01/
3/2014
El
“efecto Francisco” también contagia a México
Entrevista
con el embajador mexicano ante la Santa Sede, Mariano Palacios Alcocer, sobre
el impacto del Papa latinoamericano en su país
Por ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ para Vatican Insider
El
“efecto Francisco” ha disparado todos los números de afluencia en El Vaticano.
En apenas 10 meses de pontificado más de 6.6 millones de fieles asistieron a
las actividades públicas del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Otros 5.5
millones visitaron los Museos pontificios durante el 2013. Un impacto que se ha
contagiado también a nivel internacional, como lo confirma el embajador de
México ante la Santa Sede.
Mariano
Palacios Alcocer fue uno de los primeros diplomáticos en presentar sus cartas
credenciales a Jorge Mario Bergoglio, en junio. Pero viajó a Roma ya desde abril,
apenas unos días después de la elección del pontífice argentino. En entrevista
contó el impacto en su país del Papa latinoamericano.
-¿Cómo
ha recibido México la llegada del Papa Francisco?
-Ha
sido realmente notable el incremento de un interés cada vez mayor de parte de
mexicanos por estar presentes en las audiencias generales o en las bendiciones
del Angelus. Durante los primeros seis meses del pontificado del Papa Francisco
hemos enviado más notas a la Secretaría de Estado y a la Casa Pontifica
solicitando espacios para presencia de mexicanos en estas ceremonias que en
todo el año anterior. Por otro lado el presidente de México estuvo por primera
vez en el inicio de un pontificado y en los últimos meses han venido a Roma una
gran cantidad de empleados públicos, de empresarios, de representantes de
congregaciones, de colegios, de universidades mexicanas que tienen que ver con
el desarrollo de la Iglesia. Advertimos además un enorme interés por la
ceremonia de canonización de dos ex pontífices, Juan XXIII y Juan Pablo II, que
en abril del año entrante tendrá lugar. Este último sin duda ha tenido una
mayor presencia física y anímica en el pueblo de México.
-¿Qué
factores generan este interés?
-Hay
varias cosas. Uno efectivamente las expectativas por tener por primera vez un
Papa no europeo y latinoamericano, y que tenga un pulso muy fresco de la
cultura, de la historia de América Latina. En segundo lugar el conocimiento de
los mensajes del Papa en su propia lengua madre, a diferencia de aquellas
ocasiones en las cuales se hacían traducciones de las intervenciones del Papa,
o que con un gran esfuerzo por tratar de expresarse en lenguas distintas, los
Papas que no conocían al castellano como lengua de origen, la utilizaban con
gran generosidad, ahora es mucho más fácil el conocimiento de los arreglos
idiomáticos del Papa, que son mensajes muy cercanos al corazón de la gente.
-Se
cumple entonces aquello del “efecto Francisco”.
-Todas
las semanas, desde que estamos al frente de la embajada, hemos podido recibir a
mexicanos que acuden a las audiencias o al Angelus. Y cuando hemos tenido la
oportunidad de dialogar con quienes lo han visto, lo han saludado y escuchado,
todos han regresado con expectativas superadas en relación a lo que se
esperaban. Cuando el Papa Francisco se expresa en español y dice lo que tiene
que decir, en relación al tema que trate, tiene una manera especial de llegarle
a la gente, de comunicarse con ella, de estimularla en su religiosidad.
-La
relación entre México y El Vaticano ha sido siempre difícil. ¿Qué puntos de
encuentro se pueden rescatar en la misma?
-Todo
lo que tiene que ver con los derechos humanos, la dignidad humana, la lucha
contra el armamentismo, la cooperación para el desarrollo, estos elementos de
la política normativa del Estado Mexicano coinciden mucho con esta parte de la
agenda no negociable de la Santa Sede en defensa de los valores de la
humanidad. Hay también algunos aspectos de orden operativo y práctico, dada la
coyuntura que vive México. Se trata de temas como la migración, el combate a la
trata de personas, al desarrollo y a la economía, y más recientemente a los
planteamientos por un medio ambiente sano, las cuestiones ecológicas y
ambientales. No se trata sólo de una agenda ética, cercana a la defensa de los
derechos humanos, sino también una agenda social, cercana a los problemas del
desarrollo.
-Las
relaciones bilaterales han sido difíciles en parte por un histórico laicismo
hostil presente en México. ¿El tiempo de la hostilidad ya quedó atrás?
-Puedo
decir que la relación se encuentra en un nivel de madura normalidad, respeto
recíproco y colaboración con base en principios. La historia de las relaciones
entre la Iglesia y el Estado en México desembocaron en los años 90 del siglo
pasado en dos principios básicos: primero el reconocimiento de la personalidad
jurídica de las iglesias como instituciones eclesiásticas y, segundo, un
reconocimiento a las libertades en materia religiosa. Estos dos elementos que
tienen ya una trama constitucional, implican una nueva realidad jurídica y
política en la relación del Estado laico con las iglesias en plural, y con la
Iglesia católica en lo singular como la Iglesia que agrupa al mayor número de
creyentes en México.
Poco
ayuda a las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica el suponer que hay
una sola iglesia en México. Por eso el único modelo garante de las libertades
es el Estado laico; más que remitirlo de una manera acrítica a las relaciones
en la época del enfrentamiento de la cristiada, habría que ver el modelo de las
relaciones políticas y diplomáticas que queremos para el siglo XXI. Más que una
relación anclada en priorizar la revisión del pasado, estamos empeñados en
promover una relación que, conociendo el pasado, explote lo mejor de la
historia para detonar un mejor futuro.
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