Corrupción
multimillonaria en la Fundación Jenkins/ÁLVARO
DELGADO
Revista Proceso # 1965, 28 de junio de 2014
El
ente caritativo que cuenta con más fondos en México, la Fundación Mary Street
Jenkins, se halla en el centro de un escándalo de corrupción y presunto lavado
de dinero con implicaciones en las instituciones que patrocina, entre ellas la
Universidad de las Américas en el estado de Puebla. El motivo es un conflicto
entre los miembros del patronato de la fundación, la propia familia Jenkins,
que se encuentra enfrentada con el primogénito, quien a su vez acusa a su
madre, su padre y sus hermanos de enriquecerse ilegalmente a costa del
organismo de beneficencia.
Una
trama de corrupción, tráfico de influencias, compra de justicia y otras ilegalidades
sacude a la Fundación Mary Street Jenkins, la institución de caridad más rica
de México con casi 10 mil millones de pesos de patrimonio y patrocinadora de
una de las principales escuelas privadas del país: la Universidad de las
Américas.
Se
trata de una disputa de poder y de dinero entre los integrantes del patronato
de la fundación, la propia familia Jenkins: padre, madre y hermanos enfrentados
con el primogénito, quien los acusa de enriquecerse ilegalmente a costa de la
institución de beneficencia.
“Éste
ya no es sólo un asunto familiar, es un tema público”, advierte Guillermo
Jenkins de Landa, el primogénito de la familia, quien revela que un personaje
clave en el conflicto es el rector de la Universidad de las Américas (Udla), el
panista Luis Ernesto Derbez, canciller en el gobierno de Vicente Fox.
“Es
una persona que tiene mucha influencia sobre mi familia, los manipula
completamente”, afirma y asegura que Derbez ha cometido o solapado delitos que
la Procuraduría de Justicia de Puebla no investiga, porque –según él– ha
“comprado” a ésta mediante becas de la Udla a agentes policiacos.
Eso
mismo hizo la familia Jenkins –acusa– con el presidente de la Junta de
Instituciones de Beneficencia Privada de Puebla, Amado Llaguno Mayaudón, quien
avaló la reforma a los estatutos de la fundación: le obsequiaron una beca de la
Udla para su nieto.
Precisamente
ante la junta, que depende del gobernador panista Rafael Moreno Valle,
Guillermo Jenkins de Landa presentó, en diciembre, una denuncia para ser restituido
como patrono de la Fundación Jenkins y que sus padres, Guillermo Jenkins
Anstead y Elodia Sofía de Landa Irízar, sean removidos por actuar de manera
ilegal para beneficiarse de la fundación.
Y
pone un ejemplo: Sus padres crearon una empresa que recibió un préstamo de la
Fundación Jenkins para comprar un edificio en Paseo de la Reforma e
Insurgentes, en la Ciudad de México, que luego se lo vendieron a otra empresa
de la propia institución de beneficencia, con cuya operación ganaron ambos más
de 8 millones de dólares.
Esta
triangulación implicó el desvío de más de 14 millones 200 mil dólares del
patrimonio de la fundación, una conducta que Jenkins de Landa califica de
ilegal, igual que la multimillonaria “inversión” que sus padres y hermanos
tienen en un desarrollo inmobiliario en Los Cabos, Baja California Sur, en el
que están involucrados –además– otros parientes.
Afirma
que los socios del desarrollo en Los Cabos, Mariano Mariscal Barroso y Mariano
Mariscal Asúnsolo, son familiares de Jacqueline Asúnsolo, esposa de su hermano
Roberto Jenkins de Landa, “por lo que innecesariamente se sometería a la
fundación a potenciales conflictos de interés derivados de esa relación
personal”.
Roberto
Jenkins de Landa, quien junto con sus padres tramó la destitución del
primogénito, recibió también un préstamo de la fundación por 600 mil dólares,
en 2007, pero hasta la fecha no ha pagado nada.
No
sólo eso: La familia Jenkins usa los recursos de la fundación como si fueran
suyos y los despilfarra en la compra de obras de arte que acostumbra la madre,
en el uso del helicópteros y renta de lujosas oficinas en Santa Fe, pese a que
la sede está en Puebla.
Y
más aún: Los Jenkins “lavaron” dos millones de dólares de la Fundación Jenkins
para contratar a un despacho de abogados, con el fin de armar una estrategia de
expulsión de Guillermo Jenkins de Landa como patrono de esa institución, de la
Udla y de otras dos fundaciones.
Guillermo
Jenkins afirma en su demanda: “La única razón que existe para que, a través de
la violación de los derechos del suscrito se haya buscado su remoción como
patrono propietario de las fundaciones en las que tiene ese cargo, es la de
quitarlo como obstáculo para que puedan continuar con su agenda personal en las
operaciones de la fundación”.
Cosas
de familia
El
escándalo en la Fundación Jenkins se inició luego de que, en junio de 2013, el
patronato anunció que Guillermo Jenkins de Landa había sido expulsado, lo que
llamó la atención porque él era, desde 2002, secretario y llegó a ser tesorero,
pero también integraba las fundaciones de la Udla, del Colegio Americano y del
Club Deportivo Alpha, todas de Puebla.
