La operación Viganò, Francisco y los “orcos”
La “bomba de relojería” confeccionada alrededor del “dossier” del ex nuncio apostaba por una masacre de esperanza entre los bautizados y hace que surjan cifras decisivas sobre las condiciones actuales de la Iglesia
Vatican Insider, 30/08/2018
GIANNI VALENTE
ROMA
El “dossier” confeccionado por el ex nuncio vaticano Carlo Maria Viganò y sus “spin doctors” para darle el último empujoncito al Pontificado del Papa Francisco fue ensamblado como una bomba de relojería. La red logística mediático-clerical que se ha ocupado de toda la operación decidió hacer que explotara un domingo por la mañana, apostando por una masacre de confianza y serenidad incluso entre las multitudes que participaron en el Encuentro Mundial de las Familias, que en esas horas rodeaban al obispo de Roma en suelo irlandés. En el tiempo presente el misterio de la Iglesia también soporta el enigma de los clérigos y laicos que envenenan los pozos del pueblo de Dios disfrazándose de ángeles de la purificación, con una actitud de emisarios del juicio celeste.
El ex nuncio lombardo ha abusado de su posición de poder (que le garantizaba acceso a noticias reservadas que circulan en los aparatos eclesiales), ejerciendo violencia sobre el “sensus fidei” de tantos bautizados. Él y sus patrocinadores mediáticos actúan despreciando ostentosamente la inteligencia ajena, tratando a todos como ingenuos narcotizados, desplegando pseudo-informaciones a la altura del peor informe de servicitos secretos desviados. Un texto grotesco para quien tenga un mínimo de conocimiento sobre los eventos y fenómenos eclesiales de las últimas décadas. Aderezado con detalles seleccionados y amplificados, teoremas sin pies ni cabeza, alusiones tan maliciosas cuanto gratuitas, conversaciones privadas manipuladas y “reinterpretadas”, ataques personales, omisiones estudiadas.
Las prácticas homosexuales del arzobispo ex cardenal estadounidense Theodor McCarrick, eje del “dossier” de Viganò, eran bien conocidas entre los aparatos eclesiales estadounidenses y vaticanos desde hace tiempo. Sin embargo, McCarrick continuó sin particulares obstáculos su brillante carrera eclesiástica bajo los Pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. El Papa Wojtyla lo creó cardenal y el Papa Ratzinger aceptó su renuncia como arzobispo cuando superó el límite de la edad para jubilarse, según la práctica ordinaria. Las duras comunicaciones dirigidas a McCarrick que, según Viganò, habrían sido sugeridas por Benedicto XVI, según ciertas teorías que circulan en el Vaticano, no habrían tenido la forma de imposiciones o sanciones disciplinarias.
Quien le quitó inmediatamente la púrpura a McCarrick, después que surgió un viejo caso de abusos sexuales de hace casi cincuenta años (cuando McCarrick era un sacerdote), cometido con un menor de edad, fue el Papa Francisco. Sin embargo, increíblemente todo el dossier está construido como un torpe “j’accuse” para golpear la figura del actual Sucesor de Pedro. Y tratar de desorientar el “sensus fidei” de los bautizados católicos, normalmente inclinados a una devoción respetuosa por el Papa, sea quien sea, aunque no se sientan particularmente transportados por su estilo personal.
El estruendo alrededor de Viganò y del equipo de sus co-autores puede llegar a aturdir. Siguiendo los detalles, pendiente del ping-pong de los comentarios sobre contenidos y omisiones del “dossier”, uno puede perder de vista el horizonte: la operación no solo es una manzana envenenada, creada por un prelado al final de su carrera. Y no representa solamente una confirmación evidente de las estrategias clerico-mediáticas globales, con las que son coordinados los ataques contra el Pontificado actual. Esa confirmación lleva en su interior y revela las cifras más íntimas y decisivas sobre las condiciones actuales de la Iglesia y de la fe en el mundo.
Caen las máscaras
Hay una vibración común entre el alcance endémico de abusos, perversiones e inmoralidades sexuales que se registraron en las últimas décadas entre las filas del clero y el celo aguerrido de las “lobbies” mediático-clericales que atacan en manada al Sucesor de Pedro. Los dos fenómenos, de naturaleza diferente y con su alcance exorbitante, revelan y al mismo tiempo catalizan la disminución de la fe, la apostasía de los corazones en los aparatos y círculos eclesiales. Una dinámica mucho más devastadora cuando lleva como camuflaje poses de rigorismos pseudo-doctrinales y asume las formas del neo-clericalismo complacido y rapaz, en todas sus versiones.
La deforestación de la memoria cristiana ha sido percibida con vértigo también en casos recientes, como el periodo final del Pontificado de Pablo VI. En cambio, las última décadas de la Iglesia han tenido bastante crédito en el flujo mediático, como un tiempo de aglutinación doctrinal e institucional. Pero precisamente, al ritmo de periodos con mayor o menor ostentación de fuerza, se han extendido en los altos rangos del clero infecciones y patologías que ahora vuelven a ser noticia. Y en los mismos años se fue creando, y fue ocupando terreno, la red de círculos y sectores clericó-mediáticos, bien forjados por las corrientes neo-conservadoras, que unen sus fuerzas para no dejar ni un momento de imponer el propio arsenal ideológico/doctrinal de política eclesiástica como nuevo metro de medida de la ortodoxia y de la correcta práctica eclesial. Se trata del aparato global que confeccionó y trató de aprovecharse de la operación Viganò contra el Papa, saliendo al descubierto como factor/manifestación de una descristianización íntima y devastadora, disfrazada de mano dura doctrinalista.
