New Icon Model Management, agencia mexicana
Revista Proceso
# 2075, 7 de agosto de 2016.
¿Quién era Stephanie?/RAFAEL CRODA
BOGOTÁ.- Los allegados
de la modelo colombiana muerta en México, Stephanie Magón Ramírez, están
desconcertados por las versiones contradictorias que han dado las autoridades
mexicanas sobre la forma en que perdió la vida.
También les resulta muy
difícil creer que estuviera drogada o alcoholizada y que ese estado la hubiera
llevado a lanzarse de la azotea del edificio de la colonia Nápoles de la Ciudad
de México donde alquilaba un cuarto.
“Ella no usaba drogas,
nunca lo hizo porque era modelo y tenía que cuidarse”, dice a Proceso el esposo
de Stephanie, Anthony Marín, quien jamás tuvo noticias ni indicios “ni nada”
que le hiciera suponer que la modelo anduviera “enredada en cosas malas”.
Asegura que Stephanie,
quien tenía 23 años, había construido una trayectoria como modelo en Cali (unos
307 kilómetros al suroccidente de Bogotá), donde nació y vivía con él y con el
hijo de la pareja, de cuatro años de edad.
En esa ciudad
participaba en modelaje para catálogos publicitarios, era edecán en eventos de
empresas y en diciembre pasado desfiló en el Cali Afro Show, un evento de modas
que le dio notoriedad en el medio.
A Anthony le parece “muy
raro” que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de
México, Édgar Elías Azar, haya dicho el pasado martes 2 que a la modelo “la
mataron a golpes”, mientras la procuraduría capitalina establecía como causa de
la muerte una caída desde una altura de alrededor de 15 metros.
“Estoy atónito, no sé
qué creer. No sé por qué dijeron una cosa y luego otra”, señala.
Anthony habló con ella
por teléfono el jueves 28 de julio, dos días antes de su muerte, y la notó “un
poco distante pero no pensé nada raro”. Hablaron de su hijo y de que la modelo
tenía que acudir ese día a un casting.
Su muerte en esas
circunstancias “me sorprendió, me dejó frío… no porque yo descartara que ella
pudiera salir a una fiesta, porque uno es joven y puede ir a una fiesta, es
normal, pero nunca me imaginé que pudiera desencadenarse algo tan tenaz
(fuerte)”.
Stephanie, dice, “era
una buena esposa, una buena madre, una muchacha que iba muy bien y que se fue a
México con proyección, a hacer un futuro en su carrera”.
Anthony, quien es DJ,
viajó con ella en abril pasado de Cali a Bogotá para tramitar su visa de
trabajo en el Consulado de México.
A principios de ese mes
había participado en un casting organizado por la agencia de modelos M&P,
con la cual trabajaba desde hacía un año y medio en Cali, con el propósito de
seleccionar a algunas jóvenes para viajar a México contratadas por la agencia
mexicana New Icon Model Management.
“Se presentaron como 800
niñas y ella fue una de las cuatro seleccionadas. Viajó a México con muchas
ilusiones de progresar. Tenía un contrato por seis meses”, afirma Anthony.
Stephanie suspendió sus
estudios de comunicación en el instituto Instel de Cali, cuyo director, Aleissy
Lasso, la recuerda como una alumna dedicada y responsable. Dice que su sueño,
aparte de consagrarse como modelo, era ser conductora de televisión.
La madre de Stephanie,
Magali Ramírez, le pidió que no viajara a México por la inseguridad. Hace tres
años, el otro hijo de la señora, Julián David Chicué, medio hermano de la
modelo, fue asesinado en Brasil.
Magali, a quien no le
queda ningún hijo, debió ser internada en un hospital en Cali en estado de
shock al enterarse de la muerte de Stephanie.
La despidió en abril con
una fiesta en la que participaron familiares y amigos de la modelo.
Una chica esforzada
En la despedida estuvo
Gabriela Ramos, también modelo de M&P y muy amiga de Stephanie. La fiesta
se realizó en la casa de esta última, en el barrio Caldas de Cali, un sector
popular del suroccidente de la ciudad.
“Estuvimos muy
contentos, y ella tomó un poco de trago, moderadamente. La pasó muy contenta.
No era una persona de beber mucho y mucho menos de usar drogas. Absolutamente
no. Me parece raro que digan que estaba drogada. Era una mujer sencilla,
normal, dedicada a su trabajo, a su esposo y a su hijo. Y muy humilde. Las dos
andábamos en bus (autobús urbano) en la ciudad”, señala.
Gabriela también le
recomendó que no viajara a México.
“Yo había escuchado
muchas noticias de que ese país se ha vuelto muy peligroso, que hay mucho
narcotraficante, y Stephanie era una mujer demasiado llamativa, hermosa, de
ojos claros… Cuando andaba con ella, a todos los hombres les llamaba la
atención, pero no le paraba bolas (no le hacía caso) a nadie”, recuerda.
Ella le pidió a Gabriela
que no se preocupara, que la agencia que la había contratado era “de gente seria”
y que le estaban pagando bien.
“Me dijo que era un
contrato como de 5 mil dólares, creo que mensuales, y que quería reunir una
platica (un dinerito) para comprar sus cosas acá, y además le daban alojamiento
y transporte”, dice la amiga de la modelo fallecida.
Gabriela habló por
teléfono por última vez con Stephanie la tarde del viernes 29 de julio, horas
antes de su muerte. Comentaron sus más recientes actividades en el mundo del
modelaje: sesiones de fotos, castings, eventos comerciales.
“La noté muy normal. No
me dijo que en la noche iba a ir a una fiesta ni nada”, indica.
Gabriela se enteró
después que Stephanie llamó esa noche por teléfono a otras modelos colombianas
que están en la Ciudad de México contratadas por New Icon Model Management para
invitarlas a una fiesta de música electrónica en una discoteca.
“Pero ninguna quiso ir
porque tenían órdenes (de la agencia) de no asistir a fiestas”, dice la amiga.
Cuando llegó a México,
Stephanie vivía en un departamento con otras modelos. El alojamiento lo pagaba
New Icon Model Management, que les tenía prohibido recibir visitantes en el
inmueble. Hace un mes y medio, ella decidió irse a vivir sola en un cuarto que
alquiló en la azotea de un edificio ubicado en la calle de Miami número 20, en
la colonia Nápoles.
Anthony Marín, el
esposo, asegura desconocer por qué tomó esa decisión.
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