Además
era presidente del consejo de administración de Reforma Bicentenario, la
empresa que compró con fondos de la fundación el edificio de Reforma e
Insurgentes, y de Proyecto Nuevo Siglo, compañía que tiene en Puebla un
edificio de oficinas, un hotel y un estacionamiento en Las Ánimas.
Dedicado
a los seguros, Jenkins de Landa prestaba inclusive sus oficinas de Las Lomas de
Chapultepec para que sesionara el patronato de la Fundación Jenkins, que
duplicó su patrimonio de 350 millones de dólares, en 2002, a 750 millones de
dólares hasta el año pasado.
Fundada
en 1953, es la institución de caridad más rica de México y lleva el nombre de
la viuda de William Jenkins, un controvertido estadunidense que hizo fortuna en
Puebla gracias a su trabajo, pero también a sus relaciones políticas y aun
criminales (Proceso 197).
Lo
que detonó el conflicto, que derivó en la remoción de Guillermo Jenkins de Landa
como patrono propietario y secretario de la fundación, ocurrió a principios de
2012: El patriarca de la familia planteó reformar los estatutos de la
institución, por él presidida, para que sus cinco hijos fueran incluidos como
“herencia” en él.
El
primogénito se opuso argumentando que no podía ser “herencia”, porque la
fundación no era propiedad de ellos ni de nadie, pero también porque sus cuatro
hermanos no cumplían con los requisitos de solvencia y carácter intachable.
“No
creo que varios de mis hermanos cumplan con eso”, le dijo a su padre, revela
Jenkins de Landa, en entrevista con el reportero, el lunes 9, en sus oficinas
de Las Lomas.
Jenkins
de Landa fue parte del equipo que, en 2000, venció en tribunales a Manuel
Espinosa Yglesias, quien pretendía también dejar a sus hijas en el patronato de
la fundación. “Con mi padre resultó peor”, afirma.
Pese
a la oposición de él y de las observaciones que también hizo Manuel Mestre
Martínez, el único miembro del patronato que no es de la familia, y luego
también de que su hermano Roberto sustrajo indebidamente el libro de actas, él
decidió finalmente avalar las reformas a los estatutos.
“Lo
que yo no quería era causar un problema familiar”, dice y confió en que la
Junta de Beneficencia Privada de Puebla no avalaría la reforma a los estatutos,
porque, por ejemplo, se decía que no podían ser patronos personas mayores de 80
años y su padre y Mestre rebasaban esa edad, y que no podía haber cónyuges,
pero sus padres lo eran.
“Yo
pensé que la junta iba a tener más seriedad, pero no la tuvo y avaló. Luego me
enteré que fue a cambio de una beca para el nieto del presidente”, asegura.
El
nuevo patronato se integró con Guillermo Jenkins Anstead, su esposa y sus hijos
Roberto, Juan Carlos, Margarita y María Elodia Jenkins de Landa, así como su
sobrino Juan Eustace Jenkins. Mestre fue ratificado.
Fue
su hermano Roberto quien le pidió la renuncia a todas las fundaciones y
empresas: “De acuerdo, sólo quiero que me releven de toda responsabilidad. Me
dijo que no. Y yo le dije: ‘Entonces impútenme una responsabilidad, si hay algo
que hice mal’. No tenemos nada que imputarte. ‘Entonces me relevan o me imputan
algo. Si ustedes cometen errores, el responsable voy a ser yo’”.
Luego
fue a ver a su padre para preguntarle por qué quería que saliera de los
consejos de las fundaciones y de las empresas, pero se encontró que también le
exigía salir de los consejeros consultivos de la Udla, del Colegio Americano y
de los clubes Alfa:
“–¿Y por qué?
“–No
sé.
“–Oye,
tú eres el presidente, cómo que no sabes.
“–No
sé, pero me tengo que ir con la mayoría.
“–¿Y
quién es la mayoría, caray?
“–Tú
mamá y tus hermanos.”
Dice
Jenkins de Landa: “En ese momento honestamente me di cuenta de que mi papá ya
no estaba en sus facultades. Yo todavía no sabía lo que se pretendía hacer
después”.
Lavado
de dinero
En
junio de 2012 su padre le suspendió a Jenkins de Landa sus honorarios de 110
mil pesos al mes, pero el embate se intensificó: Se enteró, fortuitamente, de
que sus padres contrataron por 2 millones de dólares un despacho de abogados
para expulsarlo de la empresa Reforma Bicentenario con cargo a la Fundación
Jenkins.
El
29 de mayo de 2013 recibió un correo electrónico, “seguramente por algún error
del remitente”, Roberto Illanes, de un contrato de prestación de servicios
profesionales del despacho Rincón, Mayorga, Román, Illanes, Soto, con un
calendario de pagos.
