Coplas
del payador perseguido/Atahualpa Yupanqui (1908-1992), seudónimo de Héctor Roberto Chavero Aramburo (parte de esta
versión la grabó Jorge Cafrune).
Con
su permiso viá dentrar
aunque
no soy convidao
pero
en mi pago un asao
no
es de naides y es todos
yo
via a cantar a mi modo
después
que haya churrasqueao.
No
tengo Dios pa pedir
cuartiada
en esta ocasión,
ni
puedo pedir perdón
si
entuavía no hei faltao;
veré
cuando haiga acabao;
pero
ésa es otra cuestión.
/
que
peco de atrevimiento
si
largo mi pensamiento
pal
rumbo que ya elegí,
pero
siempre he sido así;
galopiador
contra el viento.
/
Eso
lo llevo en la sangre
dende
mi tatarabuelo.
Gente
de pata en el suelo
fueron
mis antepasaos;
criollos
de cuatro provincias
y
con indios misturaos.
/
Mi
agüelo fue carretero,
mi
tata fue domador;
nunca
se buscó dotor
pues
se curaban con yuyos,
o
escuchando los murmuyos
de
un estilo de mi flor.
/
Como
buen rancho paisano
nunca
falto una encordada,
de
ésas que parecen nada
pero
que son sonadoras.
Según
el canto y la hora
quedaba
el alma sobada.
/
Mi
tata era sabedor
por
lo mucho que ha rodao.
Y
después que había cantao
destemplaba
cuarta y prima,
y
le echaba un poncho encima
"pa
que no hable demasiado..."
/
La
sangre tiene razones
que
hacen engordar las venas.
Pena
sobre pena y pena
hacen
que uno pegue el grito.
La
arena es un puñadito
pero
hay montañas de arena
/
No
sé si mi canto es lindo
o
si saldrá medio triste;
nunca
fui zorzal, ni existe
plumaje
más ordinario.
Yo
soy pájaro corsario
que
no conoce alpiste.
/
Vuelo
porque no me arrastro,
que
el arrastrarse es la ruina;
anido
en árbol de espina
lo
mesmo que en cordillera
sin
escuchar las zonceras
del
que vuela a lo gallina.
/
No
me arrimo así nomás
a
los jardines floridos.
Sin
querer vivo alvertido
pa'
no pisar el palito.
Hay
pájaros que solitos
se
entrampan por presumidos.
/
Aunque
mucho he traqueteao
no
me engrilla la prudencia.
Es
una falsa experiencia
vivir
temblándole a todo.
Cada
cual tiene su modo;
la
rebelión es mi cencia.
/
Pobre
naci y pobre vivo
por
eso soy delicao.
Estoy
con los de mi lao
cinchando
tuitos parejos
pa'
hacer nuevo lo que es viejo
y
verlo al mundo cambiao.
/
Yo
soy de los del montón,
no
soy flor de invernadero.
Soy
como el trébol campero,
crezco
sin hacer barullo.
Me
aprieto contra los yuyos
y
así lo aguanto al pampero.
/
Acostumbrao
a las sierras
yo
nunca me sé marear,
y
si me siento alabar
me
voy yendo despacito.
Pero
aquel que es compadrito
paga
pa' hacerse nombrar.
Si
me dicen señor,
agradezco
el homenaje;
mas,
soy gaucho entre el gauchaje
y
soy nadie entre los sabios.
Y
son pa' mi los agravios
que
le hagan al paisanaje.
La
vanidá es yuyo malo
que
envenena toda huerta.
Es
preciso estar alerta
manejando
el azadón,
pero
no falta el varón
que
la riega hasta en su puerta.
El
trabajo es cosa buena,
es
lo mejor da la vida;
pero
la vida es perdida
trabajando
en campo ajeno.
Unos
trabajan de trueno
y
es para otros la llovida.
Trabajé
en una cantera
de
piedritas de afilar.
Cuarenta
sabían pagar
por
cada piedra pulida,
y
era a seis pesos vendida
en
eso del negociar.
