El
legado de Nazar Haro a Peña Nieto/GLORIA LETICIA DÍAZ
Revista
Proceso.
No. 1924, 14 de septiembre de 2013:
Apoyado
por el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, el exguerrillero
michoacano Abdallán Guzmán Cruz acudió a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos para ventilar el caso de su padre y cuatro de sus hermanos
desaparecidos en la década de los setenta. El demandante sostiene que cuando
fue detenido y torturado por elementos de la Dirección Federal de Seguridad, el
propio director de esa corporación, Miguel Nazar Haro– personaje central del
libro El policía, de Rafael Rodríguez Castañeda, puesto en circulación
recientemente por Grijalbo–, le comentó abiertamente que si quería que le
pasara lo mismo que a sus familiares…
De
vuelta el PRI en el poder, al gobierno de Enrique Peña Nieto le corresponderá
litigar en los próximos meses ante la Organización de Estados Americanos (OEA)
los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra sucia, y en
particular los atribuidos a Miguel Nazar Haro.
Sin
cumplirse aún la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por
la desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco a manos del Ejército en
Atoyac, Guerrero, en agosto de 1974, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) dio entrada a un caso que involucra a cinco víctimas de la
política de exterminio de los gobiernos priistas de los setenta y ochenta, y en
el que Nazar fue protagonista.
Durante
la sesión del 12 de julio pasado, durante el 148 Periodo Ordinario de Sesiones
realizado en la sede de la CIDH en Washington, seis de los siete comisionados
dieron entrada a la demanda del ciudadano michoacano Abdallán Guzmán Cruz,
quien reclama la presentación de su padre, José de Jesús Guzmán Jiménez, y sus
hermanos Amafer, Armando, Adenauer Solón y Venustiano, detenidos en 1974 y 1976
en operativos realizados por miembros de la Dirección Federal de Seguridad
(DFS), con Nazar como pivote, y el Ejército.
El
comisionado mexicano José de Jesús Orozco Henríquez se excusó de participar en
el debate y en la decisión de someter a México al escrutinio internacional en
apego al reglamento interno del mismo órgano de la OEA, según se asienta en el
Informe 50/13, del que Proceso tiene copia. El documento tiene la firma del
también mexicano Emilio Álvarez Icaza, secretario ejecutivo de la CIDH.
El
torturador
Excombatiente
del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), Abdallán Guzmán fue víctima del
entonces director de la DFS, incluso fue encarcelado en 1974. Recuperó su
libertad gracias a una amnistía en 1979. En las sesiones de tortura, cuenta, se
enteró por voz de Nazar que su papá y tres de sus hermanos también fueron
capturados por él meses antes.
Amafer,
Armando y él, dice Abdallán, militaban en el MAR, mientras Venustiano colaboró
con las Vanguardias Armadas Revolucionarias del Pueblo (VARP) y fue capturado
en Acapulco, Guerrero.
“Si
ellos cometieron un delito, de acuerdo a los cánones del Estado burgués,
debieron ser juzgados con sus mismos cánones –señala Adballán–. ¿Por qué no los
presentaron al Ministerio Público? ¿Por qué los llevaron al Campo Militar para
interrogarlos y torturarlos? ¿Por qué los desaparecieron? Esos son crímenes de
lesa humanidad. Nosotros seguimos firmes buscándolos a ellos y a la justicia.”
Abdallán
fue detenido en octubre de 1974 junto con otras dos personas tras un
enfrentamiento con policías municipales. Y aunque se presentó con otro nombre
la DFS lo identificó como miembro del MAR y decidió trasladarlo a la 21 Zona
Militar.
Cuenta:
“Nazar llegó a Morelia y personalmente nos torturó. De ahí nos llevaron a la
Ciudad de México, a la DFS, y nos volvieron a dar. En la DFS estuvimos una
semana y de ahí nos llevaron al Campo Militar número Uno, donde estuvimos más
de una semana.
“Nazar
concurrió sólo dos veces; quien nos torturó fue su gente. A pesar de que nunca
te quitaban la venda, tenías una capucha y estabas esposado y desnudo te dabas
cuenta de quién era. Él (Nazar) daba las órdenes, gritaba; él era el
responsable directo. Pero también estaban los de la Judicial y el Ejército,
ellos también participaban en las torturas.”
Del
Campo Militar número Uno, continúa, lo llevaron ante el Ministerio Público. Ahí
también estuvo Nazar. “Puso la pistola en el escritorio para ver si la
agarrábamos. Se puso a corregir al agente del Ministerio Público, pasándole
notas que no tenían nada que ver con nosotros”.
A
Abdallán y a sus compañeros se les fincaron cargos por robo con violencia,
asociación delictuosa y portación de arma de fuego de uso exclusivo del
Ejército, en tanto que les fueron retirados los de sedición, incitación a la
rebelión, fabricación, transporte y uso de explosivos y daños a las vías de
comunicación. En 1979 él fue amnistiado.
