Siria: el papel
de EE.UU. (1)/ Fawaz A. Gerges, profesor
Relaciones Internacionales de Oriente Medio en la London School of Economics.
Traducción:
José María Puig de la Bellacasa
Publicado
en La
Vanguardia |15 de septiembre de 2013.
A
la hora de exponer sus razones para una operación militar contra Siria, la
Administración Obama ha argumentado que “el
riesgo derivado de no actuar es mayor que el riesgo de actuar” y que la defensa
de la norma internacional que data de hace casi un siglo contra el uso de armas
químicas ayudará a proteger tanto el territorio estadounidense como a las
fuerzas estadounidenses que operan en todo el mundo frente a esas armas
terribles.
“El
uso de armas químicas en Siria es no sólo un ataque contra la humanidad, es una
grave amenaza para los intereses de seguridad nacional de EE.UU. y de nuestros
aliados más próximos”, dijo el secretario de Defensa, Chuck Hagel. “No podemos permitirnos que Hizbulah o cualquier grupo
terrorista decidido a atacar a EE.UU. cuente con incentivos para obtener o usar
armas químicas”. Pese a las reiteradas preguntas del Comité de Relaciones
Exteriores del Senado, el equipo directivo de seguridad nacional de Obama se
atuvo a las líneas principales del guión de la Casa Blanca y pasó por alto las
preocupaciones de los senadores por las posibles consecuencias no intencionadas
de atacar a El Asad, en especial la posible escalada de las hostilidades
armadas en la región y el mayor involucramiento de EE.UU. en Siria.
El secretario
de Estado, John Kerry, pintó un panorama de color de rosa, en el marco del más
optimista de los escenarios concerniente a una acción militar de EE.UU. para obligar
a El Asad a cambiar sus cálculos acerca de sus posibilidades de ganar la guerra
civil, impedir que Irán se haga con un arma nuclear y disuadir a Hizbulah de
desafiar a Israel y a EE.UU. en el futuro. Pensada para convencer a un Congreso
y a una sociedad estadounidense sumidos en dudas sobre el peligro de otra
aventura militar en tierras musulmanas, la exposición de Hagel y de Kerry
recalcó la supremacía del poder militar americano y menospreció a sus
adversarios, algo cuestionable y peligroso a la luz de las guerras posteriores
al 11-S.
Una
y otra vez, Kerry desechó el temor a represalias por parte de El Asad por
considerarlas como una reacción suicida. “Si El Asad es tan arrogante –y tan
necio e imprudente– como para ejercer represalias (…), EE.UU. y sus aliados
tienen muchos modos de hacer que se arrepienta de esa decisión sin ir a la
guerra”, dijo Kerry.
Bueno,
si El Asad fuera tan necio como para usar armas químicas y arriesgarse a una
intervención militar occidental, podría como máximo jugárselo todo a una carta
disparando cientos, si no miles, de misiles contra países aliados de EE.UU.,
desencadenando así una conflagración que alcanzaría a toda la región. En
entrevistas recientes, El Asad ha advertido de “repercusiones” en una peligrosa
región que se halla al borde de un estallido. Desde el inicio de la revuelta
siria, la Administración estadounidense se forjó una idea errónea de El Asad e
infravaloró su capacidad de resistencia y voluntad de lucha. En su valoración
sobre la posible reacción de El Asad, las autoridades estadounidenses deben
tener en cuenta que el conflicto sirio se ha transformado en una guerra civil
en la que ambas partes creen que la lucha constituye un combate a vida o
muerte.
Lejos
de modificar sus cálculos, El Asad aglutinaría a su base social y a sus
partidarios en los países árabes vecinos y se presentaría como un héroe árabe
frente a unos Estados Unidos con afán de dominio. Mientras Kerry y Hagel
evalúan pros y contras a fin de menoscabar el arsenal químico y el aparato
militar de El Asad, este cifra su máxima preocupación e interés en enarbolar el
discurso antihegemónico de desafío y resistencia. El enfrentamiento de El Asad
con EE.UU. representaría una pesada carga sobre su maquinaria militar, ya
suficientemente desbordada por la situación, pero elevaría su prestigio e
imagen en Siria y en círculos más amplios.
Si
los misiles estadounidenses atacan Damasco, reavivarán la memoria colectiva
árabe de la dominación occidental en cuestiones tales como la pérdida de Palestina
o la invasión y ocupación de Iraq liderada por EE.UU. Junto a la emisión de
imágenes espantosas de civiles muertos en Siria por televisión, la cuestión del
supuesto uso de armas químicas por parte de El Asad sería reemplazada por las
informaciones de la agresión norteamericana, en defensa por tanto del discurso
de El Asad.
Aunque
El Asad es demasiado débil para ejercer acciones de represalia en el plano
militar, sus aliados en la región –Irán y Hizbulah– quizá las llevarían a cabo,
con repercusiones terribles para la seguridad y la paz regional e
internacional. El secretario de Estado, Kerry, aludió a esa amenaza ante el
comité de Relaciones Exteriores del Senado. Preguntado por el senador Risch
sobre la posible reacción de Hizbulah a ataques estadounidenses contra Siria y
sobre el riesgo de una escalada entre Israel y Líbano, Kerry dijo haber hablado
con el primer ministro israelí, Netanyahu, que le aseguró que Israel está en
condiciones de habérselas con Hizbulah.
Kerry
no abordó plenamente la preocupación de Risch y su respuesta demuestra que la
Administración no ha reflexionado sobre las consecuencias no intencionadas de
su conducta. Si los ataques de EE.UU. amenazan la supervivencia del régimen de
El Asad, la probabilidad de acciones de represalia de Hizbulah contra Israel es
muy elevada. Lo que Kerry no dijo al senador Risch es que una guerra
israelo-libanesa podría provocar miles de víctimas civiles y devastación en
ambos países.
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