Apenas
el sol salía
ya
estaba a los martillazos,
y
entre dos a los abrazos
con
los tamaños piegrones,
y
por esos moldejones
las
manos hechas pedazos.
Otra
vez fui panadero
y
hachero en un quebrachal;
he
cargao bloques de sal
y
también he pelao cañas,
y
un puñado de otras hazañas
pa'
mi bien o pa' mi mal.
Buscando
de desasnarme
fui
pinche de escribanía;
la
letra chiquita hacía
pa'
no malgastar sellao,
y
era también apretao
el
sueldo que recibía.
Cansao
de tantas miserias
me
largué pal Tucumán.
Lapacho,
aliso, arrayán,
y
hacha con los algarrobos.
¡Por
dos cincuenta! Era robo
pa'
que uno tenga ese afán.
Sin
estar fijo en un lao
a
toda labor le hacía,
y
ansí sucedio que un día
que
andaba de benteveo
me
topé con un arreo
que
dende Salta venía.
Me
picó ganas de andar
y
apalabré al capataz,
y
ansí, de golpe nomás
el
hombre me preguntó:
¿Tiene
mula? Cómo no
le
dije . Y hambre, demás.
A
la semana de aquello
repechaba
cordilleras,
faldas,
cuestas y laderas
siempre
pal lao del poniente,
bebiendo
agua de vertiente
y
aguantando las soleras.
Tal
vez, alguien haya rodao
tanto
como rodé yo
pero
le juro, créamelo
que
vi tanta pobreza
que
yo pensé con tristeza
Dios
por aquí no paso
Se
nos despeñó una vaca
causa
de la cerrazón,
y
nos pilló la oración
cueriando
y haciendo asao;
dende
ese día, cuñao
se
me gastó mi facón.
Me
sacudí las escarchas
cuando
bajé de los Andes,
y
anduve en estancias grandes
cuidando
unos parejeros;
trompeta,
tapa y sombrero,
pero
pa' los peones, de ande.
La
peonada, al descampao,
el
patrón, en Güenos Aires.
Nosotros,
el cu...ello al aire
con
las carona mojadas,
y
la hacienda de invernada
más
relumbrosa que un fraile.
El
estanciero tenía
también
sus cañaverales,
y
en los tiempos otoñales
juntábamos
los andrajos,
y
nos íbamos p'abajo
dejando
los pedregales.
Allí
nos amontonaban
en
lote con otros criollos,
cada
cual buscaba un hoyo
ande
quinchar su guarida,
y
pasábamos la vida
rigoriaos
y sin apoyo.
Faltar,
no faltaba nada:
vino,
café y alpargatas.
Si
habré revoliao las patas
en
gatos y chacareras.
Recién
la cosa era fiera
al
dir a cobrar las latas.
¡Qué
vida más despareja!
Todo
es ruindad y patraña;
Pelar
caña es hazaña
del
que nació pal rigor.
Allá
había un solo dulzor
y
estaba adentro e' la caña.
Era
un consuelo pal pobre
andar
jediendo a vinacho.
Hombres
grandes y muchachos
como
malditos en vida,
esclavos
de la bebida
se
lo pasaban borrachos.
¡Tristes
domingos del surco
los
que yo he visto y vivido!
Desparramaos
y dormidos
en
la arena amanecían,
a
lo mejor soñarían
con
la muerte o el olvido...
Riojanos
y santiagüeños,
salteños
y tucumanos,
con
el machete en la mano
volteaban
cañas maduras,
pasando
sus amarguras
y
aguantando como hermanos.
¡Rancho
techao con maloja,
vivienda
del peleador!
En
medio de ese rigor
no
faltaba una vihuela,
con
que el pobre se consuela
cantando
coplas de amor.
Yo
también, que desde chango
unido
al canto crecí,
más
de un barato pedí
y
pa' los peones cantaba.
¡Lo
que a ellos les pasaba
también
me pasaba a mí!
Cuando
yo aprendí a cantar
armaba
con pocos rollos.