“En
una de esas pocas veces en medio de la tortura que nos quitaban la capucha y
las vendas estuvimos frente a frente Nazar Haro y yo –relata–. Me gritó:
‘¡Pinches indios, tercos, no quieren decir nada, todo lo niegan. Te va a pasar
lo mismo que a tu papá y tus hermanos!’. Hablaba de mi familia, de que me iban
a hacer lo mismo que a mis hermanos, hasta morir.
“Yo
suponía que me decía cosas que no eran ciertas, pero sí lo eran. ¡Ya los habían
tronado! Todavía algunos compañeros que cayeron en el 75 y 76 me dijeron que
habían visto en el Campo Militar a mis hermanos y a mi papá.”
Abdallán
recuerda esa escena, cuyo resumen se incluye en el informe de admisibilidad de
la CIDH, aunque sin mencionar a Nazar.
Nazar
fue “pieza clave en la guerra sucia mexicana”. Tomó cursos de antiguerrilla en
la Escuela de las Américas “y dio forma a su segunda gran vocación: el
anticomunismo, que marcó su trayectoria dentro de la DFS como agente,
comandante, subdirector y director”, escribe Rafael Rodríguez Castañeda en su
libro El policía, puesto en circulación en estos días bajo el sello editorial
Grijalbo.
Nazar,
continúa Rodríguez Castañeda, “era el policía por antonomasia, el policía que
por proteger las estructuras del gobierno perseguía con denuedo, torturaba por
placer y mataba sin compasión” (Proceso 1923).
Sin
titubeos, Guzmán Cruz acusa: “Miguel Nazar Haro no sólo tuvo que ver en mi
detención y la de mi familia (también participó), en la tortura y en la
desaparición forzada de mi papá y mis hermanos”.
Las
denuncias contra Nazar
El
abogado Adrián Díaz Fernández, del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro
Juárez (Centro Prodh), una de las dos organizaciones que presentó el 25 de
octubre de 2006 ante la CIDH –la otra es la Fundación Diego Lucero– destaca que
el expediente que integró la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y
Políticos del Pasado (Femospp) sobre el caso de la familia Guzmán, se pudo
establecer que “los mandos en ese entonces tenían una línea con Nazar Haro”.
Además,
dice el litigante, se le dio seguimiento a los amparos interpuestos por Nazar
contra el proceso que le siguió la fiscalía encabezada durante el sexenio de
Vicente Fox por Ignacio Carrillo Prieto.
Nazar,
quien falleció en enero de 2012, fue procesado incluso por la Femospp por
privación ilegal de la libertad de guerrilleros, entre ellos Jesús Piedra
Ibarra, el hijo de Rosario Ibarra, cargo del que finalmente fue absuelto.
Pese
a que en esta indagatoria de la Femospp, como en otras, “se integraron líneas
tendentes a ir en contra de los presuntos responsables”, apunta el abogado, lo
cierto es que después de cuatro años de investigaciones, Carrillo Prieto no
consignó el caso ante un juzgado.
El
caso de la familia Guzmán Cruz formó parte de los expedientes integrados en la
recomendación 26/2001 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)
sobre la guerra sucia, así como de las averiguaciones previas abiertas por la
Femospp, creada en 2002 y desaparecida el 30 de noviembre de 2006, un día antes
de la toma de posesión de Felipe Calderón.
De
acuerdo con el informe 50/13, Amafer Guzmán fue detenido “por miembros de la
DFS” en Morelia, Michoacán, el 16 de julio de 1974. Tres días después, en
Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, efectivos de la DFS arrestaron a su
hermano Armando.
El
día 24 “miembros del Ejército y de la DFS sitiaron la comunidad purhépecha
(sic) de Tarejero, municipio de Zacapu, Michoacán”, y tras agredir a la
población, se llevaron a José de Jesús Guzmán Jiménez y a sus hijos Adanauer
Solón, de 17 años, y a Venustiano, de 15.
La
esposa de José de Jesús, Salud Cruz, denunció la detención ilegal de su cónyuge
y sus hijos ante autoridades locales de Tarejero. Venustiano fue puesto en
libertad. Dos años después fue detenido y desaparecido en Guerrero.
Por
las indagatorias oficiales mencionadas en el documento de la CIDH se determinó
que José de Jesús y sus hijos estuvieron en la 21 Zona Militar de Morelia,
Michoacán, así como en las instalaciones de la DFS y en el Campo Militar número
Uno.
Después
de haber pisado esos lugares para ser interrogados, según el expediente, no se
volvió a saber nada de ellos. Poco después de la desaparición de Venustiano,
Salud Cruz y sus otros seis hijos huyeron a Morelia.
Desde
entonces la familia Guzmán Cruz vive en la zozobra. Los hostigamientos contra
ellos se intensificaron en noviembre pasado, “presumiblemente por su continua
demanda de justicia”, indica el documento de la CIDH.
