Francisco reza a la «Morenita»,
Madre de «los desplazados y descartados»
- El Obispo de Roma permaneció alrededor de 28 minutos frente a la imagen.
El
primer Papa latinoamericano cumple finalmente su deseo de «dejarse mirar» por
la Virgen de Guadalupe, que dio origen a la identidad de los pueblos
latinoamericanos; «Todos somos necesarios, especialmente quienes no están a la
‘altura’»; «el santuario de Dios son nuestras familias que necesitan de los
mínimos necesarios para poder construirse y levantarse»
Foto de AFP
Papa
Francisco rezando a solas con la Virgen en la Basílica de Guadalupe
Vatican Insider, 13/02/2016
ANDREA
TORNIELLI
Largos
minutos de silencio y recogimiento. El Primer Papa latinoamericano de la
historia finalmente cumple su deseo de «dejarse mirar» por la Virgen de
Guadalupe. Papa Francisco había pedido, en un video-mensaje enviado a los
mexicanos antes de su viaje, que le dejaran la posibilidad de permanecer «a
solas» ante la imagen de la Reina de América. Y hoy, finalmente, como «peregrino
de paz y misericordia», pudo cumplirlo. Al finalizar la celebración
eucarística, tras escuchar el mensaje que le dirigió el cardenal Norberto
Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, y entregar y bendecir una corona,
ofrecida con una oración a la «Morenita», Francisco se retiró a la sacristía de
la Basílica para rezar a solas para rezar a la Virgen. Al inicio de este tan
deseado íntimo encuentro, al inclinarse a besar a una niña que le llevaba
flores, Francisco, tal vez debido al cansancio, perdió el equilibrio y se sentó
cayéndose en la silla que tenía a la espalda. El Obispo de Roma permaneció
alrededor de 28 minutos frente a la imagen.
«'¿Acaso
no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores,
tristezas.' ». Papa Francisco, el primero Obispo de Roma que nació en América
Latina, puede finalmente ver a los ojos, de cerca, a la Virgen de Guadalupe, la
imagen de la Virgen mestiza que dio origen a la identidad de los pueblos
latinoamericanos. O mejor, puede finalmente dejarse ver por ella. Francisco,
recibido por una enorme multitud de feligreses y peregrinos, llegó al Santuario
de la Virgen de Guadalupe para celebrar la Misa en esta segunda jornada de su
viaje apostólico a México.
El
Papa recorrió 16 kilómetros en el papamóvil abierto desde la nunciatura en
donde se aloja hasta el Santuario, que es el mayor santuario mariano del mundo,
visitado cada año por veinte millones de peregrinos. A lo largo del recorrido
cientos de miles de fieles lo saludaban por las calles. El Santuario surgió,
según la tradición, después de las apariciones de la Virgen, entre el 9 y el 12
de diciembre de 1531, al indígena Juan Diego, canonizado por Juan Pablo II en
2002. Papa Wojtyla visitó el Santuario en cuatro ocasiones: en 1979, en 1980,
en 1999 y justamente en 2002.
En
lo homilía de la Misa que celebró dentro de la enorme basílica mariana,
visitada cada año por millones de personas, Francisco habló sobre María, «la
mujer del 'Sí'» que visitó a su prima para ayudarla y que «también quiso
visitar los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio san
Juan Diego. Así como se movió por los caminos de Judea y Galilea, de la misma
manera caminó al Tepeyac, con sus ropas, usando su lengua, para servir a esta
gran Nación. Así como acompañó la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña
la gestación de esta bendita tierra mexicana». Demostrando que privilegia a
aquellos que como Juan Diego «sienten 'que no valían nada'».
En
un amanecer de 1531, recordó Francisco, cuando se produjo el primer milagro,
«Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de su Pueblo. En ese
amanecer Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los
sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que
no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se
acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos
que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos».
El
indígena vidente, que hoy es santo, «en repetidas ocasiones le dijo a la Virgen
-explicó Bergoglio- que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería
llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros ya que él no era ilustrado,
letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada
-con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre- le dice:
no, que él sería su embajador. Así logra despertar algo que él no sabía
expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de
ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y
culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente
aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la 'altura de las
circunstancias' o no 'aportar el capital necesario' para la construcción de las
mismas».
«El
santuario de Dios es la vida de sus hijos -añadió el Papa-, de todos y en todas
sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín
de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento,
olvidados en tantos rincones. El santuario de Dios son nuestras familias que
necesitan de los mínimos necesarios para poder construirse y levantarse».
El
Papa invitó a los que peregrinan a este santuario mexicano a estar en silencio,
a ver a la Virgen, «mucho y calmamente», para escuchar«una vez más que nos
vuelve a decir: '¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu
corazón?'. '¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?'».
María
«nos dice que tiene el 'honor' de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de
que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa
que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En
ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros
las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores».
«Sé
mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da
lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está
preso, perdona al que te lastimó, consuela al que esta triste, ten paciencia
con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios».
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