Avilés,
Cabral del Hoyo y Dolores Castro, cuentan la historia del grupo
Revista Proceso, LA REDACCIÓ , 6 JULIO, 1991.
En los años 50, la
crítica tachó de católicos a los Ocho Poetas Mexicanos, y los marginó Gerardo Ochoa Sandy
El silencio rodeó la
muerte, el pasado 30 de abril, del editor y poeta Octavio Novaro (1910) Ese
silencio no es nuevo Antes se ciñó durante 40 años alrededor del grupo Ocho
poetas mexicanos, del que Novaro formó parte Luego de su muerte, de los ocho
sólo sobreviven tres: Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo y Dolores Castro
El silencio de su vida
literaria fue provocado en buena medida por la estrechez ideológica del
ambiente cultural de los años 50 Cabral del Hoyo lo atribuye a que publicaron
una antología poética del grupo en Abside, revista dirigida por Alfonso Méndez Plancarte
y luego por Alfonso Junco, tachada de confesional
Ellos dignifican ahora
ese silencio: “No nos interesó la fama, no asistíamos a cocteles ni a
presentaciones de libros, no pedíamos reseñas favorables a los amigos, no nos
hacíamos publicidad”
A Ocho poetas mexicanos
los unió “una doble devoción: el amor a la poesía y el milagro de la amistad”
—Nunca le fallamos a la
amistad Y a la poesía le hicimos la lucha —explica Avilés
Cabral del Hoyo nació en
Zacatecas en 1913; Avilés, en Sinaloa, en 1915; Dolores Castro, en
Aguascalientes, en 1923 De los cinco restantes, el primero en morir fue Efrén
Hernández (León, 1904-1958) Le siguió Rosario Castellanos (DF, 1924-Tel Aviv,
1974), Javier Peñalosa (DF, 1921-1977) y Honorato Ignacio Magaloni (Mérida,
1898-DF, 1982) Y el último día de abril Octavio Novaro (Jalisco, 1910-DF, 1991)
De tres de ellos el
Fondo de Cultura Económica reunió sus obras: Poesía no eres tú (Rosario
Castellanos,1972), Obras (Efrén Hernández, 1965) y Obra poética (Roberto Cabral
del Hoyo, 1980) De Dolores Castro apenas hasta este año se editaron sus Obras
completas (Instituto Cultural de Aguascalientes), y de Cabral del Hoyo se
publicó recientemente Estas cosas que escribo (Antología Gobierno del Estado de
Zacatecas, 1988)
Avilés, Cabral del Hoyo
y Castro cuentan ahora a Proceso, en charlas aparte, la historia olvidada de
ese grupo identificado con el título de la antología que los reunió en 1955
pero sin un nombre en cuanto tal
TODOS EN UNA LLAMA
Alejandro Avilés nació
en La Brecha, Sinaloa, una aldea de 900 habitantes, el 31 de diciembre de 1915
—Apenas alcancé a nacer
en ese año —dice
Su abuelo era
comerciante, propietario de barcos, agricultor “A mí me tocó la pobreza” Cursó
hasta cuarto año de primaria, el más alto grado escolar en el pueblo
A los 14 años
“Alejandrón, así era mi mote” —por su estatura—, participó en el censo de 1930,
fundó un Club Deportivo Cultural, dio clases en la Escuela Moderna para Adultos
Leyó a Julio Verne, a los clásicos que publicó Vasconcelos Publicó su primer artículo,
dedicado a los precursores de la Independencia en El rayo, periódico estatal Y
su primer poema, “Oda a Sandino”, en La voz
—A los 14 años lo hice
todo por primera vez
Viajó a los Mochis Le
escribió una primera carta a Alfonso Méndez Plancarte, director de Abside
Inició así “una amistad por correspondencia” y se convirtió en autor de la
revista con algunos poemas A los 25 años partió a México y los dos hermanos
Méndez Plancarte —Alfonso y Gabriel— lo recibieron “como si fuéramos viejos
amigos”
A principios de los 50,
Avilés, fundador de la escuela de periodismo Carlos Septién, realizó su serie
de entrevistas “Poetas Mayores” para las páginas culturales “Revista de la
Semana”, de El Universal Conversó entre tantos otros con quienes constituirían
el grupo
Los hermanos Méndez
Plancarte y Alfonso Junco, Octaviano Valdés (1901-1991) y Emma Godoy, entre
otros, se reunían “en torno al mate” —recuerda Avilés— Alfonso Méndez Plancarte
le sugirió que organizaran otra tertulia, que se reunieran “en torno al café”
Así lo hicieron cada
sábado en la casa de alguno de ellos
La primera charla fue en
casa de Méndez Plancarte:
—¿Dónde vive usted,
padre? —le preguntó Cabral del Hoyo
—En la calle de Pino,
entre la espada y la pared
—¿Cómo que entre la
espada y la pared?
