1 abr 2016

Avilés, Cabral del Hoyo y Dolores Castro, cuentan la historia del grupo de los Ocho

Avilés, Cabral del Hoyo y Dolores Castro, cuentan la historia del grupo
Revista Proceso, LA REDACCIÓ ,  6 JULIO, 1991.
En los años 50, la crítica tachó de católicos a los Ocho Poetas Mexicanos, y los marginó Gerardo Ochoa Sandy
El silencio rodeó la muerte, el pasado 30 de abril, del editor y poeta Octavio Novaro (1910) Ese silencio no es nuevo Antes se ciñó durante 40 años alrededor del grupo Ocho poetas mexicanos, del que Novaro formó parte Luego de su muerte, de los ocho sólo sobreviven tres: Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo y Dolores Castro
El silencio de su vida literaria fue provocado en buena medida por la estrechez ideológica del ambiente cultural de los años 50 Cabral del Hoyo lo atribuye a que publicaron una antología poética del grupo en Abside, revista dirigida por Alfonso Méndez Plancarte y luego por Alfonso Junco, tachada de confesional
Ellos dignifican ahora ese silencio: “No nos interesó la fama, no asistíamos a cocteles ni a presentaciones de libros, no pedíamos reseñas favorables a los amigos, no nos hacíamos publicidad”
A Ocho poetas mexicanos los unió “una doble devoción: el amor a la poesía y el milagro de la amistad”
—Nunca le fallamos a la amistad Y a la poesía le hicimos la lucha —explica Avilés
Cabral del Hoyo nació en Zacatecas en 1913; Avilés, en Sinaloa, en 1915; Dolores Castro, en Aguascalientes, en 1923 De los cinco restantes, el primero en morir fue Efrén Hernández (León, 1904-1958) Le siguió Rosario Castellanos (DF, 1924-Tel Aviv, 1974), Javier Peñalosa (DF, 1921-1977) y Honorato Ignacio Magaloni (Mérida, 1898-DF, 1982) Y el último día de abril Octavio Novaro (Jalisco, 1910-DF, 1991)

De tres de ellos el Fondo de Cultura Económica reunió sus obras: Poesía no eres tú (Rosario Castellanos,1972), Obras (Efrén Hernández, 1965) y Obra poética (Roberto Cabral del Hoyo, 1980) De Dolores Castro apenas hasta este año se editaron sus Obras completas (Instituto Cultural de Aguascalientes), y de Cabral del Hoyo se publicó recientemente Estas cosas que escribo (Antología Gobierno del Estado de Zacatecas, 1988)
Avilés, Cabral del Hoyo y Castro cuentan ahora a Proceso, en charlas aparte, la historia olvidada de ese grupo identificado con el título de la antología que los reunió en 1955 pero sin un nombre en cuanto tal
TODOS EN UNA LLAMA
Alejandro Avilés nació en La Brecha, Sinaloa, una aldea de 900 habitantes, el 31 de diciembre de 1915
—Apenas alcancé a nacer en ese año —dice
Su abuelo era comerciante, propietario de barcos, agricultor “A mí me tocó la pobreza” Cursó hasta cuarto año de primaria, el más alto grado escolar en el pueblo
A los 14 años “Alejandrón, así era mi mote” —por su estatura—, participó en el censo de 1930, fundó un Club Deportivo Cultural, dio clases en la Escuela Moderna para Adultos Leyó a Julio Verne, a los clásicos que publicó Vasconcelos Publicó su primer artículo, dedicado a los precursores de la Independencia en El rayo, periódico estatal Y su primer poema, “Oda a Sandino”, en La voz
—A los 14 años lo hice todo por primera vez
Viajó a los Mochis Le escribió una primera carta a Alfonso Méndez Plancarte, director de Abside Inició así “una amistad por correspondencia” y se convirtió en autor de la revista con algunos poemas A los 25 años partió a México y los dos hermanos Méndez Plancarte —Alfonso y Gabriel— lo recibieron “como si fuéramos viejos amigos”
A principios de los 50, Avilés, fundador de la escuela de periodismo Carlos Septién, realizó su serie de entrevistas “Poetas Mayores” para las páginas culturales “Revista de la Semana”, de El Universal Conversó entre tantos otros con quienes constituirían el grupo
Los hermanos Méndez Plancarte y Alfonso Junco, Octaviano Valdés (1901-1991) y Emma Godoy, entre otros, se reunían “en torno al mate” —recuerda Avilés— Alfonso Méndez Plancarte le sugirió que organizaran otra tertulia, que se reunieran “en torno al café”
Así lo hicieron cada sábado en la casa de alguno de ellos
La primera charla fue en casa de Méndez Plancarte:
—¿Dónde vive usted, padre? —le preguntó Cabral del Hoyo
—En la calle de Pino, entre la espada y la pared
—¿Cómo que entre la espada y la pared?
