Los obispos mexicanos, reunidos en su 85 Asamblea Plenaria en Lago de Guadlupe, han dado a conocer un documento mediante el cual proponen vincular las enseñanzas de la V Conferencia del CELAM en Aparecida, para enfrentar con justicia y solidaridad cristianas, el problema de las personas que sufren por el virus del SIDA.
Texto íntegro.
* * *
Atención pastoral a nuestros hermanos y hermanas que viven con VIH y sida
1. La epidemia del SIDA es una de las más enormes crisis de salud, seguridad, y desarrollo humano que haya enfrentado el planeta; mata a millones de adultos en la plenitud de su vida. Desestabiliza y empobrece a las familias, debilita las fuerzas laborales, convierte en huérfanos a millones de niños y amenaza la estructura social y económica de las comunidades y la estabilidad política de las naciones.
2. El VIH y sida se ha convertido en una emergencia global, ha roto con las concepciones tradicionales de enfermedad, pues va más allá de lo puramente médico. El VIH no es simplemente un virus que ataca al sistema inmunológico de las personas, el VIH y sida es un problema social complejo, con implicaciones no sólo para quienes viven con VIH o sida, sino también para sus familias y para las comunidades, rurales, indígenas y urbanas. Nos encontramos ante el serio desafío de encontrar respuestas eficaces, locales y mundiales, en materia de prevención de nuevas infecciones y de atención a las personas que viven con VIH.
3. Las personas que viven con VIH y sida y sus familias, se enfrentan a una sociedad poco informada y con miedo, que reproduce prácticas de estigmatización y discriminación hacia los afectados. Por eso los que viven con el VIH se ven obligados a vivir en silencio y soledad.
4. Podríamos afirmar que hay diversos factores que agravan las consecuencias de esta pandemia. Estos factores tienen que ver con situaciones de pobreza y de injusticia, con la falta de legislaciones y políticas públicas asertivas, con los intereses de lucro de farmacéuticas que elevan el costo de los medicamentos y tratamientos para el VIH y SIDA y con la falta de acceso a la seguridad social y a programas de prevención que contemplen al ser humano en todas sus dimensiones.
5. La promoción de la justicia social es un factor decisivo para combatir este problema. En el contexto de globalización en que vivimos es necesario posicionar criterios éticos que nos lleven a no tener a la economía y las exigencias del mercado como criterios fundamentales por encima de la vida y la dignidad humana.
6. En relación a la justicia son muchos los asuntos pendientes: la tutela, promoción y defensa de los derechos de quienes viven con VIH o padecen SIDA y la generación de políticas públicas que garanticen el llamado Acceso Universal que va más allá del acceso a los medicamentos antirretrovirales.
7. Para nuestra Iglesia la realidad del VIH y sida no pasa inadvertida, como dice San Pablo: "si sufre un miembro, todos sufren con él" (1Cor. 12, 26) Desde el inicio de la epidemia, hombres y mujeres de fe, han estado al lado de los afectados, han encontrado en el VIH y sida un llamado urgente a la acción comprometida y solidaria; han desarrollado programas de atención y prevención en todo el mundo.
8. Como lo mencionan los obispos reunidos Aparecida Brasil en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, encontramos en las personas que viven con VIH y sida y sus familias, un nuevo rostro de los excluidos, que nos llama a la solidaridad. Encontramos en la realidad de la epidemia una invitación a frenar su impacto.
9. Hemos querido asumir la enseñanza de esta la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, que nos pide como prioridad fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH sida, en su amplio contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones, para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia. (Aparecida #421)
10. En el año 2005 los Obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, impulsamos la creación de la campaña Esperanza de Vihda, con la que la Iglesia católica quiere contribuir a la lucha contra la estigma y la discriminación, en el marco de otras acciones como el impulso a la conformación de la REDFE, red conformada por organizaciones basadas en la fe cristiana con trabajo en VIH y sida en México.
11. La campaña Esperanza de Vihda, está dirigida en primer lugar hacia dentro de la misma Iglesia Católica, para generar en la mente y el corazón de los católicos sentimientos y acciones de solidaridad, respeto e inclusión a favor de todas las personas que viven y conviven con VIH y sida.
