Columna Estrictamente Personal
El Financiero.., 24 de septiembre de 2019
En la política todo está vinculado, hasta lo que no está. Soslayarlo puede reabrir las heridas y dividir. Esto sucedió la semana pasada, donde la conmemoración luctuosa por el asesinato de don Eugenio Garza Sada, un empresario ejemplar que le dio fuerza moral y dirección a los industriales en Monterrey, la acompañó Pedro Salmerón, hasta ese momento director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, con un mensaje en Facebook donde elogió a Garza Sada y explicó el contexto social y político de aquellos años de febril actividad guerrillera, llamando a sus asesinos “jóvenes valientes”. Esas palabras, sacadas de contexto pero desafortunadas al no tomar en cuenta el entorno polarizado e irracional que se vive, desataron una polémica encendida.
Riva Palacio entrevista a Gustavo Hirales...
https://noticieros.televisa.com/videos/video-entrevista-completa-gustavo-hirales-estrictamente-personal-septiembre-2019/?fbclid=IwAR0zFJelYtigLnf6DzBdvd9fmaZIx_ukz4c2PW23_-iJc5i7Lae4TIfKHUk
El asesinato de Garza Sada no enorgullece a la izquierda, aunque en ella se refugió Salmerón para ocultar su poco tacto político y fugarse hacia delante, al decir que era la extrema derecha fascista quien lo atacaba. Salida fácil y hueca, como las que hoy abundan. Este tema no está resuelto. María de los Ángeles Magdaleno, recordó en un ensayo en el número 99 del Boletín de Investigaciones Históricas de la UNAM en la primavera de 2014, que el Partido Comunista había calificado a la Liga Comunista 23 de Septiembre, la de los “jóvenes valientes” que asesinaron a Garza Sada, como “un grupo manejado por la ultraderecha, sin ninguna ideología revolucionaria”, lo que de otra forma documentó el periodista Jorge Fernández Menéndez en 2006 con su libro Nadie supo nada, donde demuestra que el gobierno del presidente Luis Echeverría supo con bastante tiempo de antelación que se planeaba el secuestro del empresario –tenía un informante, Leonel, en la célula que lo planeó–, sin que hiciera nada por impedirlo.
El asesinato de Garza Sada está profusamente documentado en los expedientes de la extinta Dirección Federal de Seguridad en el Archivo General de la Nación. Está también la génesis de la Liga Comunista 23 de Septiembre, su desarrollo, sus planes y sus fracasos. En el expediente 11-235-74 H250 L-11 figuran las declaraciones de Ignacio Arturo Salas Obregón, primer líder de esa guerrilla. La LC23S se fundó el 15 de marzo de 1973 en la casa del dirigente del Frente Estudiantil Revolucionario, Fernando Salinas Mora, El Richard, en Guadalajara, y según la declaraciones de Salas Obregón, “desde la primera reunión se planteó la necesidad de efectuar el secuestro de alguna persona importante para obtener una fuerte cantidad de dinero y la liberación de compañeros presos en diferentes cárceles”. Posteriormente se determinó que la víctima sería Garza Sada, haciendo a un lado otra víctima potencia, Eugenio Garza Lagüera.No parece fortuito que hayan pensado en un empresario de Nuevo León. Salas Obregón estudió en Monterrey y, paradójicamente había estado en un instituto que recibía apoyo financiero de quien fue víctima. Ahí conoció a Raúl Ramos Zavala, quien tenía la idea de unificar a todos los grupos armados, objetivo que no vio porque fue abatido en un enfrentamiento en 1972, pero que lo introdujo con quien sería uno de los jefes de la célula que realizó el atentado. Salas Obregón declaró que “asesoró y supervisó” los planes del secuestro, pero admitió que su ejecución recayó en los responsables del Comité Coordinador Zonal, Jesús Piedra Ibarra –hijo de doña Rosario Ibarra de Piedra–, José Ángel García Martínez, y Javier Martínez Torres, quien ejecutó al chofer y al ayudante de don Eugenio cuando defendieron al empresario, y que también murió en el atentado. Los otros autores materiales del asesinato, según el Expediente 11-235 L-31 H 240-254, fueron Anselmo Herrera Chávez, que murió durante el ataque; Elías Orozco Salazar, que fue procesado en Monterrey; Edmundo Medina Flores, e Hilario Juárez García, que escaparon. Salas Obregón y Piedra Ibarra fueron detenidos más adelante por la DFS, y desde entonces están desaparecidos.
De acuerdo con Salas Obregón, interrogado por la DFS, se iba a pedir como rescate de Garza Sada la liberación de todos los presos que pertenecían a la LC23S, que se les proporcionara un avión para salir de México, y cinco millones de pesos en dólares, que acompañarían con la exigencia de la publicación de las bases fundamentales de la guerrilla, un llamamiento a obreros, campesinos y estudiantes, así como una huelga general. Eso no sucedió, como tampoco tendrían éxito final en su objetivo de cambiar el régimen por las armas. Como escribió Magdaleno en su ensayo, “los militantes de la LC23S y otros grupos, integraron una guerrilla que retó militarmente al Estado y éste casi los aniquila”.
