- La pobreza como símbolo
ALEJANDRO
GUTIÉRREZ
Revista
Proceso
No. 1899, 24 de marzo de 2013
Se
colgó una cruz de plata en vez de una de oro. No calza zapatos Prada y rechazó
el trono y la limusina. Y una de sus frases de presentación ante la prensa
internacional fue: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”. A
eso apostó el Vaticano. A un Papa distinto, por lo menos en las formas. Y esa
es la imagen que ofrece Francisco, el Papa jesuita y latinoamericano. Pero más
allá de los símbolos, el pontífice argentino no ha dicho nada acerca de la
titánica tarea que le espera: la de limpiar la casa vaticana. En sus manos ya
está el informe secreto que tres cardenales elaboraron para Benedicto XVI y en
el cual se detallan los casos de corrupción y guerras intestinas que asuelan a
la Iglesia católica, además de la pederastia impune. Están por verse sus
acciones.
CIUDAD
DEL VATICANO.- Los primeros días de Francisco como Papa estuvieron marcados por
una serie de señas singulares que empiezan a delinear su pontificado –como su
idea de tener “una Iglesia de los pobres y para los pobres”–, que fueron bien
recibidos por los fieles y los jerarcas religiosos y ampliamente ponderados por
el ejército de 6 mil periodistas de todo el mundo que reportearon el cambio de mando
en el Vaticano.
Esas
señas fueron interpretadas como una bocanada de aire fresco en el ambiente
viciado que prevalece tras los muros vaticanos debido a los múltiples
escándalos de la curia romana.
El
vaticanista español Eric Frattini sostiene que Francisco será “un Papa muy
mediático” pero no como lo fueron Juan Pablo II y Benedicto XVI, “muy dados al
boato pontificio”.
En
entrevista con Proceso, el autor del libro Los cuervos del Vaticano. Benedicto
XVI en la encrucijada plantea: “Bergoglio es un señor que viene de pisar barro,
no mármol de Carrara; que aunque viene de Buenos Aires, proviene de la villa
miseria; es un hombre que ha estado en esas villas hasta antes de venir al
cónclave, por eso rompe con una serie de esquemas”.
Pero
una vez formalizada su entronización, en la ceremonia del 19 de marzo, se
inicia la etapa crucial, que será la de formalizar su equipo de trabajo e
iniciar las reformas necesarias en la curia vaticana, las que exigieron los
cardenales en el cónclave donde fue elegido el jesuita argentino.
En
su artículo Huracán Francesco el vaticanista Ignazio Ingrao, de la revista
italiana Panorama, sostiene que dentro del “aspecto afable del Papa Bergoglio
está la determinación de un jesuita por reformar la curia a profundidad”.
Conocedor
de las intrigas vaticanas, Ingrao afirma que la “agenda” de temas y reformas
“ineludibles” incluye darle un nuevo empuje a la comunicación del “evangelio,
el diálogo interreligioso, la reforma de la curia romana y la elección de un
‘líder’, la limpieza de las finanzas vaticanas, el papel de los laicos, la
lucha contra la pedofilia y la moral sexual.
“Estos
puntos son fruto de la discusión librada ampliamente por los cardenales durante
las congregaciones generales y el cónclave. Son la prioridad de los príncipes
de la Iglesia conseguibles por el sucesor de Benedicto XVI a costa de marcar la
huella del nuevo pontificado”, planteó.
Luego
de que Benedicto XVI saliera del Vaticano la tarde del 28 de febrero, el
analista Sandro Magister publicó en la revista L’Espresso (el viernes 1) que el
informe secreto (sobre los escándalos en la Iglesia) que los cardenales Julián
Herranz, Josef Tomko y Salvatore de Giorgi entregaron a Ratzinger iba a
condicionar la elección del nuevo Papa y que “al elegido se le pedirá que
realice urgentemente esa reforma de la ‘governance’ que Benedicto XVI ha
dejado inacabada, so pena de que la Iglesia se precipite en un desorden
institucional tal que pueda oscurecer su misión última y verdadera: Reavivar la
fe cristiana allí donde esté debilitada y llevarla a donde aún no ha llegado”.
Federico
Lombardi, vocero vaticano, dijo el lunes 18 que el Papa Francisco “ya tenía en
su poder” el expediente de 300 páginas de la investigación ordenada por
Benedicto XVI en la que se habrían documentado los escándalos de corrupción, la
existencia de un grupo de presión gay dentro del Vaticano y los episodios de la
guerra intestina que protagonizan en la curia los llamados “diplomáticos”, que
encabeza Angelo Sodano, y los que dirige el aún secretario de Estado Vaticano,
Tarcisio Bertone.
Signos
ajenos
El
Papa Francisco parece empeñado en salirse de los encorsetados rituales del
Vaticano. El día de su elección, el miércoles 13, se negó a sentarse en el
trono que el aparato vaticano dispuso para que saludara a los cardenales que lo
eligieron en el cónclave. Los saludó de pie.