—Sí Entre Salvador Díaz
Mirón y Manuel Carpio
Y Méndez Plancarte les
dijo esa tarde según cuenta Cabral del Hoyo:
—Muchachos, formen un
grupo, sean amigos Creo que la poesía de América está en manos de ustedes
A veces las discusiones
eran “terribles, espantosas”, siempre en torno a la poesía El poeta zacatecano
recuerda a Alfonso Méndez Plancarte —”que era ¿cómo diremos?, pues nuestro
moderador y al mismo tiempo nuestro Ariadna en los laberintos de Sor Juana, de
Góngora”— agarrándose los cabellos, lamentándose:
—Dios mío, lo que tengo
que soportar por andar entre poetas
Pues a veces, enmedio de
una lectura, alguien interrumpía y decía:
—Pero mira qué pendejada
escribió éste
Y otro decía que no era
una pendejada, y otro más que sí
Las reuniones se
realizaron de 1952 a 1956 A partir de este año comenzaron a verse cada 15 días
Luego cada mes O cada casi medio año
—No hemos dejado de
reunirnos Lo que pasa es que nos hemos ido muriendo —coinciden Avilés y Cabral
del Hoyo Y amplía Dolores Castro:
—Nuestra principal
virtud ha sido sobrevivir
Los ocho poetas
mexicanos se reunían desde el inicio de la tarde hasta la madrugada Leían y
comentaban poesía, la de los grandes clásicos de la lengua española y la propia
Y cenaban Y tomaban café Y bromeaban
—Ay, ¡qué ganas de ser
poeta anónimo! —afirmó una vez Octavio Novaro, admirador de los poetas del
siglo XV, en una de tantas tertulias
—¿Más? —remató Rosario
Castellanos
No todos se conocían
entre sí Pero “todos tuvieron una simpatía instantánea uno por el otro”,
recuerda Dolores Castro, integrante del grupo desde la tercera reunión,
realizada en casa de Rosario Castellanos
Dolores Castro nació en
Aguascalientes Al poco tiempo viajó a Zacatecas Evoca:
—Quizá no fui una niña
muy sana Padecía constantemente de las anginas y de una fiebre reumática que se
derivó en un soplo al corazón Fui entonces una niña a la que no le gustaba
tanto moverse como ver y juzgar
Su bisabuelo y su abuelo
paterno dirigieron el Instituto de Ciencias de la Normal de Zacatecas Su padre,
abogado y químico, hablaba alemán, francés e inglés Leía con pasión
—Una vez, en el Casino
de Zacatecas, un par de amigos suyos jugaban ruleta rusa Y que uno mata al otro
Entonces corrió hacia la mesa de mi padre y exclamó: “¡Qué barbaridad, lo
maté!” Mi padre apartó la mirada del libro y le preguntó: “¿Barbaridad de qué?”
