Retrospectiva
Quijote
de Tierra Adentro/Carlos Reyes Romero
Con
la figura de don Mario Loya Sepúlveda, cuya muerte nos dejó una tristísima
huella, no ocurre como con otras personas recién fallecidas, a quienes se
inventan virtudes que quién sabe si tuvieron en vida, o se les exaltan sin ser
absolutas. No. En don Mario Loya todo lo que se pueda decir de él es positivo,
porque así de positivo y buen hombre era.
Periódico
Vanguardia, Saltillo, Coahuila,
Hablar
de Mario Alberto Loya Sepúlveda, escribir acerca de él, es referirse a una
persona extremadamente singular por su rectitud, su hondo compromiso social y
por la calidez tan exquisitamente humana conque brindaba su amistad. Era,
además, un hombre que marchaba delante de su tiempo, para decirlo en los
términos coloquiales que utiliza nuestro común amigo Abel Alcántara: era
demasiado suizo para México.
El
humanismo tenía en Mario a uno de sus más preclaros realizadores.
Pertenecía
a la pléyade de comunistas mexicanos y latinoamericanos que alentados por los
aires renovadores de los inicios de la revolución cubana, rompieron sin
miramientos ni nostalgias con los dogmas que ensombrecieron al movimiento
comunista desde el surgimiento del bolchevismo ruso.
Lenín
y los revolucionarios rusos que luego intentarían asaltar el cielo con la
revolución socialista de octubre de 1917, querían sacar a la socialdemocracia
europea de su extravío y recuperar su espíritu revolucionario. Desgraciadamente
no lo lograron y lo más grave fue que sucumbieron en el intento y con ellos el
proyecto de emancipación humana más importante y trascendente en la historia de
la sociedad.
La
debacle del “socialismo realmente inexistente” puso a la orden del día algo que
Carlos Marx ya había planteado con excepcional visión prospectiva en su obra
“Miseria de la Filosofía”, publicada el año anterior a la aparición del
“Manifiesto del Partido Comunista”, a saber: que el predominio del estado sobre
la economía y la sociedad lejos de favorecer la emancipación humana, la
encadena… la destruye.
En
dicha obra Marx reivindica la ley del valor como la principal herramienta de
transformación social de la humanidad y que la economía atañe sobre todo y ante
todo a los propios productores y a la sociedad.
Asimismo, anticipa que el Estado, tal como lo conocemos hasta nuestros
días, debe ser sustituido por la intervención de la sociedad organizada en los
asuntos públicos. De ahí que el ejercicio del poder público, del gobierno, sea
un asunto que compete a toda la ciudadanía y no sólo a la llamada “clase
política”.
Mario
entendía perfectamente esto, por eso dedico toda su vida a organizar la
participación de la gente en la política, en la economía y en la cultura del
país. Era su manera de promover que la emancipación de la sociedad sea obra de
la sociedad misma.
Nació
y creció abajo, en los sótanos de la sociedad y vivió y se forjó abajo y
arriba, conviviendo con la gente, con el pueblo, con la racilla -como cariñosa
y coloquialmente gustaba llamarles en su norteño acento- y utilizando los
resortes del poder para ayudarles.
Mario
no acumulo poder ni riquezas; atesoro y cultivo amistades.
Era
común verlo hacia el mediodía, después de revisar los diarios nacionales y
locales, ponerse en contacto por teléfono o por Internet con un sinnúmero de
activistas sociales de todo el país, bien para empaparse del acontecer regional
y local o bien para convenir las características de la ayuda que les brindaba.
Mario era capaz de desvelarse varios días para elaborar el expediente técnico
de un proyecto productivo, un plan de desarrollo regional o municipal y hasta
los estatutos y la plataforma política de una organización social.
¿Cuánto
cobraba por ello? Nada, absolutamente nada. Era una de sus muchas y generosas
maneras de contribuir al progreso social del país. Había otras muchas:
colaboraba en periódicos locales, promovía la formación de partidos estatales,
protegía la naturaleza y promovía festivales culturales para su preservación,
difundía los encantos, la historia, las tradiciones, la gastronomía y la
cultura de los pueblos que visitaba -era un viajero permanente, infatigable,
casi cotidiano-, asesoraba y ayudaba a cuanto amigo se lo solicitaba, redactaba
leyes, proclamas y manifiestos, apoyaba proyectos políticos innovadores,
elaboraba incesantes propuestas de reforma social.
-Era
un viejo joven, con ideas nuevas. Decían sus compañeros asesores parlamentarios
-como él- del Congreso del Estado de Coahuila. [1]
Con
su entrañable y extraordinaria vocación democrática se prodigaba en tolerancia
y respeto a las concepciones políticas, filosóficas o religiosas de los demás,
pero no condescendía ni aceptaba ser cómplice de nadie cuando estaban en riesgo
los intereses de la gente. Ahí si, no transigía ni siquiera con los amigos.
Mario
amaba a su familia, a sus amigos, a la gente, al amor, a la vida.
Se
sentía orgulloso, legítimamente orgulloso de su manera de ser, pero sobre todo,
aunque nunca lo mencionaba, se sentía ufano de su rectitud y de la
determinación de haber vivido siempre en plena congruencia con sus
convicciones. ¡Qué hermoso es vivir y morir sin remordimientos ni culpas!
Su
hidalga personalidad -Mario tenía temple y semblanza quijotesca acentuada por
su rostro y sus manos labradas en sílice araucano- ha dejado la impronta de su
paso por las serranías de esta patria nuestra, en sus planicies costeras y en
el desértico altiplano del Norte, la indómita e incógnita Tierra Adentro, así
visualizada por los colonizadores hispanos; tierra que lo vio nacer y crecer,
prodigarse… y morir.
Ya
no está entre nosotros. Pero el recuerdo queda, la identidad pervive. Cual
émulo del inmortal Cid Campeador Mario seguirá ganando batallas a partir de las
semillas de amor y de libertad que dejo sembradas.
Vayan
pues estas anecdóticas remembranzas en tributo a su memoria.
Chihuahua:
la frontera inconclusa.[2]
Conocí
a Mario en Chihuahua, durante la segunda mitad de los años sesenta. Eran los
años de mayor despliegue e influencia de la Juventud Comunista de México. Yo
acababa de regresar de la Unión Soviética, después de haber estado año y medio
en la Escuela Superior de la Unión de Juventudes Comunistas Leninistas de la
URSS, en Bezhnikaj, una vieja aldea contigua al antiguo palacio veraniego de
Catalina la Grande, a unos 20 kilómetros de Moscú.
Mario
ya era miembro del Comité Estatal del Partido Comunista Mexicano en Chihuahua y
también, junto con Martha de los Ríos, dirigente de la Juventud Comunista en la
entidad. Entiendo que ya para entonces era semiprofesional del Partido, es
decir que se dedicaba de lleno a las tareas del PC y de la JC, aunque
combinándolas con su labor de maestro rural y la venta de libros.
Ya
desde entonces se perfilaban los rasgos principales de su personalidad y eso le
ganaba el reconocimiento y aprecio de propios y extraños. Tenía la enorme
capacidad de hacer amigos en todos los sectores sociales y entre profesantes de
diversas ideologías. Practicaba y promovía el pluralismo ideológico y político,
era ideólogo y promotor de la concertación democrática.
De
esa época proviene la mayoría de sus más entrañables amigos chihuahuenses a los
que siempre procuro y frecuentó. Un dato: cuando tuvo el accidente donde perdió
la vida, Mario venía de Torreón después de haber estado en Chihuahua. Cada que
podía jalaba para allá. El ensayo inédito cuyo titulo da nombre a este apartado
versa sobre su natal Chihuahua.
También
de aquellos años data su noviazgo con Irma Rámirez, cuñada del profesor Antonio
Becerra Gaytán, destacado dirigente comunista y reconocido profesor
universitario. Aunque Mario era medio enamoradizo, a la hora de elegir a la
compañera de su vida, hizo lo acertado: se caso con Irma. Ella ha sido la mujer
de su vida, a la que siempre amó y
respeto. Con ella procrearon a sus tres hermosas hijas: Mónica, Valeria y
Varinia. Pocas veces he visto una familia tan unida e identificada en su actuar
y principios como ésta.
