“En Siria e Irak esta violencia ha cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y medios de vida a unos millones de personas. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a través del diálogo, a contribuir a la pronta obtención de la paz civil. Se requiere una ayuda humanitaria de gran escala para el pueblo que sufre, y para muchos refugiados en los países vecinos…“
Dijo el papa hoy a los periodistas hoy:
Yo había hablado con él - Raúl Castro Ruz- sobre este encuentro la otra vez», es decir durante el viaje a Cuba del pasado septiembre, «y él hizo de todo para organizarlo».
Declaración
conjunta del papa Francisco y del patriarca Kirill de Moscú
Texto
completo.
Tras una histórica reunión de dos horas, las máximas autoridades de
la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa Rusa firman en La Habana un esperado
documento de 30 puntos
Firma de la declaración conjunta en La Habana. CTV
Declaración
conjunta
del
Papa Francisco
y
del Patriarca Kiril de Moscú y Toda Rusia
“Que
la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la participación del Espíritu
Santo estén con todos vosotros” (2 Corintios 13,13).
1.
Por la voluntad de Dios Padre, de quien procede todo don, en el nombre de
Nuestro Señor Jesucristo, con la ayuda del Espíritu Santo Consolador, nosotros,
Francisco, Papa y Obispo de Roma, y Kiril, Patriarca de Moscú y Toda Rusia,
reunimos hoy en La Habana. Damos gracias a Dios, glorificado en la Santísima
Trinidad, por este encuentro, el primero en la historia.
Con
alegría, nos reunimos como hermanos en la fe cristiana que se encontraron para
“hablar… personalmente” (2 Juan, 12), de corazón a corazón, y discutir las
relaciones mutuas entre las Iglesias, los problemas palpitantes de nuestro
rebaño y las perspectivas del desarrollo de la civilización humana.
2.
Nuestro encuentro fraterno se llevó a cabo en Cuba, en la encrucijada entre el
Norte y el Sur, el Este y el Oeste. Desde esta isla, un símbolo de esperanza
del Nuevo Mundo y de los dramáticos acontecimientos de la historia del siglo
XX, dirigimos nuestras palabras a todas las naciones de América Latina y de
otros continentes.
Nos
alegra el hecho de que hoy en día aquí la fe cristiana evoluciona
dinámicamente. El potencial religioso de gran alcance en América Latina, sus
tradiciones cristianas multiseculares, manifestadas en la experiencia personal
de millones de personas, son clave para un gran futuro de esta región.
3.
Al reunirnos a distancia de las antiguas disputas del Viejo Mundo, sentimos muy
fuertemente la necesidad de colaboración entre los católicos y los ortodoxos,
que deben estar siempre preparados para responder a cualquiera que les pida
razón de la esperanza (1 Pedro 3, 15).
4.
Damos gracias a Dios por los dones que hemos recibido a través de la venida al
mundo de su Hijo Unigénito. Compartimos la Tradición espiritual común del
primer milenio del cristianismo. Los testigos de esta Tradición son la
Santísima Madre de Dios, la Virgen María, y los santos a quienes veneramos.
Entre ellos están innumerables mártires que mostraron su fidelidad a Cristo y
se convirtieron en “la semilla de cristianos”.
5.
A pesar de tener la Tradición común de diez primeros siglos, los católicos y
los ortodoxos, durante casi mil años, están privados de comunicación en la
Eucaristía. Permanecimos divididos dado a las heridas causadas por los
conflictos del pasado lejano y reciente, por las diferencias heredadas de nuestros
antepasados, en la comprensión y la explicación de nuestra fe en Dios, un ser
único que existe como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lamentamos
la pérdida de la unidad, que era una consecuencia de la debilidad y la
pecaminosidad humana, que se produjo a despecho de la oración del Primer
Sacerdote, Cristo Salvador: “Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú,
Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el
mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 21).
6.
Conscientes de muchos obstáculos que hay que superar, esperamos que nuestro
encuentro contribuya a la obtención de la unidad mandada por Dios, por la que
Cristo había rezado. Que nuestro encuentro inspire a los cristianos de todo el
mundo para invocar con el nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena unidad
de todos sus discípulos. Que ésta, en el mundo que espera de nosotros no sólo
palabras, sino acciones, sea un signo de esperanza para todas las personas de
buena voluntad.
7.
Teniendo firmeza en hacer todo lo necesario para superar las diferencias
históricas heredadas por nosotros, queremos reunir nuestros esfuerzos a fin de
dar testimonio del Evangelio de Cristo y del patrimonio común de la Iglesia del
primer milenio, respondiendo conjuntamente a los desafíos del mundo moderno.
