EL
PORVENIR DEL CINE/Jean
Meyer
El Universal, 23 de noviembre de 2014
Mientras
los jóvenes directores mexicanos, ayudados por el Estado, triunfan en los
festivales alrededor del mundo, sus películas resultan invisibles en nuestras
salas comerciales, propiedad casi exclusiva de dos grandes compañías que dan
todo el espacio al peor cine comercial de Hollywood. Se nos dice que en México
hay otra alternativa, que 300 salas independientes o cineclubes ofrecen lo
mejor de la producción nacional, de las muestras internacionales y el cine
documental que jamás accede al circuito comercial. Peor es nada, pero no pasan
de tener entre 40 y 50 butacas en promedio y la mitad de las salas se encuentra
en la capital. “Somos una segunda opción para las películas después de su
lanzamiento en grandes cadenas”, dice una directora; en realidad, son la
primera y única opción
El
futuro del cine se está, quizá, anunciando en Canadá. En julio se publicó un
informe por el equivalente de nuestro Imcine, según el cual los gustos del
público canadiense han sufrido un cambio radical: solamente 7% de las películas
son vistas en las salas oscuras, contra 93% en casa. Además, las teleseries han
destronado al cine con 59% de preferencia contra 41% a favor de las películas.
El informe dice que las series han mejorado en calidad, son más numerosas y más
cortas. La meta perseguida era entender mejor los gustos del público para
ayudar a los medios audiovisuales canadienses: hay que saber que Teléfilm, la
SODEC y el Fondo de los Medios de Canadá ayudan mucho al cine nacional y a la
televisión de calidad.
Lo
importante, algo que posiblemente no tardará en ocurrir en México, es el cambio
completo en relación a las costumbres cinéfilas de ayer. Antes, ir al cine era
salir de la casa, un acontecimiento festivo y social, mientras que ahora la
gente prefiere quedarse en casa y “consumir las series en el nido doméstico,
una por una o en ráfaga”.
Las
series están rebasando a las películas, pero en ambos casos lo que busca la
gente es divertirse y descansar, algo que favorece a las producciones de
Hollywood; no gusta tanto el espectáculo de reflexión o de arte, “la película
llamada cerebral se vuelve, poco a poco, por desgracia, un producto de nicho”.
Pero las nuevas tecnologías permiten ver más películas y más series que hace
dos años y ver a unas y otras sigue siendo una de las primeras actividades del
ocio en Canadá.
La
industria fílmica goza de mejor salud en Québec que en el resto del país, en
parte por el apoyo de los institutos culturales del gobierno provincial (las
instancias federales apoyan también) y por la lealtad del público a sus
creadores, algo que tiene que ver con la identidad de Quebec. Pero tanto en
Quebec como en el resto de Canadá, la gente ve las películas en casa; sólo los
cinéfilos prefieren verlas en sala. Según las estadísticas, la mitad de la
gente va en promedio una vez al mes al cine y los otros cuatro o seis veces al
año, de preferencia para películas hollywoodenses grandes producciones con
efectos visuales y sonoros. El factor financiero está subrayado en el informe:
para una familia, ir al cine se ha vuelto más y más costoso, si uno toma en
cuenta el transporte, el estacionamiento, el consumo de bebidas, palomitas y
golosinas y… el boleto en la taquilla. Algo que pasa en México, donde el cine
ha dejado de ser la diversión popular por excelencia, con entradas baratas y
dos o tres películas con la famosa “permanencia voluntaria”.
El
cine mexicano debe tomar en cuenta ese cambio que amenaza al cine de calidad.
El informe aconseja: “En nuestra era de medios sociales y de información
instantánea, las producciones con pequeño presupuesto deben más que nunca
distinguirse, sea por su calidad, sea por su creatividad”.
Investigador
del CIDE.
jean.meyer@cide.edu
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