Para mi padre era más importante leer que la vida misma
La familia materna era
gente de campo María Valera Vázquez del Mercado, su madre, vive todavía Tiene
97 años
—Para ella era una
locura pasarse la vida leyendo
Dolores Castro se acercó
a los libros Leyó a Amado Nervo, Concha Urquiza, Enrique González Martínez, la
generación española del 27 Viajó a la capital y en tercero de secundaria ella y
Rosario Castellanos se hicieron amigas Juntas estudiaron la preparatoria y
juntas ingresaron a la Facultad de Derecho Castellanos desistió y entró a
Filosofía y Letras Dolores Castro continuó Leyes y a la par Letras Españolas
Conocieron ahí a Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez Frecuentaron a Tito
Monterroso, Otho Raúl González, Carlos Illescas
Con Castellanos, Dolores
Castro viajó a España y estudió por un año en la Universidad Complutense Y en
casa de Rosario, en la tercera reunión del grupo, conoció a Javier Peñalosa,
autor de Paso de la memoria (1965)
—Esa noche todos
estuvimos particularmente ingeniosos No dejamos de reírnos desde que llegamos
hasta que salimos de su casa Y entre Javier y yo se dio una proximidad
peligrosa, próxima al amor Era una persona inolvidable Esto se lo dirá
cualquier persona que lo haya conocido De niño había padecido parálisis
infantil Pero en cuanto uno lo trataba olvidaba su problema y nos encontrábamos
ante una persona valiente, extraordinaria Me bastaron unos cuantos días para
comprender que era una persona única en el mundo Lo dije por esos días, lo que
es muy común, y lo repetí a los veintitantos años de casados, lo que ya no es
tan común Javier y yo tuvimos siete hijos Ahora tengo catorce nietos Y cada uno
de nuestros hijos nació porque le teníamos un amor extraordinario a la vida
Eramos una familia como todas, pero con un fondo de felicidad
Ocho poetas mexicanos
contaban con “invitados especiales”: Elías Nandino, Carlos Pellicer, José
Gorostiza, Salvador Novo, entre otros Cuenta Cabral del Hoyo que una vez
Nandino, a media charla y delante de Pellicer, garantizó:
—Carlos Pellicer es
nuestro gran poeta pero el mejor sonetista de América es Cabral del Hoyo Y yo
me avergoncé
En esas reuniones se
gestaban también los grandes poemas propios Efrén Hernández, por ejemplo,
compartió el nacimiento de su poema extenso “El ángel del sueño”
Pero la reunión mayor
fue en un libro: Ocho poetas mexicanos, antología editada por Alfonso Méndez
Plancarte, con un epígrafe de Dolores Castro: Cada uno su lengua, todos en una
llama, el par de versos que culminan su poema “Herida”, incluido en Cantares de
vela (1960)
—Pues cada quien
conservó su voz No nos pudimos, o no nos dejamos influir unos a otros —recuerda
Cabral del Hoyo
Alfonso Méndez Plancarte
editó esa antología “bajo el signo de ábside”, en 1955, el año de su muerte
LAICOS Y AGNOSTICOS
Por publicar en Abside a
los ocho se les consideró poetas “católicos”, a pesar de que dos de ellos se
opusieron a que incluyeran un prólogo de Méndez Plancarte: Honorato Ignacio
Magaloni —autor de Oído en tierra (1949) y Signo (1952)— y Octavio Novaro
Afirma Cabral del Hoyo:
—Ya estamos viejos y ya
podemos decir la verdad Al grupo Ocho poetas mexicanos nos perjudicó que el
primer libro saliera bajo el signo de Abside, una revista-editorial digamos
confesional, dirigida por sacerdotes Gente como Efraín Huerta, sin pensarlo,
decía: “Esos son mochos, publicaron en Abside, son curas, curas destripados,
beatos” Eso decían, a pesar de que éramos absolutamente laicos A pesar de que