El Estado lo encabezaba el presidente Echeverría, quien de acuerdo con el Expediente 11-219-972 de la DFS, consintió el asesinato. Al día siguiente del atentado, los empresarios del Grupo Monterrey publicaron un desplegado en el periódico local Tribuna, donde preguntaban: “¿Hacia dónde nos llevan nuestros políticos demagogos que cada vez vociferan y alardean de los sistemas comunistas? ¿Por qué aguantarnos asaltos, robos, asesinatos y terrorismo?”. Los empresarios tildaban de “populista” a Echeverría y el presidente los veía como sus enemigos. Doscientas mil personas acudieron al funeral, y ahí, en su cara, le gritaron “asesino”. Rogelio Garza Zambrano, sobrino de don Eugenio, político y empresario, dijo años después: “Echeverría no jaló el gatillo, pero ese crimen fue fruto de su retórica seudorevolucionaria”.
Los abusos fueron de las dos partes. La guerrilla, cuyas tácticas produjeron más secuestros y asesinatos, y el gobierno, que desató una feroz guerra sucia contra las guerrillas, donde murieron decenas, quizá cientos de ellos, pero también arrasaron con personas inocentes. Ese capítulo no ha sido cerrado políticamente, y el tropiezo de Salmerón abrió involuntariamente la oportunidad que, lamentablemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador, no aprovechó. De ello hablaremos mañana.
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El asesinato de Garza Sada (y II)/Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
El Financiero...
Cuando se presentan las oportunidades hay que aprovecharlas porque quizás nunca regresen. No es algo que se le dé al presidente Andrés Manuel López Obrador cuando sale de su hábitat natural: el neoliberalismo, la corrupción, los conservadores, sus adversarios, sus diferencias. Palabras convertidas en concepto político para justificar lo que sucedió y lo que viene. Retórica hueca para cubrir deficiencias conceptuales e indefiniciones políticas. Por eso, cuando le preguntaron el lunes sobre el episodio protagonizado por Pedro Salmerón, exdirector del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, que llamó “jóvenes valientes” a quienes asesinaron a don Eugenio Garza Sada hace 46 años, lamentó la polémica y dijo: “Hay que evitar la confrontación… ir al cambio por el camino de la concordia”.
El Presidente se escabulló. “Nuestros adversarios, los conservadores, que están moralmente derrotados, están buscando todas nuestras posibles fallas o errores porque quieren articularse, quieren agruparse, quieren construirse en un grupo reaccionario como los que ha habido cada vez que se lleva a cabo una transformación en nuestro país”, dijo en la conferencia de prensa mañanera, eludiendo el debate. “Yo me he tenido que autolimitar mucho, no saben cuánto, pero todos tenemos que hacerlo porque así lo requieren las circunstancias y porque vamos avanzando sin confrontación, sin desgaste, desde luego sin agresiones mayores, sin violencia”.
Tiene razón en que cada cambio radical presenta resistencias fuertes. Emiliano Zapata se levantó en armas contra la industrialización de los ingenios en Morelos, como él mismo, sin empuñar las armas, se ha rebelado y desmantelado el proceso de industrialización del país de los últimos 40 años. Son acciones reaccionarias, que es lo que achaca a otros. Quienes se oponen al cambio climático y a la equidad de las mujeres, como sucede con él, también son clasificados mundialmente como conservadores, aunque en realidad forman parte ineludible de la agenda de izquierda. López Obrador es una contradicción viva entre el conservadurismo que ataca y el progresismo que proclama.
Sobre este tema dice mucho pero no dice nada. De la renuncia de Salmerón, a quien elogió como historiador, dijo que su decisión dejó sin argumentos a “los adversarios”. Pero al mismo tiempo lo justificó políticamente, reduciendo a lo personal el asesinato del fundador del Grupo Monterrey. “Hay que separar entre los familiares del señor Garza Sada, que tienen sentimientos de dolor por haber perdido a un ser querido, a los amigos también -dijo en su conferencia- (de) los adversarios políticos nuestros. Por ejemplo, el que salgan los expresidentes y agarren esto de bandera en contra de nosotros”. Qué triste, para todos.
El asesinato de Garza Sada, un desastre militar de la Liga Comunista 23 de Septiembre, dio pie a otros asesinatos: el del empresario tapatío Fernando Aranguren, y el del cónsul de Estados Unidos en Guadalajara, Terrance Leonhardy –la Liga nunca supo que era agente de la CIA con cobertura diplomática–; secuestros como el del cónsul honorario de Gran Bretaña en Guadalajara, Anthony Duncan Williams, y del empresario sonorense José Hermenegildo Sáenz, o el fallido contra Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente electo.
