A matar o morir
J. Jesús Esquivel
Revista Proceso # 1761, 1 de agosto de 2010;
De acuerdo con autoridades de Estados Unidos, la explosión del coche bomba en Ciudad Juárez puede atribuirse a una acción de La Línea, grupo de sicarios aliado al cártel de Juárez. La embajada de ese país ordenó el cierre temporal de su consulado en la ciudad fronteriza, ante la posibilidad de que los actos de narcoterrorismo se intensifiquen durante los próximos días en la zona que se disputan, a sangre y fuego, los cárteles de Juárez y de Sinaloa por el control del trasiego de droga hacia Estados Unidos.
EL PASO.- La ejecución de policías federales y de elementos del Ejército Mexicano tiene un objetivo concreto: la “intimidación total” al gobierno de México, consideran integrantes de varias agencias federales antidrogas y de organismos de inteligencia concentrados en el edificio que alberga al Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC, por sus siglas en inglés).
Reacios a que se les identifique por sus nombres, los tres agentes entrevistados por Proceso exponen que la situación es grave debido a que los cárteles de Juárez y de Sinaloa desataron una ofensiva para “amarrar” el control de los corredores de la droga en Ciudad Juárez.
“El cártel de Juárez está convencido de que la Policía Federal y algunos integrantes de las Fuerzas Armadas en Ciudad Juárez se hallan al servicio del cártel de Sinaloa, lo que intensificó la guerra. El ejemplo más claro es el coche bomba (que explotó el pasado 15 de julio)”, dice al reportero uno de los agentes consultados, adscrito al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).
Explica: “La violencia de los dos últimos años en la región está en los niveles más altos y es resultado de la guerra entre las dos organizaciones por el control de la plaza, pero también de la obsesión del cártel de Juárez por intimidar al gobierno (federal) mexicano”.
En la ciudad texana, colindante con Juárez, algunos de los organismos federales estadunidenses involucrados en la lucha contra el trasiego de las drogas procedentes de México –FBI, la DEA y varias agencias federales de inteligencia– sostienen que La Línea libra una batalla campal contra los policías federales y algunos militares mexicanos que, arguye ese grupo, están en la nómina de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, líder del cártel de Sinaloa.
La Línea, el brazo del cártel de Juárez, está integrado por criminales y pandilleros como Los Aztecas, según los documentos a los que el corresponsal tuvo acceso.
Los otros dos agentes estadunidenses entrevistados, quienes insisten también en que se omita el nombre de la dependencia a la que pertenecen, consideran que nadie debe desestimar las amenazas de ese grupo de sicarios. Uno de los agentes asegura que los integrantes de La Línea “seguirán utilizando armas cada vez más letales, como los coches bomba”.
“Para ellos –comenta el agente estadunidense– es claro que la Policía Federal no deja de ayudar al Chapo en su intento por apoderarse de la plaza de Ciudad Juárez.”
Despliegue en El Paso
La explosión del coche bomba en Ciudad Juárez el jueves 15 de julio y la amenaza de La Línea de que habrá más atentados de ese tipo movilizó a las agencias de inteligencia de Estados Unidos en El Paso, incluido el Grupo de Inteligencia para el Suroeste, perteneciente al FBI.
Los directivos de esos organismos reforzaron sus actividades de cooperación con México, en particular las relativas a las investigaciones que las autoridades mexicanas realizan en torno a la guerra que libran los cárteles de Juárez y de Sinaloa en la ciudad fronteriza de Juárez.
Ello obligó al gobierno de Felipe Calderón a adoptar, sin aceptarlo de manera pública, que se apliquen algunos “protocolos” de seguridad en esa zona del territorio mexicano debido a los actos de “violencia sofisticada”, como son las tácticas de narcoterrorismo.
“Hemos tenido que modificar todos los protocolos de actuación del gobierno en materia de seguridad”, comenta a Proceso el presidente municipal de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz.
El alcalde juarense explica que, antes de la explosión del 15 de julio, en la entidad sólo se aplicaban medidas para evitar ataques a los policías, “pero eran ataques con pistolas y armas largas”; “ahora –dice–, con este tipo de nuevos ataques (la explosión de coches bomba), se requiere un cambio de todos los procedimientos”.