En
los años de crisis de la Juventud y del Partido Comunista -fines de los
sesenta, principios de los setenta- muchos de nuestros mejores militantes se
fueron a la guerrilla en respuesta a la cerrazón represiva del régimen priísta.
Chihuahua, Monterey, Jalisco, Sinaloa, Baja California, Puebla, Guerrero,
Michoacán y el Distrito Federal, fueron los lugares donde más éxodos tuvimos.
Aunque
en Atoyac de Álvarez, luego de la sangrienta represión de mayo de 1967, Lucio
Cabañas, dirigente regional del PC, se había levantado en armas. Con la masacre
del 68 y del 10 de junio del 71, los caminos para la lucha política no armada
se angostaron aceleradamente. Para muchos la lucha armada era ineludible o ya
estaban insertos en ella; otros aunque no descartábamos esa posibilidad
insistíamos en continuar la lucha por cauces no armados. Nuestros caminos se
bifurcaron; la separación se hizo inevitable. Sin acusaciones ni estridencias
cada quien tomo su rumbo. Comenzó nuestra diáspora comunista.[3]
Eran
los turbios años de la guerra sucia, donde el régimen sanguinario de aquellos
años se cebó en la magra carne y el alto espíritu de cientos y cientos de
jóvenes idealistas que sólo ansiaban una patria libre, justa, independiente y
próspera. Hasta que, en virtud de la amnistía, se abrieron las cárceles y los
centros ilegales de reclusión, México pudo percibir en toda su crudeza la
magnitud de aquella tragedia.
Los
sobrevivientes de aquel entonces nos reencontramos muchos años después. Lo
hicimos de la misma manera: sin acusaciones y sin reproches. Cada cual valoro
su propio proceder. Enhorabuena.
A
quienes permanecimos en la lucha política legal, clandestina pero legal, no
armada, nos preocupaba y angustiaba el destino de nuestros antiguos compañeros.
Los medios, a pesar del control gubernamental, alcanzaban a dar cuenta de las
vilezas de que les hacía objeto el gobierno. Promover la solidaridad con los
presos y perseguidos políticos se convirtió en la tarea fundamental de las
fuerzas políticas democráticas. Nos ocupábamos de su defensa y protección. [4]
En
Chihuahua, los comunistas y las fuerzas democráticas de la entidad, jugaron un
papel sobresaliente en este sentido, sin importar que arriesgaban la propia
vida o cuando menos la libertad. Mario estuvo siempre en la primera fila de
quienes exigían la presentación pública de los detenidos y el respeto a su
integridad física, de quienes demandaban su inmediata libertad.[5]
La
carga ladeada.[6]
Aquellos
fueron años de fuertes y ásperos debates entre los revolucionarios mexicanos,
en el seno del movimiento comunista internacional, al interior de las fuerzas
democráticas y de los movimientos de liberación nacional de todo el mundo. La
oleada revolucionaria que acompañó a la posguerra y que se mantuvo continuamente
hasta ya entrados los años ochenta, parecía marcar el fin de la hegemonía
norteamericana y el surgimiento de un nuevo orden mundial.
Eran
los álgidos años de la guerra fría, cuando la revolución social parecía estar a
la vuelta de la esquina.
Quienes
integrábamos la Juventud Comunista de México, empezamos a asumir la dirección
del Partido Comunista en los estados y en el propio Comité Central. La Comisión
Política no tuvo otra que abrirse y darnos paso. Se profundizaba el debate
sobre el rumbo a seguir para la lucha por el socialismo en el país y en el
mundo. No aceptábamos prohibiciones ni tabúes, todo lo sometíamos a una crítica
incisiva y demoledora, antidogmática y renovadora.
En
pleno 1968 nos opusimos y condenamos la invasión soviética de Checoeslovaquía y
el aplastamiento del socialismo con rostro humano. En los años previos ya
habíamos asumido una posición propia ante el conflicto chino-soviético,
defendiendo el derecho de cada pueblo y cada movimiento revolucionario a
determinar su propia vía de acceso al poder y rechazando los afanes hegemónicos
de los rusos y los chinos sobre los demás partidos. También estuvimos en contra
de la intervención soviética en Afganistán. La vida y muchos años después los
propios soviéticos nos dieron la razón. Pero el nuestro fue esa clase de
triunfo donde lo que más desea uno es estar equivocado. O como diría Leoncio
Domínguez Covarrubias: ¡Que pinché necesidad de no hacer bien las cosas!
También
desde mediados de los sesenta nos tironeamos con los cubanos por su teoría del
foquismo revolucionario y sus aventuras militares. A todos ellos, soviéticos,
chinos y cubanos les reprochábamos por igual su condescendencia y complicidad
con el gobierno mexicano.
En
ese marco los revolucionarios y demócratas mexicanos fuimos construyendo
nuestra propia concepción del país y de las alternativas para su cambio de
rumbo. Fueron años de debate e innovación, donde se fueron perfilando las
propuestas cardinales de reforma social que han cristalizado en el país sobre
todo a partir de la última década del siglo pasado y que nos han permitido a
los mexicanos transitar de la presidencia imperial a la alternancia política y
disfrutar un ambiente democrático significativo aunque todavía en ciernes.
Las
ideas fundamentales para la transición democrática, para la tan anhelada,
difícil y lenta reforma del Estado, provienen de aquellos años y son ahora
patrimonio legítimo de muchos y más vastos núcleos de mexicanos que militan en
todas las formaciones políticas y también de muchísimos ciudadanos que rehúsan
integrarse a los partidos políticos. De cualquier forma, la siembra va dando
frutos; el porvenir está madurando.
Mario
fue un activo participante y promotor de este gratificante proceso, tal y como
lo relata Arturo Martínez Nateras, en su colaboración para este libro.
¡Para
que siempre vuelvan![7]
Mario
ya llevaba varios años en el Oriente de Michoacán, cundo yo llegué al Mineral
de Angangueo a principios de 1991. Precisamente en esa época Mario era asesor
de Arturo Martínez Nateras en la presidencia municipal de Tuxpan. Ya había
echado raíces y tejido un sinnúmero de amistades en la oriental región
michoacana. Lo mismo en Zitácuaro, que en Jungapeo, Hidalgo, Irimbo, Áporo,
Ocampo, Maravatío, Tlalpujahua, Contepec o en el propio Tuxpan, ya Mario era
Don Mario; en todos lados se le conocía por su filantropismo y sus dotes de
buen conversador, de humana sabiduría, de escribano, de promotor del desarrollo
social, regional y cultural.
Aunque
estábamos relativamente cerca –a 50 ó 60 kilómetros de distancia– nos
frecuentábamos muy poco. Ora si que cada cual andaba colgado en su mecate. Yo
había llegado, como parte del Programa Nacional de Solidaridad, a promover la
organización de la gente para enfrentar el desempleo que generaba el cierre de
la Impulsora Minera de Angangueo, cooperativa de capital social, estatal y
federal, que había cerrado a causa del desplome de los precios internacionales
de la plata.
La
gente tenía miedo de que, como había pasado con Tlalpujahua 20 años atrás,
Angangueo se convirtiera en un pueblo fantasma. Así que llegando y haciendo
lumbre. Procedimos luego, luego a integrar las primeras empresas de solidaridad
del país; algunas todavía sobreviven. Pero lo más importante es que el pueblo
encontró sus propias vocaciones de desarrollo: la construcción, el turismo y el
comercio, la fabricación de artesanías, vinos y muebles y lo más relevante: el
Festival Cultural de la Mariposa Monarca.
Mario
seguía fabricando ates para el desarrollo desde Tuxpan, cuando Carlos Salinas
de Gortari invitó a Arturo Martínez Nateras a integrarse al Programa Nacional
de Solidaridad, haciéndose cargo de la
Coordinación de Programas de Desarrollo Regional. Como Mario y Arturo eran
entusiastas apasionados del desarrollo regional, la invitación les cayó de perlas.