El engaño de la Iglesia que se auto-redime
«Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar», dijo Jorge Mario Bergoglio a sus colegas cardenales en el discurso que pronunció antes del último Cónclave, «se vuelve auto-referencial y entonces se enferma (piensen en la mujer curvada sobre sí del Evangelio según Lucas)». Desde hace ya bastante tiempo, precisamente esa mujer curvada de Evangelio, evocada antes del Cónclave por Bergoglio, parece haberse convertido en la figura de lo eclesial, atrapada en sus patologías internas, incluyendo las de la «moral sub-pélvica» del clero. Individuos iluminados y bandas organizadas se estrechan alrededor de la sufriente, dando diagnósticos y panaceas de última hora, para sus achaques viejos y nuevos. En buena o en mala fe, hay una competición para ver quién hornea líneas guía, protocolos, profilaxis, teorías de complots de la “lobby gay” o de los viejos aparatos curiales que resisten a las incursiones de autonombrados reformadores “bergoglistas”. Hasta que llega el sueño de aparatos eclesiásticos que se transforman en un inmenso órgano de auto-corrección, un mega-tribunal especial para dar la caza a religiosos corruptos.
La operación Viganò también fue un torpe intento de sabotear al Papa reinante, aduciendo la guerra a las corrupciones clericales que los medios de comunicación parecen haber advertido como rasgo característico del Pontificado actual. El caso, en este sentido, puede incluso ayudara identificar y aclarar equívocos y estereotipos confeccionados y cultivados alrededor de las enfermedades eclesiales y sus posibles remedios.
Como la mujer curvada del Evangelio de Lucas, citada por el cardenal Bergoglio antes del último Cónclave, la Iglesia no se auto-redime de sus males. Tampoco del abismo vertiginoso de los abusos sexuales cometidos por miembros del clero se sale mediante auto-purificaciones, promoviendo como remedios necesarios y suficientes el control más férreo y la represión más inmediata.
El aparato eclesiástico más replegado y perdido en sí mismo es el que pretende resolver por sí solo sus problemas, con la única preocupación de hace que se crea que la institución eclesial “tiene suerte”. Una presunción semejante tampoco deja ver el misterio del mal verdaderamente a la cara, y la propia impotencia ante él. Se encomienda a remedios que ocultan los síntomas y justifican los propias e inútiles actividades, sin tocar nunca los focos de infección, sin reconocer verdaderamente qué es lo que falta. Si, por ejemplo, disminuye la trama gratuita de vida buena de la que surgen sacerdotes santos, no se puede remediar una “vorágine” de esas dimensiones con sesiones para mejorar la calidad que imitan las estrategias empresariales y sus “best practices”.
La Iglesia no logrará decir nada verdaderamente interesante ni siquiera al mundo, para los hombres y las mujeres que esperan salvación de heridas y enfermedades, si no se reconoce mendiga de sanación. La Iglesia-hospital de campo se puede convertir en un socavón de infecciones y guarida de enfermeros petulantes y peleoneros, chantajeados por bandas mundanas clericales, si Cristo mismo no obra en ella con la medicina eficaz de la Iglesia misma.
Un “aleluya” para el Papa que desilusiona a los creadores de opinión
También antes y durante el viaje a Irlanda, el Papa Francisco ha sugerido en muchísimas ocasiones que así funciona la Iglesia. En sus discursos y homilías en el Encuentro Mundial de las Familias volvió a proponer el matrimonio y la vida familiar como una aventura en la quetambién la fidelidad que los esposos se prometen para siempre está encomendada a la gracia de Cristo, y no a las prestaciones de la propia voluntad o a los propios esfuerzos para ser coherente con una doctrina. En las varias peticiones de perdón por los escándalos de los abusos clericales, el Papa depuso también esos crímenes «ante la misericordia de Dios», y dirigió al Señor la súplica de hacer que crezcan «la vergüenza y la compunción». En la Carta al pueblo de Dios, difundida el 20 de agosto, Francisco reconoció a la comunidad de bautizados como la única realidad que puede implorar eficazmente al Señor, con la oración y el ayuno, «el perdón y la gracia de la vergüenza y de la conversión», ante «nuestros hermanos heridos» por los abusos sexuales y de poder, manifestaciones perversas del clericalismo, cometidos por sacerdotes y consagrados.
Mientras tanto, al margen de la operación Viganò, va creciendo la cola de creadores de opinión, fríamente disgustados con el Papa, que dicen: “se le van las fuerzas” y “está desilusionando las expectativas”. Un efecto colateral de la estrategia anti-Bergoglio que puede ser recibida como una paradójica “aleluya” por parte de todos los que quieren de verdad al Papa. Podrían finalmente acabar quedando fuera de moda los conformismos engañosos que en estos años han rodeado los gestos del Papa, pintado como un héroe solitario en lucha contra los males de la Iglesia y contra todos los “malos”. Se podría, finalmente, prescindir de los simulacros del Papa mago/taumaturgo, de las caricaturas sofocantes del “Super Pope” que, a la larga, llenan de pesos el camino del Papa Francisco y del pueblo de Dios. Para reconocer que lo que él dice ser, «un pecador hacia quien el Señor ha dirigido sus ojos». Sin olvidar que, como sugiere el personaje de Aragorn en El Señor de los Anillos, conviene librarse de todo lo que no es necesario, para viajar ligeros hacia la cacería de orcos.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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