Secuestradores y corsarios/Jorge G. Castañeda
Reforma, 23 Dic. 10
Alo largo de los últimos 40 años no han faltado relatos, enigmas, libros y verdades sobre secuestros realizados en América Latina por diversos grupos del crimen organizado y/o guerrilleros, donde el delgado hilo que separa lo político de lo económico se cruza con frecuencia, y en ocasiones se rompe. El ejemplo clásico de la narrativa al respecto es Noticia de un secuestro de García Márquez, pero en épocas más recientes podemos incluir El misterio de las Tanias de Sebastián Edwards, Las conexiones de ETA en América de Florencio Domínguez, David Graiver, el banquero de los Montoneros de Juan Gasparini, e incluso mi breve pasaje dedicado al secuestro de los hermanos Born en Argentina en 1974, en la Utopía desarmada.
También abundan en los anales de las aventuras y peripecias de la izquierda armada en América Latina casos célebres de secuestros y asaltos por grupos altamente especializados en países que no necesariamente eran los de su origen. En esta lista figuran el secuestro del empresario brasileño de supermercados Abilio Diniz a finales de 1989 por personajes chilenos, ya sean ex miristas, ya sean del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, posteriormente detenidos y encarcelados en Sao Paulo. También destaca el caso de otro chileno, el famoso Gato Valenzuela, que realizó diversas operaciones, asaltos y secuestros en México, en Brasil, e incluso se llegó a decir en Estados Unidos. Recuérdese también el secuestro en México de Beatriz Madero en 1981 por ex guerrilleros argentinos, incluyendo a un hermano del Che Guevara y otro de Roberto Santucho. Un episodio más extraño involucró a los llamados Macheteros, originarios de Puerto Rico, que asaltaron un camión blindado de la depositaria Wells Fargo en Connecticut.
Todos estos grupos tuvieron vínculos en un momento u otro, como es bien sabido y ha sido debidamente documentado (por ejemplo en el libro de Jorge Masetti, La loi des corsaires), con los servicios de inteligencia cubanos. Ofrecían capacitación, asesoría técnica, traslado de armas y, sobre todo, como en el caso de los herederos de la fortuna Bunge & Born, resguardo de dinero. Algunos de sus agentes llegaron a participar en operativos, pero fueron rápidamente relevados de sus cargos (Fernando El Cojo Comas en México en 1985, "Humbelto" en Chile), ya que las autoridades cubanas guardaron una "sana distancia" entre su involucramiento tácito y la operación activa. La mayoría de estos grupos ha ido desapareciendo, pero no todos. Unos siguen actuando en Centroamérica; otros, vinculados a las FARC, en Colombia; otros más asociados a la ETA en España y Venezuela, y tal vez uno que otro por ahí en México.
¿A qué caso viene todo esto? Por si alguien no se hubiera dado cuenta, al tema Diego. Mientras las autoridades no averigüen e informen, y los medios no investiguen, no nos queda más remedio que especular; lo que es más, a pesar de la muy legítima petición del mismo Fernández de Cevallos, estamos obligados a especular mientras no surjan certezas. Todas las hipótesis son factibles y creíbles. Pero no son necesariamente compatibles entre sí. Sería verosímil que se tratara de un grupo profesional de secuestradores sin ninguna connotación política, salvo la que esgrimen para despistar; podría ser, aunque lo dudo, un grupo político militar mexicano escindido de otro grupo, a su vez separado de otro grupo, etcétera, etcétera, dotado de una capacidad logística, comunicativa, tecnológica y negociadora insólita para la izquierda armada mexicana; o puede tratarse, justamente, de uno de estos grupos ya mencionados, trabajando por cuenta propia, o por encargo, por motivos económicos con cariz político, o políticos con cariz económico, y que son muy buenos en su chamba porque llevan años haciendo esa chamba. Todo esto es lo que falta por saber. El silencio y la ignorancia le hacen un flaco favor a la sociedad mexicana, que escucha a la distancia el grito de victoria de los secuestradores: "¡Sí se pudo!".
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