Así,
de repente, se convirtieron en nuestros vecinos del piso 14 de la Torre de
Pronasol en Insurgentes y Río Churubusco, junto con Rodolfo Echeverría Martínez
“El Chicali”, Roberto Borja Ochoa, Armando “El Chito” Fierro, Enrique Quintero
Márquez, Samuel Soto López, Isauro Moreno, Verónica Villarespe Reyes, Inés Maya
Reyes, Martha Nateras, Violeta Ponce, Coty Lucio, Carmelita Mora, Arturo Zama
Escalante, Homero Moreno, Pablo Martell y otros compañeros cuyos nombres ahora
no recuerdo –ahí está lo malo de especificar, siempre dejamos a alguien fuera–;
nosotros estábamos en el décimo piso.
La
cercanía reavivó el trato. Además Mario no perdía el contacto con Tuxpan, cada
que podía corría para allá, a conversar con Samuel y Bertha, con Doña Gude, su
hijo Carlos y Mireya, con la maestra Verónica López, y con las decenas –quizás
cientos– de amigos y conocidos que tenía en la región. Mario siempre fue un
nómada de retornos continuos que lo relanzaban en distintas direcciones.
Yo
había llegado a la conclusión de que lo que habíamos hecho con Solidaridad en
Angangueo era bueno, pero insuficiente. Hacía falta una acción de mayor
envergadura, capaz de concitar el desarrollo global de la región. No había otra
que agarrarse de las Monarca, esas increíbles mariposas que las gentes veían
como plaga porque le privaban de utilizar sus bosques. Me propuse entonces
fundar el festival cultural de la mariposa Monarca.
Le
plantee la idea a Pedro Uranga, quien era mi jefe y a Arturo Martínez Nateras,
quien me ayudo a convencer y lograr el apoyo del Ingeniero Carlos Rojas
Gutiérrez, coordinador nacional del Pronasol. Mario también me apoyó y alentó
el proyecto, aunque en el primer Festival participo más como observador que
como organizador. Además, el Festival tenía tantos riesgos que no me atrevía a
involucrar y comprometer a más compañeros; así que me avente el boleto
prácticamente sólo, hablando de los pronasoleros.
El
pueblo de Angangueo respondió a toda madre. El presidente municipal, Don José
“El Prieto” Arizmendi García y el párroco Don Antonio Arriaga Venegas, con el
apoyo del gobernador del Michoacán, doctor Genovevo Figueroa Zamudio, del
doctor Ireneo Rojas Hernández, director del Instituto Michoacana de Cultura,
del ingeniero Enrique León Zepeda, Secretario de Turismo del Estado y de
Monseñor Estanislao Alcaraz Figueroa, Arzobispo de Morelia, –quien en 1953
siendo párroco de Angangueo, fue el artífice de la reapertura y rescate de la
mina abandonada por la American Smelting and Refining Company, la ASARCO–,
todos ellos fueron forjadores de que Angangueo renaciera del olvido y se
convirtiera en centro cultural, como cabeceo a toda plana el periódico “La Voz
de Michoacán”.
La
hazaña me costo el empleo. Por los pleitos burocráticos entre Pedro Uranga y
Noe Pascasio, el delegado estatal de la SPP y Pronasol, los recursos para el
Festival bajaron un mes después de su clausura; lo hicimos de fiado. Pedro
Uranga no quiso pasar más sustos y prefirió sacarme de su equipo. Arturo y el
equipo de los programas de desarrollo regional me rescataron con solidaria
calidez. A partir de entonces Mario y yo hicimos equipo para promover el
Festival y el desarrollo regional en diversas partes del país.
Cuando,
después del asesinato de Luis Donaldo Colosio y del triunfo del doctor Ernesto
Zedillo, nos quedamos desempleados y no conseguir trabajo durante varios meses,
decidimos abrir un intermedio y dedicarnos de lleno a organizar el IV Festival
Cultural de la Mariposa Monarca, pero ahora con carácter regional, involucrando
a casi todos los municipios de la región[8]. El expediente técnico de este
Festival sirvió además para que el gobierno de Michoacán amarrara con el
gobierno y la sociedad civil canadiense el proyecto de Bosque Modelo para el
Oriente michoacano. El profesor Leonel Martínez Maya, presidente municipal de
Angangueo nos dio todas las facilidades para lograrlo.
De
esa época data nuestro apoyo a la restauración del Teatro Morelos de Maravatío,
joya arquitectónica del siglo XIX, donde cantó Ángela Peralta el 10 de enero de
1879. Siendo presidente municipal de Tuxpan, Martínez Nateras convenció a
Salinas de Gortari para que se reconstruyera el teatro, que se encontraba
prácticamente en ruinas luego de un incendio en los años 70 del siglo
pasado[9]. Dona Carmen López de Miranda era el alma del proyecto e hizo gala de
una extraordinaria persistencia para lograr que la obra concluyera. Arturo nos
pidió a Mario y a mí que le ayudáramos a organizar la reinauguración del
Teatro. Entre todos logramos que Tania Libertad aceptará participar en la
ceremonia. Fue el encanto de la noche, sobre todo cuando poniendo a prueba la
acústica del recinto cantó a capela “Alfonsina y el Mar”, obra del maestro
sudamericano Ariel Ramírez compuesta en honor de la genial poetisa argentina
Alfonsina Storni[10]. Con las utilidades, Carmelita compro un hermoso piano
negro de cola.
Junto
con la restauración se trabajó la historia del Teatro, a cargo de las
investigadoras María Concepción Castro Gómez y Silvia Mercedes Hernández Mejía
con el apoyo del profesor Joaquín Ávila Mercado, quien hizo el acopio del
acervo bibliográfico y oral. La obra ya concluida tenía varios años sin
publicarse.
El
ingeniero Carlos Rojas Gutiérrez, quien no pudo estar en la reinauguración del
Teatro, se comprometió con Carmelita a conocer el Teatro en febrero o marzo de
1996. Mario y yo nos dimos a la tarea de preparar una edición prima del
documento, para que Carmelita se lo entregara al ingeniero Rojas y lo
convenciera de financiar su publicación.
Trabajamos
a marchas forzadas durante 24 horas seguidas para formatear el texto, escanear
e insertar las imágenes e imprimir dos copias a color en opalina holandesa,
engargoladas con arrillo metálico. Fue una chinga. Aún así en cuanto
terminamos, por la madrugada, nos lanzamos a Maravatío para estar a tiempo en
el evento; llegamos casi derrapándonos, pero logramos el objetivo.
La
Sedesol, dándole respetuosamente su crédito al Gobierno de Michoacán, publico
la historia del Teatro Morelos en septiembre de 1996; fueron mil ejemplares de
una maravillosa y sencilla pero muy elegante edición, que demuestra que si se
quiere aunque sea con poco dinero se pueden hacer muy bien las cosas. Nuestras
amigas Sonia Arnedo y Lucero Aranda, realmente se pulieron y con ellas todo su
equipo. ¡Qué bello es compartir la vida con gente así![11]
Todavía
participamos juntos en el V Festival, pero ya para el VI, en 1997, nuestros
caminos se habían separado: Mario fue invitado por Evaristo Pérez Arreola como
su asesor en el Congreso de Coahuila y yo por el panista Virgilio Bucio Reta,
presidente municipal de Tuxpan, a ser secretario del Ayuntamiento. Aún así
Mario se las arreglaba para asistir de vez en cuando al Festival.
De
ahí me vine a trabajar con Ramón “Simón” Cárdenas en la delegación de la Sedesol
en Guerrero y ya sólo nos veíamos esporádicamente, cada fin de año, cuando
coincidíamos en México.
Volvimos
a tratarnos con mayor frecuencia durante los años 2001-2003, cuando estuve en
San Luis de Paz como subdelegado del INI en Guanajuato. Desayunábamos o
comíamos cada que Mario viajaba a México o iba de regreso a Saltillo. San Luis
de la Paz se hizo punto obligado de reposo para el viejo automóvil de Mario;
varias veces tuvo que llegar a repararlo ahí. Aprovechábamos para conversar
largamente y tomarnos unas chelas. Los apaches, los huachichiles, los kikapués,
los pames, los otomíes, los chichimecas y sus historias regionales eran
nuestros temas obligados; Mario siempre cargaba novedades, yo le seguía el
paso. La histórica ruta de la plata y la carretera 57 nos volvieron a hermanar.