Y
en la orilla de un arroyo
bajo
las ramas de un sauce,
crecí
mirando en el cauce
mis
sueños de pobre criollo.
Cuando
sentí una alegría;
cuando
el dolor me golpeó;
cuando
una duda mordió
mi
corazón de paisano,
desde
el fondo de los llanos
vino
un canto y me curó...
En
esos tiempos pasaban
cosas
que ya no pasan.
Cada
cual tenía un cantar
o
copla de anochecida.
Formas
de curar la herida
que
sangra en el trajinar.
Algunos
cantaban bien.
Otros,
pobres, más o menos...
Mas
no eran cantos ajenos,
aunque
marca no tenían.
Y
todos se entretenían
guitarreando
hasta el desvelo.
Por
áhi se allegaba un máistro,
de
esos puebleros letraos;
juntaba
tropa y versiaos
que
iban después a un libraco,
y
el hombre forraba el saco
con
lo que otros han pensao.
Los
peones formaban versos
con
sus antiguos dolores.
Después
vienen los señores
con
un cuaderno en la mano,
copian
el canto paisano
y
presumen de escritores.
El
criollo cuida su flete,
su
guitarra y su mujer;
siente
que enfrenta un deber
cada
vez que da la mano;
y
aunque pa' todo es baquiano
sólo
el canto ha de perder.
¡Coplas
que lo acompañaron
en
las quebradas desiertas,
aromas
de flores muertas
y
de patriadas vividas,
fueron
la luz encendida
para
sus noches despiertas!...
Se
aflige si se le pierde
un
bozal, un maneador,
pero
no siente furor
si
al escucharle una trova,
viene
un pueblero y le roba
su
mejor canto de amor.
De
seguro, si uno piensa,
le
halla el nudo a la madeja,
porque
la copla más vieja,
como
la ráiz de la vida,
tiene
el alma por guarida,
que
es ande anidan las quejas.
Por
eso el hombre al cantar
con
emoción verdadera,
echa
su pena p' ajuera
pa
que la lleven los vientos,
y
ansí, siquiera un momento
se
alivia su embichadera.
No
es que no ame a su trova
ni
que desprecie su canto.
Es
como cuando un quebranto
en
la noche de los llanos
hace
aflojar al paisano
y
el viento le lleva el llanto.
En
asuntos del cantar,
la
vida nos va enseñando
que
sólo se va volando
la
copla que es livianita.
Siempre
caza palomitas
cualquiera
que anda cazando...
Pero
si el canto es protesta
contra
la ley del patrón,
se
arrastra de peón a peón
en
un profundo murmullo,
y
marcha al ras de los yuyos
como
chasque en un malón.
Se
pueden perder mil trovas
ande
se canten quereres,
versos
de dichas, placeres,
carreras
y diversiones;
suspiros
de corazones
y
líricos padeceres.
Pero
si la copla cuenta
del
paisanaje la historia,
ande
el peón vueltea la noria
de
las miserias sufridas,
ésa,
se queda prendida
como
abrojo en la memoria
Lo
que nos hizo dichosos
tal
vez se pueda olvidar;
los
años en su pasar
mudarán
los pensamientos.
Pero
angustias y tormentos
son
marcas que han de durar...
Estas
cosas que yo pienso
no
salen por ocurrencia.
Para
formar mi esperencia
yo
masco antes de tragar.
Ha
sido largo el rodar
de
ande saqué la alvertencia.
Si
uno pulsa la guitarra
pa
cantar coplas de amor,
de
potros, de domador,
del
cielo y las estrellas,
dicen
: ¡Qué cosa más bella!
¡Si
canta que es un primor!
Pero
si uno, como Fierro,
por
áhi se larga opinando,
el
pobre se va acercando
con
las orejas alertas,
y
el rico vicha la puerta
y
se aleja reculando.
Debe
trazar bien su melga
quien
se tenga por cantor,
porque
sólo el impostor
se
acomoda en toda huella.
Que
elija una sola estrella
quien
quiera ser sembrador...