Octavio Novaro, Honorato Ignacio Magaloni y yo éramos más de izquierda que de
derecha Si interesa saberlo, yo soy agnóstico Yo no soy católico
Desgraciadamente perdí mi fe Creo que habrá algo después de la muerte, pero no
lo sé Y como no lo sé, y como lo he buscado desesperadamente y nunca he
encontrado una respuesta, me digo: “ya veremos, a su debido tiempo veremos lo
que hay” Mientras tanto obro conforme a mi moral personal Pero no por el cielo
ni por el infierno, sino porque amo a mi prójimo
Cuenta Alejandro Avilés,
autor de Madura soledad (1948), Libro de Eva (1959), Los claros días (1977),
Don del viento (Premio Saltillo IV Centenario) y La vida de los seres (Premio
Nacional de Letras Ramón López Velarde, 1980):
—Dolores Castro, Javier
Peñalosa, Rosario Castellanos y yo éramos poetas de inspiración cristiana Pero
no éramos militantes católicos ni nos unía ninguna filiación religiosa o
ideológica
Completa Dolores Castro:
—Ni Octavio, Ni Efrén,
ni Roberto ni mucho menos Magaloni eran católicos En Alejandro había una
auténtica necesidad religiosa Entiéndase bien: religiosa, no devota
Y se define a sí misma:
—Soy autora de una
poesía breve Le tengo un gran respeto al silencio Creo que la poesía es eso: un
apuntalamiento del silencio
Estos matices no los vió
la crítica Y ellos tampoco buscaron la publicidad Reitera Avilés:
—Llevamos cuarenta años
como grupo y nunca nos hemos hecho propaganda
Así lo explica Cabral
del Hoyo:
—Ser famoso es cuestión
de carácter Creo que los poetas que triunfan es porque han sabido administrarse
bien No niego que sean buenos los poetas populares Sólo que, además de ser
buenos poetas, tienen el carácter para pedirle al amigo, a los periodistas, que
hablen de su libro Nosotros no Estábamos o demasiado seguros de nosotros mismos
o demasiado cansados para promovernos Todos teníamos que trabajar para vivir No
teníamos tiempo para andar en cocteles, en cenas, en presentaciones de libros
Pero también, porque
“nadábamos a contracorriente del gusto de las mayorías”
—Personalmente creo que
me ha perjudicado escribir sonetos Escribí primero verso libre en el sentido
más moderno del término Luego intenté el soneto y me encantó Escribo soneto
porque me gusta la forma y puedo hacerlo Soneto clásico, como lo podía escribir
Góngora, Lope de Vega, Quevedo Pero me han catalogado, no como elogio sino como
crítica, como “sonetista”, a pesar de que mi obra está escrita en verso libre
—¿Su intención es
escanciar el vino nuevo en la ánfora vieja?
—Esa es mi intención —y
lee, como prueba, de Estas cosas que escribo, su soneto “Viaje aéreo”
IGNORADOS Y EXCLUIDOS
Sólo Efrén Hernández y
Rosario Castellanos han contado con mejor suerte Pero rara vez se les asocia
con el grupo Otro poeta, Francisco Alday, se acercó a ellos y le contagiaron su
sino
Luego de la aparición de
la antología Omnibus de poesía mexicana, Alejandro Avilés le reclamó a Gabriel
Zaid no haberlo incluido
—Omitiste a uno de los
más grandes poetas que ha dado México
—Está Placencia Es de su
línea
—Eso no justifica Alday
lo sobrepasa
Pues para Avilés El
párroco de la barba florida de Alday es un poema mayor como Muerte sin fin de
José Gorostiza o Piedra de sol de Octavio Paz
Incluyeron a todos los
poetas del grupo en una Antología de la Biblioteca Nueva de Madrid dedicada a
la poesía de América Latina No sucedió así en Poesía en movimiento, la
antología de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis
—En Poesía en movimiento
nos discriminaron a casi todos —afirma Cabral del Hoyo Sólo incluyeron a
Rosario Castellanos
—¿A qué lo atribuye?
