Oscuros,
peligrosos negocios en la Sedena/JORGE
CARRASCO ARAIZAGA
Revista proceso # 1947, 23 de febrero de 2014;
La
ejecución del general de división Jorge Juárez Loera, ocurrida en mayo de 2011
por planes que nacieron en el entorno del Ejército, está relacionada con
empresas proveedoras de la Sedena que pertenecen a militares en retiro. Según
testimonios, en ese caso estaba en juego una cifra multimillonaria. Aunque la
acusada de haber pagado por el crimen se encuentra en la cárcel junto con los
dos ejecutores, uno de los llamados “autores cooperadores” fue asesinado y otro
está desaparecido. El entonces secretario de la Defensa, Guillermo Galván
Galván, había quitado el puesto de oficial mayor a Juárez Loera poco antes de
pasarlo a retiro…
El
sábado 21 de mayo de 2011, el general de división Jorge Juárez Loera, quien
apenas unos días atrás se había retirado del Ejército, emprendió camino a su
casa de Ciudad Satélite. Iba en su auto Mini Cooper color plata. Sin que se
percatara, un Jetta blanco lo seguía desde que salió del fraccionamiento
Jardines de Santa Mónica, en el Estado de México.
Los
dos ocupantes del vehículo Volkswagen lo alcanzaron sobre el bulevar Manuel
Ávila Camacho, a la altura de Plaza Satélite. Fingieron un percance al pegarle
por detrás. El general se orilló en la incorporación a Circuito del Parque, ya
cerca de su casa. Bajó a reclamarles y los hombres del Jetta se disculparon. Le
dijeron que revisara qué le había pasado al coche. Ellos pagarían los daños.
El
tercero al mando del Ejército durante un tramo del sexenio pasado, que enfrentó
a Los Zetas en su bastión de Coahuila, se dirigió a la parte trasera del Mini
Cooper para ver si abría la cajuela. Cuando se agachaba, uno de los hombres le
disparó en la nuca. El general murió en el acto. La bala siguió su trayectoria
y atravesó hasta el asiento del conductor.
Arturo
Ramírez Lora y Érick Édgar Hernández Ascencio habían cumplido su parte. Les
pagaron 20 mil pesos. Desconocían que sus contratantes, Antonio Martínez
Torrijos e Isaías Aarón García Estrada, un cobrador de cuentas en la zona de
Nicolás Romero, se habían quedado con medio millón de pesos, 250 mil cada uno,
según las acusaciones.
El
plan de la ejecución había salido del propio entorno del Ejército. Los cuatro
habían sido contactados por Luz del Carmen Solares de la Rosa, hija de un
exmilitar contratista de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), en
cuyas empresas está asociado con otros generales retirados.
Según
la acusación, fue ella quien pagó para asesinar al divisionario en medio de una
disputa por una millonaria comisión, resultado de un contrato de uniformes
deportivos con la Sedena. A todos los involucrados, incluida Solares de la
Rosa, los detuvieron en el curso de un año.
De
los cinco implicados, los dos autores materiales siguen en la cárcel, pero sólo
Hernández Ascencio ha sido sentenciado a 29 años de prisión. A Ramírez Lora,
apenas el pasado 12 de febrero, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación le negó un amparo con el que pretendía no ser vinculado al
proceso.
En
el caso de los llamados “autores cooperadores”, Martínez Torrijos fue asesinado
en un negocio de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, después de que pasó
cuatro meses en prisión pero fue exonerado bajo el argumento de que el dinero
no entró a su cuenta, sino a la de su hijo. Fue él quien declaró ante el
Ministerio Público que Luz del Carmen Solares de la Rosa había pagado por el
homicidio. Su coacusado, Isaías Aarón García Estrada, El Pantera, está
desaparecido.
Sospechosa
sin sentencia
Señalada
como autora intelectual, Luz del Carmen Solares de la Rosa se encuentra bajo
“prisión preventiva oficiosa” en Tlalnepantla, Estado de México, desde que fue
extraditada de España el 18 de febrero de 2013. Había sido detenida el 29 de
febrero de 2012 por la policía española a petición de un juez de control y
juicios orales del Estado de México por su probable responsabilidad en el
homicidio.
De
acuerdo con el Código de Procedimientos Penales del Estado de México, donde ya
operan los juicios orales, una persona que se encuentre en prisión preventiva
sin ser sentenciada después de dos años de iniciado su proceso deberá ser
puesta en libertad, aun cuando se le puedan imponer otras medidas cautelares.
Es el caso de Luz del Carmen Solares de la Rosa, cuyo procedimiento judicial
inició hace casi dos años, cuando fue detenida en España.
Además
de ese beneficio previsto en el artículo 229 del Código de Procedimientos
Penales del Estado de México, la defensa de Luz del Carmen pretende invalidar
el testimonio del principal acusador, debido a que está muerto.
En
las indagatorias también ha declarado el secretario particular del
divisionario, el mayor de infantería en activo José Manuel Nolasco Fonseca, por
su supuesta relación con Luz del Carmen Solares y para explicar cómo es que los
asesinos conocían todos los movimientos del general.
Además
de mando militar, durante el gobierno de Felipe Calderón el general Jorge Juárez
Loera ocupó dos de los más altos cargos del Ejército: inspector y contralor
interno, y oficial mayor. En la “guerra contra las drogas” calderonista tuvo el
mando en el Operativo Conjunto Chihuahua, en medio de las disputas entre los
cárteles de Sinaloa y de Ciudad Juárez, así como en la XI Región Militar, con
sede en La Laguna, donde se enfrentó a Los Zetas.
Pasó
a retiro reglamentario el 1 de mayo de 2011. Aun retirado, aspiraba a ser el
titular de la Sedena, gracias a su relación con el expresidente del PRI
Humberto Moreira y a los encuentros que llegó a tener con el entonces
gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
Luz
del Carmen Solares de la Rosa, de 42 años, acabó con esas aspiraciones y con la
relación de negocios y sentimental que sostuvo con el general. Viuda de un
empresario francés, huyó a Europa tras el homicidio. Interpol México emitió una
ficha roja. No obstante, logró pasar por Alemania y Francia hasta que
finalmente se estableció en España, en una zona acomodada de Madrid.
Fue
en el barrio madrileño de Salamanca donde la policía española la detuvo y,
después de un proceso de meses, fue extraditada a México a petición de la
Procuraduría General de la República, acusada de ser la autora intelectual del
asesinato del general.
Negocios,
sociedades, ambiciones
Hija
de un contratista de la Sedena, el exmilitar Andrés Carlos Solares Huerta, es
conocida como integrante de una familia dedicada a hacer negocios de
proveeduría con el Ejército. El iniciador del negocio fue el padre, quien
pertenece a la generación 1962 de graduados del Colegio Militar.
Ahí
conoció a quienes después serían sus socios en las ventas a la Sedena, sobre
todo durante el mando del general de división Guillermo Galván Galván, el
secretario de la Defensa Nacional durante el gobierno pasado y perteneciente a
esa misma promoción del Colegio Militar.
El
1 de junio de 1988, Andrés Carlos Solares Huerta dio de alta la empresa
Sillería para Oficina y Tapicería, con duración de 30 años. Se registró como
socio principal y presidente, con 2 mil 250 de las 3 mil acciones existentes.
Los otros poseedores registrados fueron Nemesio Riancho Novelo, con 300
acciones; Luis Francisco Hernández Castellanos, con 210; Rosa Elena López
Matus, con 30, y Luis Andrés Hernández Mayagoitia, con 210.
Su
sociedad con exfuncionarios de la Sedena se estableció formalmente en 2007, ya
bien entrado el primer año del entonces alto mando del Ejército, el general
Galván. El 29 de octubre de ese año creó la firma Sales Lidercorp, S.A. de C.V.,
cuyo objeto fue la explotación comercial de todo lo relacionado con la
industria textil, perfumes, joyería, accesorios deportivos, regalos y calzado.
Aunque
con un capital modesto de 100 mil pesos, sus socios no son improvisados en las
necesidades de proveeduría textil del Ejército. Las acciones se dividieron en
tres: los generales Luis Escobar García y Marcelino Mendoza Jardines, con 35
mil acciones cada uno; y Andrés Carlos Solares Huerta con las 30 mil restantes.
De acuerdo con el folio mercantil 370500 del Registro Público de la Propiedad
en el DF, Escobar García es el presidente de la empresa; Solares Huerta, el
secretario, y Mendoza Jardines, el tesorero.
