Sin
liderazgo, Malova pierde autoridad/Javier López
Rio Doce, 23 de febrero de 2014
Malova.
Golpes de mentiritas.
Grupos
en el gobierno, enfrascados en disputas internas por poder político y negocios
privados
Al
menos cuatro grupos políticos integran el gabinete que encabeza Mario López
Valdez, pero éstos no tienen un liderazgo único. Confrontados y concentrados en
pugnas internas, desarticulan la administración estatal, lo que evita buenos
resultados y permite que se privilegien las disputas internas por los negocios
y las posiciones políticas.
Un
secretario que a decir de varios ha renunciado, al menos de manera verbal, en
más de una vez, y muchos subsecretarios y jefes de departamento que mandan más
que los titulares de área porque son amigos del gobernador, son dos de las
principales características de esta administración que se componen no de uno
sino de varios gabinetes.
Uno
de los grupos es fiel al gobernador y está encabezado por Armando Villarreal,
secretario de Administración y Finanzas y Gerardo Vargas Landeros, secretario
General de Gobierno. Villarreal, por su torpe manejo de las finanzas, es el
malo de la película, aunque la mala fama al exterior se la disputa Vargas
Landeros, a quien se le atribuye el cese de Roberto Cruz como secretario de
Desarrollo Económico.
Vargas
es la cabeza de esta corriente, cuyo origen está en Ahome, y en el que
participa también Genaro García Castro y el procurador General de Justicia del
Estado, Marco Antonio Higuera Gómez.
“Es
un grupo fuerte, alineado y leal, y el más cercano al gobernador. Para muchos
este es el grupo Mochis’”, dijo un destacado integrante del gabinete estatal.
Otro
de las corrientes es la millanista, en alusión al ex gobernador Juan Millán
Lizárraga, quien apoyó desde un principio la candidatura del actual mandatario.
Lo integran Juan Ernesto Millán Pietsch, titular de la Secretaría de Desarrollo
Social y Humano, y Karim Pechir, secretario de Innovación Gubernamental.
José
Luis Sevilla. Peligro de extinción.
Los
panistas integran otra de las corrientes, aunque desdibujada y en peligro de
extinción: José Luis Sevilla Suárez es el más destacado ¿y único? integrante,
luego de la salida de Cruz, durante la primera semana de febrero. También se
incluye en este grupo a Francisco Córdova, secretario de Turismo. El resto de
los panistas permanecen, en su mayoría, en Desarrollo Económico, aunque en
puestos de segundo y tercer nivel.
A
Sevilla se le atribuye más cercanía con Heriberto Félix Guerra, ex secretario
de Desarrollo Económico durante el gobierno de Juan Millán Lizárraga y de
Desarrollo Social en la administración de Felipe Calderón Hinojosa, que con su
partido y la dirigencia.
Otro
de los grupos fuertes es el que integran Ernesto Echeverría Aispuro, secretario
de Salud; Juan Pablo Yamuni, titular de la Unidad de Transparencia y Rendición
de Cuentas, y Francisco Labastida Gómez de la Torre, director de Proyectos
Estratégicos.
Fuentes
extraoficiales ubican a este grupo con el dueño del periódico El Debate, Javier
Salido, y a el atribuyen las filtraciones a este medio de comunicación, de
información sobre las reuniones de alto nivel realizadas en el gabinete
malovista.
Entre
los “sueltos” están Juan Guerra Ochoa, secretario de Agricultura, Ganadería y
Pesca, aunque hay quienes lo ubican del lado de los millanistas, pues es
conocida su amistad con el ex mandatario, ubicado como “padrino” del
perredista. También Francisco Frías Castro, de Educación Pública y Cultura
(SEPyC), quien tiene una buena imagen dentro de la administración estatal.
El
poder de los de abajo
Uno
de los problemas fundamentales que tiene el aparato estatal, en su
funcionamiento intestino, es el poder que tienen algunos directores de área que
no fueron nombrados por los secretarios, sino por el grupo de Mario López
Valdez y sus operadores, y que por lo tanto no sirven a sus jefes inmediatos,
sino a esta corriente malovista.