12. Es nuestro reto ofrecer respuestas a quienes necesitan ayuda en su búsqueda y profundización del verdadero sentido y valor de sus vidas, a pesar del dolor físico, psicológico y social que experimentan frente al VIH. En este sentido, hemos de reconocer que nuestra comunidad de fe a pesar de su capacidad en este aspecto de su misión, no ha respondido al máximo posible a este desafío de desarrollar una pastoral integral en favor de las personas afectadas por la pandemia.
13. Nuestra acción frente al VIH y SIDA, busca ser ecuménica, coordinándonos con otros cristianos que trabajen o quieran trabajar a favor de los infectados. Nuestra acción está abierta y busca la vinculación a la acción de otros organismos de la sociedad civil que trabajen para el mismo fin, lo mismo que con las instancias de gobierno. Una tarea tan ingente como la lucha contra el VIH-SIDA exige la unión de todas las fuerzas posibles.
14. Más allá de los deberes de los que nos gobiernan, más allá de las filantropías, y de las filosofías que mueven a los hombres y mujeres de buena voluntad, en la lucha contra el VIH-SIDA, a nosotros los cristianos nos mueve nuestra fe que nos permite ver en cada enfermo y portador de VIH a un hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, y más aún, nos permite reconocer al mismo Cristo encarnado en el pobre, el hambriento, el sediento, el preso, el migrante, en los pequeños, y en todos los que son menos a los ojos del mundo.
15. Estamos ciertos que la tarea es mucha, pero también que el Señor ha querido que Todos los creyentes vivan unidos y tengan todo en común, (Hc.2,44.) incluso los retos como el sida.
16. Que el Señor nos acompañe y nos anime a la más profunda solidaridad cristiana frente al VIH y SIDA, y que Santa María de Guadalupe, alivio y consuelo de los que sufren, inspire nuestras acciones y las de todos para poder hacer frente creativa, humana y cristianamente a este problema social y acojamos con respeto y amor a los hermanos y hermanas que viven con VIH y sida.
Por los Obispos de México:
+ Carlos Aguiar Retes
Atención pastoral a nuestros hermanos y hermanas que viven con VIH y sida
1. La epidemia del SIDA es una de las más enormes crisis de salud, seguridad, y desarrollo humano que haya enfrentado el planeta; mata a millones de adultos en la plenitud de su vida. Desestabiliza y empobrece a las familias, debilita las fuerzas laborales, convierte en huérfanos a millones de niños y amenaza la estructura social y económica de las comunidades y la estabilidad política de las naciones.
2. El VIH y sida se ha convertido en una emergencia global, ha roto con las concepciones tradicionales de enfermedad, pues va más allá de lo puramente médico. El VIH no es simplemente un virus que ataca al sistema inmunológico de las personas, el VIH y sida es un problema social complejo, con implicaciones no sólo para quienes viven con VIH o sida, sino también para sus familias y para las comunidades, rurales, indígenas y urbanas. Nos encontramos ante el serio desafío de encontrar respuestas eficaces, locales y mundiales, en materia de prevención de nuevas infecciones y de atención a las personas que viven con VIH.
3. Las personas que viven con VIH y sida y sus familias, se enfrentan a una sociedad poco informada y con miedo, que reproduce prácticas de estigmatización y discriminación hacia los afectados. Por eso los que viven con el VIH se ven obligados a vivir en silencio y soledad.
4. Podríamos afirmar que hay diversos factores que agravan las consecuencias de esta pandemia. Estos factores tienen que ver con situaciones de pobreza y de injusticia, con la falta de legislaciones y políticas públicas asertivas, con los intereses de lucro de farmacéuticas que elevan el costo de los medicamentos y tratamientos para el VIH y SIDA y con la falta de acceso a la seguridad social y a programas de prevención que contemplen al ser humano en todas sus dimensiones.
5. La promoción de la justicia social es un factor decisivo para combatir este problema. En el contexto de globalización en que vivimos es necesario posicionar criterios éticos que nos lleven a no tener a la economía y las exigencias del mercado como criterios fundamentales por encima de la vida y la dignidad humana.
