Tras
el ‘brexit’, ¿cuál será el papel de Alemania en la Unión Europea?/ Anna Sauerbrey es editora en las páginas de opinion del diario alemán Der Tagesspiegel y colaboradora.
The
New York Times, 11 de julio de 2016
Ya
sea que la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea resulte ser
un desastre o solo un bache para Europa en el camino hacia la unificación, hay
una consecuencia que ya es muy evidente y preocupante: el brexit afianzará el
papel de Alemania como líder de Europa, y nadie está conforme con esta
situación, ni siquiera la misma Alemania.
En
contadas ocasiones se ha sentido tan sola como ahora en el centro de Europa.
Con la salida del Reino Unido, Alemania pierde un aliado importante no solo
dentro de la Unión Europea, sino en otras áreas de política exterior fuera de
ella.
Esto
no quiere decir que haya sido fácil tener al Reino Unido como aliado en años
recientes. Solo hay que imaginar qué habrá pensado la canciller de Alemania,
Angela Merkel —quien se distingue por ser precavida y preferir aplicar
políticas poco a poco— cuando el primer ministro David Cameron puso en juego la
membresía de su país con tal de chantajear a la Unión Europea.
Merkel
es una europeísta comprometida; en contraste, Cameron dijo que la Unión Europea
es “demasiado grande, autoritaria y entrometida”.
De
cualquier forma, dado el aumento de las presiones etnocéntricas en casi todos
los países de Europa, Cameron era un aliado bastante bueno: apoyaba con firmeza
las políticas de austeridad que promovió Berlín durante la crisis financiera y
la crisis de Grecia que se presentó después.
Defendía
el acuerdo para los refugiados que Merkel diseñó con Turquía. Además, cuando
los líderes de Alemania, Francia e Italia llamaron al presidente Vladimir Putin
de Rusia para pedirle que retirara su apoyo al presidente de Siria, Bashar al
Asad Cameron estuvo más que dispuesto a unírseles.
Por
otra parte, Cameron traía mucho más que su apoyo personal a la mesa. El Reino
Unido cuenta con el mayor presupuesto militar de Europa y un cuerpo diplomático
de clase mundial, además de una economía que, si bien no está avanzando a todo
motor, marcha muy bien en comparación con muchos otros países de Europa.
La
salida del Reino Unido es un golpe particularmente fuerte para Alemania porque
sus otros aliados se han debilitado o distanciado. La relación con los polacos,
que en alguna época fue fuerte, se ha deteriorado desde que el partido
nacionalista Ley y Justicia tomó el poder en Polonia en 2015. En Austria, el
candidato de extrema derecha, Norbert Hofer, no resultó electo presidente por
apenas unos cuantos votos.
En
el caso de Francia… bueno, es complicado.
A
primera vista, el eje franco-alemán, que fungió como la columna de acero de la
Unión Europea por varias décadas, parece tener la misma fuerza de siempre. Solo
unas horas después de declarada la victoria de la campaña en apoyo a la salida
del Reino Unido de la Unión Europea, el periódico alemán Frankfurter Allgemeine
Zeitung incluyó en su publicación muchas citas de un artículo que escribieron
Jean-Marc Ayrault, el ministro francés de Relaciones Exteriores, y su homólogo
alemán, Frank-Walter Steinmeier, sobre el futuro de Europa. “Europa necesita
dirección en este momento”, afirma. “Es responsabilidad de Alemania y Francia
dar esa dirección”.
Pero
Francia también es un aliado difícil. Los franceses no confían en el presidente
François Hollande (su porcentaje de confianza, según encuestas hechas en junio,
es del 13 por ciento), ni en su Partido Socialista. Está bajo una presión
inmensa del Frente Nacional, de extrema derecha, el cual espera ganar un tercio
de los votos en las elecciones presidenciales del próximo año, y de los
poderosos sindicatos franceses, que se oponen a las modestas reformas laborales
al estilo anglo-alemán que promueve Hollande. Todo esto, además de una economía
que se mantiene débil, le impide colaborar en la construcción de un liderazgo
fuerte en Europa, y mucho menos en el exterior.
Es
verdad, el brexit no requiere que se suspenda la cooperación entre el Reino
Unido y Alemania, pero el Reino Unido tendrá que ocuparse de asuntos políticos
internos por mucho tiempo, pues debe lidiar con la implosión de sus principales
partidos políticos, una extrema derecha fortalecida y la posibilidad de que
Escocia se independice. En el futuro próximo, Alemania estará sola, una
situación que no buscó y que incluso evitó activamente en ciertos momentos.
En
un ensayo para la revista Foreign Affairs que se publicó unas dos semanas antes
del referendo británico, el ministro de Relaciones Exteriores Steinmeier
rechazó cualquier interés de su país en estar al frente del continente. “Las
circunstancias la han obligado a tomar un papel central”, escribió. “Las
principales prioridades de Alemania son conservar la unión y compartir la carga
del liderazgo”.
El
problema es que una de las razones centrales de la Unión Europea desde un
principio fue limitar el poder de Alemania mediante la distribución de papeles
de liderazgo entre los países miembros. Así, ¿qué hacer cuando es posible que
el futuro de la Unión Europea dependa de una nueva afirmación del poder alemán?
La
reacción inmediata de Alemania al brexit fue convocar a un nuevo acuerdo para
distribuir las cargas entre los miembros restantes de la antigua banda. El
sábado siguiente a la votación, los ministros de Relaciones Exteriores de los
miembros fundadores de la Unión Europea (Bélgica, Francia, Alemania, Italia,
Luxemburgo y los Países Bajos) se reunieron en la Villa Borsig, la sede del
gobierno alemán en Brandenburgo. El lunes, Merkel convocó al presidente del
Consejo Europeo, Donald Tusk, al primer ministro Matteo Renzi de Italia, y al
presidente Hollande de Francia a viajar a Berlín.
Para
nadie pasó desapercibido cuán significativo es que pueda convocar a sus colegas
a su propio terreno para discutir cómo repartir parte de la carga que acaba de
liberar el Reino Unido. Jaroslaw Kaczynski, líder del Partido Ley y Justicia de
Polonia, opinó que la idea de convocar únicamente a la vieja guardia de la
Unión Europea mostraba una “falta de reflexión”.
Por
su parte, el primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel, se quejó en la
cumbre de la Unión Europea celebrada la semana pasada de que se formen
“pequeños clubes” dentro del organismo.
Así
que el dilema de Alemania no solo es que no puede hacerlo sola, sino que no
quiere hacerlo. Pero si carece de un aliado fuerte con quien compartir el
liderazgo, se encuentra ante la desagradable opción de permitir que el poder se
reparta entre varios aliados no confiables o crear un nuevo círculo cercano.
Nadie quiere dar un lugar en la mesa al partido polaco Ley y Justicia. Pero
negárselo solo afianzaría los narcisismos nacionales en países que ya sufren un
gran problema de euroescepticismo, lo que dividiría todavía más al continente.
Esto
quiere decir que quizá Alemania se vea obligada a hacerse cargo después de
todo. Se trata de una tarea delicada, pero ya que se encuentra al centro del
escenario, solo le queda hacerlo bien.
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