El
general Escobar García, egresado de la maestría en administración militar para
la seguridad y defensa nacionales, ocupó entre otros cargos la Dirección
General de Archivo e Historia de la Sedena. De acuerdo con información pública
de la Sedena, el general Mendoza Jardines fue subjefe de Estado Mayor de Zona
Militar, comandante de Batallón de Infantería, director de Escuela Militar de
Aplicación de las Armas y Servicios y comandante de Guarnición Militar, de Zona
Militar y de Región Militar.
Una
semana después de crear esa sociedad dio de alta otra empresa. En ésta tiene
como socio sólo a uno pero importante exjefe militar. El 7 de noviembre
registró la firma Stellasirius Industrias, S.A. de C.V., con el mismo objeto
social que la anterior. También con 100 mil acciones y 99 años de duración, es
propiedad de sólo dos personas: Andrés Carlos Solares Huerta y el general de
división retirado Salvador Leonardo Bejarano Gómez.
El
general Bejarano Gómez, quien tuvo diversos cargos en la Sedena y mandos
castrenses en el país, antecedió a Juárez Loera en la Inspección y Contraloría
General de la Sedena, y ya retirado fue gerente de Seguridad Física de Pemex,
en el sexenio pasado. Aunque es poseedor de 50% de las acciones, la empresa es
manejada por Solares Huerta, quien es el administrador único. Se apoya en un
comisario, Francisco García Romero.
No
son los únicos negocios de Solares Huerta. Es además propietario de Ocean
Weavings, S.A. de C.V., una empresa que fue convocada por la Sedena, en mayo de
2011, para un concurso de proveeduría de utensilios de cocina y comedor
destinados a las diversas unidades del Ejército y la Fuerza Aérea.
Para
esa licitación, la Sedena también invitó como persona física con actividad
empresarial a María del Carmen de la Rosa, la esposa de Solares Huerta y madre
de Luz del Carmen Solares de la Rosa.
En
total, seis personas fueron convocadas por la Subdirección de Adquisiciones de
la Sedena, dependiente de la Dirección General de Administración. Los
responsables de esas áreas eran los entonces generales de brigada José Luis
Castañeda Jiménez y Augusto Moisés García Ochoa.
Ocean
Weavings también fue invitada por la Sedena en marzo de 2010, junto con otras
siete firmas, con el fin de que le surtieran de material de cocina y comedor
para el Ejército. Antes, en 2008, Andrés Carlos Solares Huerta, como
representante de Stella Sirius Industrias, participó en una licitación para la
venta de mantas de cama, frazadas, vestuario, calzado, blancos y espadines para
diversas unidades, dependencias e instalaciones del Ejército y la Fuerza Aérea.
Luz
del Carmen Solares de la Rosa participa además en la firma restaurantera
Lecrobaq, cuya franquicia maestra se ubica en Alemania.
Testimonio
de Claudia Mejía
Claudia
Mejía Hernández, con quien el general convivió durante casi 20 años y tuvo un
hijo fuera de matrimonio, dice que los últimos meses de vida del general fueron
de pesadilla. Primero, por las condiciones en que el general Galván lo pasó a
retiro. Segundo, por la confrontación con Luz del Carmen Solares de la Rosa.
El
1 de mayo de 2011, por órdenes de Galván, fue pasado a retiro a pesar de que
aún faltaba una semana para que cumpliera los 65 años de edad. El general
Juárez Loera acató la orden, pero la molestia con el general secretario fue por
haberle quitado en ese tiempo también el cargo de oficial mayor, eso redujo su
pensión.
De
haberse retirado del Ejército el 8 de mayo con ese cargo, su jubilación habría
significado 162 mil pesos mensuales. Él llegó a la Oficialía Mayor desde la
Inspección y Contraloría General del Ejército.
El
general Juárez Loera se convirtió así en un general de división más en retiro
con una pensión mensual de 54 mil pesos. Fallecido, sus deudos ya sólo reciben
28 mil. Esa pensión se tiene que dividir entre su viuda y la segunda familia
que tuvo durante 20 años.
Conocido
por sus declaraciones públicas de represalia contra la delincuencia organizada,
Juárez Loera no se veía en retiro. El sábado de su asesinato fue con su segunda
familia a comer en un restaurante argentino del centro comercial Galerías de
Atizapán. Ahí les informó a Claudia Mejía y a su hijo en común, entonces menor
de edad, que el lunes 23 comenzaría a trabajar en el PRI, con Humberto Moreira,
para encargarse de la agenda de seguridad nacional con miras a la candidatura
presidencial del PRI.
