“Con
la esperanzan de encontrar un futuro mejor”/ Gustavo Tovar.
La
Patilla.com.
Bassil
Da Costa (QEPD)
A
ti
Te
escribo a ti, sí a ti, mi cómplice, mi compañía, mi pana en secreto, que esto
lees.
Sé,
estoy seguro, que reconoces que mis palabras durante todo este tiempo han sido
dedicadas a ti y a nuestro mutuo hartazgo; sé que me conoces como yo a ti
porque nos lía la misma asfixia y la misma necesidad de aire; sé que sabes que
estamos juntos en esto y seguiremos juntos hasta el final; sé, además, que
entiendes que a veces -como hoy- necesito inclinarme sobre tu hombro para
seguir este empinado tránsito hacia la libertad; sé también que tú a veces te
inclinas sobre mi hombro para fraternalmente mantenerte firme e impulsarnos.
Sé
que ambos sabemos que triunfaremos porque el bien prevalece sobre el mal y
nosotros en esta historia somos los buenos, pero sé que ambos también sabemos
que nuestro triunfo será un doloroso parto histórico. Lo está siendo.
Estamos
cansados, consternados, agobiados, somos víctimas del perpetuo asombro
venezolano, nos acosa la realidad y, sanguinaria, nos salpica su muerte, todos
los días su muerte, una tras otra, cada veinte minutos, decenas, centenas,
miles, cientos de miles de muertes, el chavismo ha sembrado nuestra hermosa
tierra de luto. Los chavistas son el luto perenne. Su consigna es nuestra
sangre derramada.
Pero
debemos seguir, nuestra historia lo demanda, nuestra unidad de destino lo
exige, nuestra fuerza espiritual lo impone. Mientras nuestro aliento sea capaz
de empañar una lámina de vidrio tendremos ímpetu suficiente para derrotar la
dictadura.
Me
recuesto sobre tu hombro, me apoyo, comparto contigo mi extenuación, siento tu
fuerza y tu aliento que me levanta y me impulsa, estamos juntos, lo sé, lo
sabemos, tú y yo, amantes de su libertad, amantes de Venezuela.
Unidos
somos invencibles.
La
muerte previsible
El
sátrapa, el asesino, el traidor, Hugo Chávez Frías, junto a su séquito de
asesinos y traidores, desde que mostraron su jeta en la historia de Venezuela
la madrugada del 4 de febrero de 1992 sólo nos han traído muerte. Estamos
hartos.
Su
infranqueable violencia y su cobardía nos ha impuesto un debate agotador de
asesinatos y de mortandad inocente. Muchas fechas, muchas víctimas, muchas
balas, muchas cabezas destilando sangre, mucho dolor, mucha consternación,
mucho llanto, mucho duelo póstumo.
¿Cuántos
asesinatos políticos y sociales en Venezuela desde que Chávez y su séquito de
cobardes dieron sus golpes de estados? Sí, ¿cuántos? Centenares de miles.
Lo
peor es que la realidad sanguinaria nos azota y ahora que el sátrapa descansa
embalsamado su infamia cunde y la muerte persiste. Más muerte, claro, es
previsible, su séquito mantiene la dictadura y la mantendrá con el único
discurso político que conocen: las balas en las cabezas y en las espaldas de
nuestro pueblo. Es su naturaleza, así comenzó todo.
Nada
cambiará, nada, mientras los sanguinarios del 4 de febrero, del 27 de
noviembre, del 11 de abril, del 6 de diciembre, del 15 de abril y del 12 de
febrero permanezcan en el poder, el luto y la tristeza imperarán en Venezuela.
Miles
de muertes sociales y políticas a cuestas, sí, miles, desde su aparición
sigilosa y traidora la madrugada de 1992 lo confirman.
Es
previsible, demasiado previsible, la cobardía no tiene argumentos políticos
para permanecer en el poder, han pervertido las instituciones, han pervertido
la justicia, han pervertido el sistema electoral, lo han pervertido todo.