—Sí Entre Salvador Díaz Mirón y Manuel Carpio
Y Méndez Plancarte les dijo esa tarde según cuenta Cabral del Hoyo:
—Muchachos, formen un grupo, sean amigos Creo que la poesía de América está en manos de ustedes
A veces las discusiones eran “terribles, espantosas”, siempre en torno a la poesía El poeta zacatecano recuerda a Alfonso Méndez Plancarte —”que era ¿cómo diremos?, pues nuestro moderador y al mismo tiempo nuestro Ariadna en los laberintos de Sor Juana, de Góngora”— agarrándose los cabellos, lamentándose:
—Dios mío, lo que tengo que soportar por andar entre poetas
Pues a veces, enmedio de una lectura, alguien interrumpía y decía:
—Pero mira qué pendejada escribió éste
Y otro decía que no era una pendejada, y otro más que sí
Las reuniones se realizaron de 1952 a 1956 A partir de este año comenzaron a verse cada 15 días Luego cada mes O cada casi medio año
—No hemos dejado de reunirnos Lo que pasa es que nos hemos ido muriendo —coinciden Avilés y Cabral del Hoyo Y amplía Dolores Castro:
—Nuestra principal virtud ha sido sobrevivir
Los ocho poetas mexicanos se reunían desde el inicio de la tarde hasta la madrugada Leían y comentaban poesía, la de los grandes clásicos de la lengua española y la propia Y cenaban Y tomaban café Y bromeaban
—Ay, ¡qué ganas de ser poeta anónimo! —afirmó una vez Octavio Novaro, admirador de los poetas del siglo XV, en una de tantas tertulias
—¿Más? —remató Rosario Castellanos
No todos se conocían entre sí Pero “todos tuvieron una simpatía instantánea uno por el otro”, recuerda Dolores Castro, integrante del grupo desde la tercera reunión, realizada en casa de Rosario Castellanos
Dolores Castro nació en Aguascalientes Al poco tiempo viajó a Zacatecas Evoca:
—Quizá no fui una niña muy sana Padecía constantemente de las anginas y de una fiebre reumática que se derivó en un soplo al corazón Fui entonces una niña a la que no le gustaba tanto moverse como ver y juzgar
Su bisabuelo y su abuelo paterno dirigieron el Instituto de Ciencias de la Normal de Zacatecas Su padre, abogado y químico, hablaba alemán, francés e inglés Leía con pasión
—Una vez, en el Casino de Zacatecas, un par de amigos suyos jugaban ruleta rusa Y que uno mata al otro Entonces corrió hacia la mesa de mi padre y exclamó: “¡Qué barbaridad, lo maté!” Mi padre apartó la mirada del libro y le preguntó: “¿Barbaridad de qué?” Para mi padre era más importante leer que la vida misma
La familia materna era gente de campo María Valera Vázquez del Mercado, su madre, vive todavía Tiene 97 años
—Para ella era una locura pasarse la vida leyendo
Dolores Castro se acercó a los libros Leyó a Amado Nervo, Concha Urquiza, Enrique González Martínez, la generación española del 27 Viajó a la capital y en tercero de secundaria ella y Rosario Castellanos se hicieron amigas Juntas estudiaron la preparatoria y juntas ingresaron a la Facultad de Derecho Castellanos desistió y entró a Filosofía y Letras Dolores Castro continuó Leyes y a la par Letras Españolas Conocieron ahí a Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez Frecuentaron a Tito Monterroso, Otho Raúl González, Carlos Illescas