Después
a trabajar con los mixtecos de León, los otomíes de Tierra Blanca y de la
cuenca del río de La Laja, los huachichiles de San Pablo y los de Misión de
Chichimecas y de contribuir a que éstos lograran el reconocimiento legal de sus
tierras y la confirmación de su comunidad indígena, me regrese a Guerrero.
Mario
siguió recorriendo la extensa altiplanicie norteña, identificando los lugares
de travesía y arribo de las mariposas Monarca y promoviendo la realización de
festividades para conmemorar su pasajera estancia. En diciembre del 2005, ya
seriamente afectado por la tuberculosis y envuelto en un creciente desaliento
thánico, fui en busca de los pasos perdidos a Ciudad Acuña, tierra natal de
Evaristo Pérez Arreola, y ahí en la Plaza Principal de la antigua “Congregación
Las Vacas”[12] me encontré un monumento conmemorativo del arribo de las
mariposas Monarca por aquellos lares. Seguramente, es fruto de los empeños de
Mario.
Con
similar encantamiento me hacia llegar las notas de los periódicos de Saltillo o
de otros lugares norteños, que daban cuenta del paso de las Monarcas.
El
Oriente de Michoacán fue una hipnótica fuente de inspiración para Mario. Como
le encantaba la micro historia, le siguió los pasos a la Condesa de Miravalle
por todos los pueblos donde aquella vivió y por los templos que construyo en la
región. También pudo rastrear los linderos de su hacienda en México, en las
actuales colonias Roma, Hipódromo, Condesa, Hipódromo-Condesa y parte de
Tacubaya, así como su residencia, la antigua casona de Tacubaya que albergó
durante muchos años la embajada de la Unión Soviética y ahora la de Rusia.
Creo
que no hay otro ensayo de micro historia michoacana, aparte del de San José de
Gracia, tan logrado como éste. Por supuesto que Mario era un gran admirador de
Don Luis González y González, el insigne micro historiador de El Colegio de
Michoacán, autor de “Pueblo en Vilo”, a quien aspiraba a emular desde su
perspectiva y formación esencialmente autodidacta. Es una lastima que este
excelente trabajo siga inédito.
La
obra narrativa de Mario está engalanada de un sinnúmero de cuentos y relatos de
personajes singulares de la épica local como el de “El Coronel” quien vivía en
la Sierra de Chincua, entre Angangueo y Senguio, así como de varios de sus
propios amigos: Samuel, Bertha, Verónica, Arturo, entre otros muchos. Por ahí
debe andar alguno sobre mí, que nunca se atrevió a mostrarme.
Por
los caminos del viento[13]
Nuestra
estancia en el Programa Nacional de Solidaridad y luego en la Secretaría de
Desarrollo Social, nos ayudo mucho para apoyar a los pueblos y comunidades de
mayor marginación social. Aparte de visitarlas para levantar su demanda social
e identificar las obras regionales que valía la pena promover, el contacto directo
con la gente nos permitía palpar su disposición y estado de ánimo para
comprometerse con su propio desarrollo.
Con
Mario recorrimos además del Oriente, La Costa y la Meseta Purhepecha de
Michoacán; la Costa Grande y la Sierra y el Filo Mayor de Guerrero; la Costa,
el Soconusco y la Sierra de Chiapas; el Istmo de Oaxaca y la Huasteca Potosina.
Mario conoció antes que yo el Noreste de Guanajuato, la región
chichimeca-otomí-huachichil, que es puerta de entrada a la Tierra Adentro.
A
los funcionarios locales les gustaba trabajar con nosotros, por el empeño que
poníamos en nuestra labor. Era común que empezáramos nuestros recorridos a las
siete de la mañana y los concluyéramos alrededor de las doce de la noche.
Después
de la renuncia de Arturo Martínez Nateras a la coordinación de los Programas de Desarrollo Regional, al
Pronasol, hacia finales de 1992. El resto del equipo nos quedamos bajo la
batuta de Armando “El Chito” Fierro. Pero, Mario y yo no estábamos a gusto, por
que de alguna manera se había frenado la integración de nuevos programas
regionales.
Todavía
participamos en la última Semana Nacional de Solidaridad, en septiembre-octubre
de 1993, la que se inauguro en Oxchuc, Chiapas, en pleno corazón del futuro
territorio zapatista, bajo la coordinación del antropólogo Jesús Rubiel. Mario
y yo recorríamos la zona supervisando la aplicación del Programa Regional de la
Costa-Sierra de Chiapas, cuando fue descubierto el primer campamento de los
ahora zapatistas, allá por marzo-abril de 1993.
Rubiel
murió tiempo después de aquella Semana Nacional de Solidaridad, en un suicidio,
que muchos lamentaban y otros cuestionaban. Jesús Rubiel era uno de los pilares
de Luis Donaldo Colosio. Su suicidio casi coincidió con el lanzamiento de la
candidatura de éste.
En
busca del cambio con rumbo y certidumbre.
En
enero de 1994, recién iniciada la campaña de Colosio, Mario Luis Fuentes nos
invito a integrarnos a la Subcoordinación de Participación Social en la
Coordinación General de Campaña de Colosio.
Ni
siquiera lo pensamos, de inmediato aceptamos y comunicamos nuestra decisión al
equipo de programas regionales. Armando “El Chito” Fierro nos quiso prevenir
respecto del doctor Ernesto Zedillo, diciéndonos que era alguien a quien no le
dolía el pellejo ajeno, pero no fue lo suficientemente explicito. Cuando
terminó la campaña entendimos a qué se refería.
En
la campaña nos hicimos cargo del Programa de Atención a Movimientos Sociales
Independientes, para lo cual el apoyo de Luis Donaldo fue decisivo. Logramos
abrirle contacto y relación con diversos movimientos y personalidades
independientes, de izquierda social, democráticas, no priístas.
Las
más de las veces realizábamos eventos de campaña sin candidato –es decir, sin
la presencia de Colosio– en los que lográbamos que diversas organizaciones y
líderes de izquierda, democráticos o sin partido expusieran libremente sus
puntos de vista e hicieran llegar sus planteamientos al candidato.
No
faltaban los prietitos en el arroz. Una vez mientras trabajábamos un encuentro
de Colosio con los integrantes del Consejo Supremo de Pueblos del Filo Mayor de
Guerrero, no falto quien intrigara ante el candidato, aconsejándole suspender
el evento, dizque porque era muy peligroso. La maniobra era demasiado burda.
Mario
ya estaba en Guerrero, cuando me pasaron copia de la tarjeta que le habían
hecho llegar a Colosio. Le llamé para inquirir cómo iban los preparativos del
encuentro e informarle del suceso y que ya había remitido una contratarjeta
informando que los compañeros del Filo Mayor no estaban de acuerdo con la
suspensión del acto y amenazaban con bloquear el paso del candidato en la
caseta de Paso Morelos sobre la Autopista del Sol; recomendábamos realizar ahí
mismo un saludo de paso, no mayor de quince minutos. Mario, encabronado, estuvo
totalmente de acuerdo con esta contraofensiva. Una hora después nos autorizaron
el evento.
–
¡Ese es el cabrón con quien me peleé ayer antes del acto con los del Filo
Mayor! Me dijo Mario señalando a alguien del Estado Mayor Presidencial.
–
Pinché Mario, le dije; es el General Domiro García Reyes, encargado de la
seguridad de Luis Donaldo. ¿Qué te hizo?
–
Pues ayer llego a Paso Morelos vestido de civil, en una camioneta blanca sin
logotipos y empezó a repartir gorras y banderines con emblemas del PRI. Me
acerqué a él y le reclame por lo que estaba haciendo. Le dije que nos había
costado mucho trabajo convencer a la gente de que aceptaran dialogar con Luis
Donaldo; que estaba echando a perder nuestro trabajo.
–
¿Y qué te dijo? Nada. Se me quedo viendo y cerró su camioneta. Ya no repartió
nada.
–
Bueno, ya ni modo; la verdad me dio mucho coraje. Me dijo.
Así
era Mario, irreverente y broncudo… cuando era necesario.
Luis
Donaldo llegó a tiempo y converso y almorzó cecina y frijoles negros con la
gente. Con su natural carisma, luego, luego se los echo a la bolsa. Hasta se
tomó unos tragos de mezcal serrano y exclamo: “con estos mezcalitos me voy a
echar un discurso bien chingón en Chilpancingo”. Mario y la gente estaban
felices; el encuentro se prolongo por más de 45 minutos. Así era Luis Donaldo.
