Justicia y revisionismo a la carta
Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior..., 24 de septiembre de 2019
• El caso Iguala no puede comenzar de cero por la sencilla razón de que ya existe una amplia investigación realizada desde hace cinco años, con personas detenidas, órdenes de aprehensión y más de 800 tomos de indagatoria.
Las expresiones del renunciado director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Pedro Salmerón, sobre el asesinato de Eugenio Garza Sada no fueron un simple exabrupto de un funcionario cegado por el ideologicismo.
La propia Secretaría de Cultura, de la que ahora depende ese Instituto, otorgó el domingo, en lo que fuera la residencia oficial de Los Pinos, el premio nacional Carlos Montemayor a los sobrevivientes del ataque guerrillero al cuartel militar de Madera, Chihuahua, en donde murieron esos soldados. En el lugar está el mensaje.
El premio le fue otorgado “a Florencio Lugo Hernández y Francisco Ornelas, ambos sobrevivientes del asalto al cuartel de Ciudad Madera, en la Sierra de Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, evento histórico que marca el inicio de la etapa de lucha guerrillera en México”, dice el comunicado y agrega que “aunque es un hecho casi desconocido por el grueso de la población, el movimiento armado iniciado en 1965 cundió por todo el país, involucró a miles de personas e impactó profundamente en la realidad nacional, logrando imponer un viraje en el rumbo de la nación”, explicó el Comité avalado por la Secretaría de Cultura y encabezado por David Cilia Olmos, un exintegrante de diversos grupos armados. El sábado, en un evento con los premiados, Cilia Olmos declaró que el asesinato de Garza Sada se debía a que era el representante de la oligarquía en México y que en aquellos años el país estaba en guerra.
México no estaba en guerra ni el país vivía bajo una dictadura (quien lo asegure jamás ha vivido bajo una), existía un régimen con fuertes rasgos autoritarios, pero también se gozaba de muchas libertades; la guerrilla de aquellos años no cambió, para bien, ni remotamente el rumbo histórico del país, Garza Sada no era el representante de ninguna oligarquía, sino uno de los empresarios más emprendedores de México.
Como lo demostramos documentalmente en el libro Nadie supo Nada, la verdadera historia del asesinato de Eugenio Garza Sada (Grijalbo, 2006), esa célula guerrillera (como la que atacó Madera), sin relación con los grandes movimientos sociales, incluso con el grueso de la izquierda mexicana, estaba infiltrada por el gobierno de Luis Echeverría, quien supo desde un año y medio antes cómo se organizaba el intento de secuestro y otras operaciones de esa organización, y no hizo nada por evitarlo porque quería sacar partido político del mismo. Más allá de las intenciones que tuvieran sus participantes, está comprobado que fueron manipulados todo el tiempo desde el poder. Llama profundamente la atención que jamás se acepta esa realidad ni se asume que la transformación de un país y de una sociedad se da desde la lucha política, como lo hicieron miles y miles de militantes de izquierda en el país, hasta lograr, paradójicamente, el triunfo de Morena.
Comenzar de cero
El caso Iguala no puede comenzar de cero por la sencilla razón de que ya existe una amplia investigación realizada desde hace cinco años, con personas detenidas, órdenes de aprehensión y más de 800 tomos de indagatoria.
Sobre lo sucedido el 26 de septiembre del 2019 en Iguala hay cosas que evidentemente aún no sabemos, pero sí sabemos lo principal, y en eso coinciden la PGR, la CNDH e incluso, cuando se dejan de hipótesis sin fundamento y van a los hechos, los miembros del GIEI: el punto central es que los estudiantes fueron detenidos por policías municipales de Iguala por órdenes de los líderes de Guerreros Unidos suponiendo, quizás con fundamento, que entre ellos venían miembros del cártel rival de Los Rojos.
Los jóvenes fueron entregados por policías municipales de Iguala, Cocula y Huitzuco a los sicarios. Aproximadamente, 19 de ellos fueron muertos e incinerados en el basurero de Cocula, de ellos fueron identificados dos, uno plenamente y otro parcialmente, en el laboratorio austriaco de Innsbruck, de los demás no se sabe su destino. No hubo ninguna participación militar en los hechos y en torno a la policía federal, la única fue que dos patrulleros se acercaron a los policías municipales cuando estaban deteniendo a los jóvenes y los municipales les dijeron que los llevaban detenidos a la cabecera municipal. Los federales no hicieron más por la simple razón de que no tenían por qué hacerlo: era un delito del ámbito local y los jóvenes estaban siendo detenidos por la policía local. Nadie podía saber que luego los entregarían a los sicarios.
Porque esto sí se sabe, indigna la liberación de sicarios y otros involucrados. Si no se comienza de esa realidad, de lo que se sabe y está comprobado, el crimen de Iguala estará condenado a ser un nuevo 2 de octubre del 68, una historia simbólica más donde no se ha hecho justicia.
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Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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