HAMAS,
ISRAEL: MIMETISMO/Jean
Meyer
En
lugar de mimetismo, estuve a punto de escribir mismo combate. Quiero decir que
los dos adversarios se imitan en forma recíproca y, de manera irracional y
terrible, suben a los extremos. Hace sesenta y seis años, más de 700 mil
palestinos fueron expulsados o/y huyeron del Estado israelí que estaba naciendo
en medio de la guerra, cuando lo atacaban todos los Estados árabes vecinos.
Cientos de miles de judíos tuvieron que abandonar, al mismo tiempo, sus hogares
de muchas generaciones en los países árabes e Irán. Las consecuencias del parto
doloroso no han terminado hasta la fecha, puesto que, en lugar de dos Estados
gemelos —Israel y Palestina—, sólo nació el primero.
La
disimetría de las situaciones respectivas vuelve el compromiso difícil. Israel
no puede perder una batalla sin perder la guerra y, muy posiblemente, la
existencia. Sus derrotas jamás amenazaron de muerte a los Estados árabes. Según
su ciega lógica militar, los israelíes han ampliado su espacio, controlando y
colonizando gran parte del territorio palestino. Existe claramente una
contradicción entre sus acciones militares y la meta final que sería la paz.
¿Quién cree en la posibilidad de la paz? Además del problema palestino, hay
guerra civil muy cruel en Siria y en Irak, que puede dinamitar a Líbano, y el
Estado Islámico de Irak y Levante, que acaba de proclamar el Califato y anuncia
su voluntad de formar un imperio panislámico, le da una nueva fuerza a la
amenaza de un terrorismo global.
La
organización Hamas que gobierna con mano de hierro al territorio de Gaza está
catalogada como terrorista y sus tiros indiscriminados de cohetes y misiles
sobre Israel, sin verdaderos objetivos militares, relevan efectivamente ese
terrorismo. Ahora bien, la contestación del gobierno israelí a la provocación
releva el mimetismo. Con recursos bélicos muy superiores, dicho gobierno imita
a Hamas, cuando sus bombardeos masivos matan a civiles de manera
indiscriminada. Al cierre de esta edición han muerto 60 israelíes y mil 700
palestinos, civiles en un 80%. Todo empezó con el asesinato criminal de tres
jóvenes israelíes, seguido por el espantoso asesinato de un joven palestino,
por unos israelíes criminales. Buen pretexto para los dos bandos, para que
Hamas dispare sus cohetes, para que el gobierno israelí bombardee Gaza.
Desde
1948 hasta la fecha, Israel actúa en función de una doctrina de seguridad cuya
eficacia militar, parcial pero incontestable, va en contra de la única meta
política razonable: la paz. Toda acción es reacción y la escalada de la
violencia se acompaña de la escalada del odio, visible en los dos crímenes
miméticos mencionados. Cada acontecimiento desde 1948, desde 1918, es decir
desde la destrucción del imperio otomano a consecuencia de la Primera Guerra
Mundial, es una contestación al acontecimiento anterior. Imposible decir
“borrón y cuenta nueva”, porque ahí están la memoria, el odio, el miedo y el
deseo de venganza. Esto provoca la subida a los extremos, anunciada por
Clausewitz. Existe una interpretación antropológica de la doctrina cristiana
del pecado original: el pecado original es la venganza, una venganza
interminable que empieza con el asesinato de un rival.
jean.meyer@cide.edu
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