Cuando se le pregunta sobre los nuevos protocolos de seguridad y quién los está aplicando, Reyes Ferriz se niega a revelar los detalles. Sin embargo, fuentes oficiales del gobierno mexicano aseguran al reportero que las agencias federales de Estados Unidos ya están participando en las indagatorias sobre el coche bomba y la guerra que libran entre sí los cárteles de Juárez y de Sinaloa por el control del trasiego de drogas en la plaza de Ciudad Juárez.
Consultado al respecto, un funcionario mexicano, que “por temor a represalias” pide que su nombre no sea mencionado, afirma que incluso ya hay resultados sobre el acto “narcoterrorista”:
“Las investigaciones de las agencias de inteligencia de Estados Unidos señalan que la explosión del coche bomba no fue una represalia de La Línea por el arresto de El 35 –Jesús Armando Acosta Guerrero–, como señaló la SSP (Secretaría de Seguridad Pública). El ataque de La Línea con el coche bomba es porque la PF y elementos del Ejército están protegiendo en Juárez a la gente del Chapo, y este incidente lo orquestó la gente de El Rikín.”
José Rodolfo El Rikín Escajeda, considerado como el número tres en el escalafón de mando del cártel de Juárez, fue detenido por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, el 4 de septiembre de 2009.
En el expediente de la causa judicial que emprendió la DEA en su contra, al Rikín se le ubica como uno de los pistoleros más sanguinarios de La Línea y uno de los líderes de la organización que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy. El documento también menciona que él es responsable del control y manejo de la exportación de varios tipos de drogas desde el Valle de Guadalupe hacia Estados Unidos.
Días después de su arresto, la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) trasladó al Rikín a la Ciudad de México, donde presuntamente permanece arraigado en una casa de seguridad. El entrevistado asegura que ello se debe a que la Procuraduría General de la República (PGR) ha tenido problemas para fincarle cargos al sicario del cártel de Juárez.
Sin embargo, comenta que las investigaciones de las agencias de inteligencia de Estados Unidos sobre la explosión del coche bomba arrojaron nuevos datos en torno al caso Rikín, a quien reclaman ya las autoridades del vecino país. Esa versión la corrobora otra fuente de la Secretaría de Relaciones Exteriores consultada por el reportero y que de manera expresa se niega a revelar su identidad –“para evitar problemas con el gobierno calderonista”, arguye–; incluso adelanta que México “ya concedió a Estados Unidos la extradición del Rikín Escajeda”.
Los agentes estadunidenses y los funcionarios mexicanos entrevistados por Proceso coinciden en que el gobierno de Calderón se ha mostrado cauto sobre la posible extradición del Rikín para no alertar a los sicarios de La Línea y evitar que cumplan sus amenazas de lanzar otros ataques con armas cada vez más sofisticadas.
El Grupo de Inteligencia para el suroeste del FBI en El Paso se mantiene en estado de alerta y el intercambio de información con sus contrapartes mexicanas de Ciudad Juárez es permanente; también mantiene contacto con las agencias federales de su país debido al “nivel de intensidad” que alcanzó la guerra entre los cárteles de Juárez y de Sinaloa.
En febrero de 2009, en el estado de Durango comenzaron a evidenciarse señales de lo que supondría la planeación de atentados por parte del crimen organizado. Individuos armados irrumpieron en una empresa minera y robaron 121 kilogramos de explosivos. Un robo similar se efectuó a los pocos días. En el mismo mes, efectivos del Ejército lograron recuperar “la mayor” parte del material explosivo y detuvieron a cinco sujetos, cuatro de los cuales fueron trasladados a la capital del país, donde se les puso bajo arraigo.
Viene más violencia
Dos de los agentes federales estadunidenses hablaron con Proceso en sus oficinas de El Paso. En cuanto a los avances de sus investigaciones, uno de ellos advierte: “Es muy alta la posibilidad de que en los próximos días aumente la violencia de La Línea en Ciudad Juárez”.
Su compañero lo secunda: “Todos nuestros sistemas de investigación llegan a la misma conclusión: en Ciudad Juárez, La Línea no va a bajar la intensidad de sus ataques contra la Policía Federal y contra elementos del Ejército”.