Las acciones guerrilleras provocaron una respuesta feroz del presidente Luis Echeverría, que desató una guerra sucia contra los movimientos armados, que fue continuación de la larga noche de represión en México. El gobierno de Echeverría tenía infiltrada a la LC23S y supo con antelación del secuestro contra Garza Sada, pero no hizo nada por evitarlo. Era una época en la cual estaba confrontado con el Grupo Monterrey, y el asesinato, por omisión, también fue su responsabilidad.
No es desconocido que Echeverría creaba conflictos para resolverlos él mismo. El más importante, quizás, el del Movimiento Estudiantil de 1968, donde se jugaba la candidatura presidencial con el secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manautou, y que se inclinó por quien le representó al presidente Gustavo Díaz Ordaz la mano dura intransigente, no la conciliadora y negociadora. Esa cerrazón fue lo que detonó la lucha armada, cuando cientos de universitarios vieron que las opciones políticas estaban cerradas y consideraron que sólo mediante las armas podrían cambiar al país. Por diferentes razones, que no son motivo de este texto, fracasaron. Pero en el camino se fueron autodestruyendo con asesinatos y acciones contra la población, ejecuciones contra policías o ajusticiamientos internos por diferencias ideológicas.
Sí hay razones suficientes para discutir lo que hizo el Estado mexicano con aquellos disidentes y con sus prácticas salvajes contra quienes se le rebelaban, como también existen para las autocríticas de los asesinatos y excesos que cometieron las guerrillas justificando su necesidad de cambio. Al presidente López Obrador no le parece que debe ser motivo de discusión, pero en los hechos toma postura. Por ejemplo, este lunes, el Estado mexicano –así se dijo– ofreció una disculpa pública a Martha Alicia Camacho Loaiza, exmilitante de la LC23S, que fue una de las víctimas de la guerra sucia. El domingo en Los Pinos se entregó el premio Carlos Montemayor a dos exmiembros de la misma organización.
Es decir, sí hay una definición presidencial en los hechos, pero no así en las palabras. López Obrador ha dicho reiteradamente que la opción armada no es solución, y el mandato de las urnas el año pasado demostró que sí es posible el cambio mediante votos, no balazos. Su legitimidad le permitía abrir este debate y zanjar de una vez las diferencias históricas que arrastramos desde entonces. Desgraciadamente no lo hizo. En cambio, pronunció una vez más frases baladís. “(En) este ambiente hay que procurar serenar, tranquilizar”, dijo. Pero volvió a atacar a los empresarios, a los funcionarios públicos, a los medios. Nuevamente, gasolina sobre el pasto seco. Nuevamente, un debate frustrado.
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De esto hablé ayer con el fundador de la Liga Comunista 23 de Septiembre/Plácido Garza
Plácido Garza
SDP, SEPTIEMBRE 22, 2019;
El historiador Pedro Salmerón levantó polémica por sus declaraciones sobre el asesinato de Eugenio Garza SadaTomada de Video
Gustavo Adolfo es considerado ahora como un guerrillero arrepentido
Lo busqué porque en medio de tantas alusiones a la “Liga Comunista 23 de Septiembre”, pocas opiniones como la suya tan acreditadas, tomando en cuenta que Gustavo Adolfo Hirales Morán fue el fundador de ese grupo terrorista que el 17 de septiembre de 1973 asesinó al industrial regiomontano Eugenio Garza Sada.
Y con más razón considerando que el desafortunado escrito de Pedro Salmerón sobre ese hecho, le costó ayer su puesto como director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.
En febrero de este año hablé con Gustavo Adolfo y el resultado fue un artículo que titulé “Lecciones de un guerrillero a los dogmáticos de izquierda”. http://www.elhorizonte.mx/opinion/editorial/lecciones-de-un-guerrillero-a-los-dogmaticos-de-izquierda-/2447363
Ayer volví a hablar con él y el producto de esa conversación en seguida se los platico:
Lo primero fue rememorar con datos duros lo que ocurrió hace 46 años a las 9 de la mañana en las calles de Luis Quintanar y Villagrán de la Colonia Bellavista de Monterrey, muy cerca de las oficinas de don Eugenio en la Cervecería Cuauhtémoc.
Una camioneta en la que iban Hilario Juárez García y Elías Orozco Salazar, integrantes del grupo subversivo, se le atravesó al paso al Ford Galaxie negro modelo 1969 en el que viajaba el más importante líder empresarial de esos años.
En ese cruce de calles aguardaba como elemento de apoyo, Miguel Ángel Torres Enríquez. Todos portaban armas cortas.
