“No convirtamos la fe en pieza del pasado, una atracción turística y de museo”
Francisco en la catedral luterana de Riga: «nuestra fe no es para ocultarla sino para darla a conocer y hacerla resonar en diferentes ámbitos de la sociedad, para que todos puedan contemplar su belleza y ser iluminados con su luz»
Francisco entrando a la catedral luterana de Riga
Vatican Insider, 24/09/2018...;
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO A RIGA (LETONIA)
La fe no es una «pieza del pasado» y no debe convertirse en «una atracción turística de museo». Francisco visita la catedral evangélica luterana de Riga, la mayor catedral medieval de las Repúblicas bálticas, construida en tardo estilo románico a mediados del siglo XIII. Agradeció allí a los cristianos del país por la manera en la que ofrecen testimonio de su fe caminando juntos.
El encuentro del Papa fue acompañado por bellos cantos entonados por un coro de chicas. También hubo algún llanto de bebés en la basílica.
El arzobispo luterano de Riga, Jānis Vanagsil, al saludar al Papa citó las divisiones y las violencias que existieron entre las diferentes confesiones en el pasado y afirmó que «el duro medio siglo bajo el yugo ateo soviético dolorosamente nos recordó lo que nos pidió nuestro Señor: “Que todos sean una sola cosa”». Y explicó que durante los años oscuros del régimen comunista, los cristianos ofrecieron su testimonio todos unidos. ..
El Papa recordó que las diferentes Iglesias cristianas «han logrado generar unidad manteniendo la riqueza y la singularidad que les es propia. Me animaría a decir que es “un ecumenismo vivo”, siendo una de las características particulares de Letonia». Después se refirió al órgano de la catedral, uno de los más antiguos de Europa y que, cuando fue inaugurado, era el más grande del mundo.
«Ha sido instrumento de Dios y de los hombres para elevar la mirada y el corazón –explicó Bergoglio. Hoy es un emblema de esta ciudad y de esta catedral. Para el “residente” en este lugar significa más que un órgano monumental, es parte de su vida, de su tradición, de su identidad. En cambio, para un turista, es lógicamente una pieza más de arte a conocer y fotografiar. Y ese es uno de los peligros que siempre se corre: pasar de residentes a turistas. Hacer de aquello que nos identifica una pieza del pasado, una atracción turística y de museo que recuerda las gestas de antaño, de alto valor histórico, pero que ha dejado de movilizar el corazón de aquellos que lo escuchan».
«Con la fe –advirtió Francisco– nos puede pasar exactamente lo mismo. Podemos dejar de sentirnos cristianos residentes para volvernos turistas. Es más, podríamos afirmar que toda nuestra tradición cristiana puede correr la misma suerte: quedar reducida a una pieza del pasado que, encerrada en las paredes de nuestros templos, deja de entonar una melodía capaz de movilizar e inspirar la vida y el corazón de aquellos que la escuchan».
«Si la música del Evangelio deja de ejecutarse en nuestra vida y se convierte en una bella partitura del pasado –continuó Bergoglio–, dejará de romper las monotonías asfixiantes que impiden movilizar la esperanza, volviendo así estériles todos nuestros esfuerzos. Si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados».
«Si la música del Evangelio –insistió– deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer, sea cual sea su origen, encerrándonos en “lo mío”, olvidándonos de “lo nuestro”: la casa común que nos atañe a todos».
Por ello, según el Pontífice argentino, «el único camino posible para todo ecumenismo: en la cruz del sufrimiento de tantos jóvenes, ancianos y niños expuestos muchas veces a la explotación, al sin sentido, a la falta de oportunidades y a la soledad. Mirando Jesús a su Padre y a nosotros sus hermanos no deja de implorar: que todos sean uno».
Y, refiriéndose a las dificultades que se viven en nuestra época, añadió: «Si Cristo nos consideró dignos de vivir en estos tiempos, en esta hora —la única que tenemos—, no podemos dejarnos vencer por el miedo ni dejarla pasar sin asumirla con la alegría de la fidelidad. El Señor nos dará la fuerza para hacer de cada tiempo, de cada momento, de cada situación una oportunidad de comunión y reconciliación con el Padre y con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que hoy son considerados inferiores o material de descarte».
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