En
otra ocasión, nos encargaron concertar un encuentro de Colosio con Dona
Carolina Escudero, la viuda del General Francisco J. Mújica, en su finca de
Patzcuaro y un acto conjunto de priístas y no priístas en Tuxpan, Michoacán.
Nos dividimos la chamba; yo me fui a Patzcuaro, él se adelanto a Tuxpan.
En
cuanto Doña Carolina, acepto recibir en su casa a Luis Donaldo, se lo confirme
a Colosio y le avise que me iba a Tuxpan a reforzar a Mario. Me lo agradeció y
estuvo de acuerdo.
Ya
en Tuxpan, Mario me informo que los priístas se negaban a hacer el acto
conjunto y que amenazaban con no permitir que Colosio se reunieran con las
otras gentes. Decidimos hacer un acto paralelo y recabar la anuencia del
candidato.
Cuando
le llamé, aquélla tarde del 16 de marzo de 1994, Luis Donaldo me informó que
todo mundo se había hecho el occiso y que nadie le había podido decir dónde
vivía la viuda del General Mújica, por lo que no pudo cumplir con el
compromiso. Le informe de la situación en Tuxpan y antes de que le preguntará
algo, me espeto: pues hagan otro acto ¿o qué tienen miedo?
–No
señor, pero queríamos su autorización.
–Adelante,
allá nos vemos mañana.
A
día siguiente la gente se puso de acuerdo para agruparse en la estatua del
insurgente Benedicto López para realizar el mitin, cuando Colosio entrara al
pueblo.
Todo
parecía cronométricamente preparado. Colosio bajo del auto en el puente de la
entrada a Tuxpan para caminar hacia la plaza principal, mientras los líderes
priístas lo rodeaban caminando a su lado. En tanto que, cien metros adelante la
gente se congregaba para recibirlo. El sitio se engalano de gladíolas y aves
del paraíso y unos hermosos carteles de fondo blanco desde donde Luis Donaldo
saluda con la mano izquierda alzada mientras lo ronda una mariposa Monarca.
Luis
Donaldo despegó el cartel de un poste y escribió en una esquina: “Esto lo
diseño Arturo, así quiero que hagan mi propaganda” y se lo mando a su jefe de
propaganda, no sin antes mostrárselo a Martínez Nateras. La imagen de aquél
cartel se ha preservado en la mayoría de las estatuas de Luis Donaldo[14].
En
cuanto Colosio nos vio se detuvo y para sorpresa de los priístas se metió entre
la gente e inicio el mitin. Aquéllos, desconcertados no acertaban si impedir o
no el acto. Intentaron cortar el sonido, pero rápidamente la gente restableció
el servicio.
En
nombre de todos, habló Samuel Soto López, líder social tuxpense. Con gran
ponderación y mucha claridad le pidió a Colosio ser candidato primordialmente de
los ciudadanos sin partido y no sólo del PRI. Colosio le escucho con atención e
hizo suya la petición. Era el mediodía del jueves 17 de marzo de 1994.
Minutos
después, durante el acto priísta en la Plaza Principal de Tuxpan, Colosio
refrendaría este compromiso, proclamándose candidato ciudadano y pidiéndole a
los priístas hacer suya esta preocupación de la gente. Después del discurso del
6 de marzo, Colosio daba en Tuxpan un nuevo giro a su campaña, anunciando el
acceso del poder ciudadano a la presidencia de la República.
Unos
días después, el 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurinas, recién concluido su
último mitin, Luis Donaldo Colosio Murrieta fue asesinado mediante un crimen de
estado que todo indica que nunca será esclarecido. Sus últimas palabras fueron
una proclama más rotunda que la pronunciada días antes en Tuxpan: “El poder
ciudadano a la presidencia de la República, para que gane México, para que
ganemos todos.”
En
cuanto nos enteramos del atentado, Mario y yo nos dirigimos a la Coordinación
General de Campaña. El edificio estaba casi vacío; alguien había ordenado que
todos se retiraran a sus casas. Los pocos que quedaban estaban más preocupados
por su futuro personal que por la agresión a Luis Donaldo. En los días
siguientes privaría el mismo ambiente. A quienes condenábamos el asesinato de
Colosio y demandábamos su esclarecimiento se nos empezó a ver como bichos
raros. Prevalecía aquello de que “muerto el rey, viva el rey”.
Se
nos mantuvo en la campaña, pero se percibía que nuestro trabajo no era
apreciado, como que ya no era necesario. Se notaba que a algunos incluso les
molestaba. Aún así continuamos bregando para que las preocupaciones y demandas
de la sociedad encontraran reflejo en los planteamientos del candidato. Pero ya
no era lo mismo.
Después
de lo comicios del 6 de julio de 1994 y del triunfo del doctor Zedillo, se dio
de baja a la inmensa mayoría de quienes participamos en la campaña. De la noche
a la mañana quedamos desempleados. Hasta entonces nos cayó el veinte de los que
había querido decirnos “El Chito” Fierro, sobre su coterráneo.
De
asesores parlamentarios
Jaime
“El Jimmy” Martínez Veloz nos invito a colaborar como sus asesores. Lo
conocíamos desde los años en que dirigía el Partido Comunista en Coahuila y
buscaba la rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila. Ya había sido líder
sindical, luego director de la Facultad de Arquitectura y Secretario General de
la UAC. Siempre había sido un estudiante prodigio y gozaba de buena fama
política e intelectual.
Ahora
había dejado de ser delegado especial de la Sedesol en Tijuana, para
desempeñarse como diputado plurinominal por el PRI.
El
Jimmy siempre fue muy inquieto y solidario, siempre comprometido con las causas
populares.
Como
integrante de la Comisión para la Concordia y la Pacificación en Chiapas (la
primera Cocopa) Jaime era el enlace más confiable de Marcos y del presidente de
la República. Cuando los otros integrantes de la Cocopa llegaban a la selva
lacandona, el Subcomandante Marcos le pedía a Jaime conversar en privado para
conocer sus puntos de vista sobre el acontecer nacional y el curso del proceso
de paz; de igual manera cuando regresaba a la Ciudad de México, el presidente
Zedillo le pedía lo mismo. Su papel, como la de todos los miembros de la
Cocopa, fue relevante en la construcción de los Acuerdos de San Andrés
Larraínzar y del proyecto de Ley sobre Derechos y Cultura Indígenas: pero no
aceptaron los cambios planteados por el Ejecutivo Federal a la propuesta
inicial de la Cocopa.
Hay
quienes afirman que el presidente de la República y su gabinete y ya estaban de
acuerdo con la iniciativa de ley negociada por la Cocopa con los zapatistas,
cuando los altos mandos del ejército manifestaron su rotunda oposición a la
misma. Quien sabe hasta qué punto sea cierta esta versión Lo comprobable es que
las posiciones de ambas partes se endurecieron tanto que la iniciativa ya no
alcanzo a entrar en el periodo ordinario de sesiones de fines de 1996. Luego se
vinieron los tiempos electorales del 97 y con ellos se alejo la posibilidad de
todo consenso.
En
la LVI Legislatura pudimos conocer, entre otros muchos, a Rodolfo “El Negro”
Elizondo, actual secretario federal de Turismo; a Max Tejeda, honorable panista
de Acapulco, que se negó a defender a Caballero Peraza, dirigente del PAN en
Guerrero –lo que los perredistas están diciendo en la Tribuna no es ni la mitad
de lo que ese señor ha hecho, argumentó–; a René Juárez Cisneros, quien estaba
haciendo un diplomado en relaciones y manejo político en San Lázaro; por
supuesto a nuestro querido amigo Serafín Nuñez Ramos, con quien nos une, además
de otras identidades, la nostalgia por los inviernos moscovitas; y a Zeferino
Torreblanca Galindo, actual gobernador de Guerrero, quien en aquel entonces
había jugado contra el PRI en Acapulco y le habían hecho trampa; esperaba la
segunda oportunidad, aunque dudaba que el PRD lo volviera a postular.
