Columna La historia en breve/Ciro Gómez Leyva
Milenio, 23 de agosto de 2012
Triste la exposición que montó ayer MVS. Colocó un asunto prometedor entre la infidencia, la codicia y el pastelazo. Joaquín Vargas terminó haciendo lo que hace una semana negó que haría: divulgar información privada. En fin. Quizá lo único realmente notable es que, año y medio después, el episodio de agosto de 2012 deja intacto el tema que disparó esta enrevesada trama: el presunto alcoholismo del presidente Calderón.
Fue un cuento de principio a fin. Se acabó el sexenio y el Presidente no encabezó ningún acto público en estado de ebriedad. No se tropezó ni vomitó con gente alrededor. No se hizo famoso por cancelar citas. Lució fresco, bien dormido. Y en los actos se le vio concentrado. Improvisó con frecuencia y facilidad. No hubo un rastro periodístico para hacer tal insinuación. No es siquiera un mito. Es un cuento.
Insinuación sin fundamento es calumnia. La del alcoholismo de Calderón la propalaron los grises diputados del PT, uno que otro columnista, una conductora de radio, un agraviado ex líder del PAN, los tuiteros más arteros. Jamás registraron el hecho, pero lo insinuaron y repitieron para tratar de dañar al espurio.
Escribí aquí el 8 de febrero de 2011, y lo repito ahora: “Triste momento para el conocimiento colectivo en México. Quisiera pensar que es un momento de confusión. Pero no, es más bien de malignidad. Se acusa maligna y reiteradamente a Felipe Calderón sin una prueba. Sin fuentes es una calumnia. Jodida. Vulgar. Divulgada por calumniadores”.
Y ni siquiera se dignaron a disculparse. Y ahí sí que con una disculpa bastaba. Pero ellos nunca se equivocan. Nunca pierden.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario