La argentina Betina González presenta su novela 'Las
poseídas', ganadora del premio Tusquets
Betina González, primera mujer que gana el Tusquets de
novela
ALEJANDRO REBOSSIO
El País, Buenos Aires 18 MAR 2013;
Viene de la tierra de Diego Maradona, Lionel Messi y el
nuevo papa Francisco, y ella también está acostumbrada a situarse en el primer
lugar. Betina González, que nació en Buenos Aires hace 40 años, debutó como
escritora con su novela Arte menor ganando el premio Clarín, cuyo jurado estaba
compuesto nada menos que por José Saramago, Rosa Montero y el argentino Eduardo
Belgrano Rawson. "De esta novela se puede decir que solo su título es arte
menor. Lo que viene después del título es arte mayor", dijo el Nobel de
Literatura portugués hace siete años.
En noviembre pasado, González obtuvo su primer premio
internacional, el Tusquets, con un jurado integrado por Juan Marsé, Almudena
Grandes, el colombiano Juan Gabriel Vásquez, Fernando Aramburu y la editora
Beatriz de Moura. Fue la primera mujer en ganar el Tusquets y lo hizo con su
segunda novela, Las poseídas, que acaba de editarse en España. Los jurados
destacaron "la destreza con que la autora teje una trama que combina
géneros y elementos diversos, la recreación poco complaciente del despertar
sexual de la adolescencia y su actitud desafiante ante la herencia de los
adultos". Precisamente son esas normas sexuales las que rompe su
protagonista, López, y las que llevan a que a Betina le siente mal el sucesor
de Benedicto XVI, su compatriota Francisco.
Pregunta. ¿Qué opina de la imagen de Argentina a través del
nuevo papa?
Respuesta. La imagen de Argentina me tiene sin cuidado. Bajo
la bandera del nacionalismo se cometen y se han cometido atrocidades y ridículos
de todo tipo, entre ellos que mis compatriotas salgan a festejar al papa
argentino, igual que a Messi o a Maradona, como si fuera un triunfo colectivo.
Para cualquier lector de Las poseídas queda claro que la novela desmonta y
denuncia, entre otras cosas, la sexualidad normativa que la Iglesia católica
prescribe y que ha permeado y persiste en nuestras sociedades a pesar de las
conquistas del feminismo y de la lucha por los derechos homosexuales. La
elección de un papa que se sigue oponiendo a esas conquistas no me parece algo
para festejar.
P. ¿Cómo describiría a Las poseídas?
P. Los 80, cuando termina la dictadura argentina (1983) y
regresa la democracia, pero con diversas revueltas militares.
R. Pero más allá del contexto político, era una década
oscura desde la música, desde el dark. Es una reflexión sobre lo maravilloso,
lo difícil y lo superdramático de ser una adolescente.
P. ¿Argentina también era adolescente?
R. Fue la década en la que yo era adolescente. Yo sentía un
vacío. Mi generación sintió el vacío que dejó la generación de los militantes.
Para los que crecimos en la dictadura, los militares borraron completamente la
posibilidad de una revolución. Entonces la novela está escrita desde esa
bronca. Ésa es la importancia del contexto político más que decir algo sobre lo
que ya se escribió mucho. El sentimiento generacional es lo que está en la
novela. Esta idea de querer romperlo todo, pero sin los grandes sueños
políticos de los 70. En los 80 no tenías nada. Era más bien romper por romper.
Una rebelión de estampita, como dice la novela.
P. Alguna vez describió aquella época con el concierto que
The Cure dio en Buenos Aires en 1987, en el que el público rompió todo.
R. La gente desbordó. Hubo desde robos hasta botellazos al
escenario. Me parece que ese recital fue simbólico de esa impotencia. Esa
bronca es expresada por la narradora de Las poseídas, a la que le agarra eso de
romper cosas. Pero es algo de cualquier adolescente. Quieren llevarse el mundo
por delante, pero a la vez tienen mucho miedo, dependen mucho de la mirada de
los demás. También hay muchos estereotipos en relación al adolescente y a la
adolescente. Me ha interesado burlarme de esos estereotipos, sobre todo los de
las chicas de escuelas católicas.
P. Que también usted ha sido.
R. Sí, conozco ese mundo, pero mi colegio era mucho más
modesto. A mí me servía ubicar la novela en una clase más alta porque la
narradora no se siente parte del mundo de esas chicas.
P. ¿La novela tiene elementos autobiográficos?
R. No, pero sí de reconstrucción de la época. Por ejemplo,
la excursión al Colegio Militar era algo que en mi colegio se hacía. Era un
premio para las alumnas. Esa sala que describo con los botines supuestamente
ganados a la subversión existía en 1984 u 85. Quiero creer que no está más.
P. ¿Qué diferencias de estilo encuentra entre este libro y
sus anteriores, incluido Juegos de playa?
R. A mí me sirvió, a diferencia de los otros libros, no
narrar las historias desde el realismo, desde la necesidad de reconstruir cada
detalle, cada nombre, cada fecha. Eso era en un punto limitador para mí. Una
escritura más despojada funciona mejor. Con apenas uno o dos detalles se vuelve
más potente. Como ese detalle de la escena en el Colegio Militar.
P. ¿Cuál es la escena que más le gusta de su novela?
R. Esa es una. Hice el experimento de leerla en la facultad.
Yo enseño en la UBA (Universidad de Buenos Aires). Me pidieron que fuera a
hablar como escritora y que leyera algo, y me costó bastante, más de lo que
pensaba. También fue fuerte escribirla.
P. ¿Dónde y cómo escribe?
R. Como puedo, porque ha sido caótico mi regreso a Argentina
en febrero de 2012, después de nueve años en EE UU: tres de maestría (en
Escritura Creativa) y seis de doctorado (en Literatura Latinoamericana).
Escribí Las poseídas en Pittsburgh, que es una ciudad como Ciudad Gótica, con
40 días de sol al año. El contexto gótico de la novela tiene que ver con
Pittsburgh. Era mi último año de doctorado, estaba harta de ese tipo de
escritura y esta novela me tomó por sorpresa. Es un libro arrebatado.
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