Apremia
a una juez del DF para convivir con su hija menor
LA
REDACCIÓN
Revista Proceso # 1957, 3 de mayo de 2014
PALABRA
DE LECTOR
En
semanas recientes han difundido en diversos espacios los logros alcanzados a
nivel mundial por parte de la SCJN, como una distinción otorgada por parte de
la ONU. Lo primero que me asalta ante tales noticias es la indignación y el
desconsuelo.
Esto,
porque la juez segunda en Materia Familiar del Tribunal Superior de Justicia
del Distrito Federal (TSJDF), Miriam Olimpia Lozano, atropella el interés
superior de mi menor hija y los derechos del suscrito de recibir justicia en
equidad e igualdad de género.
Tal
situación es patente ante los múltiples incumplimientos en que ha incurrido la
madre de mi hija, al omitir presentarla a convivir con el suscrito en el Centro
de Convivencias del TSJDF, por más de 18 fines de semana, sin que la juez le
haya impuesto ni una multa, aun cuando ella misma estableció que por cada
omisión de ese tipo aplicaría como medida de apremio una multa por 15 mil
pesos.
Por
si fuera poco, se ha negado a decretar una vía más eficaz, como el arresto o la
amonestación, pese a que yo continúo presentándome en el Centro de Convivencia
Familiar Supervisada todos los sábados y domingos con la esperanza de convivir
con mi hija, sin que esto ocurra.
Lo
más que ha hecho es ordenar que se restituyan las convivencias que no se
produjeron por cuestiones atribuibles a la madre de mi hija, supuestamente en
aras del interés superior de dicha menor, sin que ello redunde en resultados.
Es
indignante el grado de insensibilidad de la juez, ya que tanto mediante
escritos diversos como en breves audiencias se le ha solicitado que aplique
medidas más firmes, que están estipuladas en los artículos 62 y 73 del Código
de Procedimientos Civiles vigente para el Distrito Federal, consistentes en
recurrir al arresto o a la amonestación en caso de incumplimiento de las
órdenes judiciales.
Ahora
bien, el hecho de solicitar como medida de apremio un arresto o una
amonestación sólo tiene como finalidad ejercer coerción para que tanto mi
pequeña como el suscrito dejemos de ser sujetos de la violencia familiar,
psicoemocional y psicosocial que la madre de mi pequeña ejerce sobre nosotros.
Pese
a todo, la juez violenta los derechos de mi hija y vulnera las garantías
individuales del suscrito, exhibiendo con ello la simpatía que tiene con las
personas de su mismo género (mujeres) y la desigualdad con la que trata a los
varones. Asimismo, dicha servidora pública evidencia insensibilidad, fastidio y
desdén, actitud con la que atiende a mi abogada y al suscrito, ya que nos
concede un mínimo de tiempo para ser escuchados.
Los
mexicanos no merecemos que nos apabullen con noticias oficiales que están
alejadas de la realidad. Entiendo que mi caso no es el único y que, como este
asunto, hay miles en los cuales los supuestos impartidores de justicia son
tibios, negligentes y cómplices de atropellos.
Soy
padre, y lo único que pido es que no se viole mi derecho a ejercer mi
paternidad; mi hija es una niña deseada y ambos tenemos derecho a convivir.
(Carta resumida.)
Atentamente
José
Luis Hernández Jiménez
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