Uno
de éstos era por 450 mil dólares “a la exclusión de Guillermo Jenkins de Landa”
de Reforma Bicentenario, la empresa que él formó, en 2010, para comprar el
edificio de Reforma y del que es socio con sólo dos acciones.
“Soy
el único accionista persona física. Claro, soy mini-mini, pero soy”, explica y
afirma que la transferencia de los 2 millones de dólares de la Fundación Jenkins
a Reforma Bicentenario es lavado de dinero.
“Lavan
dinero como si fuera capital para comprar fierros y ladrillos. También los
tengo denunciados por la vía penal”, afirma Jenkins de Landa, quien en su queja
ante la Junta de Beneficencia detalla cómo es que sus padres ganaron más de 8
millones de dólares a costa de la fundación.
Y
es que el matrimonio Jenkins-De Landa y su hijo Roberto, en el desarrollo del
que los dos primeros son accionistas y el segundo administrador único,
obtuvieron una ganancia multimillonaria con la compra del edificio de Reforma e
Insurgentes, en el Distrito Federal.
Con
base en la documentación que Jenkins de Landa anexó a su denuncia, Desarrollo
FAM adquirió, el 26 de noviembre de 2010, el inmueble por un precio total de 20
millones 500 mil dólares más los impuestos aplicables y, el 15 de diciembre, se
lo vendió a Reforma Bicentenario en 34 millones 726 mil dólares.
“Esto
quiere decir que en sólo 20 días Desarrollo FAM obtuvo una ganancia por 14
millones 226 mil dólares a partir de una operación de compraventa de inmuebles
que presumiblemente adquirió con dinero que, en carácter de préstamo, recibió
de la Fundación Jenkins y como resultado de una venta a una empresa subsidiaria
de la propia fundación de la que originalmente obtuvo los recursos.”
Añade:
“Si a todo lo anterior sumamos que, por contratos por separado, Desarrollo FAM
le vendió el inmueble a Reforma Bicentenario los permisos y las licencias
relacionadas con el inmueble y construcciones arriba mencionados, podría resultar
que la utilidad injustificadamente obtenida por esta transacción fuera aún
mayor”.
En
la denuncia se acredita que, en 2011, los accionistas de Desarrollo FAM, el
matrimonio Jenkins-De Landa, obtuvieron un gran dividendo y recibieron, cada
uno, un cheque por 4 millones 217 mil 509 dólares, para un total de 8 millones
435 mil 18 dólares.
Cuando Guillermo Jenkins pidió a su padre y
madre que rindieran cuentas sobre esta operación en perjuicio de la fundación,
ellos se negaron.
“Me
contestaron que su única obligación para con la fundación Mary Street Jenkins
era la de pagar el préstamo que su empresa había obtenido de 28 millones 500
mil dólares y que el suscrito carecía por completo de facultades para
cuestionarlos respecto de las operaciones de una sociedad mercantil (es decir
Desarrollo FAM) con la que no tenía participación accionaria alguna.”
Insistió
en que se asegurara el pago del préstamo por los 28 millones 500 mil dólares y
que hubiera rendición de cuentas, pero sus padres lo rechazaron: “No solamente
no presentaron ninguna rendición de cuentas, sino que iniciaron su campaña para
sacarme a como diera lugar del patronato de la fundación y, así, poder disponer
a su antojo de su patrimonio”.
Inversiones
dudosas
En
su demanda, Jenkins de Landa pide a la junta que inicie procedimiento de
remoción inmediata de sus cargos de patronos de sus padres y su hermano
Roberto, pero además que ordene que le sean restituidos a la Fundación Jenkins
los 14 millones de dólares, más los intereses, de los que se dispusieron de
manera indebida.
En
caso de que se nieguen a devolver el dinero, exige, que se inicien las acciones
civiles y legales que correspondan. También pide que se declare ilegal la
inversión que hizo la fundación Jenkins en el proyecto Cabo Riviera Marina y
Resorts, en Los Cabos.
A
mediados de 2012, su hermano Roberto Jenkins de Landa propuso al patronato
invertir en Los Cabos a través de las empresas Desarrolladora La Ribera y
Grumar, pero él se opuso por la experiencia con Desarrollo FAM y por las
diferencias con otros proyectos de la fundación, como Proyectos Nuevo Siglo y
Reforma Bicentenario.
Por
ejemplo, la fundación no tendría el control absoluto de la sociedad y
convertiría la inversión en un auténtico capital especulativo contrario a los
fines de la fundación y a las leyes que la regulan. Más aún, estaba sujeto a
litigios de carácter agrario.
También
cuestionó la sociedad con Mariano Mariscal Barroso y Mariano Mariscal Asúnsolo,
parientes de su cuñada Jacqueline Asúnsolo de Jenkins.
Puntualiza:
“Por esa razón, el suscrito exigió que la fundación hiciera un análisis legal y
financiero profundo respecto de estos temas antes de embarcar a la fundación en
una aventura que parece ser totalmente descabellada, con el agravante de ser
totalmente innecesaria para el adecuado funcionamiento de la fundación”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario