3 ago 2014

HAMAS, ISRAEL: MIMETISMO/Jean Meyer

HAMAS, ISRAEL: MIMETISMO/Jean Meyer
 El Universal, 3 de agosto de 2'14
En lugar de mimetismo, estuve a punto de escribir mismo combate. Quiero decir que los dos adversarios se imitan en forma recíproca y, de manera irracional y terrible, suben a los extremos. Hace sesenta y seis años, más de 700 mil palestinos fueron expulsados o/y huyeron del Estado israelí que estaba naciendo en medio de la guerra, cuando lo atacaban todos los Estados árabes vecinos. Cientos de miles de judíos tuvieron que abandonar, al mismo tiempo, sus hogares de muchas generaciones en los países árabes e Irán. Las consecuencias del parto doloroso no han terminado hasta la fecha, puesto que, en lugar de dos Estados gemelos —Israel y Palestina—, sólo nació el primero.
 La Naqba, “la catástrofe” para los palestinos, no ha sido remediada. Desde la guerra de 1948, la violencia ha sido permanente, sea en la forma militar de batallas entre ejércitos —los de los países árabes—, sea en la forma guerrillera y terrorista. Israel, victorioso en las guerras clásicas de 1948, 1956, 1967 y 1973, se daba por fin última la paz, es decir su reconocimiento por los vecinos árabes. En 1956 evacuó los territorios ocupados, en 1967 no lo hizo. Algunos Estados árabes reconocieron Israel, otros no. Queda el problema de los palestinos: les falta un Estado, lo que implica por parte de Israel la restitución de todos los territorios ocupados.


La disimetría de las situaciones respectivas vuelve el compromiso difícil. Israel no puede perder una batalla sin perder la guerra y, muy posiblemente, la existencia. Sus derrotas jamás amenazaron de muerte a los Estados árabes. Según su ciega lógica militar, los israelíes han ampliado su espacio, controlando y colonizando gran parte del territorio palestino. Existe claramente una contradicción entre sus acciones militares y la meta final que sería la paz. ¿Quién cree en la posibilidad de la paz? Además del problema palestino, hay guerra civil muy cruel en Siria y en Irak, que puede dinamitar a Líbano, y el Estado Islámico de Irak y Levante, que acaba de proclamar el Califato y anuncia su voluntad de formar un imperio panislámico, le da una nueva fuerza a la amenaza de un terrorismo global.

La organización Hamas que gobierna con mano de hierro al territorio de Gaza está catalogada como terrorista y sus tiros indiscriminados de cohetes y misiles sobre Israel, sin verdaderos objetivos militares, relevan efectivamente ese terrorismo. Ahora bien, la contestación del gobierno israelí a la provocación releva el mimetismo. Con recursos bélicos muy superiores, dicho gobierno imita a Hamas, cuando sus bombardeos masivos matan a civiles de manera indiscriminada. Al cierre de esta edición han muerto 60 israelíes y mil 700 palestinos, civiles en un 80%. Todo empezó con el asesinato criminal de tres jóvenes israelíes, seguido por el espantoso asesinato de un joven palestino, por unos israelíes criminales. Buen pretexto para los dos bandos, para que Hamas dispare sus cohetes, para que el gobierno israelí bombardee Gaza.

Desde 1948 hasta la fecha, Israel actúa en función de una doctrina de seguridad cuya eficacia militar, parcial pero incontestable, va en contra de la única meta política razonable: la paz. Toda acción es reacción y la escalada de la violencia se acompaña de la escalada del odio, visible en los dos crímenes miméticos mencionados. Cada acontecimiento desde 1948, desde 1918, es decir desde la destrucción del imperio otomano a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, es una contestación al acontecimiento anterior. Imposible decir “borrón y cuenta nueva”, porque ahí están la memoria, el odio, el miedo y el deseo de venganza. Esto provoca la subida a los extremos, anunciada por Clausewitz. Existe una interpretación antropológica de la doctrina cristiana del pecado original: el pecado original es la venganza, una venganza interminable que empieza con el asesinato de un rival.


jean.meyer@cide.edu

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