“Algunos
de ellos van y acuerdan directamente con el gobernador, al margen del
secretario, y éste ni se entera o se entera ya que se llevan a cabo las cosas,
pero igual no importa lo que diga el secretario del ramo, porque el que tiene
el poder es este director de área, porque es amigo del gobernador”, explicó un
importante miembro de la administración estatal.
Estos
personajes, agregó, están en todas las áreas, pero tienen más poder y operan
con mejores resultados en aquellas que manejan recursos y contratos, como las
secretarías de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Educación Pública y Cultura,
y Desarrollo Económico.
En
Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Carlo Mario Ortiz Sánchez, subsecretario de
Programación y Contratos, “acuerda todo con el gobernador y el secretario, José
Luis Sevilla, ni se entera. Entonces no importa lo que diga el secretario, sino
el amiguismo, la cercanía, el compadrazgo con el gobernador”, confío una fuente
del gabinete.
En
la Secretaría de Administración y Finanzas hay una historia similar: José Luis
López Montiel es titular de la Unidad de Inversiones, pero su cercanía con el
mandatario estatal pesa más que el puesto y que el jefe inmediato que tiene.
Villarreal, el secretario, no sabe de los acuerdos a los que Montiel llega con
López Valdez, solo cuando los ve pasar o los tiene de frente.
Todos
en el primer nivel del gobierno estatal saben que pasar por encima de los
titulares de las secretarías menoscaba sus facultades y el poder que éstos
tienen. Los poderosos a su alrededor, aunque formalmente subordinados, tienen
más influencias que ellos por su cercanía con el ejecutivo.
“Esto
pasa en todas las secretarías. Hay gente que está por debajo del secretario
pero tiene más poder porque se entiende directamente con Malova o con Gerardo
Vargas, y eso es muy desgastante”.
En
la SEPyC, el titular Francisco Frías Castro ha tenido problemas internos con
Antonio Castro Chávez, director de Recursos Materiales y Servicios Generales,
por los supuestos negocios que realiza a sus espaldas y muchos de ellos
aparentemente tipificados como tráfico de influencias.
“Ya
no lo aguanto”, habría dicho, resignado, Frías, quien se ha enterado de algunas
de las irregularidades, pero no puede hacer nada porque se lo impusieron como
servidor público. Castro Chávez, ex gerente del Club de Beisbol Cañeros de Los
Mochis, en tiempos en que el dueño era el hoy gobernador, presuntamente tiene
negocios con Francisco Villaburu, uno de los principales proveedores de la
SEPyC, DIF y otras dependencias, dueño de la empresa Grupo Vilher, cuyos
familiares son dueños del edificio ubicado junto a la Vinoteca, por el Malecón
viejo, casi esquina con Sepúlveda, donde operan oficinas de la Secretaría de
Salud estatal.
Armando
Villarreal. El malo de la película.
El
malquerido
Para
muchos ubicados en la primera y segunda línea del gabinete estatal, el tesorero
Armando Villarreal se ha ganado la fama de odiado y malquerido. Su falta de
eficiencia, creatividad y transparencia en el manejo de los recursos lo han
ubicado en medio de disputas y reclamos por demás desgastantes, en medio de un
déficit de alrededor de 2 mil millones de pesos provocados porque el gobierno
federal –desde la administración del panista Felipe Calderón hasta Peña Nieto-
no han cumplido con la entrega del subsidio a la educación y son gastos
asumidos por la autoridad sinaloense.
A
esto se suma el subsidio a la tenencia y el programa de uniformes y útiles
escolares gratuitos. Es decir, “no solo no se tiene el dinero que prometieron
en el gobierno federal, sino que se está gastando en esto otro, que te aseguro
ni el gobernador sabía en lo que se metía y ahora no se puede salir”.
Uno
de los episodios que marcó el cenit de este rechinar de disputas internas lo
marcó el documento enviado por el secretario de Agricultura, Juan Guerra Ochoa,
a Juan Pablo Yamuni, titular de la Unidad de Rendición de Cuentas, en diciembre
de 2013.