En
el trance de elegir
que
mire el hombre p' adentro,
ande
se hacen los encuentros
de
pensares y sentires.
Después...
que tire ande tire,
con
la concencia por centro.
Hay
diferentes montones,
unos
grandes, y otros chicos.
Si
va pal montón del rico
el
pobre que piensa poco,
detrás
de los equivocos
se
vienen los perjudicos.
Yo
vengo de muy abajo,
y
muy arriba no estoy.
Al
pobre mi canto doy
y
así lo paso contento,
porque
estoy en mi elemento
y
áhi valgo por lo que soy.
Si
alguna vuelta he cantao
ante
panzudos patrones,
he
picaneao las razones
profundas
del pobrerío.
Yo
no traiciono a los míos
por
palmas ni patacones.
Aunque
canto en todo rumbo
tengo
un rumbo preferido.
Siempre
canté estremecido
las
penas del paisanaje,
la
explotación y el ultraje
de
mis hermanos queridos.
Pa
que cambiaran las cosas
busqué
rumbo y me perdí;
al
tiempo, cuenta me di
y
agarré por buen camino.
¡Antes
que nada, argentino;
y
a mi bandera seguí...!
Yo
soy del norte y del sur,
del
llano y del litoral;
y
naide lo tome a mal
si
hay mil gramos en el kilo.
Ande
quiera estoy tranquilo
pero
ensillao, soy bagual.
El
cantor debe ser libre
pa
desarrollar su cencia.
Sin
buscar la convenencia
ni
alistarse con padrinos.
De
esos oscuros caminos
yo
ya tengo la experiencia.
Yo
canto, por ser antiguos
cantos
que ya son eternos;
y
hasta parecen modernos
por
lo que en ellos vichamos.
Con
el canto nos tapamos
para
entibiar los inviernos...
Y
no canto a los tiranos
ni
por orden del patrón.
El
pillo y el trapalón
que
se arreglen por su lado
con
payadores comprados
y
cantores de salón.
Por
la fuerza de mi canto
conozco
celda y penal.
Con
fiereza sin igual
más
de una vez fui golpiao,
y
al calabozo tirao
como
tarro al basural.
Se
puede matar a un hombre.
Pueden
su rostro manchar,
su
guitarra chamuscar.
¡Pero
el ideal de la vida,
esa
es leñita prendida
que
naide ha de apagar!
Los
malos se van alzando
todo
lo que hallan por áhi;
como
granitos de máiz
siembran
los peores ejemplos,
y
se viene bajo el templo
de
la decencia del páis.
Detrás
del ruido del oro
van
los maulas como hacienda;
no
hay flojo que no se venda
por
una sucia moneda;
mas,
siempre en mi tierra queda
gauchaje
que la defienda.
Cantor
que cante a los pobres
ni
muerto se ha de callar.
Pues
ande vaya a parar
el
canto de ese cristiano,
no
ha de faltar el paisano
que
lo haga resucitar.
El
estanciero presume
de
gauchismo y arrogancia.
El
cree que es extravagancia
que
su peón viva mejor.
Mas,
no sabe ese señor
que
por su peón tiene estancia.
Aquel
que tenga sus reales
hace
muy bien en cuidarlos;
pero
si quiere aumentarlos
que
a la ley no se haga el sordo.
Que
en todo puchero gordo
los
choclos se vuelven marlos.
Una
vuelta, sin trabajo,
andaba
por Tucumán,
y
en una fonda, ande van
cantores
de madrugada,
me
acerqué pa la payada
que
siempre ha sido mi afán.
Aunque
extrañando la monta
me
le apilé a un instrumento.
Y
al cabo de algún momento
le
di puerta a una baguala,
con
una coplita rala
de
esas que llevan los vientos.
Tal
vez fuera la guitarra.
¡Tan
lindo como sonaba !
Mi
corazón remontaba
tristezas
de los caminos,
y
lo maldije al destino
que
tantas penas me daba.