Con Castellanos, Dolores Castro viajó a España y estudió por un año en la Universidad Complutense Y en casa de Rosario, en la tercera reunión del grupo, conoció a Javier Peñalosa, autor de Paso de la memoria (1965)
—Esa noche todos estuvimos particularmente ingeniosos No dejamos de reírnos desde que llegamos hasta que salimos de su casa Y entre Javier y yo se dio una proximidad peligrosa, próxima al amor Era una persona inolvidable Esto se lo dirá cualquier persona que lo haya conocido De niño había padecido parálisis infantil Pero en cuanto uno lo trataba olvidaba su problema y nos encontrábamos ante una persona valiente, extraordinaria Me bastaron unos cuantos días para comprender que era una persona única en el mundo Lo dije por esos días, lo que es muy común, y lo repetí a los veintitantos años de casados, lo que ya no es tan común Javier y yo tuvimos siete hijos Ahora tengo catorce nietos Y cada uno de nuestros hijos nació porque le teníamos un amor extraordinario a la vida Eramos una familia como todas, pero con un fondo de felicidad
Ocho poetas mexicanos contaban con “invitados especiales”: Elías Nandino, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Salvador Novo, entre otros Cuenta Cabral del Hoyo que una vez Nandino, a media charla y delante de Pellicer, garantizó:
—Carlos Pellicer es nuestro gran poeta pero el mejor sonetista de América es Cabral del Hoyo Y yo me avergoncé
En esas reuniones se gestaban también los grandes poemas propios Efrén Hernández, por ejemplo, compartió el nacimiento de su poema extenso “El ángel del sueño”
Pero la reunión mayor fue en un libro: Ocho poetas mexicanos, antología editada por Alfonso Méndez Plancarte, con un epígrafe de Dolores Castro: Cada uno su lengua, todos en una llama, el par de versos que culminan su poema “Herida”, incluido en Cantares de vela (1960)
—Pues cada quien conservó su voz No nos pudimos, o no nos dejamos influir unos a otros —recuerda Cabral del Hoyo
Alfonso Méndez Plancarte editó esa antología “bajo el signo de ábside”, en 1955, el año de su muerte
LAICOS Y AGNOSTICOS
Por publicar en Abside a los ocho se les consideró poetas “católicos”, a pesar de que dos de ellos se opusieron a que incluyeran un prólogo de Méndez Plancarte: Honorato Ignacio Magaloni —autor de Oído en tierra (1949) y Signo (1952)— y Octavio Novaro
Afirma Cabral del Hoyo:
—Ya estamos viejos y ya podemos decir la verdad Al grupo Ocho poetas mexicanos nos perjudicó que el primer libro saliera bajo el signo de Abside, una revista-editorial digamos confesional, dirigida por sacerdotes Gente como Efraín Huerta, sin pensarlo, decía: “Esos son mochos, publicaron en Abside, son curas, curas destripados, beatos” Eso decían, a pesar de que éramos absolutamente laicos A pesar de que Octavio Novaro, Honorato Ignacio Magaloni y yo éramos más de izquierda que de derecha Si interesa saberlo, yo soy agnóstico Yo no soy católico Desgraciadamente perdí mi fe Creo que habrá algo después de la muerte, pero no lo sé Y como no lo sé, y como lo he buscado desesperadamente y nunca he encontrado una respuesta, me digo: “ya veremos, a su debido tiempo veremos lo que hay” Mientras tanto obro conforme a mi moral personal Pero no por el cielo ni por el infierno, sino porque amo a mi prójimo
