Una
Venezuela fracturada/Juan Pablo López Gross, político venezolano, dirigente de la Mesa por la Unidad Democrática Venezolana.
Publicado en La
Vanguardia | 12 de marzo de 2014
No
es Ucrania, es Venezuela. Un país que durante los últimos quince años ha vivido
un proceso político y social que lo ha convulsionado profundamente: el
socialismo del siglo XXI, la “revolución bolivariana” que ha dividido a nuestra
nación entre chavistas y opositores. A un año de la muerte del presidente Hugo
Chávez y quince años después de su llegada al poder, el país se encuentra hoy
sumido en una profunda crisis económica, social y política. Económica, luego de
recibir miles y miles de millones de dólares por petróleo: control de cambio,
enorme deuda pública y privada, la inflación más alta del mundo (56% en 2013),
escasez aguda de productos de primera necesidad. Social, por el más alto índice
de criminalidad del mundo (25.000 asesinatos sólo en 2013) e incalculable
número de atracos, robos, secuestros y la corrupción generalizada en el
Gobierno. Y política, por el control total de todos los poderes públicos y el
desprecio absoluto a la oposición, con el Gobierno propietario de la mayoría de
televisiones, radios y periódicos, la intimidación permanente a medios privados
y la tutela innegable de los cubanos hermanos Castro. Cada día menos democracia
y menos libertad.
Jóvenes
y estudiantes exigiendo futuro, líderes políticos promoviendo “La Salida” y una
sociedad civil duramente afectada por la crisis descrita fueron el detonante de
legítimas protestas que ya casi por un mes han desbordado las calles de las
principales ciudades de Venezuela y que la violencia generada por grupos
paramilitares afectos al Gobierno y la brutal represión por parte de cuerpos de
seguridad del Estado las han incrementado. Más de veinte asesinados, centenares
de heridos, innumerables detenidos, decenas de torturados, líderes perseguidos
o en prisión, periodistas expulsados y medios censurados, ha sido el balance de
protestas hasta la fecha que todos los sectores han calificado: para el
Gobierno, un golpe de estado en desarrollo; para la oposición, una rebelión
popular justa y para el movimiento estudiantil, su lucha por la libertad.
Partiendo de esas premisas, debemos afirmar en primer lugar que para que sea un
golpe de Estado en desarrollo necesita de un factor clave y necesario, las
fuerzas armadas, que hasta la fecha no se han pronunciado públicamente sobre
los hechos y no han denunciado a ninguno de sus miembros. Los golpes de Estado
no los dan estudiantes o civiles con lápices o consignas, así que el Gobierno
deberá demostrar con fundamento su teoría conspirativa.
Por
otro lado, para que sea revuelta popular como afirman sectores de la oposición
necesita, fundamentalmente, un sólido apoyo “popular” que en Venezuela se
traduce en el apoyo del barrio: sectores menos favorecidos en las ciudades
donde se concentra mayoría de la población más humilde. Hasta el momento, las
protestas se han desarrollado en zonas y municipios muy diversos a lo largo del
país, pero en el caso de Caracas, capital del poder, el Gobierno ha pretendido
levantar un muro de Berlín a través de la violencia que ha dividido la ciudad
en dos, este y oeste. Sin embargo, es pertinente afirmar que el descontento en
el barrio existe, es profundo, cada vez mayor y se ha manifestado de diversas
maneras, pero el miedo que generan unos pocos con su violencia les impide
hablar a muchos. Vencer el miedo será vital para lograr ese necesario respaldo
popular activo. En lo que toca al movimiento estudiantil, gran protagonista de
las protestas en calles venezolanas, su lucha es histórica, valiente y firme
exigiéndole al Gobierno nacional respuestas concretas a los problemas pero en
el fondo plantean una exigencia suprema: libertad.
En
las calles las exigencias continuarán: justicia para los caídos, liberación de
estudiantes detenidos y presos políticos (en especial el líder opositor,
Leopoldo López y el comisario Iván Simonovis), desarme de grupos paramilitares,
cese de la brutal represión contra las protestas, renovación de los poderes
públicos y soluciones a la crisis nacional.
El
reto, para el Gobierno, bajar la presión cediendo ante exigencias legítimas y
proponiendo dialogo sincero (no de televisión) ya que el radicalismo o
represión desmedida harán incrementar la crisis y las protestas, pues no se
puede pretender apagar fuego con gasolina, sembrando la peligrosa semilla del
enfrentamiento civil. Para la oposición, su reto será lograr mantener la
protesta en la calle y el ánimo, dar conducción política unificada, luchar
contra el miedo, manejar expectativas, lograr apoyo internacional y
consolidarse como una alternativa a la crisis. Y el gran reto, para el
movimiento estudiantil, es no renunciar a sus principios o valores por las
presiones, mejorar su organización, conectar mensaje con todos los sectores y
no claudicar, porque como dijera el Quijote de Cervantes: “La libertad, Sancho,
es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella
no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la
libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”…
Y
Venezuela, mientras lucha, sufre y espera, deberá superar esta crisis de manera
democrática, pacífica, fortalecida como sociedad y unida como país.
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