La curia que no huele a oveja
La
figura sombría del cardenal Rivera esta mañana en el asiento trasero del
papamóvil retrata la incómoda relación entre Francisco y la inmovilista
jerarquía católica mexicana
PABLO DE LLANO, reportero.
El País, México 13 FEB 2016
El Papa acompañado de Norberto Rivera. Moises Castillo AP
PABLO DE LLANO, reportero.
El País, México 13 FEB 2016
El Papa acompañado de Norberto Rivera. Moises Castillo AP
Esta
mañana, la figura sombría del Arzobispo Primado de México Norberto Rivera en el
asiento de atrás del papamóvil era el retrato en movimiento de la incómoda
relación entre Francisco y la conservadora jerarquía mexicana; y muy
especialmente con el ala de Rivera, que en tiempos de Juan Pablo II fue
poderosísimo pero en los últimos diez años ha ido menguando, sobre todo por una
razón ominosa: la manera en que defendió, a capa y espada, al mexicano y
fundador de la multimillonaria congregación de los Legionarios de Cristo
Marcial Maciel Degollado, icono de la pederastia eclesial.
La
curia que no huele a oveja Norberto Rivera, el cardenal que no quiso escuchar a
las víctimas
“Norberto
fue un cachorro de Maciel. Cuando fue ungido cardenal hizo su fiesta en la casa
de la Legión de Cristo en Roma. Y aunque sigue manejando la arquidiócesis más
grande del mundo, ahora todos saben que es un mariscal de la derrota”, afirma
el antropólogo experto en religión Elio Masferrer.
Sobre
el cardenal Rivera pende la sospecha de haber encubierto a lóbregos curas como
Carlos López Valdés y Nicolás Aguilar, acusado de actos como convencer a un
niño de que si no le hacía sexo oral su madre podría morirse o violar a otro en
la rectoría mientras se escuchaba oficiar misa en el templo. Otros casos –estos
ajenos a la incumbencia de Rivera– son los del sacerdote Eduardo Córdova, que
se calcula que abusó al menos de 20 menores y está prófugo, y el de Gerardo
Silvestre, supuesto violador de niños indígenas. “México tiene a los pederastas
más crueles de la Iglesia”, ha dicho Alberto Athié, un exsacerdote de la propia
Arquidiócesis de México convertido en valeroso catalizador de denuncias de
víctimas, y que exige que el Vaticano entregue a los violadores a la justicia
civil.
l
encubrimiento de abusos a menores es el punto más negro en el debe de la
jerarquía mexicana, pero su crédito también se ha minado por su falta de
compromiso ante la violencia y la corrupción. Se espera que los discursos de
Francisco a lo largo de sus seis jornadas en México sean un martilleo constante
contra la corrupción como sistema de poder, lo que toca tanto a la Iglesia como
al Gobierno. Pero las admoniciones directas a la curia se habrán ventilado esta
mañana en la reunión a puerta cerrada que ha mantenido con los obispos en la
Catedral Metropolitana.
El
catolicismo en México ha bajado del 95% de la población hace tres décadas al
actual 83%, cifra que un estudio de la Universidad de Georgetown baja hasta un
69% en medio del auge del evangelismo, que en un Estado como Chiapas ya
aglutina casi tantos fieles como el catolicismo. México sigue siendo un bastión
para el Vaticano, pero le urge cambiar de política "si no quiere irse a
pique", dice Masferrer. Francisco le pedirá a sus obispos que dejen atrás
su mohosa actitud institucionalista y cerrada y busquen a la gente corriente.
"Si es consencuente con su discurso les pedirá que ya no huelan tanto a
gobernandores y a empresarios y que sean pastores", opina el periodista
Emiliano Ruiz Parra, autor de Ovejas negras (Océano, 2012), un libro sobre los
rebeldes de la iglesia mexicana del siglo XXI.
La
Iglesia mexicana y el poder
El
crédito de la curia mexicana también se ha minado por su falta de compromiso
ante la violencia y la corrupción
México
es un país laico en el que Dios no es el poder pero el poder es un Dios. Por
eso la jerarquía católica mexicana, aún habiéndole sido negada por el Estado su
personalidad jurídica hasta 1992, siempre se ha sabido acomodar a las cúpulas
de la política y el dinero. Y la mayoría del episcopado sigue encajada en ese
cómodo esquema, lo que saca chispas al rozar con la idea del papado actual de
acercar la Iglesia a la calle y a los debates de su tiempo. Así, la corte que
hace años abrazó el modelo regresivo del polaco Karol Wojtyla recibe con
inquietud al jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio.