Un
hombre se me acercó
y
me dijo: ¿Qué hace acá?
Viaje
pa la gran ciudad
que
allá lo van a entender ;
áhi
tendrá fama, placer
y
plata pa regalar.
¡Para
qué lo habré escuchao!
¡Si
era la voz del mandinga !
Buenos
Aires, ciudá gringa,
me
tuvo muy apretao.
Tuitos
se me hacían a un lao
como
cu ... erpo a la jeringa.
Y
eso que no vine pobre
pues
traiba alpargatas nuevas.
Las
viejas ... pa cuando llueva
en
la alforja las metí;
un
pantalón color gris
y
un saco tirando a leva.
Saltando
de radio en radio
anduve,
figuresé.
Cuatro
meses me pasé
en
partidas malogradas;
naide
aseguraba nada,
y
sin plata me quedé.
Vendí
mis lindas alforjas.
Mi
guitarra, ¡la vendi !
En
mi pobreza, ay de mí,
me
hubiera gustao guardarla.
¡Tanto
me ha costao comprarla
Pero,
en fin ... todo perdí !
¡Vihuela,
dónde andarás,
qué
manos te están tocando.
Noches
enteras pensando
siquiera
como consuelo,
que
sea un canto de este suelo
lo
que te están arrancando...!
Cuando
el máiz está en barbecho
luce
un color brillantón;
las
hebras, como un nailón
presumen
con sus lindezas.
Pero
agachan la cabeza
si
las agarra el carbón.
Igual
me pasaba a mí
en
aquellos tiempos idos;
joven,
fuerte, presumido,
y
cuando se acabó el queso,
volví
en un triste regreso
poblada
l' alma de olvidos.
Cosas
de la juventud...
¡Malhaya,
dónde andarás...!
Aura
que estoy bataraz
de
tanto cambiar el pelo,
recuerdo
aquellos develos
pero
no miro p'atras.
Me
volví pal Tucumán
nuevamente
a padecer.
Y
en eso de andar y ver
se
pasarón muchos años
entre
penas, desengaños,
esperanzas
y placer.
Mas,
no jué tiempo perdido,
asegún
lo ví después.
Porque
supe bien como es
la
vida de los paisanos.
De
todos me sentí hermano,
del
derecho y del revés.
Siempre
recuerdo los tiempos
en
que guapiando pasé,
los
cerros que atravesé
buscando
lo que no hallaba,
y
hasta a veces me quedaba
por
esos campos de a pie.
La
vida me fue enseñando
lo
que vale una guitarra ;
por
ella anduve en las farras
tal
vez hecho un estropicio,
y
casi me agarra el vicio
con
sus invisibles garras.
Menos
mal que llevo adentro
lo
que la tierra me dio.
Patria,
raza o que sé yo,
pero
que me iba salvando,
y
así, seguí caminando
por
los caminos de Dios.
La
cosa estaba en pensar
que
al pulsar un instrumento,
hay
que dar con sentimiento
toda
la fuerza campera.
Pero
nadie larga afuera
si
no tiene adentro...
La
guitarra es palo hueco,
y
pa tocar algo bueno,
el
hombre debe estar lleno
de
claridades internas.
¡Pa
sembrar coplas eternas
la
vida es un buen terreno... !
Si
el rezar brinda consuelos
al
que consuelo precisa,
igual
que cristiano en misa
o
matrero en medio 'el monte,
yo
rezo en los horizontes
cuando
la tarde agoniza.
Queda
callada la pampa
cuando
se ausenta la luz.
El
chajá y el avestruz
van
buscando la espesura,
y
se agranda en la llanura
la
soledad del ombú.
Entonces,
igual que un poncho
a
uno lo envuelve la tierra.
Desde
el llano hasta la sierra
se
va una sombra extendiendo,
y
el alma va comprendiendo
las
cosas que el mundo encierra.
Ahí
está el justo momento
de
pensar en el destino.
Si
el hombre es un peregrino,
si
busca amor o querencia,
o
si cumple la sentencia
de
morir en los caminos.
