"Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor": Francisco.
El papa Francisco, presidió este domingo 4 de septiembre en la Plaza de San Pedro el rito de la beatificación del papa Juan Pablo I y pronunció la homilía mientras que la Santa Misa fue presidida fue presidida por el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro.
Durante la liturgia eucarística el Papa permaneció sentado a un costado del altar, y la Misa fue concelebrada por el postulador de la causa, el cardenal Beniamino Stella, el secretario de Estado Vaticano y presidente de la Fundación Vaticana Juan Pablo I, cardenal Pietro Parolin,y también por numerosos cardenales, obispos y sacerdotes.
El milagro que abrió las puertas a la beatificación de Albino Luciani fue la curación de una niña en Buenos Aires, el 23 de julio de 2011. Ella padecía "encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico", y el cuadro clínico era grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía.
La iniciativa de invocar a Luciani la tomó Juan José Dabusti, párroco de la parroquia a la que pertenecía el hospital, del que era muy devoto. "Al verla en ese estado, me animé a dirigirme a Juan Pablo I para pedirle la recuperación de su hija, y junto con ella y algunas enfermeras presentes, le recé", relató el sacerdote en el Vaticano antes de la beatificación.
Y el papa de la sonrisa llegó a los altares. Apenas hace 5 años, el 9 de noviembre de 2017 Francisco aprobó el decreto que lo declaró venerable y en el 13 de octubre de 2021 autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar un decreto por el cual se reconoce un milagro atribuido a la intercesión en la curación de la niña Bonaerense de apenas once años
El segundo paso será hacerlo Santo, para ello será necesario un segundo milagro.
En su homilia Francisco comentó...
"Hermanos, hermanas, el nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria. Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir (cf. A. Luciani/Juan Pablo I, Opera omnia, Padua 1988, vol. II, 11). Por eso, decía: «¡El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes! Aun si habéis hecho cosas grandes, decid: siervos inútiles somos» (Audiencia General, 6 septiembre 1978).
"Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, el rostro sereno, el rostro sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada, no es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado cayendo en el “involucionismo”.
Roguemos a este padre y hermano nuestro, pidámosle que nos obtenga “la sonrisa del alma”, que es transparente, que no engaña: la sonrisa del alma. Supliquemos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas» (Audiencia General, 13 septiembre 1978).
Amén.
Antes del rezo del ángelus dominical y tras concluir la ceremonia de beatificación el papa Francisco comentó:
"Antes de concluir esta celebración, dirijo a todos vosotros mi saludo y agradezco vuestra participación.
Estoy agradecido a los cardenales, obispos y sacerdotes de varios países.
Saludo a las delegaciones oficiales reunidas aquí para rendir homenaje al nuevo beato. Mis pensamientos respetuosos se dirigen al Presidente de la República Italiana y al Primer Ministro del Principado de Mónaco.
Os saludo a todos vosotros, peregrinos, especialmente a los fieles de Venecia, Belluno y Vittorio Veneto, lugares vinculados a la experiencia humana, sacerdotal y episcopal del beato Albino Luciani.
Y ahora nos dirigimos en oración a la Virgen María, para que obtenga el don de la paz en todo el mundo, especialmente en la atormentada Ucrania. Ella, la primera y perfecta discípula del Señor, nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de vida de Juan Pablo I.
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