Columna EN PRIVADO/Alfredo Originales.
miércoles, 20 de enero de 2010 00:17
FUEGO AMIGO, GUERRA SUCIA.
El ex gobernador Juan Millán va con todo en contra de Jesús Vizcarra.
El tiempo se les vino encima a los partidos políticos para nominar a sus candidatos para las elecciones locales del 4 de julio venidero, especialmente al PRI que como nunca enfrenta una lucha intestina entre un ex y el actual gobernador, para definir al posible sucesor.
Hace 12 años sucedió algo similar pero en otras condiciones. Gobernaba Sinaloa Renato Vega Alvarado, quien padecía la dependencia del gobierno central, particularmente del ex mandatario Francisco Labastida Ochoa, entonces secretario de gobernación.
Cabe recordar que hace dos sexenios el presidente de la republica era Ernesto Zedillo y como tal el jefe nato, no tan sólo de las fuerzas armadas de México, sino del control político nacional a través del otrora PRI.
Esta característica de que el PRI era gobierno, le concedía al presidente la facultad, por medio del partido, poner e imponer candidatos a los diferentes cargos de elección popular: gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, entre otros.
Pues bien, en ese entonces la línea oficial del PRI-Gobierno era que Lauro Díaz Castro sería el candidato para la gubernatura en Sinaloa.
Para ese entonces, Juan Millán Lizárraga tenía ya años haciendo todos los intentos habidos y por haber, para que el gran elector se fijara en él y lo bendijera con la decisión sucesoria, pero no fue así.
El trabajo al interior del PRI por más de dos décadas para construir su proyecto hacia la gubernatura de Sinaloa, le permitió al cetemista tejer una estructura y organización paralela al gobierno y partido, de tal suerte que fue su mejor plataforma para enfrentarse a la decisión cupular y lograr revertir el método para elegir candidato.
Hasta aquí todo es conocido. El PRI vivió un proceso abierto para que la ciudadanía sinaloense eligiera quién debería ser el candidato a gobernador. De esta manera Juan Millán coronó una larga espera.
Pudiera decirse que Juan Millán rompió una línea sucesoria sin contratiempos ni sobresaltos, a pesar de que hubo un enfrentamiento entre dos grupos históricamente antagónicos al interior del PRI.
A falta de presidente de la republica, los gobernadores son los grandes electores en sus entidades, prueba de ello es que Juan Millán no tuvo mayor problema para heredar el poder a Jesús Aguilar Padilla, no obstante que como candidato estuvo a punto de perder la elección frente al candidato del PAN.
Obvio es de suponer que el arribo de Millán Lizárraga a la gubernatura de Sinaloa estuvo fincada en acuerdos, convenios y compromisos entre el grupo que le ayudo a construir su proyecto, entre los que destaca el hecho de que su sucesor sería nada menos que Aguilar Padilla y que a éste le seguiría Abraham Velázquez Iribe.
Pero ya en el ejercicio del poder, Aguilar Padilla cambio el esquema y empezó a apuntalar desde mucho tiempo a Jesús Vizcarra Calderón como su posible heredero, mientras que por otro lado no dejó que Velázquez Iribe creciera, de ahí que deliberadamente surgió el problema de la presa Picacho y la desaparición de la Cocosin y por ende su eliminación de la contienda sucesoria.
En este escenario, es entendible el despecho del ex mandatario cuando habla de deslealtades, así como su rechazo tajante hacia el proyecto de Jesús Aguilar que pretender nominar al alcalde de Culiacán Jesús Vizcarra Calderón como candidato del PRI al gobierno de Sinaloa.
De igual manera, se entiende su afán de promover con todos los recursos habidos y por haber –incluyendo el fuego amigo- al Senador Mario López Valdez como contrapeso al proyecto aguilarista con el obsesivo propósito de evitar que Jesús Vizcarra sea el posible sucesor.
Quienes conocen a fondo al ex gobernador Millán Lizárraga, dan por hecho que no descansará hasta lograr su objetivo de impedir que el alcalde culichi pida licencia para ir en busca de la candidatura, sin importar que en esta lucha salpique a todos con la guerra que se avecina con mayor crudeza.
Van más allá al predecir que esta polarización agresiva puede dar pauta para el surgimiento del llamado candidato de la concordia -que no el tercero en discordia- y que bien podría ser Pablo Moreno Cota, Oscar Lara Arechiga, o cualquiera otro, pero ya no Vizcarra ni Malova.
En mi opinión muy personal, la decisión que finalmente tome el gobernador Jesús Aguilar Padilla debe fincarse en una negociación de alta escuela, en donde los protagonistas queden lo menos resentidos posibles, a menos que se quiera entregar la plaza.
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