El
27 y el 28 “mínimo”
–Siempre
se ha considerado al artículo 27 de la Constitución como uno de los ejes
torales de la Carta Magna y del modelo que le permitió al país desarrollarse.
Se habla de su fuerte carga histórica. Al cambiarlo, ¿qué es lo que sucede?
–Nunca
he participado en la corriente jurídica que quiere sacralizar el pasado. Las
instituciones jurídicas deben ser para el futuro. El 27 constitucional fue
clave en la discusión de 1917 y en 1934 para ampliar la noción de desarrollo y
de futuro. Fue el resultado de un proceso revolucionario que no fue cualquier
cosa en esta nación.
“Ahora,
una cosa es cambiar el 27 para incorporar otras modalidades, que no cambian la
estructura jurídica y política del Estado, y otra cosa es esto que han hecho,
incluyendo al 28 constitucional. Vamos a tener, a partir de ahora, otro Estado,
pequeño, subsidiario, no intervencionista, pero tampoco democrático.
“Han
sacrificado el modelo de tamaño del Estado por su democratización. Lo vimos en
la reforma político-electoral reciente. Vamos hacia un modelo como en China,
donde a los liberales económicos no les preocupa si el Estado es autoritario o
controlado por un partido político, sino que garantice los espacios de
inversión y liberalización al máximo, aun cuando esta liberalización tenga un
impacto negativo en la democratización del Estado.”
Al
abundar sobre el cambio de concepción en torno a los artículos 27 y 28
constitucionales, ambos modificados “de fondo” por el Congreso, Valadés
advierte que triunfaron las tesis del “Estado subsidiario” que planteó el PAN,
sobre todo desde la campaña presidencial de Manuel Clouthier en 1988.
“En
esta reforma están plenamente aplicadas las tesis de la subsidiariedad, que es
una noción conservadora del Estado y que se expuso cuando Clouthier fue
candidato presidencial del PAN.
Según
esta tesis, “el Estado debe limitarse a participar de manera subsidiaria en
aquellas áreas donde los privados no puedan entrar, como en la seguridad
pública. Conforme a esta doctrina, que es válida desde el punto de vista
conservador, pero no comparto, están modificando la estructura del Estado
mexicano”, explica Valadés.
Al
artículo 28 constitucional le va peor. Desde su reforma en febrero de 1983, al
inicio del gobierno de Miguel de la Madrid, para establecer las áreas de
“rectoría del Estado mexicano”, ya prácticamente no le queda nada como sector
estratégico.
De
última hora, para salvar las formas, los dictaminadores del Senado incorporaron
una frase en el párrafo octavo del artículo 28 constitucional, que lo vincula
con las modificaciones al párrafo sexto y la adición de un séptimo párrafo al
27 constitucional, que es donde se autorizan los nuevos modelos de contratos
con privados.
El
texto del párrafo octavo del 28 constitucional quedó de la siguiente manera:
“No
constituirán monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva
en las siguientes áreas estratégicas: correos, telégrafos y radiotelegrafía;
minerales radioactivos y generación de energía nuclear; la planeación y control
del sistema eléctrico nacional, así como el servicio público de transmisión y
distribución de energía eléctrica, y la exploración y extracción del petróleo y
los demás hidrocarburos, en los términos de los párrafos sexto y séptimo del
artículo 27 de esta Constitución, respectivamente, así como las actividades que
expresamente señalen las leyes que expida el Congreso de la Unión.”
Las
trampas de los transitorios
–¿Qué
consecuencias jurídicas tendrán los 21 artículos transitorios de la reforma?
–En
el artículo cuarto transitorio están las modalidades de contratos y
contraprestación que pagará el Estado o sus empresas productivas (ya no hablan
sólo de Pemex) en las actividades de exploración y extracción del petróleo y
los demás hidrocarburos: a) en efectivo; b) con un porcentaje de utilidad, para
los contratos de utilidad compartida; c) con un porcentaje de la producción
obtenida, para los contratos de producción compartida; d) con la transmisión
onerosa de los hidrocarburos una vez que hayan sido extraídos del subsuelo,
para los contratos de licencia.
“Ahora,
lo que antes no se podía ya se podrá. De manera que la propiedad de los
hidrocarburos, a través de los pseudotransitorios, le da derechos a los
privados sobre lo que se haya extraído. Así sea sólo de 1%, antes esos derechos
eran todos de los mexicanos, al 100%. Ahora ya no. Por supuesto, no será de 1%
sino de mucho más.”
–¿Ahí
está entonces la privatización?
–Exacto.
No pueden decir que no privatizan porque eso sería forzar los términos. La
situación es un resultado directo del orden jurídico. Es una situación de
derecho. Es un cambio radical en los recursos en materia de petróleo, gas,
hidrocarburos y derivados. Después de la extracción, por supuesto que hay
privatización.
–¿Cómo
analiza los contenidos de los demás artículos transitorios? Hay un consenso al
decir que constituyen lo más delicado de la reforma.
–Mire,
en esencia la reforma constitucional está contenida en un solo párrafo del
dictamen aprobado, que es el artículo Uno: Se reforman los párrafos cuarto,
sexto y octavo del artículo 25; el párrafo sexto del artículo 27; los párrafos
cuarto y sexto del artículo 28; y se adicionan un párrafo séptimo al artículo
27, recorriéndose los subsecuentes en su orden; un párrafo octavo al artículo
28, recorriéndose los subsecuentes en ese orden; para quedar como sigue.
“Eso
es lo constitucional, estrictamente hablando. Lo demás no es constitucional.
Punto.”
–¿Entonces,
por qué tantos transitorios?
–En
realidad, los transitorios tratan de ocultar muchas trampas de la reforma o de
hacer explícitas muchas cosas que no son transitorias sino de fondo, como el
modelo contractual que está en el artículo cuarto, el quinto que habla sobre la
capacidad del Estado y sus empresas, o todo lo relacionado con el Fondo Petrolero.
Eso no es transitorio. Es de fondo.
–¿Qué
sucede si no se cumple con lo establecido con los transitorios? ¿Puede haber un
litigio ante la Suprema Corte?
–Es
un problema técnico jurídico muy complejo. Algunos juristas dividen lo que es
realmente transitorio de una reforma y lo que no es. En estricto sentido, por
lo menos 11 de los 21 artículos de esta reforma no son transitorios, son de
fondo. Los transitorios sólo deben ser aplicativos a la norma, no sustantivos
en cuanto a su contenido.
“Ahora,
las empresas trasnacionales le van a dar un carácter constitucional a algo que
no es constitucional, y cuando haya un conflicto de jurisprudencia lo van a
llevar a sus territorios, a sus tribunales, a su arbitraje.”
Valadés
pone el claro ejemplo del artículo séptimo transitorio, donde se establece que
las disposiciones deberán ajustarse a lo dispuesto en los tratados
internacionales y acuerdos comerciales suscritos por México.
“Este
simple párrafo –sentencia– anula la soberanía, la capacidad de expropiación y de
intervención del Estado mexicano en su industria más importante. Esta es una
reforma que no necesitábamos.”
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