Cuenta
Abdallán: “El Ejército se ha metido a mi casa, dizque buscando ojivas. Me
detuvieron pero me soltaron; luego se metieron a mi casa y robaron documentos
históricos de los movimientos armados, así como videos y computadoras. Presenté
la denuncia…
“El
último chiste ocurrió el 17 de marzo último, cuando detuvieron a mi hijo (Pavel
Ulianov Guzmán Macario) y le sembraron droga. Y aunque salió bajo fianza lo
están procesando. Sabemos que todo eso lo hacen para que desistamos de nuestra
lucha. Pero estamos firmes, y si algo le pasa a algún miembro de mi familia ya
responsabilizó al Estado mexicano.”
El
Estado mexicano pidió a la CIDH no atender el caso, toda vez que la
averiguación sigue abierta en la Coordinación General de Investigaciones de la
Procuraduría General de la República (PGR); además, arguyó, los familiares de
las víctimas no recurrieron al Programa Administrativo de Reparación del Daño,
un fondo económico que administra la Secretaría de Gobernación para pagar
indemnizaciones en los 275 casos de desaparición forzada documentados en la
recomendación 26/2001de la CNDH.
La
CIDH determinó admitir el caso tras advertir que el programa de Gobernación
iniciado en 2011 “no es una instancia jurisdiccional y no tendría como
resultado el esclarecimiento pleno de los hechos alegados, la averiguación del
paradero de las presuntas víctimas, el juzgamiento de los responsables ni, en
su caso, la sanción de los mismos”.
Pasado
vivo
La
CIDH tomó en cuenta que “transcurridos cerca de 40 años desde la primera
desaparición denunciada, ninguno de estos recursos ha resultado eficaz para
esclarecer plenamente los hechos, sancionar a los responsables, determinar el
paradero de las presuntas víctimas desaparecidas y reparar los daños causados”.
Ante
la débil respuesta del Estado, formulada en junio de 2012, los comisionados de
la CIDH Tracy Robinson, Rosa María Ortiz, Felipe González, Dinah Shelton,
Rodrigo Escobar Gil y Rose-Marie Antoine decidieron dar entrada al caso que
para los peticionarios y sus representantes no tiene otro destino que la Corte
Interamericana.
Andrés
Díaz Fernández, coordinador del Área de Defensa Integral del Centro Prodh,
advierte que cuando la CIDH notificó su decisión, los defensores fijaron una
postura inamovible a nombre de la familia Guzmán:
“Desde
que se inició la demanda a nivel local en la Femospp, la familia Guzmán Cruz dejó
en claro que no hay posibilidad de solución amistosa por las cinco
desapariciones. Es muy probable que la CIDH, en su informe de fondo, decrete
que sí hay violaciones a los artículos de la Convención Americana de Derechos
Humanos como ocurrió con el caso Radilla.”
Díaz
Fernández hace notar que el caso Radilla y el de la familia Guzmán comparten el
mismo contexto histórico:
“Estamos
hablando de los mismos años de la década de los setenta que le han llamado
guerra sucia y del mismo plan sistemático del Estado de violar los derechos
humanos; es decir, cometer crímenes de Estado, se usó la desaparición forzada
como un método de represión política.”
Díaz
Fernández considera que la Corte Interamericana tardará alrededor de tres años
en emitir su sentencia sobre el caso de la familia Guzmán, toda vez que está
procesando otros expedientes similares. En entre ellos, dice, el que presentó
el Centro Prodh relativo a las desapariciones forzadas de Alicia de los Ríos
Merino, dirigente de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y de David Jiménez
Fragoso, impresor de Madera, el órgano de difusión de esa organización.
“Para
el Estado –expone–, las 2 mil personas que desaparecieron durante la guerra
sucia son casos aislados, pero son crímenes de lesa humanidad. Hay que aceptar
que en México existieron y hay que nombrarlos así; si no, la gente piensa que
sólo existieron en África, en la ex Yugoslavia o en la Alemania nazi.
“Son
crímenes de lesa humanidad porque son violaciones sistemáticas a los derechos
humanos contra un sector de la población en un tiempo determinado. Y está
probado que el Estado mexicano en esa época dispuso de algunos órganos del
Estado, como la Brigada Blanca y la Dirección Federal de Seguridad, para
formular planes de ataque y exterminio a todas las personas opositoras al
gobierno. No se les quería llevar a juicio a las personas, se les quería
exterminar, son crímenes de lesa humanidad y no prescriben jamás.”
El
exguerrillero Abdallán Guzmán es uno de los sobrevivientes de una época en la
historia negada por las autoridades mexicanas. Él y otros compañeros de lucha
documentan las vicisitudes de los grupos armados durante los setenta y ochenta,
su propósito es articular las historias de sus camaradas ausentes.
Con
la admisión del caso de la familia Guzmán por parte de la CIDH, Abdallán confía
en que en esa búsqueda se conozca el destino de otros activistas sociales
desaparecidos de esa época.
Ojalá
el procedimiento de la CIDH contemple la posibilidad de una solución amistosa
entre los ofendidos y el Estado, para evitar llegar a la Corte Interamericana,
dice.
Y
concluye: “Buscamos la verdad histó-rica y que se legisle para evitar más
crímenes de lesa humanidad que sólo destruyen familias y a la sociedad”.
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