–¿Es cierto que la Policía Federal apoya al cártel de Sinaloa en su lucha por controlar la plaza de Ciudad Juárez? –pregunta el corresponsal.
–El cártel de Juárez asegura que la Policía Federal y el Ejército actúan en su contra y que pone menos atención en los operadores del Chapo que se encuentran en esta región. Está claro que nadie va a hacer cambiar de opinión a la gente de Carrillo Fuentes. Eso es lo más delicado y peligroso de esta guerra (entre los cárteles)”, responde uno de los agentes.
Sobre la explosión del coche bomba del 15 de julio pasado, las autoridades estadunidenses se inclinan por una línea según la cual el ataque fue ordenado por la organización de Carrillo Fuentes. De acuerdo con el agente del FBI consultado, es posible que el operativo haya sido dirigido y orquestado desde territorio estadunidense, concretamente desde El Paso.
“Algunos operadores de La Línea que forman parte de la pandilla Los Aztecas y que viven en El Paso son mencionados constantemente como sospechosos de haber dirigido el ataque con el coche bomba en Ciudad Juárez”, destaca uno de los documentos consultados por el corresponsal.
–¿Está involucrado El Rikín Escajeda o alguien de su gente en el ataque con un coche bomba? –pregunta Proceso al agente del FBI.
–No puedo hacer comentarios sobre el caso de este personaje… Lo único que puedo decirle es que quienes están detrás del ataque son gente muy peligrosa y desalmada que no duda en cumplir sus amenazas.
El presidente municipal de Juárez, José Reyes Ferriz, admite que la ciudad que gobierna vive “un escalamiento de violencia muy importante”, pero se niega a calificar como “narcoterrorismo” los actos de intimidación, sobre todo la explosión del coche bomba.
“No lo estamos considerando como narcoterrorismo; ya lo dijeron el procurador (Arturo Chávez Chávez) y el embajador (estadunidense Carlos Pascual); no lo estamos considerando así”, subraya el alcalde juarense. Con ello, se ciñe a la orden del gobierno de Calderón de omitir este adjetivo.
El 30 de julio, el Consulado General de Estados Unidos en Ciudad Juárez no abrió sus puertas. La víspera, la embajada de Estados Unidos en México emitió un comunicado en el que exponía que las oficinas permanecerán cerradas “para evaluar su postura sobre seguridad” y reanudarán sus actividades “hasta que la revisión de seguridad (en Ciudad Juárez) se haya completado”.
Consultados por el corresponsal sobre el clima de violencia que prevalece en la zona fronteriza, algunos adolescentes juarenses reconocen que están aterrorizados. “Es una lástima lo que pasa en Ciudad Juárez”, dice Rodolfo, un joven que bebe cerveza con sus amigos en el antro Eclipse, ubicado a unos metros del campus de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP).
“Hoy tenemos que venir a El Paso a divertirnos; antes era al revés. Pero no vamos a dejar a Ciudad Juárez; es nuestra tierra, nuestro México. Y nos lo tiene que devolver el gobierno de Calderón”, comenta uno de sus compañeros.
Los clubes de la zona universitaria texana suelen llenarse de jóvenes, aun entre semana. Gran parte de ellos son juarenses y tienen preferencia por tres bares ubicados sobre la calle Cincinnati, entre las calles Mesa y Stanton. Una joven del grupo de amigos de Rodolfo comenta al corresponsal que en los antros la diversión acaba alrededor de las dos de la madrugada, por lo que ella prefiere permanecer ahí para estar más segura.
En una calle aledaña a Cincinnati, donde se concentran los bares más populares y concurridos, tres vehículos del departamento de policía de El Paso realizan sus patrullajes durante toda la noche con intervalos de 10 minutos.
–¿Por qué te vienes a divertir a El Paso, si en Juárez los antros cierran más tarde y son más baratos? –se le cuestiona a Rodolfo.
–¿Para qué rascarle los güevos al tigre? Está muy cabrón del otro lado y salir por la noche en Ciudad Juárez ya no es seguro para nadie.
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