–Llévatela
tranquilo. El partido te necesita; no tiene mejor candidato. Le aconsejaba René
Arce, integrante también de la Comisión de Turismo de la Cámara de Diputados
del Congreso de la Unión.[15]
En
el equipo de Jaime, trabajamos la propuesta para la reorganización y
relanzamiento del Movimiento Territorial-Popular, que nunca pudo operarse por
la animadversión que los sectores del PRI le tenían al movimiento.
También
elaboramos la propuesta legislativa para una vejez digna, que ha servido de
base para muchos de los programas de atención a los adultos mayores en todo el
país. El Jimmy la repartía como pan caliente entre los legisladores federales y
locales e incluso les hacía ediciones personalizadas.
La
reforma del Estado, fue otro asunto relevante que ocupo nuestra atención. En
aquellos años la disputa central entre los legisladores y los partidos giraba
en torno al alcance de la reforma y en cuanto al ámbito idóneo para su
procesamiento. Los jefes de los partidos privilegiaban la reforma electoral y
se oponían a que los legisladores presentaran sus propias iniciativas de
reforma del estado y convocaran foros del Poder Legislativo al respecto.
Por
más que a los diputados de San Lázaro les gusto mucho la propuesta de reforma
del Estado del Jimmy e incluso mandaron a hacer cientos de fotocopias, al final
se impuso la partidocracia y la reforma del Estado se postergo. Como amenaza
suceder ahora.
Jaime
logró meter de última hora, en los documentos básicos de la XVII Asamblea
Nacional Ordinaria, un pronunciamiento muy avanzado sobre derechos y cultura
indígenas, que desgraciadamente ya ha sido eliminado de la Declaración de
Principios del PRI. Lo habíamos trabajado Mario y yo, con el apoyo y la
asesoría de Eusebio Loreto Julio, ahora dirigente del Consejo Mundial Indígena,
y de Araceli Poblete Cal y Mayor, teórica de las autonomías indígenas. El
planteamiento fue aprobado por unanimidad por los delegados a aquella Asamblea.
Los dirigentes indígenas del país estaban felices.
Sobre
esa base programática, apoyamos a Eusebio Loreto para integrar una asociación
política nacional indígena, la UNIR –Unión Nacional Indígena Revolucionaria–;
en dos semanas los compañeros reunieron en las principales regiones indígenas,
más de 15 000 firmas, rebasando las que nos pedía el IFE para el registro de la
APN. Mario redacto los estatutos y la declaración de principios. Pero a Eusebio
Loreto Julio le tembló el corazón y cedió a las presiones del profesor Enrique
Kú Herrera, Secretario de Asuntos Indígenas del PRI, para que no registrara la
asociación. Prevaleció su sentido de lealtad a su partido. Con Mario siempre
compartimos la opinión de que a fuerzas ni los zapatos entran…
Aunque
fue una etapa gratificante e innovadora, no duramos mucho tiempo en el equipo
de Jaime. El Distrito Federal es ya una entidad demasiado aprisionante y
preferíamos la provincia. Yo me fui a Michoacán y Guerrero, Mario prefirió irse
el Norte. La cabra siempre tira pa’l monte.
A
manera de epílogo.
Mientras
revisaba el segundo capitulo de estas notas, allá por el 6 de marzo de 2007, se
me ocurrió meterme a Internet para ver qué encontraba acerca de Mario. Abrí el
buscador de Google y tecleé su nombre: Mario Loya Sepúlveda; marqué: Páginas de
México y luego le di click al icono: Voy a tener suerte. El portal me remitió
inmediatamente a un artículo del Periódico Vanguardia, donde Mario escribía
regularmente desde que se fue −hace
diez años− a trabajar en
Coahuila, con nuestro inolvidable amigo Evaristo Pérez Arreola y la Unidad
Democrática de Coahuila.
De
inmediato me vino a la memoria el homenaje que le rendimos a Mario, con Irma y
sus hijas y los amigos que logramos reunirnos −aquélla tarde del domingo 9 de abril
del 2006− en la Casa de
Cultura Popular que Gilberto Rincón Gallardo y Silvia, su mujer, patrocinan
allá en el barrio de Romita, rincón de historia colonial arropado por las
colonias Roma y Doctores en el Distrito Federal.[16]
Las
palabras de Irma aquella tarde-noche retornaban a mi cerebro: “Mario era un ser
libre y yo aprendí a respetar su libertad. Así fuimos felices”. Irma hizo
aquella vez un retrato muy logrado de su vida con Mario y lo hizo con tanta
enjundia y tal fortaleza de espíritu, que a mí en lo particular me cimbró; los
conceptos de este artículo aunque distintos son muy similares. Es asombroso
como dos seres distantes por la distancia y el tiempo, se pueden hermanar en la
percepción de una misma persona. Aunque tampoco es raro, muchos coincidimos en
nuestras apreciaciones sobre Mario y este libro seguramente será evidencia de ello.
No
resistí la tentación de colocar en el epígrafe de estas remembranzas, el
siguiente párrafo, escrito por alguien que le tuvo mucho aprecio a Don Mario,
como ella respetuosamente le llama: “Con la figura de don Mario Loya Sepúlveda,
cuya muerte nos dejó una tristísima huella, no ocurre como con otras personas
recién fallecidas, a quienes se inventan virtudes que quién sabe si tuvieron en
vida, o se les exaltan sin ser absolutas. No. En don Mario Loya todo lo que se
pueda decir de él es positivo, porque así de positivo y buen hombre era.” Tiene
toda la razón.
Ha
sido tan grato el encuentro con este texto, que tampoco aguanté las ganas de
reproducirlo aquí. Vaya, pues:
El
juego de las Esferas: Adiós, don Mario[17]
Perpleja.
Así me sentí al conocer su muerte. Bien lo dice Federico Gamboa en su Santa:
‘Cuando la muerte se presenta, todo calla’. Así nos dejó su tempranísima
muerte, en silencio. Dolidos. Incompletos
Con
la figura de don Mario Loya Sepúlveda, cuya muerte nos dejó una tristísima
huella, no ocurre como con otras personas recién fallecidas, a quienes se
inventan virtudes que quién sabe si tuvieron en vida, o se les exaltan sin ser
absolutas. No. En don Mario Loya todo lo que se pueda decir de él es positivo,
porque así de positivo y buen hombre era.
Hasta
antes de su muerte se venía desempeñando como asesor de los diputados de la
Unidad Democrática de Coahuila en el Congreso del Estado, un cargo que cuadraba
perfectamente con su forma de ser y su actuación personal desde joven. Desde
ahí buscaba que las ideas se convirtieran en hechos para bien de la comunidad,
en la cual tenía puestas sus esperanzas.
Era
originario de Chihuahua, y siendo maestro de una escuela rural en Zacatecas, en
el año de 1968, cuando la rebelión estudiantil en México, pensó que sería más
útil yéndose al Distrito Federal a pelear por la causa. Pero lo platicaba sin
aires de trascendencia, que nunca tuvo. Para él aquello había sido una aventura
con un sentido que lo marcaría de por vida, sí, pero no hacía ostentación de
ello. Nosotros podemos encontrar que esa línea sí lo marcó para siempre: el
ideal de que todos sean iguales y tengan las mismas oportunidades. No por nada
formaba parte del círculo de amigos cercanos de Gilberto Rincón Gallardo.
Puso
lo mejor de sí mismo para que las cosas en nuestro país, en nuestro estado en
particular, al que llegó a radicar hará cosa de 2 ó 3 lustros, para fortuna de
tantos que lo conocimos. Creía en el cambio de la sociedad, un cambio basado en
la razón, en los argumentos, el diálogo, la inteligencia. Lo hacía sin
exhibicionismo de ningún tipo, desde la trinchera del Congreso de Coahuila,
pero sin aparecer nunca en primer plano. Sus amigos sabíamos cuándo participaba
en la elaboración de un texto, cuándo en las ideas centrales de una
declaración, jamás por lo que él dijera o hiciera, sino por la miga y el fondo
que llevaban el texto o la declaración.
Tenía
un pensamiento muy bien estructurado y era un hombre de una cultura envidiable.
Conversaba con soltura de cualquier tema, y sin querer, hacía sentir que no se
le daba alcance nunca. Siempre traía una novedad y un libro recién leído, lo
cual podíamos constatar en sus colaboraciones periodísticas, en donde
fundamentaba sus argumentos con lecturas y razones. Jamás pleitos. Con él había
discusión de ideas, debate de ideas bajo dos condiciones: el respeto y la
inteligencia. Así era don Mario.
Fue
un hombre sereno. También un hombre austero, sin exigencias materiales. Ninguna
estridencia tampoco. Todo lo valioso que llevaba lo traía en la cabeza y en el
corazón. Su generosidad era proverbial. Se le veía con libros para los amigos,
libros que antes lo habían atrapado a él y que deseaba compartir con los suyos,
tal y como lo hacía con sus propias ideas.
La
de la libertad era una de ellas. Viajar se constituía en una de sus grandes
pasiones. Platicaba entusiasmado sobre los lugares que iba descubriendo —se iba
a conocer los pueblos de Coahuila con ánimo de explorador—, siempre con mirada
de estreno y curiosidad de niño.
No
olvidaremos su marcado acento norteño, esos aires de Chihuahua que parecían
envolverlo siempre, que nunca perdió, ni su sonrisa, labios plegados un poco
hacia arriba que lo hacían ver como ese niño que llevaba dentro, los guiños al
soltar alguna broma…
Perpleja.
Así me sentí al conocer su muerte. Bien lo dice Federico Gamboa en su Santa:
“Cuando la muerte se presenta, todo calla”. Así nos dejó su tempranísima
muerte, en silencio. Dolidos. Incompletos. Se va un amigo muy querido, un
hombre sensible, generoso, que hizo numerosos amigos, y que con él se lleva una
parte de nosotros. Mucho de él se queda con nosotros. No se marcha sin dejarnos
parte de su esencia, del misterio que lo envolvía, del hombre que tiene fe, que
tiene esperanza y que tiene un motivo para vivir. Un hombre que creía
firmemente en un tipo de sociedad, más justa, más libre y que trabajó por ella.
Vivió
en la libertad. Murió en la libertad.
Adiós,
don Mario.
PD
El prólogo de Jesús Guisa y Azevedo al libro Toribio Esquivel Obregón, de
Genaro María González, recientemente comentado por don Mario, comienza con una
frase que retrata íntegramente a nuestro amigo: “Es ventura grande para los
mexicanos tener hombres de estudio, observadores fieles de nuestra realidad
política, apegados siempre a los hechos, con los pies en la tierra, la cual
apisonan con su lógica contundente para hacerla más transitable, vía de
comunicación, por tanto, y heredad común”.
Testimonio
a guisa de Posdata:
Mientras
redactaba estas remembranzas, José Luis “El Chelis” Alonso Vargas, maestro y
activo rescatista y preservador de la memoria histórica del movimiento armado
en México, me envió un fraternal correo electrónico donde reconoce la positiva
conducta de Mario y de muchos otros militantes comunistas y revolucionarios de
Chihuahua y del país, que a él seguramente le consta, respecto a la guerrilla
mexicana.
Proviniendo
de quien proviene es un invaluable testimonio de cómo éramos y seguimos siendo
quienes en México abrazamos los ideales del comunismo desde la más temprana
juventud, hayamos o no participado en la lucha armada. Son los mismos valores y
la misma generosidad que nos permite reconocernos y estimarnos más allá de la
distancia y el tiempo. Gracias Chelis.
Va
el E-mail, textual, tal cual:
“Lo
anticipo y comparto con otros amigos y mis familiares (mándenme sus comentarios
y precisiones).”
ESTIMADÍSIMO CARLOS:
ES VERDAD LO QUE DICES: “A quienes permanecimos en la lucha política legal, clandestina pero legal, no armada, nos preocupaba y angustiaba el destino de nuestros antiguos compañeros. Los medios, a pesar del control gubernamental, alcanzaban a dar cuenta de las vilezas de que les hacía objeto el gobierno. Promover la solidaridad con los presos y perseguidos políticos se convirtió en la tarea fundamental de las fuerzas políticas democráticas. Nos ocupábamos de su defensa y protección.
En Chihuahua, los comunistas y las fuerzas democráticas de la entidad, jugaron un papel sobresaliente en este sentido, sin importar que arriesgaban la propia vida o cuando menos la libertad. Mario estuvo siempre en la primera fila de quienes exigían la presentación pública de los detenidos y el respeto a su integridad física, de quienes demandaban su inmediata libertad.”
YO SUPE DE ÉL ESTANDO PRESO. LO SUPE POR HÉCTOR LUCERO. ÉL ESTUVO EN EL GRUPO DE MARIO, ANTES DE LAS ACCIONES DEL 15 DE ENERO DE 1972, EN CHIHUAHUA, CHIH. Y ME CONSTA QUE LOS COMPAÑEROS DEL GRUPO DE MARIO (FED) AYUDARON EN MUCHAS COSAS AL COMANDO GUERRILLERO DE LUCERO, RASCÓN, PIZARRO Y LOS DEMÁS, ANTES Y DESPUÉS DE CAER PRESOS.
UNA PRUEBA FEHACIENTE ES LA PUBLICACIÓN MIMEOGRAFIADA DE MIS ESCRITOS Y CANCIONES, EN ABRIL DE 1972. CON ELLO, POR SUPUESTO QUE SE EXPONÍAN A LA REPRESIÓN, CADA VEZ MÁS CRUEL Y DESCARADA. COMO TÚ DICES: ARRIESGABAN LA PROPIA VIDA O CUANDO MENOS LA LIBERTAD.
POR ESO, AQUÍ TE ENVÍO LA PRESENTACIÓN QUE MARIO Y SUS COMPAÑEROS (RAFAEL VELÁZQUEZ, ALFONSO SUÁREZ, RODOLFO GUTIÉRREZ, Y MIGUEL VARGAS) ESCRIBIERON PARA ESA PUBLICACIÓN, LA CUAL SIGO AGRADECIENDO HASTA EL INFINITO.
POR MARIO LOYA NO UN MINUTO DE SILENCIO, SINO ¡TODO UNA VIDA DE LUCHA!
PRESENTACIÓN:
Para el FRENTE ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO es motivo de gran satisfacción presentar hoy un documento de extraordinaria importancia que seguramente ocupará la atención de aquellos que en una u otra forma luchan por la transformación revolucionaria de la Sociedad Mexicana.
El carácter extraordinario del presente documento estriba en el hecho de tratarse de la exposición de un ideal y una línea política no solamente claros y coherentes sino que además están respaldados por una consecuente práctica revolucionaria por todos conocida.
Con esta publicación se terminan de derrumbar las gruesas mentiras propaladas por la burguesía gobernante y los oportunistas del PPS en el sentido de calificar a quienes protagonizaron las acciones del 15 de enero como “delincuentes comunes” o “elementos sin ideología definida”.
Los que integramos el FRENTE ESTUDIANTIL DEMOCRÁTICO no sólo no compartimos sino que aun discrepamos de algunas ideas fundamentales que aquí se exponen; sin embargo, nos mueve a realizar la presente publicación en primer lugar la solidaridad que nos merece un grupo revolucionario cuyas ideas, como antes lo dijimos, están avaladas por la práctica; y en segundo lugar, la consideración de que dichas ideas representan un valioso aporte en la discusión acerca de los caminos que en nuestro país conducirán al triunfo completo y definitivo de la revolución que se genera en la situación de hambre, explotación y opresión política que padece nuestro pueblo.
Chihuahua, Chih. Abril de 1972.