Al
salir al balcón central de la Basílica de San Pedro en su primera aparición
pública, sólo usó sotana blanca porque no quiso colocarse la estola pontificia,
y el crucifijo que colgaba de su pecho era de plata y no el de oro que usaron
sus antecesores. “No quiso usar la cruz de oro pontificia, sino una cruz que le
regalaron en una colecta en Argentina”, dice Frattini.
Un
rasgo que este escritor resalta es que “en esa presentación vimos una
reverencia que hizo ante los creyentes que no la ha hecho ningún pontífice; lo
habitual es que la hagan los creyentes porque él es el representante de Dios en
la Tierra. O que pida a los fieles que recen por él”.
La
noche del miércoles 13 el nuevo pontífice escribió una carta a Riccardo di
Segni, rabino jefe de Roma, en la que le decía: “Espero intensamente poder
contribuir al progreso de las relaciones entre judíos y católicos conocidas a
partir del Concilio Vaticano II, en un espíritu de colaboración renovada”.
Por
este gesto no fue extraño ver que a la entronización del martes 19 asistieran
jerarcas de otras religiones, como el propio Di Segni; el representante de la
Iglesia de Inglaterra, arzobispo de York, John Sentamu; Mohamed Youssef Hajar,
secretario general de la Organización Islámica de América Latina; el patriarca
de los armenios, Bedros XIX Tarmouni; el patriarca griego Gregorio III Loham, y
el secretario del Consejo Mundial de Iglesias, Fykse Tviet.
Más
aun, el Papa jesuita se negó a ser transportado en la limusina vaticana al
sitio donde se hospedó desde su llegada a Roma, y lo hizo en el autobús que
llevó a todos los cardenales. También insistió en pagar personalmente su
cuenta. Durante la cena con los cardenales les dijo en broma: “Que Dios les
perdone lo que han hecho”.
Las
fotografías de los gastados zapatos negros con los que salió de Buenos Aires le
dieron la vuelta al mundo. Su estilo contrasta con el de Ratzinger, con sus
vistosos zapatos rojos de Prada.
El
jueves 14 Francisco decidió hacerle una visita sorpresa al cardenal argentino
Jorge Mejía, de 90 años, hospitalizado en la Clínica Pío XI de Roma tras sufrir
un infarto. Después oró por este archivista y bibliotecario emérito del
Vaticano.
El
sábado 16 Francisco se presentó con su singular sencillez en el aula Paulo VI
del Vaticano para presidir la audiencia con la prensa internacional, donde
expresó su mayor deseo: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los
pobres!”.
Ahí
dijo por qué eligió el nombre de Francisco para su pontificado: “Durante mi
elección tenía junto a mí al arzobispo emérito de Sao Paulo, el cardenal
Claudio Hummes, un gran amigo, que cuando el asunto se empezaba a poner
peligroso, me confortaba”.
“Cuando
los votos llegaron a los dos tercios”, prosiguió, “y los cardenales
aplaudieron, él me abrazó y me besó y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’”.
Esa
alusión a los pobres lo llevó a pensar en San Francisco de Asís y no dudó que
elegiría el nombre del guía de los franciscanos, el santo de la pobreza, de la
paz y la defensa de la creación.
Con
humor recordó que durante el cónclave algunos cardenales le pidieron que
adoptara el nombre de Adriano, en honor de Adriano VI, conocido como el
“reformista”, mientras que otros le sugirieron Clemente XV para “vengarse” de
Clemente XIV, que suprimió la Compañía de Jesús, lo que arrancó las risas de la
audiencia.
El
pontífice tuvo un singular gesto con los periodistas cuando les dijo en
español: “Muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son
creyentes. De corazón les doy la bendición en silencio, respetándoles, pero
sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios”.
Agradeció
a los medios la cobertura de estos días pues reconoció la dificultad de
informar sobre los eventos de la Iglesia porque “no son una categoría mundana y
por ello no son fáciles de comunicar a un pueblo vasto y heterogéneo. La
Iglesia no tiene una naturaleza política sino espiritual”, añadió.
Menos
grato fue el encuentro que tuvo el jueves 14 en la Basílica Santa María la
Mayor con el cardenal Bernard Law, acusado de encubrir a 250 curas pederastas
entre 1984 y 2002, cuando era arzobispo de Boston.
El
cardenal ya retirado, de 82 años, vive en esa basílica.
Francisco
acudió ahí para rezarle a la Virgen, cuando tuvo el encuentro con Law, señaló
el diario italiano Il Fatto Quotidiano, en el cual –según su reconstrucción del
hecho– el pontífice dio la orden a quienes le acompañaban: “No quiero que
frecuente (el cardenal) esta basílica”.
Lombardi
confirmó que “el cardenal Law estaba presente en Santa María la Mayor como
arcipreste emérito y vio al Papa; después saludó a Francisco y continuó su
camino”.
El
medio italiano no descartó que Law sea obligado a entrar en un convento de
clausura y cumplir con un retiro espiritual al que estaba obligado al dimitir.
