1 ago 2010

Calderón en Guadalajara


Puesta en escena presidencial
Gloria Reza y Daniel Lizárraga
PROCESO, 1 DE AGOSTO DE 2010;
GUADALAJARA, JAL.- El presidente Felipe Calderón supervisó personalmente, junto con el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, el operativo militar que culminó con la muerte de Ignacio Coronel Villarreal, una de las cabezas del narcotráfico en México.
Desde las primeras horas del jueves 29 Calderón supo que el Ejército llevaría a cabo lo que llaman “un operativo quirúrgico” para aprehender a Nacho Coronel en una de sus casas de seguridad en Colinas de San Javier, una de las zonas más ricas de Jalisco.
No obstante, el mandatario no canceló su gira de trabajo por Guadalajara programada para esa tarde. Por el contrario, llegó a la Quinta Región Militar de Jalisco sabiendo que Coronel ya estaba muerto y, desafiante, se movió sólo por tierra en medio de un operativo que incluyó dos helicópteros artillados y al menos seis vehículos con ametralladoras calibre 50.
Desde la mañana del 29 hubo movimientos inusuales en distintos puntos de Guadalajara. Afuera de las instalaciones de la XV Zona Militar se veían tanquetas en posición de defensa, cuando antes sólo las vigilaba un par de soldados. En la avenida Aviación –una de las arterias más importantes en los alrededores de la base aérea en donde aterrizaría Calderón– aparecieron más vehículos artillados del Ejército. En las calles se sentía que algo estaba sucediendo.
De acuerdo con la agenda oficial entregada a los medios una noche antes, Felipe Calderón debió despegar a las cinco de la tarde rumbo a Guadalajara. Sin embargo hubo un retraso de alrededor de 25 minutos en el hangar presidencial sobre el cual no hubo explicación.
Cuando la comitiva despegó en el avión TP-01, el operativo militar tenía cuatro horas y media de haber arrancado y en los portales de internet ya se manejaban versiones extraoficiales sobre la posible captura de Nacho Coronel. La Presidencia no los desmintió. La nueva coordinadora de Comunicación Social, Alejandra Sota, permaneció en Los Pinos.
Tras aterrizar en Guadalajara a las 18:15 horas, Calderón y su comitiva abordaron camionetas blindadas que circularon a no menos de 120 kilómetros por hora en la avenida Vallarta, uno de los accesos más importantes a la capital de Jalisco. Tradicionalmente las caravanas presidenciales en gira no viajan a más de 80 kilómetros por hora.
En el trayecto al centro de exhibiciones Expo Guadalajara cada uno de los puentes peatonales por los que pasó la caravana –alrededor de siete– estaban ocupados por soldados encapuchados y armados. En los cruces aparecieron más vehículos con ametralladoras. Dos helicópteros Bell vigilaban el convoy en vuelos rasantes.
A bordo de las camionetas los reporteros se enteraron de que Nacho Coronel había muerto en el operativo. La noticia se haría oficial a las 17:00 horas en la Secretaría de la Defensa. Los espacios de los noticieros radiofónicos estaban abiertos para transmitir en vivo el mensaje de Calderón. Sin embargo, del equipo de prensa de Los Pinos no hubo una sola palabra.
Felipe Calderón acudió a la capital jalisciense para entregar al empresario tequilero Juan Francisco Beckmann Vidal la medalla al Mérito Industrial 2010. La ceremonia estaba programada en Los Pinos desde un mes antes. Expo Guadalajara, sitio del encuentro con los industriales, está a unos 10 kilómetros de Colinas de San Javier, último refugio de Nacho Coronel.
Un integrante del Estado Mayor Presidencial dio una tarjeta blanca a Felipe Calderón antes de que le tocara el uso del micrófono. El mandatario leyó rápidamente el mensaje.
Durante su discurso Calderón evitó referirse a la muerte del capo; simplemente acotó: “Seguiremos trabajando para fortalecer el estado de derecho. Seguiremos trabajando hasta lograr la seguridad, la estabilidad y la tranquilidad de las familias jaliscienses (...) por ello, también seguiremos firmes en el combate a la delincuencia que afecta nuestras sociedades y que afecta nuestras comunidades”.
Sólo hasta que terminó el discurso de Calderón dio inicio la lectura de un comunicado en la Defensa sobre la muerte de Nacho Coronel.
En Guadalajara la vigilancia militar no se limitó –como sucede en cada visita presidencial– al área cercana a la Expo Guadalajara, sino que se extendió a un perímetro más amplio y se incluyó a militares, policías federales y estatales, y agentes de tránsito. Los había en cada esquina. Por aire los helicópteros seguían vigilando.
Al entregar la medalla a Beckmann Vidal, nueve miembros del Estado Mayor Presidencial formaron una valla de protección alrededor del mandatario. Desde lejos parecía que el reconocimiento sería para uno de ellos. En condiciones normales no participan más de tres o cuatro escoltas.
De Nacho Calderón a Nacho Coronel
Concluida esa ceremonia Calderón se traslado al hotel Hilton para vestirse de etiqueta para ir al estadio Chivas-Omnilife. Entre esta nueva sede del futbol mexicano de primera división y Colinas de San Javier hay unos 12 kilómetros.
Al paso de la caravana presidencial se cerraron calles y avenidas. Uno de los agentes de tránsito comentó a Proceso que hubo instrucciones de despejar la avenida Lázaro Cárdenas para que pasara sin problemas el convoy integrado por tres Suburban, vehículos militares y cuatro patrullas federales. Por aire los helicópteros siguieron su operativo de vigilancia.
En los alrededores del nuevo estadio la vigilancia era mayor. A pesar de ser hora pico una patrulla federal bloqueó los tres carriles del Periférico Poniente en el sentido sur-norte, a pocos metros de la avenida Guadalupe. Esto obligó a que los vehículos transitaran sólo por el acotamiento.
El ingreso al estadio fue por la avenida del Bosque. Para llegar a destino era necesario pasar seis retenes; en uno de ellos un militar revisaba la parte de abajo del auto con un detector de explosivos. En cada parada el procedimiento fue el mismo: “¿A dónde se dirige?”, “muestre su identificación”, “muestre su invitación”.
A las nueve y media de la noche comenzaron los discursos previos a la inauguración. El primero en hablar fue Javier Vergara, dueño del estadio. En su discurso, que duró 11 minutos, fue interrumpido siete veces por los aplausos. Tras concluir Vergara, siguieron alocuciones breves de su esposa y del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez.
Felipe Calderón puso poca atención a estas intervenciones. Entre las piernas el mandatario manipulaba sin cesar una BlackBerry.
Al hablar, más relajado, el mandatario dio un discurso de 13 minutos: “El equipo de las Chivas es un equipo ganador, enormemente querido de los mexicanos más allá de preferencias, es un equipo ganador como se quiera ver, el Guadalajara es el equipo que más campeonatos ha ganado en el futbol mexicano y eso no cualquiera lo puede hacer”, dijo el presidente.
También recordó a los destacados jugadores actuales y pasados que salieron de las filas del Guadalajara. Cuando mencionó a los futbolistas que fueron símbolos nacionales y que provenían de las Chivas, trastabilló al mencionar el nombre de Nacho Calderón –a muchos se les vino a la mente el de Nacho Coronel– y rápidamente aclaró que se refería a “aquel portero del 70”.
Tras los discursos hubo un recorrido del mandatario y su anfitrión por las instalaciones. Calderón firmó una playera con el número 12 y Vergara una con el número 1. La música reinició para poner el ambiente.
Así cerró el mandatario esa agitada noche de jueves, entre fuegos artificiales, sonriente, envuelto en un ambiente diametralmente opuesto al que vivió en diciembre de 2009, cuando la Marina acabó con Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes.

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