México;
por primera vez un Papa es recibido en Palacio Nacional
Francisco
entró a la sede de la presidencia de México. En el discurso a las autoridades y
a la sociedad civil dijo: «cada vez que buscamos el camino del privilegio o
beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la
vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el
narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso
el tráfico de personas, el secuestro y la muerte»
Vatican Insider, 13/02/2016/ANDREA
TORNIELLI
Cuando
Juan Pablo II llegó en enero de 1979, fue recibido como el señor Karol Wojtyla
por un país muy católico que vivía una fuere laicismo, en el que los obispos
estaban acostumbrados a vestir como civiles. Y en todas las visitas posteriores
(la última fue en 2002), a pesar de que se registró un notable cambio, el
Pontífice polaco nunca fue recibido como un jefe de Estado. Benedicto XVI en
2012 visitó otra zona del país, el estado de Guanajuato, sin pasar por la
capital federal. Ahora Francisco por primera vez entra al Palacio Nacional en
el centro de la Ciudad de México, en donde fue recibido por el presidente
Enrique Peña Nieto y su esposa, la actriz Angelica Rivera, que se casó en segundas
nupcias después de que ella hubiera obtenido la nulidad matrimonial de la
Iglesia, situación que todavía algunos critican.
Después
del encuentro privado y del intercambio de regalos (el Pontífice regaló al
presidente un mosaico de la Virgen de Guadalupe, realizado por el equipo del
Estudio del Mosaico Vaticano, que trató de reproducir lo más fielmente los
colores de la tila original conservada en la Basílica del Tepeyac), el Papa y
el Presidente de lo Estados Unidos Mexicanos bajaron al patio central del
Palacio Nacional, en donde les esperaban alrededor de mil personas, entre
autoridades políticas y representantes de la sociedad civil.
Bergoglio
se presentó como «misionero de misericordia y de paz, pero también como un hijo
que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar
por ella». En su discurso exaltó al pueblo mexicano, recordando que el país
tiene abundantes riquezas naturales y una biodiversidad muy rica. Además de
ser, debido a su ubicación geográfica, «referente de América», con sus culturas
autóctonas, mestizas y criollas que «le dan una identidad propia que le
posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente
valorar». « La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad —afirmó Bergoglio—
es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos».
El
Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, recordó que se trata la primera vez en
la historia que un Papa es recibido y reconocido con su investidura
oficialmente y afirmó en su discurso: «México quiere al Papa Francisco por su
sencillez, por su bondad, por su calidez. Papa Francisco, usted tiene un hogar
en el corazón de millones de mexicanos». El Pontífice, reafirmó Peña Nieto,
«viene a darnos un mensaje de aliento y esperanza», y reiteró que «las causas
del Papa son también las causas de México».
Francisco
después habló sobre los jóvenes, «principal riqueza de México», puesto que «un
poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar
y proyectar un futuro, un mañana». Una realidad que «nos lleva inevitablemente
a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir el México
que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras.
También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente
de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común,
este “bien común” que en este siglo XXI no goza buen mercado».
«La
experiencia —afirmó el Pontífice argentino— nos demuestra que cada vez que
buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del
bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno
fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas
diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la
muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo».
Y
después recordó los « grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido
que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del
individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas,
sociales y de mercado, y de todos de los hombres y mujeres que se comprometen
en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona».
Francisco
invitó a encontrar «nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes
capaces de guiarnos por la senda del
compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos
llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de ‘una política
auténticamente humana’ (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se
sienta víctima de la cultura del descarte».
A
los responsables de la vida social, cultural y política del país, «corresponde
de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de
ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos
en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso
efectivo de los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda
adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un
ambiente sano y de paz».
Y
esto, recordó Papa Francisco, «no es sólo un asunto de leyes que requieran de
actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación
de la responsabilidad personal de cada uno con pleno respeto del otro como
corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional». En este
esfuerzo, el gobierno mexicano, concluyó Francisco, «puede contar con la
colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y
que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la
edificación de la civilización del amor».
A
su llegada a México, ayer por la noche, el Papa fue recibido con gran afecto
por los mexicanos. El país que ahora visita tiene profundas contradicciones
que, de una u otra manera, caracterizan también al resto de América Latina. El
pueblo vive en un «estado de guerra» permanente, con violencia y secuestros de
personas. Según los datos de la Ong Human Rights Watch, las personas
desaparecidas son alrededor de 25 mil: entre ellas están los 43 estudiantes de
le Escuela Normal de Ayotzinapa, secuestrados el pasado septiembre de 2014. La
Iglesia también sufre la violencia en el país. El clero mexicano tiene un gran
número de mártires, y no solo del siglo pasado, en la época de la persecución
de los años veinte, sino también contemporáneos. Durante la última década han
sido asesinados 41 sacerdotes.
Según los datos del Centro Multimedia Católico,
en los últimos 25 años se han registrado 52 agresiones contra miembros de la
Iglesia católica: la mayor parte de los crímenes son perpetrados contra los
sacerdotes (78%), sacristanes (10%), seminaristas (8%), diáconos (2%) y
periodistas católicos (2%). Sin olvidar el asesinato del cardenal Juan Luis
Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, masacrado en el aeropuerto de su
ciudad en mayo de 1993.
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