Cuenta Alejandro Avilés, autor de Madura soledad (1948), Libro de Eva (1959), Los claros días (1977), Don del viento (Premio Saltillo IV Centenario) y La vida de los seres (Premio Nacional de Letras Ramón López Velarde, 1980):
—Dolores Castro, Javier Peñalosa, Rosario Castellanos y yo éramos poetas de inspiración cristiana Pero no éramos militantes católicos ni nos unía ninguna filiación religiosa o ideológica
Completa Dolores Castro:
—Ni Octavio, Ni Efrén, ni Roberto ni mucho menos Magaloni eran católicos En Alejandro había una auténtica necesidad religiosa Entiéndase bien: religiosa, no devota
Y se define a sí misma:
—Soy autora de una poesía breve Le tengo un gran respeto al silencio Creo que la poesía es eso: un apuntalamiento del silencio
Estos matices no los vió la crítica Y ellos tampoco buscaron la publicidad Reitera Avilés:
—Llevamos cuarenta años como grupo y nunca nos hemos hecho propaganda
Así lo explica Cabral del Hoyo:
—Ser famoso es cuestión de carácter Creo que los poetas que triunfan es porque han sabido administrarse bien No niego que sean buenos los poetas populares Sólo que, además de ser buenos poetas, tienen el carácter para pedirle al amigo, a los periodistas, que hablen de su libro Nosotros no Estábamos o demasiado seguros de nosotros mismos o demasiado cansados para promovernos Todos teníamos que trabajar para vivir No teníamos tiempo para andar en cocteles, en cenas, en presentaciones de libros
Pero también, porque “nadábamos a contracorriente del gusto de las mayorías”
—Personalmente creo que me ha perjudicado escribir sonetos Escribí primero verso libre en el sentido más moderno del término Luego intenté el soneto y me encantó Escribo soneto porque me gusta la forma y puedo hacerlo Soneto clásico, como lo podía escribir Góngora, Lope de Vega, Quevedo Pero me han catalogado, no como elogio sino como crítica, como “sonetista”, a pesar de que mi obra está escrita en verso libre
—¿Su intención es escanciar el vino nuevo en la ánfora vieja?
—Esa es mi intención —y lee, como prueba, de Estas cosas que escribo, su soneto “Viaje aéreo”
IGNORADOS Y EXCLUIDOS
Sólo Efrén Hernández y Rosario Castellanos han contado con mejor suerte Pero rara vez se les asocia con el grupo Otro poeta, Francisco Alday, se acercó a ellos y le contagiaron su sino
Luego de la aparición de la antología Omnibus de poesía mexicana, Alejandro Avilés le reclamó a Gabriel Zaid no haberlo incluido
—Omitiste a uno de los más grandes poetas que ha dado México
—Está Placencia Es de su línea
—Eso no justifica Alday lo sobrepasa
Pues para Avilés El párroco de la barba florida de Alday es un poema mayor como Muerte sin fin de José Gorostiza o Piedra de sol de Octavio Paz
Incluyeron a todos los poetas del grupo en una Antología de la Biblioteca Nueva de Madrid dedicada a la poesía de América Latina No sucedió así en Poesía en movimiento, la antología de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis
—En Poesía en movimiento nos discriminaron a casi todos —afirma Cabral del Hoyo Sólo incluyeron a Rosario Castellanos
—¿A qué lo atribuye?