Frattini
señala que fue Juan Pablo II quien “evacuó” a Law de Estados Unidos cuando
recibió un citatorio para responder ante la justicia de ese país y lo protegió
en Roma, como arcipreste de la basílica y con pasaporte diplomático. “Ahí vivió
refugiado y escondido hasta que lo encontró el nuevo Papa”, dice.
La
Red de Sobrevivientes del Abuso de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés)
denunció que el cardenal Law no hizo nada para evitar más de 5 mil de esos hechos.
Durante el cónclave de 2005, en el que fue elegido Joseph Ratzinger, la
presencia de Law fue el centro de las críticas.
Este
gesto de Francisco, aunque a destiempo, colocó en una situación comprometida a
los 21 cardenales de la lista de la SNAP denunciados por proteger a curas
pederastas y que participaron en el último cónclave; el único ausente fue el
cardenal escocés Keith O’Brien, quien admitió que hace 30 años tuvo una
conducta sexual “inapropiada” con tres sacerdotes y un exsacerdote que lo denunció
días antes de la reunión cardenalicia.
En
esa lista están el mexicano Norberto Rivera Carrera, acusado de proteger al
fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, y de ayudar al cura
abusador Nicolás Aguilar a evadir a la justicia; el estadunidense Roger Mahony,
protector de 120 curas pederastas; el cardenal primado de Irlanda, Sean Brady,
quien conoció e ignoró las listas de las víctimas; el cardenal Domenico
Calcagno, a quien un programa de la televisión italiana implicó en la
protección a un sacerdote que abusó de un menor de 11 años; el australiano
George Pell acusado en 2002 de abusar de un menor de 12 años en su época como
seminarista, o Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, quien ignorando a las
víctimas pagó a los curas 20 mil dólares para que abandonaran los hábitos.
Como
protectores de Marcial Maciel también aparecen el argentino Leonardo Sandri,
quien sonó como papable y es prefecto para la Congregación para las Iglesias
Orientales; el cardenal esloveno Franc Rodé; el arzobispo polaco Stanislaw
Dziwisz, quien fungió como secretario particular de Juan Pablo II; el cardenal
italiano Giovanni Battista Re, prefecto emérito de la Congregación para los
Obispos.
Por
otra parte el nuevo pontífice encabezó una misa con los 114 cardenales electores
donde les pidió que lleven “una vida irreprochable” y regresen a la esencia del
cristianismo, que tengan el coraje de “cargar con la cruz de Cristo” y se
acojan a la compañía de la gente. “Si no confesamos a Jesucristo, nos
convertiremos en una ONG piadosa, pero no seremos Iglesia”.
El
martes 19, antes de la ceremonia de entronización, Francisco recorrió la Plaza
de San Pedro en un jeep descubierto “que no se usaba desde 1981, cuando tuvo
lugar el atentado contra Juan Pablo II. Pero él se niega a usar un papamóvil
blindado”, dice Frattini.
Otro
de sus gestos fue ordenar que el jeep se detuviera para bajar a saludar y besar
a un hombre discapacitado y besó también a varios niños.
En
la misa de inicio del pontificado tampoco aceptó el tradicional anillo del
Pescador labrado en oro, sino uno de plata con baño de oro.
Nombramientos
inminentes
Mediante
nota pastoral fechada el sábado 16, Bergoglio confirmó a todos los altos cargos
del Vaticano heredados por Benedicto XVI pero con la acotación de “hasta que
disponga lo contrario”. Se reservó “un cierto tiempo para la reflexión, la
plegaria y el diálogo” antes de anunciar los nombramientos definitivos.
Al
único que ya nombró como su secretario personal fue al obispo Alfred Xuereb.
Este maltés de 54 años fue estrecho colaborador de Benedicto XVI y se encargó
de las audiencias del Papa Juan Pablo II, luego de que Dziwisz dejara esa
responsabilidad.
Todas
las miradas están puestas en quien será el sucesor del cardenal Tarcisio
Bertone, el polémico secretario de Estado de Benedicto XVI. Lo que Frattini
llama “el pontificado político” de Francisco será el nombramiento de esa
posición fundamental para emprender las reformas.
Para
ese cargo, dice, suenan los cardenales brasileños Odilo Scherer, arzobispo de
Sao Paulo y Claudio Hummes, quien hasta 2011 fue prefecto de la Congregación
para el Clero, una de las más poderosas porque administra al clero de todo el
mundo.
Además
del nombre del cardenal español Santos Abril y Castelló, un diplomático del Vaticano
de larga experiencia, quien tuvo estrecha relación con Bergoglio cuando fue
nuncio apostólico en Argentina, entre 2000 y 2003.
“La
gran baza del Papa Francisco estará en emprender la reforma de la curia romana,
como lo exigió el cónclave, donde también están sus grandes apoyos, en
particular los cardenales brasileños, el bloque de los estadunidenses y el
bloque austroalemán, éste dirigido por el cardenal Christoph Schönborn. Por
ello, sin duda, del colegio cardenalicio saldrán los nombres clave para formar
gobierno en el Vaticano. No es gratuito que haya obtenido entre 90 y 94 votos
del colegio, apoyo nunca antes obtenido por un pontífice.”
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