En
el Norte vide cosas
que
ya nunca he de olvidar.
Yo
vide gauchos peliar
con
facones caroneros
o
con machetes cañeros
que
al verlos hacía temblar.
Rara
vez mata el paisano
porque
ese instinto no tiene;
al
duelo criollo se aviene
por
no recular ni un tranco.
Hace
saber que no es manco
y
en el peliar se entretiene.
No
hay serrano sanguinario
ni
coya conversador;
el
más capaz domador
jamás
cuenta sus hazañas,
y
no les tienta la caña
porque
el "tintillo" es mejor.
Cada
pago se aficiona
a
una forma de peliar,
y
aquel que quiera guapear
antes
tendrá que alvertir
que
para poder salir
hay
que aprender a adentrar.
Se
agarran a puñetazos
igual
que en cualquier parte;
pero
es una cencia aparte
usar
los modos del pago.
Ahí
se pone fiero el trago,
como
dijo don Narvarte.
Cordobés,
pa la pegrada.
Riojano,
pal rebencazo.
Chileno,
pal caballazo.
Salteño,
con daga en mano.
Y
es un rey el tucumano
pa
peliar a cabezazos.
Siempre
el criollo ha de peliar
de
noche y medio machao.
Es
una pena, cuñao,
que
a veces por una tuna
se
nublen noches de luna
y
cielitos estrellaos.
Una
canción sale fácil
cuando
uno quiere cantar.
Cuestión
de ver y pensar
sobre
las cosas del mundo.
Si
el río es ancho y profundo
cruza
quien sabe nadar.
Que
otros canten alegrías
si
es que alegres han vivido.
Que
yo también he sabido
dormirme
en esos engaños.
Pero
han sido más los años
de
porrazos recibidos.
Nadie
podrá señalarme
que
canto por amargao.
Si
he pasao lo que he pasao
quiero
servir de alvertencia.
El
rodar no será cencia
pero
tampoco es pecao.
Yo
he caminao por el mundo
he
cruzao tierras y mares,
sin
fronteras que me paren
y
en cualesquiera guarida,
yo
he cantao, tierra querida,
tus
dichas y tus pesares.
A
veces, caiban al canto
como
vacaje a la aguada
para
escuchar mis versadas
hombres
de todos los vientos,
trenzando
sus sentimientos
al
compás de mi encordada.
Pobre
de aquel que no sabe
del
canto las hermosuras.
La
vida, la más oscura,
la
que tiene más quebrantos,
hallará
siempre en el canto
consuelo
pa su tristura.
Dicen
que no tienen canto
los
ríos que son profundos.
Mas
yo aprendí en este mundo
que
el que tiene más hondura,
canta
mejor por ser hondo,
y
hace miel de su amargura.
Con
los tumbos del camino
se
entran a torcer las cargas.
Pero
es ley que en huella larga
deberán
acomodarse.
Y
aquel que llega a olvidarse
las
ha de pasar amargas.
Amigos
voy a dejarlos
está
mi parte cumplida
en
la forma preferida
de
una milonga pampeana
canté
de manera llana
ciertas
cosas de mi vida.
Aura
me voy no sé adónde,
pa
mí todo rumbo es güeno.
Los
campos, con ser ajenos
los
cruzo de un galopito.
Guarida
no necesito,
yo
sé dormir al sereno...
Siempre
hay alguna tapera
en
la falda de una sierra.
Y
mientras siga esta guerra
de
injusticias para mí,
yo
he de pensar desde allí
canciones
para mi tierra.
Y
aunque me quiten la vida
o
engrillen mi libertad.
¡
Y aunque chamusquen quizá
mi
guitarra en los fogones,
han
de vivir mis canciones
en
l'alma de los demás!
¡
No me nuembren, que es pecao,
y
no comenten mis trinos
Yo
me voy con mi destino
pal
lao donde el sol se pierde.
¡
Tal vez alguno se acuerde
que
aquí cantó un argentino!
Atahualpa
Yupanqui
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