Represalias
contra las agentes que denunciaron acoso/
JORGE
CARRASCO ARAIZAGA
Revista
Proceso # 1970, 2 de agosto de 2014
Empantanados
en la creación de la Gendarmería –cuerpo policiaco-militar prometido por el
presidente Enrique Peña Nieto–, funcionarios de la Comisión Nacional de
Seguridad (CNS) y mandos de la Policía Federal (PF) acusados de acoso sexual y
laboral hacia personal femenino de la corporación, arremetieron contra las
agentes que denunciaron en Proceso a esos dos organismos dependientes de la
Secretaría de Gobernación.
En
su número 1967, este semanario dio a conocer las condiciones a las cuales son
sometidas las policías federales, obligadas a acceder a las peticiones sexuales
de jefes de la corporación. Dos de las denunciantes, Griselda Montero y
Genoveva Ruiz, han sufrido las consecuencias de haber hecho públicos sus casos.
Maestra
en derecho constitucional, Montero fue relegada a un rincón de la Dirección
General de Formación y Profesionalización de la PF, dependiente de la
Coordinación del Sistema de Desarrollo Policial, institución en la cual era
instructora en el tema del papel de la policía en los juicios orales.
“Abrieron
un anexo, aventaron un montón de expedientes y ahí me dejaron, sin computadora
ni mesa, con la prohibición expresa de la directora del área, Mireya Moreno
Rodas, de dirigirle la palabra”, dice la abogada, quien también está
certificada por la embajada de Estados Unidos en México como agente de
seguridad para líderes.
“Después
de la publicación en Proceso quedé completamente separada, excluida, en un
archivo adonde no va nadie y donde arrumbaron los expedientes de los agentes
que han participado en cursos. Me dejaron como si fuera una silla”, dice
Montero, quien ha asesorado a sus compañeras en por lo menos una veintena de
casos en las diferentes divisiones de la PF.
A
Genoveva Ruiz, refiere Montero, no sólo le aumentaron el trabajo con comisión
tras comisión, sino que le quitaron los días de descanso con el argumento de
“las necesidades del servicio”; además se le levantó un acta administrativa,
como si ella fuera un mando medio de la PF.
Asegura
que el día en que empezó la circulación nacional del reportaje firmado por la
reportera Gloria Leticia Díaz, las integrantes del Agrupamiento Femenil de la
Coordinación de Restablecimiento del Orden Público fueron formadas por
instrucciones de la segunda comandante, Santa Isabel López Mellado, y se les
pidieron tarjetas informativas para desacreditar las expresiones de Ruiz.
La
consigna de la comandante del Agrupamiento Femenil, Epigmenia Esperanza Galicia
Carrillo, es la de lograr la renuncia de la denunciante, afirma Montero, quien
además ventiló los casos de acoso en la PF ante la relatora especial de la ONU
sobre Violencia contra la Mujer, Rashida Manjoo, durante una audiencia pública
en la Suprema Corte de Justicia de la Nación el pasado 10 de julio.
Amenazas
y renuncia
El
21 de julio, una semana después de la publicación, Montero recibió una llamada:
sin identificarse, una mujer le espetó que no le llamaba de la PF sino de la
CNS –encabezada por Monte Alejandro Rubido García–, de la cual depende la
corporación policial.
Sólo
le dijo que trabajaba para la doctora Nora Frías en la Comisión de Equidad de
Género de la CNS y si seguía haciendo públicas las denuncias no le pagarían
nada del sueldo retenido, algo que se ha traducido en pagos quincenales de 100
pesos o menos. La quincena del 15 al 31 de julio recibió 12 pesos.
Además
le exigió la entrega de las quejas de las policías que recurrieron a ella, ya
presentadas ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), la
Fiscalía Especializada para los Delitos de Violencia contra la Mujer y Trata de
Personas (Fevimtra) de la Procuraduría General de la República (PGR) y la
Unidad de Asuntos Internos de la PF.
Integrante
de la escolta del secretario de Educación, Emilio Chuayffet, fue retirada de
ese encargo con el compromiso del comisionado de la PF, Enrique Galindo
Ceballos, de mantenerle los ingresos con el mismo nivel jerárquico en la
corporación a partir del 1 de enero de este año. No fue así, asegura Montero,
quien dice que fue una represalia por apoyar las denuncias de sus compañeras,
hechas saber también al presidente Enrique Peña Nieto; al secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, y a Rubido García.
Afirma
que la Fevimtra inició averiguaciones previas y la CNDH pidió informes a la
PGR, “pero le ha faltado fuerza para investigar las denuncias”.
Montero
amplió su queja ante la CNDH a partir de lo ocurrido luego de la publicación en
Proceso.
La
abogada optó por renunciar: “No voy a seguir en una institución donde no van a
cambiar las cosas, donde se basan en el temor y desconocimiento de los
elementos”. Ya fuera de la corporación litigará contra la PF para lograr el
pago completo de su salario.
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