La
disputa sobre la procedencia de Santa Claus/Carl Bildt was Sweden’s foreign minister from 2006 to October 2014, and was Prime Minister from 1991 to 1994, when he negotiated Sweden’s EU accession. A renowned international diplomat, he served as EU Special Envoy to the Former Yugoslavia, High Representative for Bosnia and Herzegovina, UN Special Envoy to the Balkans, and Co-Chairman of the Dayton Peace Conference. Traducido del inglés por Carlos Manzano
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Syndicate | 30 de diciembre de 2014
Hace
un par de años, un ministro canadiense declaró con orgullo que Santa Claus era
un ciudadano del Canadá. Al fin y al cabo, su hogar y su fábrica de juguetes
están en el Polo Norte, que, según la interpretación del ministro, pertenece al
Canadá.
Aunque
Santa Claus no ha comentado ese asunto, ahora está claro que, cuando viaja por
el mundo el 24 de diciembre, podría elegir varios pasaportes. En 2007, un
minisubmarino con financiación privada plantó una bandera rusa directamente
debajo de su supuesto hogar y, hace dos semanas, Dinamarca, que tiene la
soberanía sobre Groenlandia, señaló su propia reivindicación territorial, que
también abarcaba el Polo Norte.
Al
presentar su reclamación en la Comisión de Límites de la Plataforma Continental
de las Naciones Unidas, Dinamarca se ha incorporado al “gran juego” de nuestra
época: la pugna por el control económico de una gran parte del Ártico. Y la
reclamación de Dinamarca es inmensa. No sólo aspira al reconocimiento de su
soberanía sobre todo lo que queda entre Groenlandia y el Polo Norte, sino que,
además, amplía su reclamación a casi 900.000 kilómetros cuadrados, hasta los
límites vigentes de la zona económica de Rusia al otro lado del Polo: una
superficie que representa veinte veces la de Dinamarca.
La
evaluación de las reclamaciones de los países sobre el territorio del Ártico
depende del estatuto de la cresta Lomonosov, vasta formación que se alza del
fondo del mar y se extiende 1.800 kilómetros desde Groenlandia hasta la
plataforma continental siberiana oriental. Todo el mundo conviene en que es una
cresta. La cuestión decisiva es la de si es una extensión de la plataforma de
Goenlandia o de la plataforma siberiana oriental.
Dinamarca,
junto con el Gobierno de Groenlandia, afirma ahora que se trata de lo primero,
lo que le concede el derecho de extender su zona económica por una superficie
enorme en la cima del mundo. Aunque nada se sabe aún sobre la reclamación que,
según dice, presentará Rusia en la próxima primavera, no cabe duda de que
argumentará lo contrario.
¿Y
qué decir de los canadienses y su reclamación? Está por ver, pero ha habido
noticias de que el Primer Ministro, Stephen Harper, está descontento por que
los científicos canadienses no se estén mostrando suficientemente enérgicos en
defensa de la argumentación de su país.
No
obstante, pese al revuelo sobre una “competencia por el Ártico” y pese a la
atmósfera bastante gélida entre los reclamantes, no hay el menor motivo para
temer un conflicto. De conformidad con lo dispuesto en la Declaración de
Ilulissat, todos los países fronterizos del océano Ártico han acordado resolver
sus reclamaciones pacíficamente y basándose en la Convención de las Naciones Unidas
sobre Derecho del Mar. Según el procedimiento establecido, una comisión de las
NN.UU. juzgará primero si se deben admitir a trámite las reclamaciones. Si son
coincidentes, cosa muy probable, se celebrarán negociaciones bilaterales.
Semejantes
conversaciones –dicho sea sin exagerar–
podrían requerir tiempo. Noruega y Rusia negociaron sobre una
delimitación territorial mucho menor durante cuatro decenios.
Tanto
Dinamarca como Rusia han dedicado recursos cuantiosos a explorar la cresta
Lomonosov. Dinamarca ha contratado rompehielos suecos para diversas
expediciones y Rusia ha estado desplegando submarinos especiales para obtener
muestras de la cresta y del fondo del océano.
La
región del Ártico siempre ha revestido importancia decisiva para Rusia, pues
representa el 85 por ciento, aproximadamente, de su producción de gas natural,
localizada primordialmente en la Siberia occidental. El Kremlin ha activado un
nuevo mando militar para el Ártico y está reabriendo intensamente bases aéreas
y estaciones de radar a lo largo de su costa ártica.
Pero
la distancia desde esas bases rusas a cualquier otra zona es enorme y, además
de las enormes distancias, hay que tener en cuenta el duro clima. Un comandante
militar canadiense, cuando le preguntaron qué haría, si soldados extranjeros
atacaran su país por su lejano Norte, respondió con calma que mandaría una
expedición para rescatarlos. Aunque Rusia ha abrigado la esperanza de un rápido
aumento de la navegación por la ruta del mar del Norte, este año el tráfico
comercial se ha reducido en un 77 por ciento.
Naturalmente,
lo que está en juego para el Canadá, Dinamarca y Rusia es enorme, por lo que no
permitirán que la remota lejanía de esa región y su hostil medio ambiente
influya en la resolución con la que insisten en sus reclamaciones. Las
fronteras de esa clase se fijan una vez y para siempre y nadie sabe qué
descubrimientos, tecnologías y oportunidades podría brindar el futuro.
Pero
de momento ni Santa Claus ni ningún otro tiene motivos para preocuparse.
Durante muchos años futuros se debatirá la naturaleza de la cresta Lomonosov,
mientras que es probable que sus pensamientos –y los nuestros– se centren en
asuntos más inmediatos.
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