“Lo
que está sobre la mesa es el proyecto pastoral de Bergoglio, que es totalmente
distinto del de una Iglesia mexicana que vive aún en el Concilio de Trento y no
deja crecer a los curas sensatos”, dice Masferrer. “No ha habido ningún signo
de apoyo público de la jerarquía mexicana a Francisco. Pareciera que es el
líder de otra Iglesia y no su superior”, señala Ruiz Parra, que subraya el significado
simbólico-político de la visita que hará el lunes el Papa en San Cristóbal de
las Casas (Chiapas) a la tumba de Samuel Ruiz, el obispo indigenista al que la
jerarquía consideró un demonio guerrillero. Bien aconsejado por los jesuitas
mexicanos, y con el excelente conocimiento de México de su mano derecha y
secretario de Estado vaticano Pietro Parolin, que trabajó en la nunciatura en
este país, Francisco ha diseñado con precisión un viaje de hitos que toca las
heridas sangrantes de México: Ecatepec (o la marginación de los suburbios de
aluvión), Chiapas (el olvido indígena), Michoacán (la ley de la selva del
narco) y Ciudad Juárez (símbolo feminicida de una nación que ama a una Virgen).
A lo largo de la visita lo acompañará Raúl Vera, el austero y alegre obispo que
enarbola la bandera de los excluidos.
La
jerarquía católica mexicana siempre se ha sabido acomodar a las cúpulas de la
política y el dinero
Muy
explícitamente, el Papa ha marcado cuál es su Iglesia. Qué Iglesia quiere en
México y cuáles deben ser sus prioridades. Pero como buen jesuita, “hombre de
gobierno y equilibrios”, define Ruiz Parra, no ha descuidado hacer guiños
también a la parte más conservadora. Desde la canonización de un niño católico
asesinado por los revolucionarios en la Guerra Cristera (1926-1929) hasta el
hecho de que la coordinación de la visita esté a cargo del vocero del
Episcopado, Eugenio Lira. Y tal vez la figura que sintetiza su mesurado
equilibrio sea el arzobispo de Morelia (Michoacán) Alberto Suárez Inda, al que el
propio Francisco nombró cardenal hace un año y que es de credenciales más bien
conservadoras.
"Yo
creo que no se debe plantear esto como una lucha entre progresista y
conservadores, sino entre sectores honestos y sectores encubridores de
pederastas", juzga Masferrer. Ruiz Parra añade otro matiz: "No pienso
que Francisco sea tanto un progresista como un hombre que restituye
equilibrios. No viene a golpear a los conservadores. Más bien, su mensaje sería
el de "aquí cabemos todos". Una muestra de que Francisco no quiere
cismas sino cierta confluencia es que en 2015 le otorgó la indulgencia plenaria
a los Legionarios de Cristo por su 75 aniversario. "Es un borrón y cuenta
nueva por los pecados que se confesaron", dijo un portavoz de la
congregación edificada por Maciel. También se podría interpretar como un
detalle pacificador el hecho de que el Vaticano haya eludido incluir en su
agenda encuentros particulares con grupos de víctimas de curas violadores.
"El Papa es muy hábil con las palabras y los gestos, pero los cambios de
fondo no llegan", ha dicho Athié al diario Reporte Índigo.
“No
ha habido ningún signo de apoyo público de la jerarquía mexicana a Francisco.
Pareciera que es el líder de otra Iglesia y no su superior”
EMILIANO
RUIZ PARRA, PERIODISTA
El
Papa tendrá que hacer esgrima fina para poner en su sitio a la jerarquía
católica mexicana sin soliviantarla y encauzarla hacia una conducción de la
Iglesia menos opulenta y más efectiva y funcional. Por lo de pronto, se sabe
que se volverá a Roma con un valioso regalo del cardenal Norberto Rivera, pues
este lo ha avanzado en público con satisfacción: Francisco, el Pontífice que
clama por los desposeidos, el que se contenta en la mesa con un trozo de pollo
con arroz, recibirá por parte del Arzobispo Primado una medalla conmemorativa
de plata [metida dentro de un estuche de plata].
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