Lo
dijo el pontífice en una conversación informal con los cerca de 76 periodistas
que siguen la gira, poco antes de su encuentro con el patriarca ruso
La Nación/ 12 de febrero/
Elisabetta
Piqué
A
BORDO DEL VUELO PAPAL.- Le regalaron un típico sombrero mexicano -con la imagen
de la Virgen de Guadalupe y del continente americano bordados-, que por
supuesto enseguida se puso, para alegría de gloria fotógrafos y camarógrafos.
Además, dos rosas blancas, varios libros, chocolates, café colombiano, un par
de zapatillas para que esté cómodo en su primer viaje a México -donde visitará
ciudades de la frontera norte y sur del país, nunca antes pisadas por un Pontífice-,
y algo sin precedente: un cajón de lustrabotas.
Como
ya es tradición, en el Airbus A330 de Alitalia que, con un vuelo de 12 horas y
15 minutos lo llevará a La Habana -donde se reunirá por primera vez en la
historia con el Patriarca ortodoxo de Moscú, Kirill-, en una escala de poco más
de tres horas antes de llegar a México, el Papa estuvo casi una hora en la
parte trasera del avión, saludando y dialogando informalmente con los cerca de
76 periodistas que viajan en el vuelo papal.
"Agradezco
su presencia y el trabajo que harán. Es un viaje exigente, que quise mucho,
querido también por mi hermano Kirill y por mis hermanos mexicanos", dijo,
micrófono en mano, antes de pasar a saludar, uno por uno a los camarógrafos,
fotógrafos y cronistas presentes. Como siempre, entonces repartió bendiciones,
firmó autógrafos, recibió dones de todo tipo, hasta la invitación a un
casamiento y dos rosas blancas, una de ellas entregada por esta cronista de
parte de una sobrina que vive en Buenos Aires. Quienes conocen a Jorge
Bergoglio saben que las rosas blancas para él tienen un significado muy
especial, por su devoción a Santa Teresa de Lisieux, a quien le reza cuando
tiene una dificultad por delante, como puede ser su primer encuentro de la
historia con el Patriarca Ortodoxo de Moscú.
Al
respecto, cuando, a la hora del recorrido para saludar, un periodista le
preguntó "¿Cuándo nos va a llevar a Rusia?", Francisco contestó sin
pelos en la lengua y juntando las dos manos como para ponerse a orar:
"Rusia y China están en mi corazón, recen por ello". Su encuentro con
Kirill, el primero de un primado católico y uno ortodoxo ruso, después de casi
mil años de separación, desencuentros e incomprensiones, de hecho, se espera
que pueda abrir las puertas al objetivo soñado especialmente por san Juan Pablo
II: un viaje a Moscú. Viajar a China -que no tiene relaciones diplomáticas con
el Vaticano desde hace más de cincuenta años-, es otro deseo del Papa jesuita,
que sigilosamente está trabajando para un acuerdo para superar la conflictiva
cuestión de la designación de obispos.
Recientemente, en una entrevista que
concedió a Asia Times, elogió la sabiduría china y le envió buenos augurios de
año nuevo lunar a su presidente, Xi Jinping.
Cuando
otra periodista, al pasar, le advirtió "cuidado con los rusos, que son
duros", si bien al principio Francisco no dijo nada, luego reaccionó con
humor: "con un poco de vodka allí y un poco de tequila allá", todo
podrá solucionarse, rió.
A
los periodistas argentinos presentes en el vuelo, los sorprendió con una
pregunta crucial: ¿cómo terminó San Lorenzo-Boca?. "Sé que hubo goleada,
pero ¿cómo fue?", insistía, comentando, por otro lado, que en todo caso
siempre era mejor "comer pizza (perder con Boca), que comer caldo de
gallina" (en alusión a River).
Más
allá del buen humor, hubo un momento muy emotivo cuando Noel Díaz, periodista
mexicano del canal El sembrador de Nueva Evangelización, le regaló algo jamás
recibido por un Papa: un cajón de lustrabotas.
Nacido
de madre soltera en una casa de cartón de Tijuana, ciudad mexicana fronteriza
con Estados Unidos, Noel, de hecho, le contó que comenzó a trabajar de niño
como lustrabotas cuando se enteró, a los ocho años, que no podía hacer la
primera comunión porque su mamá no tenía dinero para comprarle la ropa."Yo
me dije ´tengo que trabajar para conseguir un cajón para lustrar botas, y así
trabajé para conseguir dinero y comprarme un pantalón y una camisa para hacer
la primera comunión".
Noel, que fue deportado dos veces de Estados Unidos,
ahora es un directivo de una industria óptica y vive en Los Angeles, donde
fundó un canal de televisión y seis estaciones de radio, en los que trabaja de
voluntario. No sólo le regaló a Francisco un cajón de lustrabotas -símbolo de
esos descartados a los que no hay que olvidar-, sino que también se inclinó
ante él para lustrarle los zapatos, en medio del estrecho pasillo del avión y
ante los ojos sorprendidos de todo el mundo. "Ahora voy a ser el
lustrabotas del Papa y él me dijo que sí", contó a La Nación más tarde,
sin ocultar su emoción. "Quise recordarle que hay mucha gente que trabaja,
gente honesta, que no sale en las noticias que está ahí y que lucha día a día
por traer el pan a la mesa", explicó. Noel, casado y padre de tres hijos,
también le regaló a Francisco un libro escrito por su padre, donde el Papa le
dejó escrito, con su pequeña letra: "gracias por su ejemplo, rece por
mí".
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