Con movimientos que fueron ensayados durante semanas, en forma coordinada, los dos más jóvenes del grupo guerrillero, Anselmo Herrera Chávez y Javier Rodríguez Torres, abrieron la portezuela delantera derecha e intentaron sacar del vehículo a don Eugenio, quien tenía 81 años de edad.
Fueron recibidos a balazos por el chofer Bernardo Chapa. Anselmo y Javier fueron heridos y al percatarse de ello, Edmundo Medina Flores, líder del comando, que estaba de posta en el mismo crucero, mató al guardaespaldas Modesto Torres Briones.
En medio del tiroteo, don Eugenio recibió un balazo y Elías lo cargó para tratar de llevarlo a una “casa de seguridad” cercana donde planeaban mantenerlo mientras negociaban un rescate de $5 millones de pesos, que la Liga pretendía utilizar para financiar sus actividades de guerrilla armada. Pedirían también la liberación de varios de sus integrantes que estaban presos.
Elías contó más tarde que cuando notó que don Eugenio se desvaneció, lo colocó en el suelo y escapó. El industrial murió minutos más tarde, lo mismo que los guerrilleros Anselmo y Javier.
Miguel Ángel escapó con dos heridas de bala en una pierna y fue apresado un año después cuando pidió asilo político en la embajada de Francia en México.
Elías fue capturado el 8 de octubre de 1973 en Amecameca, del Estado de México, en una reunión nacional de instructores de la Liga. De Hilario nunca se supo más. Elías y Miguel Ángel fueron los únicos participantes en el intento de secuestro que estuvieron presos en el penal del Topo Chico, de Monterrey.
Fueron los penúltimos en ser liberados al darse una amnistía por parte de López Portillo, que los consideró presos políticos y no reos comunes.
El último en ser liberado, de todos los guerrilleros de la Liga, fue Gustavo Adolfo Hirales Morán, quien ayer me dijo que fue un grave error haber creído que la lucha armada y ese tipo de acciones violentas, eran la vía para lograr lo que ellos buscaban.
“Creo que Salmerón se equivocó al calificar como ´jóvenes valientes´ a los que asesinaron a Garza Sada, porque el gran error de quienes formamos la Liga fue creer que el fin justifica los medios. Fue un error creer que el militarismo delirante de la Liga llevaría a la izquierda al poder en México. Los que cometieron ese acto eran idealistas y al igual que yo -que fundé la Liga- equivocamos la estrategia al creer que con acciones de ese tipo lograríamos nuestros objetivos”
Gustavo Adolfo Hirales Morán
A su juicio, ninguno de los elementos que tomaron parte en el secuestro eran terroristas entrenados para asesinar. “La muerte de Garza Sada y su escolta no formaba parte del plan”, expresó.
“Esas muertes fueron un error gravísimo de la Liga, porque de ahí en adelante se desató una feroz cacería contra nosotros, donde uno a uno fuimos cayendo, unos a la tumba, otros a la cárcel y muchos más a las listas de desaparecidos”, añadió, quien pasó 7 años preso en el Penal del Topo Chico, de donde salió amnistiado en 1980, tras ser apresado el 24 de agosto de 1973. Él sería uno de los liberados como parte del pago del rescate de don Eugenio.
Gustavo Adolfo es considerado ahora como un guerrillero arrepentido, quizá porque estando preso fue maestro de muchos reclusos a quienes adentró en la lectura y otras actividades que ayudaron a su reinserción social.
De usar la crítica de las armas, pasó a las armas de la crítica, porque convirtió la cárcel en una universidad.
El ex guerrillero urbano, nacido en 1945 en Mexicali, ha escrito varios libros, como “Memoria de la guerra de los justos”; “El complot de Aburto”; “Camino a Acteal”; “Chiapas, otra mirada”; y “Los desaparecidos de la guerra sucia”; además del poemario “Siempre de nuevo”.
Incluso Jesús Reyes Heroles citó fragmentos de su libro “La Liga Comunista 23 de Septiembre”: Origen y Naufragios”, para justificar la amnistía de los presos de la guerrilla.
De Salmerón dijo no conocerlo personalmente, “pero no me cae bien porque sus caracterizaciones históricas son muy forzadas y sesgadas hacia un lado izquierdoso que no conoce la realidad actual de México.”
“Salmerón es un ideólogo típico de los que abundan en la 4ª Transformación, nada más que ahora, debido al control de daños ordenado, queda fuera del gobierno”, terminó diciéndome.
CAJÓN DE SASTRE
“Cuando abundan las opiniones sobre un hecho como la muerte de don Eugenio, cuando hay dudas y muchos se sienten dueños de la verdad, conviene preguntar, leer, ver y escuchar a quienes han vivido en carne propia lo que otros suponen cómodamente y sobre eso opinan”, dice la irreverente de mi Gaby.
lacido.garza@gmail.com
PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.
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