—A que el libro Ocho poetas mexicanos salió publicado en Abside
—Paz explica en el Prólogo que la antología quiere reflejar la tradición de la ruptura en la poesía moderna
—Es un criterio de camarilla ¿Poesía de ruptura? —y lee su “Isla de sombras” y “Se llama llama” incluidos en Estas cosas que escribo
—Si esto no es poesía de ruptura, no sé entonces qué lo sea Fue una injusticia Y lo atribuyo a que el primer libro haya sido publicado en Abside
Los Ocho poetas mexicanos no buscaban tampoco la polémica, justificada o no Dolores Castro deslinda la actitud de Ocho poetas mexicanos de la de otros grupos:
—Contemporáneos tenía un objetivo al reunirse: combatir las tesis nacionalistas y abrirse a un horizonte más amplio de la cultura universal La Espiga Amotinada fue un grupo radical de izquierda, al menos durante su juventud Es sabido que de joven se suele ser de un modo y de grande de otro Ocho poetas mexicanos se reunía por el amor a la poesía y el milagro de la amistad Nada más
No se arredró el grupo Octavio Novaro editó en 1979 la revista Solamente poesía bajo el sello 8PM —dirigida por Carmen Castellote, codirigida por Dolores Castro— y publicó, en 1980, plaquettes de Rosario Castellanos, Cabral del Hoyo, Dolores Castro, Raúl Navarrete y Carmen Castellote
Jamás, pues, hicieron “política literaria”
Cabral del Hoyo, Avilés y Dolores Castro viven de su trabajo Dolores Castro es maestra y guionista de radio Por años ella y Javier Peñalosa laboraron como traductores y correctores de estilo Peñalosa hizo periodismo en Excélsior y más tarde en Proceso Para Editorial Novaro hizo entre otros guiones los de la serie “Vidas de santos”
—Dicen que los milagros no existen pero a mí los de estos santos me permiten sobrevivir —decía Peñalosa
Avilés vive actualmente del periodismo Desde Morelia, colabora en El Universal, Noroeste de Sinaloa, La Voz y Buen día —sinaloenses también—, Guía de Michoacán, Diario de Yucatán y El Porvenir, de Monterrey
—He flojeado mucho No he vuelto ha publicar un libro Pero nunca he tenido prisa por escribir poesía
Y Cabral del Hoyo está jubilado Escribirá sus memorias El poeta nació en Zacatecas en 1913 Su madre murió en 1929 y en 1931 se trasladó a la última hacienda de una familia minera, San Miguel, en el municipio Valparaíso donde vivió hasta 1938 En casa había 40 o 50 libros, “más por su presentación que por su contenido” Pero algunos de ellos eran clásicos: La divina comedia, Los miserables, El paraíso perdido Leyó además a Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Manuel José Othón, López Velarde Supo por esos años de un concurso literario del Frontón México en la capital
—Mandé un poema a ese concurso Casi por puntada Y me saqué el premio Tenía 20 años Claro, me dije: yo soy un genio Y me nació la obsesión de viajar a México Terminé el bachillerato en el Instituto de Ciencias Nos había dado en la madre la reforma agraria así que rematé todo y lo repartí entre los sirvientes y los vecinos, les dejé una forma de vida a mis hermanas, me eché cien pesos a la bolsa y me vine a la capital
Trabajó en la radio Fue uno de los fundadores de la XEQ, en 1938 Compró una estación, la XEBZ Vocero de México Agustín Aragón Leyva, hijo del filósofo positivista de igual nombre, fue el editor de su primer libro, Poesía, en 1941 Cabral del Hoyo pagó la edición
En 1948 publicó De tu amor y de tu olvido y otros poemas (Kultura) Al poco tiempo ingresó al grupo de los Ocho poetas mexicanos Y en breve publicará un libro más: Camino caminado, título tomado de un fragmento del poema de Efrén Hernández, “Primer ofrecimiento”, de Entre apagados muros (1943)
Lo dice Cabral del Hoyo:
“Nunca a ninguno más, sólo al tocado,/ abierto ya del alma, ya ablandado,/ fácil de corazón, únicamente/a aquel que ya haya sido/ camino caminado”
Roberto Cabral del Hoyo, Alejandro Avilés y Dolores Castro caminan el camino El silencio que rodeó al grupo y a la obra de la mayoría de ellos comienza a resquebrajarse Lentamente lo está rompiendo la doble devoción: “el amor a la poesía y el milagro de la amistad”
—No hay que tener prisa —asegura Cabral del Hoyo— El mejor antólogo es el tiempo

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