Los ortodoxos y los católicos deben aprender a llevar el testimonio común de la
verdad en aquellas áreas, en las que es posible y necesario. La civilización
humana ha entrado en un período de cambios epocales. La conciencia cristiana y
la responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante
los desafíos que requieren una respuesta conjunta.
8.
Nuestra atención está dirigida principalmente hacia aquellas regiones del mundo
donde los cristianos están sometidos a persecución. En muchos países de Oriente
Medio y África del Norte, se exterminan familias completas de nuestros hermanos
y hermanas en Cristo, pueblos y ciudades enteros habitados por ellos. Sus
templos están sometidos a la destrucción bárbara y a los saqueos, los
santuarios – a la profanación, los monumentos – a la demolición. En Siria, Irak
y otros países de Oriente Medio observamos con dolor el éxodo masivo de
cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a extenderse, y donde ellos
vivían a partir de los tiempos apostólicos, junto con otras comunidades
religiosas.
9.
Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a tomar medidas inmediatas
para evitar un mayor desplazamiento de los cristianos de Oriente Medio.
Levantando nuestras voces en defensa de los cristianos perseguidos, también
solidarizamos con sufrimientos de seguidores de otras tradiciones religiosas,
que se han convertido en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia
terrorista.
10.
En Siria e Irak esta violencia ha cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y
medios de vida a unos millones de personas. Hacemos un llamamiento a la
comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo
y al mismo tiempo, a través del diálogo, a contribuir a la pronta obtención de
la paz civil. Se requiere una ayuda humanitaria de gran escala para el pueblo
que sufre, y para muchos refugiados en los países vecinos.
Solicitamos
a todos los que pueden, influir en el destino de todos los secuestrados,
incluyendo a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en
abril de 2013, para hacer todo lo necesario a fin de su pronta liberación.
11.
Enviamos oraciones a Cristo, Salvador del mundo, sobre el establecimiento en
suelo de Oriente Medio de la paz, que es producto de la justicia (Isaías 32,
17), sobre el fortalecimiento de la convivencia fraterna entre diversos
pueblos, Iglesias y religiones situados en esta tierra, sobre el regreso de los
refugiados a sus casas, sobre la curación de los heridos y el reposo de almas
de las víctimas inocentes.
Dirigimos
a todas las partes que puedan estar involucradas en los conflictos, un
ferviente llamamiento para manifestar buena voluntad y llegar a la mesa de
negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad internacional haga
todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo mediante acciones
comunes, conjuntas y sincronizadas. Hacemos un llamamiento a todos los países
involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones responsables y
prudentes. Hacemos un llamado a todos los cristianos y a todos los creyentes en
Dios para rezar al Señor Creador y Providente que cuida el mundo, que guarde su
creación de la destrucción y no permita una nueva guerra mundial. Para que la
paz sea duradera y fiable, se requieren esfuerzos especiales destinadas al
regreso a los valores comunes, que nos unen, basados en el Evangelio de Nuestro
Señor Jesucristo.
12.
Admiramos la valentía de aquellos que entregan sus vidas por haber dado
testimonio de la verdad del Evangelio, prefiriendo la muerte ante la abjuración
de Cristo. Creemos que los mártires de nuestros tiempos, procedentes de
diferentes Iglesias, pero unidos por un sufrimiento común, son la clave para la
unidad de los cristianos. A vosotros, los que sufren por Cristo, dirige su
palabra el Apóstol del Señor: “Queridos hermanos,… alegraos de tener parte en
los sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de alegría cuando su
gloria se manifieste” (1 Pedro 4, 12-13).
13.
En esta época turbadora se necesita el diálogo interreligioso. Las diferencias
en comprensión de las verdades religiosas no deben impedir que las personas de
diversas religiones vivan en paz y armonía. En las circunstancias actuales, los
líderes religiosos tienen una responsabilidad especial por la educación de su
rebaño en el espíritu de respeto por las creencias de aquellos que pertenecen a
otras tradiciones religiosas. Los intentos de justificar actos criminales por
consignas religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser
cometido en el nombre de Dios, “porque Dios es Dios de paz y no de confusión”
(1 Corintios 14, 33).
14.