Además,
el entonces presidente del PRI que estaba contribuyendo a la candidatura
presidencial de Enrique Peña Nieto le había ofrecido una curul en el Senado. El
propio general Juárez Loera se había reunido en varias ocasiones con Peña,
quien en ese momento era gobernador del Estado de México. Juárez Loera y
Humberto Moreira coincidieron cuando el general era comandante de la XI Región
Militar con sede en La Laguna, y Moreira gobernador de Coahuila (Proceso 1799).
En
entrevista, Claudia Mejía asegura que el general conoció a Luz del Carmen
Solares en 2009, cuando era oficial mayor. De acuerdo con el reglamento interno
del Ejército y Fuerza Aérea, en ese cargo el general era el responsable de
equipar a las fuerzas de tierra y aire, por lo que tomó parte en las decisiones
sobre los contratos y licitaciones de la Defensa. Entre otros, era presidente
del Comité de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios.
En
ese comité participan también el subsecretario de la Sedena, el inspector
general, el director de Administración y el director de Compras. Cuando la adquisición
rebasa los 20 millones de pesos interviene el titular de la Sedena.
El
jefe militar duró casi dos años en el cargo, periodo en el que, según Mejía
Hernández, el general y Solares de la Rosa mantuvieron una relación sentimental
que acabó en medio de una millonaria disputa por la comisión de una venta de
uniformes deportivos a la Sedena por parte de una de las empresas de la familia
Solares de la Rosa.
“La
deuda fue por el diseño y confección del uniforme de deportes que tiene el
personal femenino de la Sedena y demás dependencias militares. Fue una
transacción de 20 millones de pesos”, asegura Mejía Hernández, quien perteneció
también al Ejército, donde se graduó en 1992 como subteniente enfermera,
función que cumplió hasta que salió en 1997.
La
disputa rebasó al general y, meses antes del asesinato, Solares de la Rosa
“emprendió un hostigamiento e intimidación contra mí y mi hijo”, dice Mejía
Hernández, quien relata diversos episodios de confrontación, incluidos dos en
los que el general golpeó a la ahora acusada de asesinarlo. Uno de ellos,
afuera del domicilio de Mejía, en Jardines de Santa Mónica, Naucalpan, de donde
salió para su casa de Satélite el día que lo mataron.
Mejía
Hernández refiere que Jorge Juárez Guerrero, hijo del matrimonio del general,
sostiene que Solares de la Rosa “le fue sembrada” a su papá. “No fue una
casualidad, se la presentaron y desgraciadamente cayó”, cita como parte de las
declaraciones hechas durante las audiencias judiciales. Mejía coincide. Dice
que a raíz de la confrontación, el general Juárez Loera había prohibido la
entrada de Suárez de la Rosa a la Sedena, pero que otros mandos militares “de
la plana mayor” permitían su ingreso.
Los
subordinados de los generales acababan confrontados en medio de las órdenes y
contraórdenes. “Solares de la Rosa era conocida dentro de la Secretaría de la
Defensa Nacional como la proveedora que invitaba a oficiales, jefes y generales
a comer”, dice Mejía en una carta que le envió a Enrique Peña Nieto ya ocupando
la Presidencia de la República.
Solares
sigue bajo “prisión preventiva oficiosa”, en el Centro Preventivo y de
Readaptación Social “Juan Fernández Albarrán”, en Tlalnepantla, Estado de
México. Su caso, identificado con la causa de juicio oral 104/2013-JO, se
instruye en el Juzgado de Juicio Oral del Distrito Judicial de Tlalnepantla,
por el delito de homicidio calificado con premeditación y ventaja. A pesar de
tratarse de un general, el caso quedó en el fuero común en el Estado de México
con el argumento de que se trataba de un militar retirado.
En
su carta a Peña Nieto y en sus declaraciones ministeriales, Claudia Mejía
Hernández responsabiliza a Solares de la Rosa de lo que le llegue a pasar a
ella o a su hijo, pues dice que, apenas muerto el general, recibió llamadas telefónicas,
en tono triunfante, de la ahora inculpada, y mensajes desde el correo
electrónico del propio Juárez Loera en donde le advirtieron: “sigues tú”.
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