Los
burócratas chavistas son unos pervertidos y desde el poder han pervertido a
Venezuela. Hay que salir de ellos, pero ¿cómo?
La
juventud
El
único sector de la sociedad venezolana que logró vencer a Chávez en todos los
escenarios posibles: sociales, políticos, culturales y afectivos, fue la
juventud.
Sí,
los estudiantes, los jóvenes, lograron vencer al sátrapa y eventualmente lo
arrinconaron.
Pero
¿cuál fue el secreto de la juventud para vencer al poder represor y
dictatorial, tan lleno de perversidad y muerte?
Desafiarlo,
arrostrarlo, luchar movilizando organizadamente su hartazgo y su furia. No se
escondieron, no se humillaron, no se aquietaron, lo enfrentaron a través de la
resistencia civil noviolenta y lo vencieron, hoy el símbolo iniciador de esta
historia de duelo y muerte yace embalsamado y tendido como metáfora de su
derrota.
La
juventud ha vuelto a tomar las calles, ha vuelto a desafiar al poder
dictatorial, lo ha arrinconado, lo ha atemorizado y lo ha hecho chillar de
histeria: lo ha vencido, pero no de manera definitiva, algo falta, algo no
termina de cuajar, ese algo es la poca claridad de sus objetivos y la poca
planificación para alcanzarlos.
Está
cerca el final, pero aún falta.
La
salida
La
desmovilización social que impuso la Mesa de la Unidad (MUD) ya es cosa del
pasado; la juventud también los ha derrotado. En cuestión de cinco días, sólo
cinco, la juventud levantó a la nación y desafió -arrinconándola- a la
dictadura.
Nuevamente
triunfa, pero si su objetivo específico es la sustitución de Nicolás Maduro y
del séquito de traidores que acompaño a Chávez desde el asesino 4 de febrero y
que aún está en el poder manteniendo la pervertida cultura de la muerte
(¡Patria socialista o muerte!), sí su objetivo es ese, tendrá que dar un paso
hacia tras en estos días y planificar con claridad las acciones necesarias para
lograr esa suprema meta.
Lo
logrará, no tengo duda, pero debe planificar y actuar con precisión y
disciplina. Ya se logró una hazaña: motivar y movilizar a la juventud,
despertarla. Lo que sigue es lo más difícil: sustituir la dictadura por una
democracia a través de movilizaciones sociales masivas, pacíficas y noviolentas.
La ansiada primavera venezolana.
El
poder es una concesión que ofrecen los ciudadanos de un país a sus autoridades
y a sus instituciones. Cuando sus autoridades y sus instituciones se han
pervertido y han constituido una dictadura, como bien señala la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, los pueblos, los ciudadanos tienen el
supremo derecho a desconocerlos y rebelarse.
En
Venezuela, así como ocurrió hace 200 años, el pueblo, su ciudadanía, tendrá que
rebelarse ante la dictadura pero no sólo ocupando las calles y las avenidas de
las ciudades, tendrá que ocupar por sí mismo y de manera contundente y masiva
las instituciones (todas) y exigir la sustitución de sus autoridades. Sin
armas, sin balas, usando el supremo y constitucional derecho de la rebelión
ciudadana pacífica y no violenta. Sí se puede, sí se ha podido.
La
juventud, los políticos, los militares demócratas y el pueblo de Venezuela
tendrán que planificar esa ocupación masiva de las instituciones públicas
(todas: AN, TSJ, Fiscalía, gobernaciones, etc.) para generar un punto de
tensión y quiebre que obligue a todas las partes a encontrarse y dialogar, no
sólo para sustituir al séquito de la muerte y a su corrupta dictadura, sino
para reinventar a Venezuela desde sus cenizas. Eso es lo que sigue, esa es la
salida.
Nos
corresponde a ti y a mí lograrlo, juntos, hombro a hombro, fusionados en una
visión democrática común, apoyados el uno sobre el otro, iguales, fraternales,
humanos y libres, por un amor común: Venezuela.
Unidos
seremos invencibles.
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