Atestiguando el alto valor de la libertad religiosa, damos gracias a Dios por
el renacimiento sin precedentes de la fe cristiana que ahora se lleva a cabo en
Rusia y muchos países de Europa del Este, donde por décadas han gobernado
regímenes ateos. Hoy en día, las cadenas del ateísmo militante cayeron, y en
muchos lugares los cristianos son libres de profesar su fe. Durante un cuarto
de siglo, aquí se erigieron decenas de miles de nuevos templos, se abrieron
cientos de monasterios y escuelas teológicas. Las comunidades cristianas realizan
amplias actividades caritativas y sociales, prestando diversa asistencia a los
necesitados. Los ortodoxos y los católicos a menudo trabajan hombro con hombro.
Ellos defienden la base espiritual común de la sociedad humana, dando
testimonio de los valores evangélicos.
15.
Al mismo tiempo, nos preocupa la situación que tiene lugar en tantos países,
donde los cristianos enfrentan cada vez más la restricción de la libertad
religiosa y del derecho a dar testimonio sobre sus creencias y a vivir de
acuerdo con ellas. En particular, vemos que la transformación de algunos países
en las sociedades secularizadas, ajenas de cualquier memoria de Dios y su
verdad, implica una grave amenaza para la libertad religiosa. Estamos
preocupados por la limitación de los derechos de los cristianos, por no hablar
de la discriminación contra ellos, cuando algunas fuerzas políticas, guiadas
por la ideología del secularismo que en numerosos casos se vuelve agresivo,
tienden a empujarles a los márgenes de la vida pública.
16.
El proceso de la integración europea, que comenzó después de siglos de
conflictos sangrientos, fue acogido por muchas personas con esperanza, como
prenda de paz y seguridad. Al mismo tiempo, advertimos en contra de aquella
clase de integración que no respeta la identidad religiosa. Respetamos la
contribución de otras religiones a nuestra civilización, pero estamos
convencidos de que Europa debe mantener la fidelidad a sus raíces cristianos.
Hacemos un llamamiento a los cristianos en Europa Occidental y Europa Oriental
a unirse a fin de dar testimonio conjunto sobre Cristo y el Evangelio, para que
Europa mantenga su alma formada por dos mil años de la tradición cristiana.
17.
Nuestra atención está destinada a las personas que se encuentran en una
situación desesperada, viven en la pobreza extrema en el momento en que la
riqueza de la humanidad está creciendo. No podemos permanecer indiferentes al
destino de millones de migrantes y refugiados que tocan a las puertas de los
países ricos. El consumo incontrolado, típico para algunos estados más
desarrollados, agota rápidamente los recursos de nuestro planeta. La creciente
desigualdad en la distribución de bienes terrenales, aumenta el sentido de la
injusticia del sistema de las relaciones internacionales que se está implantando.
18.
Las Iglesias cristianas están llamadas a defender exigencias de la justicia,
del respeto a las tradiciones nacionales y de la solidaridad efectiva con todos
los que sufren. Nosotros, los cristianos, no debemos olvidar que “para
avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos;
y para avergonzar a los fuertes ha escogido a los que el mundo tiene por
débiles. Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este
mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. Así
nadie podrá presumir delante de Dios” (1 Corintios 1, 27-29).
19.
La familia es el centro natural de la vida de un ser humano y de la sociedad.
Estamos preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Los ortodoxos
y los católicos, compartiendo la misma visión de la familia, están llamados a
testificar acerca de la familia como de un camino hacia la santidad, que se
manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su disponibilidad para dar a
luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre las generaciones y el
respeto hacia los enfermizos.
20.
La familia es fundada sobre el matrimonio que es un acto libre y fiel de amor
entre un hombre y una mujer. El amor fortalece su unión, les enseña a aceptar
uno a otros como a un don. El matrimonio es la escuela del amor y de la
fidelidad. Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparan ahora con
esta unión, y la visión de la paternidad y la maternidad como de especial
vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, santificada por la
tradición bíblica, se expulsa de la conciencia pública.
21.
Hacemos un llamamiento a todos para respetar el derecho inalienable a la vida.
Unos millones de bebés están privados de la propia posibilidad de aparecer a la
luz. La sangre de los niños no nacidos pide a gritos a Dios que haga justicia.
(Génesis 4, 10).
La
divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho de que los ancianos y
enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su familia y la sociedad en
conjunto.
Expresamos
nuestra preocupación por el uso cada vez más extendido de las tecnologías
biomédicas de reproducción, porque la manipulación de la vida humana es un
ataque contra los fundamentos del ser de la persona creada a imagen de Dios.
Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse sobre la inmutabilidad de los
principios morales cristianos, basados en el respeto por la dignidad de la
persona que está destinada a la vida de acuerdo con el plan de su Creador.
22.
Queremos hoy dirigir unas palabras especiales a la juventud cristiana.
Vosotros, los jóvenes, no debéis esconder dinero en la tierra (Mateo 25, 25),
sino usar todas las dotes dadas por Dios, para afirmar la verdad de Cristo en
el mundo, realizar los mandamientos evangélicos del amor a Dios y al prójimo.
No tengáis miedo de ir contra la corriente, defendiendo la verdad de Dios, con
la que no siempre se ajustan las normas seculares modernas.
23.
Dios os ama y espera de cada uno de vosotros que seáis sus discípulos y
apóstoles. Sed la luz de este mundo, para que otros, viendo el bien que hacéis,
alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo (Mateo 5, 14-16). Educad a
los niños en la fe cristiana para entregarles la perla preciosa de la fe (Mateo
13, 46) que recibisteis de vuestros padres y antepasados. No olvidéis que “Dios
os ha comprado por un precio” (1 Corintios 6, 20), el precio de la muerte en la
cruz de Dios Hombre, Jesucristo.
24.
Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la
Iglesia del primer milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio
de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre
los miembros de las comunidades cristianas, excluye cualquier forma del
proselitismo.
No
somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando
todas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo
exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para
aprender a vivir juntos en paz, amor y armonía unos con otros (Romanos 15, 5).
Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar
de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias
tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo
Apóstol y “anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído hablar de
Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros” (Romanos 15, 20).
25.
Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay
tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el
método de “la unión” de los siglos pasados que implica la unidad de una
comunidad con la otra a costa de la separación de su Iglesia, no es la manera
de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han
aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir
y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus
fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos
necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente
aceptables.
26.
Lamentamos el enfrentamiento en Ucrania que ya cobró muchas vidas, causó
sufrimientos innumerables a los civiles, hundió la sociedad en una profunda
crisis económica y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas las partes del
conflicto a tener prudencia, mostrar la solidaridad social y trabajar
activamente para el establecimiento de la paz. Instamos a nuestras Iglesias en
Ucrania a trabajar para lograr la armonía social, abstenerse de participar en
la confrontación y de apoyar el desarrollo del conflicto.
27.
Esperamos que la división entre los creyentes ortodoxos en Ucrania sea vencida
sobre la base de las normas canónicas existentes, que todos los cristianos
ortodoxos de Ucrania vivan en paz y armonía, y que las comunidades católicas
del país contribuyan a ello, para que nuestra hermandad cristiana sea aún más
evidente.
28.
En el mundo de hoy, multifacético y al mismo tiempo unido por el destino común,
los católicos y los ortodoxos están llamados a colaborar fraternamente para
anunciar el Evangelio de la salvación, dar testimonio común de la dignidad
moral y la auténtica libertad humana, “para que el mundo crea” (Juan 17, 21).
Este mundo, en el que se están socavando rápidamente los fundamentos morales de
la existencia humana, espera de nosotros el fuerte testimonio cristiano en
todos los ámbitos de la vida personal y social. ¿Podremos en la época crucial
dar testimonio conjunto del Espíritu de la verdad? De esto depende, en gran
medida, el futuro de la humanidad.
29.
Que Jesucristo, Dios Hombre, Nuestro Señor y Salvador, nos ayude en el anuncio
valiente de la verdad de Dios y de la Buena Noticia de salvación. El Señor nos
fortalece espiritualmente con su promesa infalible: “No tengáis miedo, pequeño
rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino” (Lucas 12, 32).
Cristo
es una fuente de alegría y de esperanza. La fe en él transfigura la vida del
ser humano, la llena de significado. Lo han vivido por su propia experiencia
todos aquellos de los que se puede decir con las palabras de San Pedro Apóstol:
“Antes, ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; antes Dios no
os tenía compasión, pero ahora tiene compasión de vosotros” (1 Pedro 2, 10).
30.
Llenos de gratitud por el don de comprensión mutua que se manifestó en nuestra
reunión, nos dirigimos con esperanza a la Santísima Madre de Dios, haciendo
solicitud con las palabras de la antigua oración: “Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios”. Que la Santísima Virgen María con su amparo fortalezca la
hermandad de todos que la veneran, para que ellos, en un momento determinado
por Dios, se junten, en paz y concordia, en el único pueblo de Dios, ¡sea
glorificado el nombre de la Trinidad Consustancial e Inseparable!
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