Revisé
minuciosamente el número de mis amigos. Resultaron nueve. Para ellos este
poema.
Un
día como este, 22 de mayo, nació mi madre, Rita María Moreno Clemente.
Nació
chiapanequísima toda ella.
Viene
el halo astral, roza con su imán la nieve aérea
y
desciende al oscuro cóncavo,
al
venario mismo de la roca rita,
vértico
único en retos colosales al tiempo y al espacio.
Rostro
de sil y hielo, matriz de sil y lumbre,
reflejo
del gran horno y de su sombra blanca,
cuerpo
de sil y de silencio solo, madre del satélite,
vientre
amoroso y terrible del (la) génesis,
ahora,
bajo el soplo del sol padre,
que
camina por la red de la galaxia
con
sus millones de millones de millones de millones
de
candentes hormigas,
en
la hoguera de la sangre del cobre, de su dura hazaña compartida,
de
la aérea sangre de la aurora, vertida al ras del horizonte,
de
la sangre del agua fluyendo voluptuosa,
de
la sangre del día
y
de la noche cohabitando en su lecho de luceros,
de
la sangre del tiempo,
nueve
golpes de gubia fundadora,
de
en medio de esa suma, que es la hoguera,
está
surgiendo la otra sed, como milagro.
Se
ha abierto el vientre del mar
con
la fuerza ancestra del colosal trabajo.
Madre
Tierra. Roca rita.
Verbo
planetario.
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