“Lo
que no quiero es que me veas la cara de pendejo”, le dijo Guerra Ochoa a
Villareal Ibarra, de frente, en una de las reuniones del gabinete, ante el
recorte de alrededor de 100 millones de pesos del presupuesto aprobado para
esta dependencia en 2013.
En
el documento, el perredista reclamó haber recibido solamente alrededor del 51
por ciento del presupuesto y que los recortes a diferentes áreas no se hiciera
equitativamente. También acusó de prepotente e ilegal a la SAF.
Gerardo
Vargas. El poder detrás de la cortina.
El
malo de moda
Gerardo
Vargas, secretario General de Gobierno y principal operador político del
mandatario, se puso de nuevo de moda debido a la destitución, en condiciones
poco decorosas, de Roberto Cruz como titular de Desarrollo Económico. El mismo
Cruz, antes jefe de asesores de López Valdez, responsabilizó a Vargas de
orquestar su salida porque aspiraba –lo dijo públicamente- a ser candidato a
gobernador en los comicios de 2016.
“Desde
el 8 de noviembre del año pasado se vino hacia mí una campaña de desprestigio
en mi contra”, dijo Cruz, el 7 de febrero, un día después de su salida.
Roberto
Cruz era el enlace entre la dirigencia estatal del PAN y Malova, desde que
Francisco Solano Urías fungió como presidente del blanquiazul y hasta hoy con
Edgardo Burgos Marentes. Antes, esta tarea la tenía Vargas, pero los panistas
prefirieron al hoy destituido.
Luego
de los comicios locales de 2013 y el supuesto rompimiento entre el mandatario y
la dirigencia del PAN, los servicios del intermediario no fueron requeridos. Y
menos después, cuando se dio un nuevo acercamiento y Burgos y López Valdez
acordaron entenderse directamente.
“No
sé quién acuse a Gerardo Vargas, que ahora se ha puesto como moda que todo
mundo lo acusa, pero ante mí no ha llegado ninguna acusación”, respondió
Malova, cuestionado por reporteros sobre los dichos de Roberto Cruz.
Otras
fuentes señalaron que esto refleja no las pugnas, sino la existencia de un
secretario de Gobierno “fuerte, que se siente, se nota; un líder que coordina
al gabinete, independientemente de si lo siguen con ánimo, con buena
comunicación o no”.
Advirtió
que hay subsecretarios fuertes impuestos por el gobernador y el mismo Vargas,
que no son de las simpatías del secretario del ramo y que tienen más
prerrogativas que éstos.
Renuncias
Varios
de los consultados señalaron que Guerra Ochoa ha renunciado más de dos veces a
su puesto de secretario, pero el gobernador no lo ha aceptado. Muchos atribuyen
su permanencia a la cercanía que tiene con el ex gobernador Juan Millán.
Al
cierre del segundo año de esta administración, en el 2012, el perredista acudió
con el mandatario y le dijo que renunciaría, luego de que el gobernador anunció
que habría cambios. Versiones extraoficiales indican que “lo hizo por cortesía,
para no estorbar, pero la verdad es que también era muy fuerte el golpeteo y
las broncas entre los grupos que componen el gabinete”.
Otros
aseguran que estas pugnas son propias de los priístas y tienen qué ver con
intereses políticos y de negocios, pero también con coyunturas.
Desencanto
permanente
Los
primeros días de enero de 2011, Mario López Valdez remaba contra el desencanto
que provocaron los nombramientos en su gabinete: los puestos fueron repartidos
entre cuates y cuotas. Aventuró que su “gobierno del cambio” no era solo electoral
y que sería un ejemplo de ejercicio público a nivel nacional.
“Debo
decirles que tengo un enorme deseo de que Sinaloa sea como una especie de
laboratorio donde mandemos una señal al resto de la República y podamos decir
que las coaliciones no sólo sirven para ganar elecciones, sino sirven para
resolver los problemas de la gente y hacer un buen gobierno”.
No
había transcurrido siquiera un mes de su gobierno, cuando la frustración de
muchos que votaron por él ya se había instalado ahí, en los humores de la
política local. Y siguen a poco más de tres años de su mandato.
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