6. En relación a la justicia son muchos los asuntos pendientes: la tutela, promoción y defensa de los derechos de quienes viven con VIH o padecen SIDA y la generación de políticas públicas que garanticen el llamado Acceso Universal que va más allá del acceso a los medicamentos antirretrovirales.
7. Para nuestra Iglesia la realidad del VIH y sida no pasa inadvertida, como dice San Pablo: "si sufre un miembro, todos sufren con él" (1Cor. 12, 26) Desde el inicio de la epidemia, hombres y mujeres de fe, han estado al lado de los afectados, han encontrado en el VIH y sida un llamado urgente a la acción comprometida y solidaria; han desarrollado programas de atención y prevención en todo el mundo.
8. Como lo mencionan los obispos reunidos Aparecida Brasil en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, encontramos en las personas que viven con VIH y sida y sus familias, un nuevo rostro de los excluidos, que nos llama a la solidaridad. Encontramos en la realidad de la epidemia una invitación a frenar su impacto.
9. Hemos querido asumir la enseñanza de esta la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, que nos pide como prioridad fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH sida, en su amplio contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones, para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia. (Aparecida #421)
10. En el año 2005 los Obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, impulsamos la creación de la campaña Esperanza de Vihda, con la que la Iglesia católica quiere contribuir a la lucha contra la estigma y la discriminación, en el marco de otras acciones como el impulso a la conformación de la REDFE, red conformada por organizaciones basadas en la fe cristiana con trabajo en VIH y sida en México.
11. La campaña Esperanza de Vihda, está dirigida en primer lugar hacia dentro de la misma Iglesia Católica, para generar en la mente y el corazón de los católicos sentimientos y acciones de solidaridad, respeto e inclusión a favor de todas las personas que viven y conviven con VIH y sida.
12. Es nuestro reto ofrecer respuestas a quienes necesitan ayuda en su búsqueda y profundización del verdadero sentido y valor de sus vidas, a pesar del dolor físico, psicológico y social que experimentan frente al VIH. En este sentido, hemos de reconocer que nuestra comunidad de fe a pesar de su capacidad en este aspecto de su misión, no ha respondido al máximo posible a este desafío de desarrollar una pastoral integral en favor de las personas afectadas por la pandemia.
13. Nuestra acción frente al VIH y SIDA, busca ser ecuménica, coordinándonos con otros cristianos que trabajen o quieran trabajar a favor de los infectados. Nuestra acción está abierta y busca la vinculación a la acción de otros organismos de la sociedad civil que trabajen para el mismo fin, lo mismo que con las instancias de gobierno. Una tarea tan ingente como la lucha contra el VIH-SIDA exige la unión de todas las fuerzas posibles.
14. Más allá de los deberes de los que nos gobiernan, más allá de las filantropías, y de las filosofías que mueven a los hombres y mujeres de buena voluntad, en la lucha contra el VIH-SIDA, a nosotros los cristianos nos mueve nuestra fe que nos permite ver en cada enfermo y portador de VIH a un hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza, y más aún, nos permite reconocer al mismo Cristo encarnado en el pobre, el hambriento, el sediento, el preso, el migrante, en los pequeños, y en todos los que son menos a los ojos del mundo.
15. Estamos ciertos que la tarea es mucha, pero también que el Señor ha querido que Todos los creyentes vivan unidos y tengan todo en común, (Hc.2,44.) incluso los retos como el sida.
16. Que el Señor nos acompañe y nos anime a la más profunda solidaridad cristiana frente al VIH y SIDA, y que Santa María de Guadalupe, alivio y consuelo de los que sufren, inspire nuestras acciones y las de todos para poder hacer frente creativa, humana y cristianamente a este problema social y acojamos con respeto y amor a los hermanos y hermanas que viven con VIH y sida.
Por los Obispos de México:
+ Carlos Aguiar Retes
Obispo de Texcoco
Presidente de la CEM
+ José Leopoldo González González
+ José Leopoldo González González
Obispo Auxiliar de Guadalajara
Secretario General de la CEM
No hay comentarios.:
Publicar un comentario