—A que el libro Ocho
poetas mexicanos salió publicado en Abside
—Paz explica en el
Prólogo que la antología quiere reflejar la tradición de la ruptura en la
poesía moderna
—Es un criterio de
camarilla ¿Poesía de ruptura? —y lee su “Isla de sombras” y “Se llama llama”
incluidos en Estas cosas que escribo
—Si esto no es poesía de
ruptura, no sé entonces qué lo sea Fue una injusticia Y lo atribuyo a que el
primer libro haya sido publicado en Abside
Los Ocho poetas
mexicanos no buscaban tampoco la polémica, justificada o no Dolores Castro
deslinda la actitud de Ocho poetas mexicanos de la de otros grupos:
—Contemporáneos tenía un
objetivo al reunirse: combatir las tesis nacionalistas y abrirse a un horizonte
más amplio de la cultura universal La Espiga Amotinada fue un grupo radical de
izquierda, al menos durante su juventud Es sabido que de joven se suele ser de
un modo y de grande de otro Ocho poetas mexicanos se reunía por el amor a la
poesía y el milagro de la amistad Nada más
No se arredró el grupo
Octavio Novaro editó en 1979 la revista Solamente poesía bajo el sello 8PM
—dirigida por Carmen Castellote, codirigida por Dolores Castro— y publicó, en
1980, plaquettes de Rosario Castellanos, Cabral del Hoyo, Dolores Castro, Raúl
Navarrete y Carmen Castellote
Jamás, pues, hicieron
“política literaria”
Cabral del Hoyo, Avilés
y Dolores Castro viven de su trabajo Dolores Castro es maestra y guionista de
radio Por años ella y Javier Peñalosa laboraron como traductores y correctores
de estilo Peñalosa hizo periodismo en Excélsior y más tarde en Proceso Para
Editorial Novaro hizo entre otros guiones los de la serie “Vidas de santos”
—Dicen que los milagros
no existen pero a mí los de estos santos me permiten sobrevivir —decía Peñalosa
Avilés vive actualmente
del periodismo Desde Morelia, colabora en El Universal, Noroeste de Sinaloa, La
Voz y Buen día —sinaloenses también—, Guía de Michoacán, Diario de Yucatán y El
Porvenir, de Monterrey
—He flojeado mucho No he
vuelto ha publicar un libro Pero nunca he tenido prisa por escribir poesía
Y Cabral del Hoyo está
jubilado Escribirá sus memorias El poeta nació en Zacatecas en 1913 Su madre
murió en 1929 y en 1931 se trasladó a la última hacienda de una familia minera,
San Miguel, en el municipio Valparaíso donde vivió hasta 1938 En casa había 40
o 50 libros, “más por su presentación que por su contenido” Pero algunos de
ellos eran clásicos: La divina comedia, Los miserables, El paraíso perdido Leyó
además a Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Manuel José Othón, López
Velarde Supo por esos años de un concurso literario del Frontón México en la
capital
—Mandé un poema a ese
concurso Casi por puntada Y me saqué el premio Tenía 20 años Claro, me dije: yo
soy un genio Y me nació la obsesión de viajar a México Terminé el bachillerato
en el Instituto de Ciencias Nos había dado en la madre la reforma agraria así
que rematé todo y lo repartí entre los sirvientes y los vecinos, les dejé una
forma de vida a mis hermanas, me eché cien pesos a la bolsa y me vine a la
capital
Trabajó en la radio Fue
uno de los fundadores de la XEQ, en 1938 Compró una estación, la XEBZ Vocero de
México Agustín Aragón Leyva, hijo del filósofo positivista de igual nombre, fue
el editor de su primer libro, Poesía, en 1941 Cabral del Hoyo pagó la edición
En 1948 publicó De tu
amor y de tu olvido y otros poemas (Kultura) Al poco tiempo ingresó al grupo de
los Ocho poetas mexicanos Y en breve publicará un libro más: Camino caminado,
título tomado de un fragmento del poema de Efrén Hernández, “Primer
ofrecimiento”, de Entre apagados muros (1943)
Lo dice Cabral del Hoyo:
“Nunca a ninguno más,
sólo al tocado,/ abierto ya del alma, ya ablandado,/ fácil de corazón,
únicamente/a aquel que ya haya sido/ camino caminado”
Roberto Cabral del Hoyo,
Alejandro Avilés y Dolores Castro caminan el camino El silencio que rodeó al
grupo y a la obra de la mayoría de ellos comienza a resquebrajarse Lentamente
lo está rompiendo la doble devoción: “el amor a la poesía y el milagro de la
amistad”
—No hay que tener prisa
—asegura Cabral del Hoyo— El mejor antólogo es el tiempo
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