Profr. José Luis Alonso Vargas
Tels. 04455-28887732 Y 0155-56817619
E-mail: jlav_2003@yahoo.com.mx
[1] “Como es de su conocimiento, el pasado viernes en un trágico accidente falleció nuestro compañero de labores parlamentarias y amigo entrañable de todos nosotros, Don Mario Alberto Loya Sepúlveda, Secretario General del Comité Ejecutivo Estatal del Partido Unidad Democrática de Coahuila; asesor del Grupo Parlamentario “Ignacio Zaragoza” de este Partido, y (quien) desde 1996 ha colaborado en la 54, 55, 56 y en la presente 57 Legislatura Local. Un hombre congruente, honesto y capaz, abierto al diálogo, cuyas ideas han quedado plasmadas en el Diario de los Debates a través de múltiples documentos que presentó no solo a través de su Grupo Parlamentario, sino siempre dispuesto a colaborar con todas las comisiones y partidos en el Congreso.”.- Homenaje a Mario Alberto Loya Sepúlveda en la Octava Sesión del Primer Período Ordinario del Primer Año de Ejercicio Constitucional de la Quincuagésimo Séptima Legislatura al Congreso del Estado de Coahuila. Domingo 9 de abril de 2006. http://www.congresocoahuila.gob.mx/modulos/info2004/diarioLVII/eje2006/1po1/1po1a8.doc
[2] Parafraseo este subtitulo del ensayo inédito del mismo o parecido nombre que Mario escribió a fines de los 90’.
[3] En lo particular, la separación con Raúl Ramos Zavala, dirigente de la Juventud Comunista de México en Nuevo León, recién integrado a la Dirección Nacional, fue la que más nos dolió a Mario, a Arturo Martínez Nateras, a Celso Garza Guajardo –con quien compartía el mismo departamento en la Glorieta de la SCOP en la colonia Narvarte– y a mí. Nos dolían todos a quienes no pudimos convencer de nuestra opción, pero con Raúl estábamos realmente hermanados. Murió en un encuentro con la policía el 5 de febrero de 1972, en el Parque México, en el DF.
[4] Yo, por ejemplo, era de los pocos, sino es que el único integrante de la Dirección Nacional de la JCM, que iba a Atoyac y subía a la Sierra a atender a los clubes de la Juventud, que existían por allá; clubes que eran un importantísimo puntal para la lucha de Lucio. Todavía Octaviano Santiago Dionisio, que en aquel entonces estudiaba la secundaria, recuerda esos momentos. También los guerrilleros centroamericanos, en especial los guatemaltecos conocieron el apoyo solidario de muchos de nosotros, en particular el comandante Arnoldo “El Chino” Villagrán, jefe militar de las FAR, con quien colabore hasta bien entrados los años 90, cuando se pactó la paz en Guatemala. Nunca hablábamos de esto con Mario ni con nadie.
[5] Compartiendo previamente estas notas con José Luis “El Chelis” Alonso Vargas, comandante guerrillero preso en Chihuahua a principios de los 70’, me confirma el contenido de los dos párrafos anteriores: “Es verdad los que dices, Mario estuvo siempre en la primera fila de quienes exigían la presentación pública de los detenidos y el respeto a su integridad física, de quienes demandaban su inmediata libertad.”Yo supe de él estando preso. Lo supe por Héctor Lucero. Él estuvo en el grupo de Mario, antes de las acciones del 15 de enero de 1972, en Chihuahua, Chih. Y me consta que los compañeros del grupo de Mario (FED) ayudaron en muchas cosas al comando guerrillero de Lucero, Rascón, Pizarro y los demás, antes y después de caer presos. Una prueba fehaciente es la publicación mimeografiada de mis escritos y canciones, en abril de 1972. Con ello, por supuesto que se exponían a la represión, cada vez más cruel y descarada. Como tú dices: arriesgaban la propia vida o cuando menos la libertad. Por eso, aquí te envío la presentación que Mario y sus compañeros (Rafael Velázquez, Alfonso Suárez, Rodolfo Gutiérrez, y Miguel Vargas) escribieron para esa publicación, la cual sigo agradeciendo hasta el infinito. Por Mario Loya no un minuto de silencio, sino ¡todo una vida de lucha! La presentación se anexa al final de esta remembranza.
[6] Nombre de un corrido norteño, que interpretan los “Broncos de Reynosa” donde se pregonan acciones de guerrilleros chihuahuenses; Mario los identificaba bien. Era una de las más fuertes remembranzas de su tierra y de sus amigos involucrados en la guerrilla, a los que siempre quiso y admiro. Para ambos era símbolo de rebeldía, de ruptura con los cánones revolucionarios predominantes en la época. Lo oíamos con harta frecuencia cuando viajábamos por los caminos de México.
[7] Lema del Festival Cultural de la Mariposa Monarca, creado por Sonia Arnedo Kidd y Lucero Aranda Carvajal, de la Coordinación de Comunicación de la Sedesol, quienes siempre nos apoyaron con el diseño gráfico de cada Festival y consiguiéndonos las imprentas de mejor calidad y más baratas; hacían verdaderas maravillas. La Sedesol cedió oficialmente los derechos del lema para su utilización en el Festival. Sonia Arrendó no logró sobrevivir a su lucha contra la leucemia, enfermedad que nos la arranco en la étapa más fértil de su aporte a la vida. Vivio con arte, murio con dignidad.
[8] Los municipios participantes son por lo general: Angangueo, sede de origen del Festival, Aporo, Contepec, Epitacio Huerta, Hidalgo, Irimbo, Jungapeo, Maravatío, Ocampo, Senguio, Tlalpujahua, Tuxpan, Contepec y Zitácuaro.
[9] Arturo intervino ante el presidente de la República en atención a la solicitud del profesor Crescenciano Hernández, presidente municipal perredista de Maravatío y del Patronato Pro-Restauración del Teatro Morelos de Maravatío, que encabezaba Dona Carmelita.
[10] Me encanta la fuerza transgresora de sus versos cuando afirma: “Para decirte amor que te deseo, sin los rubores falsos del instinto, estuve atada como Prometeo pero una tarde me salí del cincho.”
[11] Mientras escribo estas líneas, repaso una y otra vez el único ejemplar que me queda de esta edición y no dejo de maravillarme con la exquisitez y la gala de talento artístico de que hicieron derroche nuestras amigas y amigos de la Sedesol. Realmente la relación fue tan fraterna, tan gratificante, tan comprometida que trabajaban con nosotros hasta la madrugada para sacar a tiempo la propaganda de los Festivales o de los eventos culturales que promovíamos. –Sólo por tratarse de ustedes. Nos advertían. La distancia y la muerte nos separan, pero el aprecio mutuo y el amor a la humanidad nos sigue hermanando. Sé que Carmelita López de Miranda, donde quiera que esté comparte este íntimo sentimiento.
[12] El nombre rememora los orígenes indígenas y seculares del lugar, asentado en el lado mexicano del Río Bravo y que fue escenario en 1907 de un enfrentamiento entre floresmagonistas y tropas federales. Del otro lado de la frontera, está la antigua población de San Felipe del Río, mítico lugar donde transcurren las aventuras del Llanero Solitario y su fiel amigo Toro. Ahora se le conoce como Del Río, Texas y es punto de arribo de las tres principales líneas férreas de los Estados Unidos.
[13] Paráfrasis de los caminos del Sur. Los nuestros fueron caminos del Sur, del Este, del Sureste, del Occidente y del Norte de México.
[14] Las estatuas son obra del escultor Heriberto Juárez. La primera de ellas, a iniciativa de Arturo, la colocamos en Tuxpan, Michoacán; después se colocaron otras en diversas partes del país. En Chilpancingo hay una, al final de la Avenida de los Insurgentes, por la salida a México. La propensión de Arturo de montar estatuas de Colosio por todo México, le valió que Mario escribiera un irónico cuento llamado “Las lagrimas de Colosio” o algo por el estilo. No se si Arturo ya lo conoce… ni si lo aguante. La foto había sido tomada el día que Luis Donaldo arranco formalmente su giras por el país.
[15] Mario y yo nos repartíamos la atención a las comisiones parlamentarias de que forma parte Jaime; a mí me tocaba la de Turismo, en razón de la cual asistía en representación de Jaime a la reunión mensual de diputados y senadores con la Secretaria del ramo, Doña Silvia Hernández.
[16] Irma, sus hijas y otros familiares de Mario, salieron desde temprana hora de Saltillo a México, con las cenizas de Mario, para estar con todos nosotros en el póstumo homenaje. Fue una hermosa tertulia con suaves remembranzas. Mario bien se lo merecía.
[17] http://noticias.vanguardia.com.mx/d_i_525958_t_El-juego-de-las-Esferas:-Adi%C3%B3s,-don-Mario.htm
Con el aprecio de siempre, recibe mis cordiales saludos.
A t e n t a m e n t e
Carlos Reyes Romero
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